Sunday, April 11, 2010

No a la impunidad militar


Miguel Ángel Granados Chapa

Domingo, 11 de Abril de 2010

Perfil

Miguel Ángel Granados Chapa(10 de marzo de 1946,Pachuca,Hidalgo) es un periodistamexicano de gran trayectoria y reconocimiento a nivel nacional.
Hombre sistemático y periodista informado de todo el acontecer nacional, Granados Chapa muestra una clara identificación con las ideologías de izquierda. Parte de su formación académica se dio en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde cursó de manera simultanea las licenciaturas en Periodismo y Derecho.
Aunque ya se había divulgado el hecho, cuando el miércoles 7 el secretario de la Defensa nacional se reunió con diputados, ninguno le preguntó por los dos niños, de nueve y cinco años, muertos por los balazos de militares en un retén tamaulipeco el sábado anterior. Es preocupante el desinterés de los legisladores sobre un acontecimiento tan grave, que confirma una tendencia a la impunidad de miembros de las fuerzas armadas. Sea por desinformación o por insensibilidad, a nadie de los presentes en esa reunión -citada precisamente para examinar la presencia castrense en funciones policiales- le pareció necesario detenerse en aquel trágico episodio. Sería espeluznante que la omisión significara un acto de consentimiento político, un virtual certificado de impunidad ante un crimen que no debería pasar inadvertido ni menos quedar sin castigo.
Según la queja de Martín Almanza Rodríguez, padre de Bryan Almanza Salazar de cinco años y de Martín Almanza Salazar, de nueve, ante el Comité de derechos humanos de Nuevo Laredo, el vehículo que conducía fue atacado por los integrantes de un retén instalado en la carretera que va de esa ciudad a Matamoros. A bordo de una camioneta diez años vieja, un grupo familiar de doce personas, la mitad de las cuales eran menores e incluso un bebé, se dirigían a pasar el domingo de Resurrección en la playa Bagdad de Matamoros. Hacia las seis de la tarde del sábado tres de abril, el vehículo pasó ante un retén compuesto por cuatro vehículos y unos cincuenta soldados. "Al pasar junto a los militares bajé totalmente la velocidad de mi camioneta, bajamos todos los vidrios y esperamos alguna indicación de revisión, pero uno de los soldados nos hizo la seña de que continuáramos en circulación.
"Después de pasar tres vehículos del Ejército estacionados en línea sobre la carretera, comenzamos a escuchar disparos de arma de fuego, impactando algunos de estos disparos en el vidrio posterior de la camioneta, causando pánico y temor entre todos los que viajábamos en el vehículo, optando por detenernos a pocos metros de donde se encontraban los militares.
"Luego de estacionar la camioneta a orilla de la carretera, seguimos escuchando que disparaban hacia nosotros, bajando mi esposa Cinthya con mis hijos Yesenia y Bryan para correr hacia el monte, mientras que yo me sentí herido en el brazo derecho quedando inconsciente frente al volante, mientras que mi cuñado Carlos Alfredo Rangel Delgado también resultó herido en sus piernas y su esposa Vanesa Viridiana trataba de de ponerse a salvo con los niños Jesús Alfredo Rangel Velásquez y su hermanito Giovanni Israel.
"El resto de los adultos y niños trataron de correr hacia el monte para tratar de escapar de las balas disparadas por los soldados, siendo únicamente mi hijo Martín Almanza Salazar quien quedó muerto dentro de la camioneta con impactos en la espalda y tendido boca abajo..."
Por su parte, la madre de los infortunados niños Cinthya Josefina Salazar Castillo narró que "después de pasar el retén de los soldados escuchamos disparos en la parte trasera de la camioneta, los vidrios comenzaron a romperse y la primera reacción de nosotros fue tomar a los niños para protegerlos y tirarnos al suelo. Yo vi a mi esposo desmayado frente al volante...En mi desesperación tomé a mis hijas Yesennia y Jennifer y me paré a la orilla de la carretera gritándole a los soldados que no dispararan, que había niños dentro, pero no me hicieron caso.
"Entonces regresé a la camioneta por el lado del acompañante y fue entonces cuando mi esposo Martín reaccionó, se bajó y corrimos al monte. Yo cargaba en mis brazos a mi hijo Bryan y estiraba a las dos niñas; en un momento que lo cambié de brazos me sentí herida en el estómago, pero seguimos corriendo. Después sentí que hirieron a mi hijo Bryan por la espalda, ese disparo era para mí, pero lo recibió el niño: sentí cómo su cabecita se le iba para atrás, cómo se le soltaba el cuerpecito y le grité a mi esposo Martín que nos habían matado a Bryan, entonces él me ayudó hasta la casa donde nos dieron refugio...
"Como una hora después de la balacera, cuando nos trasladaba una ambulancia a un hospital de Miguel Alemán, llegaron unos soldados para pedirnos disculpas por la muerte de mis niños; decían que no era su intención habernos hecho daño e incluso cuando nos trasladaron a Nuevo Laredo dijeron que nos iban a cuidar en el hospital para protegernos...
"Los soldados nunca nos dieron la cara, siempre estuvieron encapuchados y después de la balacera nos trasculcaron nuestras mochilas, me robaron mi radio Nextel, el radio Nextel de mi esposo y un teléfono celular. Al día siguiente, cuando los médicos me dieron de alta en Nuevo Laredo me regresé a Miguel Alemán para solicitar los cuerpos de mis dos niños fallecidos y luego fui a la camioneta para buscar mi bolsa y las mochilas de los niños y los militares no me dejaron acercarme a la camioneta; tampoco le permitieron a un hermano mío que le tomara fotos, porque dijeron que estaban investigando".
A pesar de la flaca memoria social, que en defensa propia pasa la página para no fijarla en atrocidades, está aún presente el escándalo del asesinato de dos jóvenes ingenieros en el Tecnológico de Monterrey, también en un ataque militar no esclarecido (no se han difundido los videos ofrecidos por el secretario de Gobernación). Por ello, alguien decidió que era muy pesado enfrentar otra reacción pública, por fugaz que fuera, ante este crimen feroz. Y decidió también negar que los hechos acontecieran según la narración de las víctimas, por lo que se inventó una historia distinta. Después de guardar silencio durante cuatro días, el jueves ocho se dio a conocer no un parte militar que refiriera la versión de las autoridades directamente involucradas, sino un comunicado de la secretaría de Gobernación que puso el acento en un presunto ataque a los soldados que en realidad han sido los agresores de las familias Almanza y Rangel.
Gobernación enfocó su boletín a tratar "las agresiones ocurridas a militares el fin de semana pasado:
"El pasado tres de abril, el personal militar de la Octava zona militar recibió información de que se había realizado un enfrentamiento entre presuntos delincuentes en la carretera que conduce a Nueva Ciudad Guerrero, en Tamaulipas, por lo que se procedió a hacer una verificación terrestre.
"Al llegar a la zona, un grupo de sujetos armados atacaron a los elementos del Ejército, quienes repelieron la agresión.
"Derivado de los enfrentamientos, en la secuencia de estas agresiones, fallecieron dos menores, Bryan Almanza Salazar, de cinco años, y Martín Almanza Salazar, de nueve años de edad.
"El gobierno federal se une a la pena que embarga a los familiares de los menores fallecidos en este enfrentamiento y está procediendo a la investigación de los hechos, para que en su momento, de manera seria y clara, sean informados primero los familiares y luego la opinión pública en cuanto a los resultados que determinan con claridad la dinámica de los hechos en que sucedieron estas pérdidas"
Al presentar este comunicado, el secretario Fernando Gómez Mont, tan irascible como se muestra habitualmente, situó no el asesinato de los niños Almanza Salazar sino la presunta agresión a militares, en el cuadro general de violencia incrementada que padecen los tamaulipecos. Y, al modo pueril en que su propio jefe y él mismo lo han hecho otras veces, desafió a los criminales para que "cobardemente no pretendan ampararse en el contexto de las personas buenas que hay en este país y si van a dar la batalla, que la den de frente" Y de plano instó a la resignación ante las muertes de civiles cometidas por militares: "En estas ocasiones lamentablemente sus agresiones se dan en un contexto donde hay familias, gente de bien, gente que sólo quiere vivir en paz. Muchas veces no se puede escoger como se quisiera el campo de los enfrentamientos"
En las cámaras se trabaja para modificar leyes que hasta ahora no enmarcan la tarea policial del Ejército. Es un intento inútil de legitimación de una actividad socialmente peligrosa. Aunque sea candoroso citarlo, todavía está vigente el artículo 129 de la Constitución, según el cual "en tiempos de paz ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar"
El pasado presente.- Hace un cuarto de siglo apenas, el doce de abril de 1975 se produjo la primera manifestación pública de miembros del gabinete presidencial admitiendo que aspiraban a suceder a su jefe, en ese entonces Luis Echeverría. En una operación orquestada por Fausto Zapata, subsecretario de la Presidencia encargado de la información, aparecieron en esa circunstancia los secretarios de Gobernación Mario Moya Palencia y el de Hacienda, José López Portillo.
Hasta ese momento, una expresión de ese carácter era una herejía política. Uno de los requisitos para figurar en el elenco del cual saldría el sucesor del presidente en funciones era permanecer callado a ese respecto. Se diría que el sistema les impedía pensarse y hasta soñarse sentados en el lugar de quien los había nombrado y que debería resolver su propio futuro, escogiendo un candidato conveniente, y no sólo el del país al determinar quién lo reemplazaría. Era el tiempo del inmovilismo político resumido en la expresión de Fidel Velásquez: "el que se mueve no sale en la foto".
Echeverría no actuó movido por un ánimo democratizador al hacer que algunos de sus precandidatos se autodestaparan. Notoriamente era de su interés que se considerara a López Portillo como colocado en un rango político semejante al de Moya Palencia, al que las conjeturas daban como el inexorable sucesor de Echeverría. Nunca un secretario de Hacienda había sido aspirante a la Presidencia y menos uno de reciente incorporación al gabinete, al que López Portillo llego más de dos años después que su colega de Gobernación.
Todavía en el sexenio siguiente continuó rigiendo entre los secretarios de estado la máxima de guardar silencio sobre las propias pretensiones. Miguel de la Madrid y Javier García Paniagua, entre quienes López Portillo escogió a su sucesor según su propia confesión, no se recataban de establecer contactos con grupos a los cuales buscaban presentar sus cualidades. Se limitaban a hacerse conocer, no buscaban su apoyo, pues era inútil ya que la decisión correspondía sólo al Presidente de la república y éste la asumiría conforme a un código y hasta un calendario que sólo él conocía.
En cambio, De la Madrid propició la exposición pública de los pretendientes a la Presidencia. Sin que se presentara formalmente como un procedimiento estatutario para la selección del candidato, pero como si el partido y no el Presidente fuera la fuente de la decisión, el PRI organizó una pasarela en que figuraron seis miembros del gabinete: el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett; el de Programación y presupuesto Carlos Salinas de Gortari, el de Minas e industria paraestatal Alfredo del Mazo; el de educación pública Miguel González Avelar, el jefe del Departamento del Distrito Federal Ramón Aguirre y el procurador general de la república, Sergio García Ramírez
Paradójicamente, este último, acaso el único que tenía certidumbre de que De la Madrid no lo consideraba aspirante a sucederlo, se vio envuelto en un episodio que puso en crisis el mecanismo secreto del destapamiento. El sábado tres de octubre de 1987 de la oficina del secretario privado del Presidente, Emilio Gamboa, salió una noticia falsa sobre el inminente lanzamiento del candidato presidencial. Imposibilitado para decir la verdad antes de que la proclamara el partido (es decir antes de que el Presidente decidiera quitar la capucha a su sucesor) Gamboa engañó a Federico de la Madrid, hijo del Presidente y amigo cercano de Del Mazo (que era una suerte de su tío, pues De la Madrid lo mencionó más de una vez como "el hermano que nunca tuve) diciéndole que el escogido era el procurador.
El muchacho no se guardó el secreto y lo comunicó telefónicamente al propio del Mazo quien, a la mañana siguiente, creyendo dar ejemplo de deportivismo y de acierto político, se desmañanó para presentar a García Ramírez sus respetos en su casa del sur de la ciudad de México. Al escuchar por la radio esa primicia, que incluía la expresión en vivo de uno de los participantes anunciando la victoria de otro, se inició una avalancha de apoyos que tuvo que ser contenida por una declaración tajante de Jorge de la Vega, el presidente del PRI, que proclamó candidato a Salinas, verdad oficial que demoró en ser suficientemente difundida y aceptada.
A su turno, Salinas mantuvo un control estricto sobre su propia sucesión, aunque propició que se formara públicamente un elenco entre los presidenciables. En él figuraron Luis Donaldo Colosio, Manuel Camacho Solís y Ernesto Zedillo, entre otros, aunque era voz pública que la decisión se referiría a uno de los dos primeros, como en efecto ocurrió. Salinas, sin embargo, en un extraordinario acto de previsión al mismo tiempo que seleccionó a Colosio hizo de Zedillo una figura alternativa, pues lo sacó del gabinete a efecto de que cumpliera el requisito constitución al de no ocupar un cargo público en el caso de que se le atribuyera la candidatura.

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