Entrevista con Mardonio Carballo
En Carballo tenemos al principal —de hecho el único— divulgador en medios electrónicos de las escrituras indígenas en particular y las artes populares en general. Por radio, televisión cultural y de Internet, prensa escrita, foros. Creador él mismo, su trabajo pionero, su independencia y la constancia de su generosidad convierten a los espacios mediáticos que ocupa en las mejores ventanas disponibles para conocer la efervecencia contemporánea de nuestra diversidad nacional.
Tuve por fortuna dos padres muy distintos: una muy orgullosa de su ser indígena, que es mi madre, y otro que a pesar de ser un extraordinario nahua hablante y líder comunitario, no quiso que ninguno de nosotros hablara náhuatl. Crecimos como un árbol con dos flores distintas, que nos inculcó dos posibilidades. La parte de la identidad que asumí es la náhuatl.
Desde chiquito quería ser artista. En la secundaria comencé con la declamación de poemas y vino una historia que se repite a lo largo de mi vida: nunca le pude ganar a los hijos de los maestros. Es como la historia del país: a los indios nunca nos tomarán como escritores de verdad. Por eso yo me lleno la boca de decir que soy un artista. Uno tiene que creérselo para poder trabajarlo y desandar la parte histórica a la cual siempre nos botan a los indios.
Sergio Hernández: Niña cangreja, 2005. Bronce (75.5 x 43 x 17.5 cm.) Foto: Michel Zabé |
Después de trabajar en Tepito en el comercio de zapatos, regresé a la escuela. Llegó el actor Carlos Camarillo a hacer un taller de teatro. Yo dije, ya no me puedo seguir haciendo maje y voy a hacer teatro —no porque me encantara, sino porque se me reveló como la única posibilidad de contacto con el mundo creativo. De Carlos me hice su asistente de dirección. Volvió el devorar libros, ir a los museos, a las obras de teatro, a hacer guardia a Bellas Artes por si alguien no llegaba y regalaban el boleto.
La separación de profesiones es muy occidental. Lo indígena es como una bola de nieve que a su paso mezcla todo: el que reza, canta, baila, toca, siembra maíz y le ofrenda al fuego. En las luchas de los pueblos indígenas, la filosofía no está lejos de la lucha social, de la poesía, de la danza, ni de la tradición oral. En la danza de la ofrenda al elote se ponen dos hileras de doncellas sosteniendo una mata de elote; llega el tejón, les quita las mazorcas y es cazado por los hombres. Eso es poesía, danza, teatro y resistencia. Es un ejemplo de cómo llegaban los extranjeros a violar a las mujeres y el castigo implícito que les aplicarían.
Canto, escribo, hago teatro, estoy en medios. Un día me preguntaron que por qué no me decido por una cosa. ¿Por qué me tengo que decidir, si todas me gustan? Estoy en radio con Aristegui, en el Canal 22, en Rompeviento.tv, en Código df, en Emeequis, soy encargado de curar el espacio en lenguas indígenas de Descarga Cultura de la unam (Universidad Nacional Autónoma de México) y soy uno de los curadores del festival Poesía en Voz Alta.
Con mi trabajo le hablo a mi corazón. La mayoría de mi trabajo está destinado —sobre todo el de los medios de comunicación— a hablarle al que no es indígena para decirle, presumirle y provocarle de lo que se está perdiendo. Aunque intento hacerlo artístico y divertido, el trabajo de medios tiene una apuesta de comunicación más directa. La premisa es que nadie puede apreciar lo que no conoce. Si estás en los medios existes, la gente lo conoce y empieza a tener un aprecio. A lo mejor después viene la necesidad de buscar un libro, de escuchar esa lengua, y después el interés en un pueblo. Eso es el gran fin.
Una parte de la televisión dice: te vamos a reconocer tu inteligencia pero sólo entran blancos. Volvemos al fenómeno de la secundaria: nunca vas a poder ganar un concurso de poesía destinado a blancos. Pareciera que soy muy exitoso, pero no llegaré a lugares que no sean los que me destinen. A lo mejor vamos a crear espacios nuevos.
Lo que gusta de mi trabajo es que te colocas en condiciones de igualdad, asumes que tienes cosas que decir y no vas a jugarle al indito. Si haces televisión, tiene que ser un programa importante. Las Plumas de la Serpiente es un gran espacio porque le doy un día de mi trabajo a esos tres minutos, porque quiero que tenga ritmo, imágenes y provocación, porque quiero que esté ahí.
Cuando eres un personaje visible tienes la responsabilidad de abrir la puerta, pasar, dejarla abierta para los demás y tenderles una cuerda. Me corresponde dar a conocer a otra gente y otros movimientos, incluso no literarios, sino sociales. El trabajo que hay que hacer está con los que discriminan, en convencerlos de que dejen de hacerlo.
Lo siguiente es concretar el proyecto Arreola + Carballo, queremos hacer un documental y dar conciertos en los lugares a donde corresponden las letras. Viene el estreno de la nueva temporada de De Raíz Luna, y viene la editorial Amoch Libros, donde la premisa es que el escritor sea indígena, no importa que escriba en su lengua o no. En eso también hay que revolucionar.
Entrevista: Adazahira Chávez
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