Wednesday, April 29, 2015

Galeano y el oficio de narrar...


con Eduardo Galeano
Galeano y el oficio de narrar

Ilustración de Juan Puga
Adriana Cortés Koloffon
Eduardo Galeano recibió en 2009 el doctorado Honoris causa por la Universidad Veracruzana y en aquella visita a nuestro país presentó su libro Espejos (Siglo XXI Editores, 2008). En la UNAM leyó fragmentos de sus obras.
–En la Sala Nezahualcóyotl le aplaudieron con las manos y los pies, ¿qué sintió?
–Hubo un gentío enorme y una electricidad de comunicación excepcional; ahí ocurrió algo que me emocionó mucho. A cierta altura yo estaba leyendo algo que tenía que ver con el oficio de los cuentacuentos. De Lorca lo que conté fue que cuando a él lo fusilaron en los albores de la guerra española desapareció de los escenarios de España. Pocos años después triunfa Franco y la memoria de la República Española es una memoria prohibida de la que Lorca era parte. Cuando se empieza a recuperar la memoria, un grupo de teatreros de Uruguay estrena en España La zapatera prodigiosa, una de las obras más jugosas de Federico García Lorca, que no se había vuelto a representar desde su muerte. Con alma y vida la actúan y cuando terminan se quedan atónitos, porque el público está callado y empieza a patear el suelo a toda furia. Cuando uno de los teatreros me lo contó yo pensé que ese trueno contra la tierra era una manera de decirle a Lorca: “Para que sepas Federico lo vivo que estás.” Yo había leído ese texto en España pero nunca había ocurrido esta prolongación del arte –de lo que el texto cuenta– con la vida, este contacto mágico, esta comunión que se dio con los chicos de la universidad.
–¿Por qué cuenta historias parecidas a las fábulas?
–Mi libro cuenta historias que ocurrieron y me parece que vale la pena  contagiarlas para que no se pierdan, y de contarlas con la menor cantidad de palabras posible. Son el resultado de un proceso de creación que tacha mucho, de acuerdo con lo que me enseñó mi maestro Juan Rulfo. Un día, tomando entre las manos un lápiz, señaló el grafo y me dijo: “yo escribo con esto, pero mucho más escribo con esto”, señalándome la goma de borrar. En la vida y en la literatura Rulfo tuvo la capacidad de decir y después tuvo la dignidad del silencio: se calló. Yo también borro mucho hasta que encuentro las palabras que nacen de la necesidad. Mis libros nunca expresan pensamientos solos, trato de escribir un lenguaje sentipensante que sea capaz de unir la emoción y la razón.
–En Espejos escribe sobre Scherezada, conocedora del oficio de narrar.
–Scherezada aplaza su ejecución gracias a los cuentos que cuenta. Yo la imagino así: a la luz de la luna contando cuentos que entretengan al sultán, la técnica del tigre en el aire, del suspenso; muchas veces corta el relato, dice: “lo seguimos mañana”. Sobre todo, ella siente un vientito en el pescuezo, el rey le está estudiando el pescuezo y eso significa que puede aburrirse y si lo aburre la mata. Entonces, el primer mandamiento del arte de narrar es: prohibido aburrir; esa es la enseñanza que ella nos dejó a quienes pensamos que vale la pena contar historias que nos permiten conocer el mundo que habitamos; los científicos piensan que está hecho de átomos pero yo creo que está hecho de historias.
–¿Nunca ha tenido miedo de que le corten la cabeza?
–Alguna vez sí, pero por suerte la tengo sobre el cuerpo bien pegadita, salvo cuando me olvido de ella en el dormitorio porque soy muy distraído. Siempre fui muy preguntón y por eso he sido muy incómodo. Por ejemplo, en el libro hago este tipo de preguntas: ¿Adán y Eva eran negros?
–O también si el diablo es rojo o negro. ¿De qué color cree que sea?
–Depende, porque en el teatro del bien y el mal Dios y el Diablo intercambian sus papeles. Cuando se desata la guerra contra Irán, Sadam Hussein fue Dios de Occidente antes de ser el Diablo. Stalin era en los años últimos de la segunda guerra mundial el tío Joe y después se convierte en Satán.
–También escribe en este libro sobre la preservación de la memoria a través de la escritura, ¿aniquilada en Irak con la intervención estadunidense?
–No es casual que Irak, este país en ruinas, exterminado al cabo de una guerra infame que nació de una mentira y que mintiendo sigue –resulta que Irak no tenía armas de destrucción masiva–, sea este país exterminado. No sabemos en realidad el número de muertos que hubo, ¿por qué? Porque este es un mundo racista que desprecia lo que ignora, donde hay vivos y muertos de primera, segunda, tercera y cuarta categorías. Quizá porque el presidente Bush lanzó la guerra muy seguro de que la escritura había nacido en Texas ignorando que la escritura nació en Irak, cuna de la civilización humana, y que allí había nacido también el primer poema de amor que se escribió nunca, que fue en tiempos de los sumerios, escrito en tablillas de barro que cuenta el encuentro entre una diosa y un pastor.
–¡Qué paradoja: un poema de amor nacido en un país devastado por la guerra!
–¡Qué paradoja bella! Porque eso indica que hay una memoria para recuperar, que no es sólo la memoria del horror sino también la del amor, y que el mundo es mitad basura y mitad maravilla.
–Incluye en Espejos un fragmento sobre las máscaras. ¿Las utiliza para caminar por el mundo?
–Yo trato de ser yo mismo cuando escribo, hablo y camino por la calle. El orden social imperante nos obliga a mentir continuamente. Eso es más visible en las dictaduras militares donde se las arreglan para maquillarse mejor los dueños del mundo. Recuerdo que cuando estaba exiliado en la costa catalana solía recibir cartas del Uruguay anónimas, sin remitente ni dirección. Una de las cartas que más me impresionó era de un ciudadano uruguayo que me decía: “Lo peor es mentir y estamos obligados a mentir cada día porque quien dice la verdad marcha preso, va derechito a la cámara de tortura o recibe un tiro en la cabeza. Estamos obligados a mentir pero créame, no es lo peor. Peor que mentir es enseñar a mentir y cada día yo les enseño a mentir a mis hijos para que ellos sobrevivan.”

Escribir en el siglo del viento, Eduardo Galeano

 

Foto: Xinhua/Ezequiel Scagnetti/ZUMAPRESS
Gustavo Ogarrio
Es América Latina la región de las venas abiertas, de la destrucción producida por el intervencionismo de Estados Unidos
A las y los uruguayos que me dejaron otras utopías en la memoria: Mariela, Mabel, Walter, Alejandro el Pollo, Gloria, Sylvia, Andrea, Pablo, Carmen, Sergio, María, Graciela, Ernesto, Mariana, Exequiel, Federico; a la memoria de Ricardo y de José Amorós el Cholo; a mi hija Camila
Eduardo Galeano, escritor uruguayo cuya obra está trazada en perspectiva decididamente latinoamericana, murió el pasado lunes 13 de abril. Su muerte ha obligado a renombrar la figura de un autor difícil de ubicar en nuestra narrativa política, una obra que ha resistido tanto a las lecturas demagógicas y triviales como a su estigmatización como autor subversivo. Los encabezados que informaron sobre la muerte de Galeano sintetizan el amplio espectro para nombrar una obra que es artística y política a un mismo tiempo: como pensador emblemático de la izquierda latinoamericana (“La izquierda llora la muerte de Eduardo Galeano”, El País), pero también como el “cronista de lo invisible” (La Jornada).
Sin duda, la obra de Eduardo Galeano es un desafío para volver a pensar el “compromiso” del autor y del lector latinoamericano con la transformación de las atroces realidades políticas y económicas, ahora en un “escenario global”, pero también para identificar los nuevos modos en los que se expresan los pactos de la ficción con la historia latinoamericana. Por un lado, Galeano propone una particular reconstrucción de la historia latinoamericana: una evocación del pasado que trabaja con metáforas, mitos, leyendas y analogías, su perspectiva política. Galeano se inscribe en una tradición de escritores latinoamericanos que desde el siglo XIX confían en la eficacia política de la literatura, en la capacidad artística de la ficción para denunciar las otras “ficciones” políticas, colonizadoras y su paso destructivo en América Latina. Desde Sarmiento, Bilbao, Martí, hasta Roberto Arlt o el mismo José María Arguedas, el uso político de la ficción mezcla fragmentos y episodios de historia, una interpretación de los violentos procesos socioeconómicos, con una poética narrativa de la cruda realidad de los pueblos latinoamericanos. Galeano coloca al lector ante la decisión de intervenir o no en los procesos políticos de su realidad inmediata, su denuncia narrativa del despojo de larga duración que han padecido las sociedades latinoamericanas es también una manera de colocar al lector ante sí mismo, una bofetada ideológica de una historia inconcebible a simple vista en sus niveles de deshumanización. Quizá por eso la narrativa de Galeano, su recuento de los acontecimientos más dolorosos de la historia latinoamericana, lleva al límite la pregunta ¿qué hacer?, y por esto mismo puede ser entendida también como una didáctica poética y política de la historia latinoamericana.
La región de las venas abiertas: una metáfora
territorial de la historia latinoamericana
Eduardo Galeano escribió un libro bisagra en el modo contemporáneo en que se interpreta la imagen de América Latina: Las venas abiertas de América Latina. Este libro no sólo es ya un clásico de nuestra literatura política, es también un texto con resonancias perturbadoras en el ejercicio directo del autoritarismo en América Latina: polémico y perseguido (fue prohibido por las dictaduras en Uruguay, Argentina y Chile), aniquilado satíricamente por su propio autor (“no lo volvería a leer… Caería desmayado. Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima”, afirmó años después de su publicación el mismo Galeano), fue también un libro militante, tomado como la bandera de una conciencia política en América Latina que transitaba del entusiasmo que había generado la Revolución cubana a una nueva fase de agresión intervencionista por parte de Estados Unidos y que culminaría con el golpe de Estado en Chile el 11 de septiembre de 1973. Un libro cuyo punto de partida es la conceptualización y metaforización territorial, política e histórica de un acontecimiento de larga duración, la conquista de América: “Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado en capital europeo o, más tarde, norteamericano”.
Galeano resignifica también algunas metáforas sobre la modernización capitalista en tierras americanas, como La hojarasca, de Gabriel García Márquez y su paso envolvente que mezcla los nuevos rostros del “progreso” con “los desperdicios del amor triste”, un proceso en el que “los primeros” serán también los últimos: ahora “nosotros éramos los forasteros, los advenedizos”. Galeano reformula este “nosotros” latinoamericano ya territorializado por el despojo con una contundencia que raya en la consigna: “Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y su caporales nativos. En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se transfigura en chatarra, y los alimentos se transforman en veneno.” Galeano también exhibe con acento trágico el comportamiento criminal de los Estados latinoamericanos en su traumático proceso de configuración histórica: “Nadie rinde cuentas, nadie brinda explicaciones. Cada crimen es una dolorosa incertidumbre para los seres cercanos a la víctima y también una advertencia para todos los demás”.
En 2009, Hugo Chávez, entonces presidente de Venezuela, le obsequió a Barack Obama, presidente de Estados Unidos, el libro Las venas abiertas de América Latina, lo que fue visto como una gran ironía por el propio Galeano y que también habla de la concepción política actual que se tiene de un texto sumamente pedagógico para introducirse, sin cortapisas, en la acumulación de la destrucción que produce el intervencionismo estadunidense en América Latina: “Ni Obama y ni Chávez entenderían el texto. Chávez se lo entregó a Obama con la mejor intención del mundo, pero le regaló un libro en un idioma que no conoce. Fue un gesto generoso pero un poco cruel.”
Las venas abiertas... es también un libro en el que ya se advierte la estrategia narrativa de su autor para relatar la historia de América Latina y que marcará toda su obra posterior: el punto de partida es el registro de la estructura histórica del despojo en tierras americanas, narrado en clave literaria. Metáforas económicas, analogías políticas, procesos económicos “manchados” de realidades culturales inverosímiles (“El ciclo del caucho: Caruso inaugura un teatro monumental en medio de la selva”),Las venas abiertas... está escrito con un lenguaje cargado de figuras retóricas que también son deudoras en gran medida del diagnóstico de la teoría de la dependencia: la relación desigual entre el centro y la periferia en la economía mundial explicarían el capitalismo precario y dependiente de los países latinoamericanos y el círculo vicioso de su infinita explotación. Las venas abiertas... inaugura también una narrativa política que incomoda a las formas más ortodoxas de “hacer historia”, que incluso se advierte en los títulos y subtítulos de la obra: “Ciento veinte millones de niños en la tormenta”; “El latifundio multiplica las bocas pero no los panes”; “Las trece colonias del norte y la importancia de no nacer importante”.
Se podría hacer una lectura de la estrategia didáctica de Las venas abiertas. El permanente uso de cursivas en el libro, un rasgo que permite avanzar en su lectura “militante”, un mosaico de síntesis casi dramáticas en las que se puede registrar la intencionalidad pedagógica de Galeano y que hace énfasis en la “acumulación del despojo” en América Latina, constituyen también el germen de lo que será la poética de la historia política de Galeano y su “conversación” con el lector: trazos de una memoria artística del saqueo, pero también de cierta utopía politizada al máximo por este despojo estructural.
Cronista del viento: las tres eras
casi imaginarias de América Latina
Si bien en Las venas abiertas de América Latina Galeano inicia el ensayo de una prosa desplegada a través de metáforas, mitos, símiles y una narrativa por momentos poética, en su trilogía Memoria del fuego alcanza plenamente esta articulación de géneros literarios y políticos que se transforman ya en su propio estilo. Afirma Galeano al inicio de la trilogía: “Ignoro a qué género literario pertenece esta voz de voces. Memoria del fuego no es una antología, claro que no; pero no sé si es novela o ensayo o poesía épica o testimonio o crónica o… Averiguarlo no me quita el sueño. No creo en las fronteras que, según los aduaneros de la literatura, separan los géneros.”

Ilustraciones de Gabriela Podestá
Habría que ubicar la trilogía de Galeano en la era de los narradores latinoamericanos del viento y de la agonía: el arco formado por Miguel Ángel Asturias y José María Arguedas. Quizá, al igual que Asturias, Galeano se apropia narrativamente de los nacimientos míticos de América Latina para vislumbrar su génesis histórica: “La mujer y el hombre soñaban que Dios los estaba soñando/ Dios los soñaba mientras cantaba y agitaba las maracas, envuelto en humo de tabaco, y se sentía feliz y también estremecido por la duda y el misterio” (“La creación”, en el tomo I, “Los nacimientos”, de Memoria del fuego). Un nacimiento despojado de una interpretación solamente católica sobre el origen, más bien una danza de muerte y renovación con rasgos indígenas y en la que la misma muerte es “mentira”. En Asturias se puede encontrar un sendero narrativo que va de la leyenda a la prosa novelesca como interpretación de un origen en el que el viento y el agua son también los símbolos de otros nacimientos: “Seis hombres poblaron la Tierra de los Árboles: los tres que venían en el viento y los tres que venían en el agua... Los tres que venían en el viento despertaban a la tierra, como los pájaros” (“Leyenda del volcán”).
En sintonía con una voz poética que narra desde la oralidad la génesis del mundo americano, Galeano también va a inscribirse en un ciclo contemporáneo de narradores que ya ven en el pensamiento y los mitos de los pueblos indígenas la referencia casi “oculta” del nacimiento de nuestras sociedades: “En lo alto de las montañas, los indios de Guatemala entierran el ombligo y presentan al niño ante el abuelo volcán, la madre tierra, el padre sol, la abuela luna y ante todos los poderosos abuelos, y les piden que den protección al recién nacido contra el daño y el error.”
El 28 de noviembre de 1969, José María Arguedas se suicida. El escritor peruano padece como nadie uno de los grandes conflictos culturales latinoamericanos: la imposibilidad de establecer un “vínculo vivo, fuerte, capaz de universalizarse”, entre la “nación cercada” de los indígenas peruanos y la “parte generosa, humana, de los opresores”. La novela agónica que también es un desafío para la interpretación “aduanera” de los géneros literarios en América Latina y en la que Arguedas narra su propio suicidio es El zorro de arriba y el zorro de abajo: diario personal de un suicida; ficción novelesca del conflicto socioeconómico que genera la migración andina e indígena hacia la costa peruana; diálogo y danza mítica entre los zorros. En la obra de Galeano también se puede rastrear la irrupción de un cronista que narra la agonía de personajes, comunidades y danzas que van a desaparecer ante los juicios finales de un “Dios castigador” encarnado en virreyes, encomenderos y verdugos: “– Si por mí fuera, los ahorcaría a todos –dice el virrey.”
La literatura de Galeano se alimenta de historias y mitos latinoamericanos, pertenece en sentido estricto a esa “otra” historia de nuestros pueblos y que han venido escribiendo sus cronistas más heterodoxos: desde Tezozómoc hasta Arguedas, de El Inca Garcilaso de la Vega a los indígenas zapatistas de Chiapas; la historia de un longevo despojo contra las sociedades latinoamericanas, contra sus mujeres, obreros, indígenas, estudiantes, guacamayas, pájaros, árboles, volcanes… A su manera, la obra de Galeano forma su propia imagen de la historia latinoamericana: sus tres eras casi imaginarias (“Los nacimientos”; “Las caras y las máscaras”; “El siglo del viento”), distintas pero profundamente cercanas a la lectura barroca de la historia del mismo Lezama Lima, son también el punto de llegada para recomenzar el lanzamiento de las utopías propias de la heterogeneidad latinoamericana en plena época neoliberal: la danza perpetua de la vida oponiéndose al asesinato, al genocidio, a la muerte sin sentido. Eduardo Galeano: un escritor de alcance popular que no dudó en caracterizar a nuestra época por sus amplios poderes de destrucción, regida por la ley del más fuerte, pero también con la posibilidad utópica de “clavar los ojos más allá de la infamia”: “Por mucha muerte que venga, por mucha sangre que corra, los hombres y las mujeres serán por la música bailados mientras sean por el aire respirados y por la tierra arados y amados.” Afirma Galeano al final de Memoria del fuego: “Yo me siento más orgulloso que nunca de haber nacido en América, en esta mierda, en esta maravilla, durante el siglo del viento.” Ese siglo que un día duró, para Asturias, muchos siglos.

Foto: Xinhua/Imago/ZUMAPRESS
Eduardo Germán María Hughghes Galeano nació en Montevideo, Uruguay, el 3 de septiembre de 1940 y murió el pasado 13 de abril. Inició su actividad periodística a los catorce años en el semanario socialista El Sol, donde publicaba dibujos y caricaturas políticas bajo el seudónimo de Gius. Sus libros más destacados –traducidos a veinte idiomas– son: Las venas abiertas de América Latina (censurado por las dictaduras militares de Uruguay, Argentina y Chile) y Memoria del fuego. Durante el golpe de Estado ocurrido en su país el 27 de junio de 1973, Galeano fue encarcelado y obligado a abandonar Uruguay, se exilió en Argentina, donde fundó la revista Crisis, y tres años después continuó su exilio en España.
Regresó a Uruguay en 1985, cuando Julio María Sanguinetti asumió la presidencia del país por medio de elecciones democráticas. Fundó y dirigió El Chanchito, su editorial. Publicó asimismo una columna semanal en La Jornada. En 1999 fue galardonado en Estados Unidos con el Premio para la Libertad Cultural, de la Fundación Lanna.
Su obra expresa una profunda crítica a la situación que se viven en América Latina. Entre sus publicaciones se encuentran: Los días siguientes, China, Guatemala, país ocupado; Reportajes, Los fantasmas del día de león y otros relatos, Su majestad el futbol, Siete imágenes de Bolivia, Violencia y enajenación, Crónicas latinoamericanas, Vagamundo, La canción de nosotros, Conversaciones con Raimón, Días y noches de amor y de guerra, La piedra arde, Voces de nuestro tiempo, Aventuras de los jóvenes dioses, Ventana sobre Sandino, Contraseña, La encrucijada de la biodiversidad colombiana, El descubrimiento de América que todavía no fue y otros escritos, El tigre azul y otros artículos, El libro de los abrazos, Nosotros decimos no, América Latina: para entenderte mejor, Palabras, antología personal; Ser como ellos y otros artículos, Amares, Las palabras andantes, Úselo y tírelo, El fútbol a sol y sombra, Patas arriba: escuela del mundo al revés, Carta al ciudadano 6.000 millones, Tejidos, Bocas del tiempo, El viaje, Carta al señor futuro, Espejos, Los hijos de los días y Mujeres.

Ilustración de Gabriela Podestá

Eduardo Galeano y los zapatistas con los dioses adentro...

Luis Hernández Navarro
Foto: www.borsamatik.com.tr
El escritor acostumbraba mirar hacia abajo y a escuchar las voces
de los invisibles. En América Latina la izquierda estuvo en sus inicios
viciada por la idea de que la revolución iba a salvar al pueblo y que
los intelectuales alumbrarían a la plebe
I
Con un paliacate rojo anudado al cuello que le obsequiaron los campesinos de Atenco, Eduardo Galeano llegó ese 2 de abril de 2009 a la Sala Nezahualcóyotl, en la Universidad Nacional Autónoma de México. Una multitud de más de 2 mil 300 personas, en su mayoría jóvenes universitarios, lo recibió de pie con una interminable ovación. Ávidos de escucharlo, aguantaron su llegada durante más de seis horas en filas interminables. Muchos más, que no encontraron asiento, debieron conformarse con oirlo en las bocinas colocadas fuera del auditorio.
El escritor dedicó su lectura a distintos personajes, entre ellos a Adolfo Gilly, y a “todos los que defienden la justa causa de los presos de Atenco” porque, como lo enseña la tradición mexicana, “la tierra es sagrada y si la ésta es sagrada, sagrados son también quienes la defienden”.
Al finalizar, recibió un interminable bombardeo de preguntas envueltas en pequeños papeles. Una de ellas inquirió sobre el EZLN y el subcomandante Marcos. No era un cuestionamiento cualquiera. El zapatismo no suscitaba ya en ese momento la adhesión masiva entre los intelectuales de izquierda que provocó entre 1994 y 2001. Dentro del país, su adhesión a la huelga universitaria de 1999, la ruptura con el cardenismo después de la aprobación de una Ley indígena que traicionó los Acuerdos de San Andrés, la iniciativa de La otra campaña en el marco de los comicios de 2006, y su distancia del lopezobradorismo provocaron una franca animadversión de académicos e integrantes de la izquierda institucional que durante años acompañaron su lucha.
No se trataba de un fenómeno exclusivamente nacional. En el resto de América Latina, la apuesta de los rebeldes del sureste a favor de la construcción de otro mundo desde abajo, su discreto escepticismo hacia los gobiernos postneoliberales y su amistad con los movimientos antisistémicos de base autonomista, los alejaron de una parte de la intelectualidad del continente de matriz estatolátrica, así como de otra convencida de la posibilidad de hacer grandes transformaciones sociales por la vía electoral.
Foto: Heriberto Rodríguez/ DesInformémonos
En esas circunstancias, la respuesta de Eduardo Galeano a la pregunta sobre el zapatismo revestía una enorme importancia. Implicaba una toma de posición ante un diferendo relevante en el mundo de la izquierda que tendría consecuencias prácticas. Ciertamente, intelectuales de la talla de Pablo González Casanova, Luis Villoro, Carlos Montemayor y Adolfo Gilly avalaban el proyecto de los rebeldes mexicanos, pero sus críticos de la izquierda intelectual disparaban contra ellos obuses de grueso calibre, exigiendo, en nombre de la utilidad política, su sometimiento a un propuesta que no es la suya.
Como lo hizo desde el primer momento de la insurrección indígena hasta el último día de su vida, el autor de Las venas abiertas de América Latinadefendió sin ambigüedad alguna el legado y el sentido político del proyecto rebelde. Empecinado en rescatar la memoria secuestrada del continente, distanciado por elección propia de la pretensión de escribir obras imparciales, enemigo de la prosa aburrida de la izquierda tradicional, hizo una reflexión de largo aliento en la que reivindicó la antisolemnidad de los insurgentes mexicanos.
“Zapatistas –dijo– somos muchos en todas partes aunque no sepamos que lo somos. Todos los que actuamos movidos por la voluntad de Justicia y la voluntad de belleza. Y todos los que agradecemos a Marcos que haya inyectado sentido del humor al discurso tradicional de la Izquierda, que yo creo que ese es el mérito principal aparte de todo lo que el movimiento zapatista nos enseña: como movimiento comunitario, indígena, de raíces hondas, que anda en busca de una democracia de verdad; pero además, esta novedad del sentido del humor que era completamente ajeno al discurso de la Izquierda tradicional. No te tomes en serio nada que no haga reír. Le agradezco a Marcos que me haga reír.” El auditorio respondió con una estruendosa ovación aprobatoria.
Su respuesta no fue un hecho aislado. La relación entre Eduardo Galeano, el EZLN y elsubcomandante Marcos fue a los largo de los años cálida y profunda. Acostumbrado a mirar hacia abajo y a escuchar las voces de los invisibles, el escritor comprendió, mucho más rápido y mejor que multitud de analistas y científicos sociales, la naturaleza, el aliento y el mensaje de los Nadie del sureste mexicano. Con la potencia de su prosa, elaboró a través de sus tradicionales pequeñas viñetas, una creación literaria sustentada en bases documentales, que es el relato de una epopeya que perdura con el paso del tiempo.
II
Entrevistado en julio de 1996 por La Jornada en el marco del primer Encuentro por la Humanidad y contra el Neoliberalismo (http://goo.gl/hq1gFA), el autor de Memoria del fuego miró con los ojos del historiador que afirmaba no ser el levantamiento chiapaneco. “Los zapatistas –señaló en aquella ocasión– han recogido muy bien una herencia que viene de otros procesos revolucionarios de los últimos años [...] en América Latina (la izquierda), estuvo en sus inicios muy viciada por una idea que le impidió cuajar plenamente en las realidades nuestras y arraigarse como hubiera sido deseable, y era la idea de que la revolución iba a salvar al pueblo y que los intelectuales alumbrarían a la plebe. A partir de las revoluciones cubana y sandinista y de muchos procesos populares que hubo en países latinos, como que se hizo posible esta insurgencia de Chiapas, que propone el camino inverso: viaja desde adentro y desde abajo, contradiciendo así el viejo esquema de civilización y barbarie dentro del cual la izquierda latinoamericana estaba presa –está todavía, pero cada vez menos– porque en él, la verdad venía de afuera y de arriba, nunca de adentro y de abajo.”
Con mucho, el amor entre Eduardo Galeano y el EZLN fue un amor correspondido a través de los años y los daños. Hay entre ellos mucho más que participación conjunta en eventos políticos, intercambio de correspondencia, confesiones y complicidades. Si la obra del escritor está poblada de retratos zapatistas, el imaginario insurgente está regado con la literatura del creador de los Espejos.
En una carta del 2 de mayo de 1995, el subcomandante Marcos le confesó al uruguayo que le escribe porque le dieron ganas de hacerlo. “Es de madrugada y como almohada tengo un fusil (bueno, en realidad no es un fusil, es una carabina que fue de un policía hasta enero de 1994. Antes servía para matar indígenas, ahora sirve para que no los maten)”, le cuenta el vocero rebelde, al tiempo que le confiesa que lee uno de sus libros a la luz de un cabito de vela.
Símbolo de lo profundo de esa relación es que el maestro José Luis Solís López, zapatista de la comunidad La Realidad, tomó como sobrenombre el de Galeano. El maestro Solís López fue asesinado el 2 de mayo de 2014 por integrantes de la Central Independiente de Obreros y Campesinos Histórica, en el marco de una sostenida agresión gubernamental en contra del proyecto autónomo zapatista. El autor de Los hijos de los días declaró entonces al portal informativoDesInformémonos: “Ojalá no haya muerto en vano ese otro Galeano: yo lo continuaré, de todos modos.”
Días después, en una ceremonia del adiós pública en la que el subcomandante Marcos anunció su desaparición como vocero rebelde y como figura, al tiempo que divulgó una apasionada reflexión sobre el pasado y el futuro del proyecto zapatista, el rebelde tomó el nombre de su compañero asesinado. Marcos se convirtió enGaleano.
Eduardo Galeano encontró entre los indignados madrileños entusiasmo, una palabra griega que significa tener a los dioses adentro. Encontrar entusiasmo –dijo– le hacía ver que vivir vale la pena, y que vivir está más allá de las pequeñeces de la realidad política. Mucho más allá de las pequeñeces de la realidad política, marcada por el entusiasmo, la relación entre zapatistas y Galeano parece haber sido siempre una vivencia compartida de tener los dioses adentro.

Foto: Heriberto Rodríguez/ DesInformémonos

Monday, April 27, 2015

Ayotzinapa, el rayo que no cesa


Adolfo Gilly
Q
ueridas madres, queridos padres de Ayotzinapa:
Guardo vivo el recuerdo de aquel 10 de octubre del año pasado cuando, a demanda de ustedes, obtuvieron por fin la primera entrevista con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el procurador general, Jesús Murillo Karam, en la Procuraduría General de la República, con la intermediación y la presencia de organismos y abogados defensores de derechos humanos. Iniciada la reunión hablaron ustedes todos, una tras otro, como padres y madres de los 43 estudiantes desaparecidos. Hablaron breve y claro, cinco minutos o menos cada una y cada uno.
Dijeron su dolor, su angustia, su reclamo por los hijos ausentes. Impasibles, los funcionarios escuchaban y a algunos de nosotros, simples testigos, mediadores o defensores de derechos, se nos anudaba la garganta y nos brillaba oscura la mirada. No sé cuál sombra pasaba entonces por el alma de esos funcionarios, pues también ellos tienen hijos y familias. Pero sus rostros permanecieron atentos e impasibles y sólo vi en sus ojos el secreto y la razón de Estado.
Guardo el recuerdo de una madre que, dirigiéndose al secretario de Gobernación, le dijo con calma y con mesura: “Señor, usted no sabe lo que estamos viviendo… Durante el día a mi esposo y a mí nos ocupa el trabajo en la casa o en el campo. Pero llega la noche, señor, y a la hora de la merienda el hijo está ausente y no sabemos nada de él y es entonces un dolor muy grande, señor, mucho dolor cuando llega la noche…”. No dijo más y después habló el padre y después los demás, una por uno y uno por una.
Hubo otras reuniones, hasta con el presidente Enrique Peña Nieto, sin que hubiera investigación verdadera. Los funcionarios fueron ganando tiempo y un día, contra los dictámenes y las opiniones de los expertos forenses y de los organismos de derechos humanos internacionales y nacionales y el reclamo masivo del pueblo mexicano, dieron por cerrado el caso, dijeron su excusa histórica, se lavaron las manos y el Presidente se fue a viajar por el mundo con cientos de invitados.
El Grupo Interdisciplinario de Expertos y Expertas Independientes (GIEI) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Amnistía Internacional y otras organizaciones internacionales respondieron reiterando que se trata de un delito de desaparición forzada. Piden también que la investigación prosiga, se abran nuevas líneas y se den a conocer sus resultados.
No es posible ni creíble que al día de hoy, pasados siete meses, el gobierno federal y el gobernador con licencia de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, testigo privilegiado de aquellos días, no sepan la verdad completa sobre quiénes y por qué ordenaron y ejecutaron este crimen de Estado.
Indignado, el pueblo ha respondido con asambleas, marchas y manifestaciones que el pasado 20 de noviembre culminaron en innumerables plazas y calles del país y en el Zócalo de la ciudad de México. Esa movilización prosigue en estos días bajo múltiples formas y tamaños por todos los lugares. Está presente en cada una de las causas y motivos de lucha contra el agravio y el olvido: la tribu yaqui, los zapatistas, las feministas, los movimientos por los derechos humanos, los estudiantes, los trabajadores de todos los oficios, los migrantes, los pueblos y las colonias desprotegidos ante el despojo y el crimen, las autodefensas campesinas, una entera nación agraviada y en vilo. Por eso estamos hoy aquí, siete meses después, para exigir conforme a ley cumplimiento y respuesta del gobierno de la República.
Este pueblo no olvida ni olvidará el crimen de Ayotzinapa, así pasen los días y los años, vivan seguros de ello los jefes de este Estado. En el alma y la vida del pueblo mexicano esta tragedia seguirá presente, irreductible, dolorosa y viva. Y como rayo que no cesa proseguirá su grito: ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!
43-Antimonumento por Ayotzinapa.

Sunday, April 26, 2015

Aristegui y las válvulas que se cierran


Aurelio Fernández F.
L
a insatisfacción de los mexicanos es innegable y creciente. En la oferta de los partidos y el poder no hay nada que permita vislumbrar una condición mejor a la que padecemos, más bien al contrario. La gente busca salidas a sus situaciones personales o comunitarias y no encuentra más que escollos u obstáculos francamente insalvables.
El Estado ha llegado al punto anhelado en el Consenso de Washington: ser un instrumento completamente al servicio de las grandes corporaciones multinacionales. Las reformas estructurales se han consumado en un elevado porcentaje –ahí viene la del agua– y los aparatos gubernamentales se especializan en defender la ejecución de los proyectos empresariales a como dé lugar, intentando pasar evidentemente por encima de la resistencia popular; la creación de la Gendarmería Nacional es el más descarado mecanismo en ese sentido: se trata de un cuerpo policiaco dedicado a abrir paso mediante la fuerza armada a las mineras, las petroleras, las hidroeléctricas y las obras de generación de energía. El círculo se estrecha mediante funcionarios del aparato judicial que obedecen órdenes de los operadores del Poder Ejecutivo para impedir la preservación de los derechos ciudadanos, con muy honrosas excepciones, como la del juez Fernando Silva y unos cuantos más. La impunidad complementa el modelo de actuación de este gobierno de las grandes empresas que hoy encabeza Enrique Peña Nieto, continuador de lo hecho en al menos los cuatro sexenios anteriores.
A la creciente oposición social el gobierno responde con imposición, manipulación mediática y represión abierta, hasta descarnada. Cierra válvulas.
La suspensión del programa de Carmen Aristegui de la señal de MVS hace ya más de un mes es un hecho de la mayor relevancia, pues ella representa a una muy importante porción del periodismo con credibilidad, el que se atreve a ejercer la denuncia y el análisis profundo. No es la única, como bien dijo Enrique Galván Ochoa en la reunión del domingo pasado en Coyoacán (video en lajornadadeoriente.com.mx), cuando masivamente fueron llenados amparos para reclamar el derecho de las audiencias. Al menos, dijo allí Galván, hay que hablar de La Jornada y Proceso en este grupo de medios críticos.
Quienes formamos o aspiramos a formar parte de este grupo sabemos que si fueron por Carmen, vendrán por nosotros, apretarán las tuercas mientras sigamos atreviéndonos a ejercer un periodismo comprometido. Y si suprimen la crítica mediática, la ciudadanía se verá mermada en sus posibilidades de información para llevar a cabo acciones correctivas. Protestar y actuar en contra del despido de Aristegui es actuar no por todos, pero sí por la inmensa mayoría de los mexicanos. Las minorías ya controlan a los medios más poderosos, pero no dejan de ser minorías.
Como también dijo Galván este domingo, las principales víctimas en el periodismo mexicano son las decenas de reporteros que han perdido la vida en los estados de la República, cuyos homicidios o secuestros no pasaron más allá de la nota informativa de un día o dos. La unión de este gremio en su parte más sana es indispensable y urgente. Hay que dejar a un lado la soberbia y los recelos.
La saña gubernamental contra Carmen y su equipo llega al extremo de tratar de que desaparezca su portal en Internet: durante días y días ha sufrido un ataque cibernético con recursos muy poderosos, que sólo pueden provenir de grupos igualmente poderosos. No sólo fue por inhibir la presentación del reportaje sobre la masacre de Apatzingán, porque no hicieron lo propio con los otros portales que participaron en la divulgación periodística, como el de Proceso y Artículo 19: fue y es directamente contra ella y su equipo. Esta obsesión del poder en su contra es extraordinariamente preocupante. ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar?
Algunos medios estamos acosados, es cierto. Recuerdo la infame campaña, no hace mucho tiempo, orquestada desde un periódico capitalino contra nuestra directora, Carmen Lira, con el ánimo de amilanar nuestro periódico; esperanza inútil. En los estados, como Puebla, los mirreynatos llegan hasta la persecución contra quienes compran publicidad a los medios indómitos. Por eso es mejor echarnos una mano entre todos. Está claro que lo que se nos avecina es peor.
La ofensiva contra los comunicadores independientes no es la única ni la peor, aunque sea muy visible. Allí están los horrendas masacres de Tlatlaya, Ayotzinapa y Apatzingán. En Puebla, además de muchas represiones como la de Chalchihuapan –con la impunidad correspondiente–, el gobernador Rafael Moreno Valle tiene presas y procesadas al menos a 133 personas por el hecho de haberse opuesto a un conjunto de proyectos impopulares y persigue a la prensa opositora. Manifiesta un encono no visto desde tiempos de los criminales Gonzalo Bautista O’Farril y Maximino Ávila Camacho.
Pero a la resaca le sigue el oleaje. Existe también un proceso de resistencia creciente, organizado, en las ciudades y el campo. Ningún partido comanda este proceso, porque éstos se encuentran ensimismados en la búsqueda de sus zonas de confort, de enorme confort. Estamos viendo renacer a más comunidades campesinas y urbanas para actuar en el espacio que los partidos no ocupan, que los medios de comunicación entregados al poder omiten. El gobierno y los grandes empresarios nacionales y extranjeros cierran válvulas, todas las que van encontrando. Eso es muy peligroso porque están dejando cada vez menos espacios, incluso al desahogo. Ellos son los únicos responsables de lo que ocurre y pueda ocurrir en este desmoronado país que es el nuestro.
Es la sexta vez que concesionarios de radio y televisión despiden a Carmen Aristegui; para ellos y los gobernantes en turno resulta insoportable su periodismo. Pero como en anteriores ocasiones, Carmen volverá –esperemos que en un medio lo menos controlado posible–; volverá y crecerá más, volverá, ya lo dijeron antes, y será millones.

Saturday, April 25, 2015

El Neoliberalismo como antihumanismo...


El obispo Raúl Vera en una marcha acompañando a las madres de indocumentados desaparecidos

Monseñor Raúl Vera se graduó en Teología, con grado summa cum laude, en la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino de Roma. Es obispo de Saltillo, Coahuila, y obispo coadjutor de San Cristóbal de las Casas. En esta conversación habla, entre otros temas, de la necesidad de una nueva Constitución política. Monseñor Raúl Vera llega al aeropuerto de Tuxtla como un pasajero más. Nadie imagina que este amistoso hombre de cabello completamente blanco, vestido con una chamarra negra y camisa de franela, que lleva una cruz en su bolsillo, busca reformular las bases jurídicas, así como la organización política y civil de México. Presente en Chiapas para lanzar su plan para el Nuevo Constituyente, Vera comparte su visión crítica y aguda del panorama actual y la clase política nacional.
entrevista con Raúl Vera
Renzo D´Alessandro
México, el país más destruIdo de la tierra
A lo que apuesta el capitalismo neoliberal es a la desaparición de parte de la humanidad
–¿Qué evoca en usted su estancia en Chiapas?
–Lo que aprendí aquí, en medio de los hermanos mayas, choles, tzotziles, tzeltales y tojolabales. Aquí vi una diócesis que don Samuel organizó espléndidamente y cuyo trabajo pastoral y evangelizador se realizó bajo el espíritu del Concilio Vaticano Segundo. Antes de llegar aquí, me decían que en Chiapas “se idealizaba a los indígenas”, pero la realidad es que quienes hablaban así sólo justificaban su racismo, ya que no conocían al mundo indígena más que por las películas de la India María. Tenían la mentalidad del indigenismo que piensa que los indígenas deben abandonar su lengua, valores, costumbres y relaciones con la tierra, el agua y el bosque. Don Samuel decía, cuando el levantamiento zapatista: “Si estos hermanos quieren entrar en México a vivir con su cultura y su riqueza es porque saben lo que le pueden aportar a este país.”
–En ese contexto, ¿existen las condiciones para la construcción de un diálogo que cree un nuevo pacto social y de paz con el Estado?
–No. Aquí el diálogo va a ser entre los ciudadanos. Desgraciadamente no tenemos Estado mexicano, ese es nuestro problema. El diagnóstico que resultó de las preaudiencias y audiencias del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) presenta pruebas fehacientes de la situación de usurpación que hace el Estado mexicano en contra de la población. Entonces no vamos a dialogar con un Estado, o mejor dicho, con un equipo de gobierno deshonesto, que no está cumpliendo con sus obligaciones sino, al contrario, destaza la Constitución con sus reformas estructurales para que vengan a saquearnos. ¿O acaso no llenaban de elogios en Inglaterra al señor Peña Nieto por sus reformas estructurales? Es igual que Walter Raleigh, el pirata de IsabelI: así va a ser recordado, por llevar el título del “pirata de la reina”. El diálogo es entre nosotros. ¿Qué vamos a dialogar con ellos? ¡Queremos redactar la Constitución que necesitamos nosotros, el pueblo! ¿Cómo vamos a llegar? Mediante el Artículo 39 de la Constitución, que establece una vía pacífica para tener el gobierno que queremos. Tenemos que plasmar las bases que rijan el pacto social, las relaciones que tenemos con nuestra tierra, propiedades, petróleo, energéticos, metales, y especialmente con nuestro maíz. No van a regirnos leyes como las que le están dando a Monsanto la propiedad intelectual del maíz criollo para que mañana, si le encuentran a un campesino maíz criollo en su casa, lo terminen encarcelando porque ya es Monsanto la dueña de la patente del maíz que domesticaron nuestros pueblos originales. Vamos a llegar mediante el plebiscito, el referéndum, la revocación del mandato, la consulta popular y los consejos ciudadanos presentes, y no con esos equipos de poder fácticos como el Instituto Nacional Electoral. Queremos llegar a una elección popular con nuestros representantes populares, que serán los que hagan y conformen una asamblea constituyente. No queremos la participación de los partidos políticos que han mandado cantidad de bazofia a las Cámaras, y han puesto en el [Poder] Ejecutivo a gente deshonesta y truhán que se ha dedicado a desviar el poder para que seamos despojados.

Ilustración: constituyenteciudadana.org
–¿En qué se parece el proceso del Nuevo Constituyente con el que implicó la preparación y la construcción de los Acuerdos de San Andrés?
–En que es un diálogo con el pueblo. Los diálogos de San Andrés se pararon. Mientras se estuvo hablando de derechos y cultura indígena, de cosas que, decían algunos, “les interesan a esos inditos”. Hasta el día de hoy los pueblos originarios no son sujetos de derecho, son simples objetos de derecho. La ley indígena hoy no es otra cosa que un planecito de Sedesol para seguir dando maicito, lechita y tonterías. Es necesario reconstruir los distritos electorales para que cada uno de los grupos y las familias dispersas en la República tengan una representación en las Cámaras. Siempre discutieron que no podría haber un cuarto nivel de gobierno, pero ¿no dice el Artículo 2 de la Constitución que somos una nación plural? Ni siquiera llevaron a la Constitución esa ley, pero se mantenían en el diálogo, aunque ya empezaban a hacer su estrategia contrainsurgente de guerra de baja intensidad con los paramilitares matando y echando fuera a los hermanos de sus comunidades, con el fin de quitarle el agua al pez para que se muriera. Pero, además, gastando un dineral, porque para atacar a los 15 mil sublevados, atacaron a los otros 85 mil. ¡Magnifico!, eso les diría Estados Unidos, que les vendía las armas y era el que proveía de todo. Es entonces cuando se empieza a hablar de democracia y de justicia, y surge la reflexión de que la estructura de México es la que tiene que cambiar. Entonces empezamos a pensar en una nueva Constitución, porque no quisieron que desde aquí surgiera un camino hacia un nuevo México para que se integraran no solamente los hermanos, sino todos los mexicanos que estaban afuera. Hoy México está en hambre, en miseria, en violación de los derechos humanos, todo el país está como estaba Chiapas en esos días.
–Pero entonces, ¿cómo se articula la propuesta del Nuevo Constituyente con el contenido y método de otras propuestas, como la Sexta Declaración de la Selva Lacandona?
–Bueno, no hemos hecho nosotros ese ejercicio. Ese lo van a tener que hacer nuestros hermanos, pero las experiencias previas por supuesto que van a ser un abono. Aquí no se trata de que un grupo va a avasallar, se trata de que todo el pueblo sea consciente. No vamos a decir: “ah, ellos ya lo hicieron, entonces vamos a hacer lo mismo” o “como ya lo hicieron entonces les copiamos todo”. Si algo nos enseñó el camino que realizaron aquí los pueblos de Chiapas –que fue una organización de la Iglesia, aquí lo hizo la Iglesia–, es que no queremos que un grupo avasalle. Aquí la gran riqueza que le dio fuerza a este movimiento, no sólo a nivel nacional sino mundial, fue el sujeto social que aquí se creó. Y si algo nos pueden dar los pueblos originarios a este proceso es la riqueza humanística que tienen.

Marcha el Obispo Raúl Vera en Chilpancingo, 10 febrero, 2014
–¿Cuál sería la diferencia de su concepción del sujeto social en este proceso, respecto de la que tuvo en su momento don Samuel Ruiz?
–Son lo mismo, es el ser humano, es un amor libre, crítico, capaz de tener una cultura de servicio en el ámbito político, que entiende que la tierra es de todos, que esta casa es la casa de todos. Hay valores universales que vienen en el Evangelio, porque aquí lo predicó Samuel Ruiz: “Yo lo único que anuncio es el Evangelio, no tengo nada que ver con el capital, ni con el marxismo. El Evangelio es de por sí liberador del hombre”; punto y se acabó. El concepto del hombre que tiene el Evangelio es universal, no estamos inventando un hombre diferente, es el mismo que tiene la capacidad de organización social y comunitaria de nuestros hermanos que están por tradición preparados para hacerla.
–¿Cómo se articularían los resolutivos del tpp y el proceso del Constituyente con otros procesos de base, por ejemplo los Espejos zapatistas, los acuerdos entre el CNI y el EZLN?

Los Obispos Raúl Vera López y Francisco Villalobos Padilla
piden que la violencia pare en peregrinación
–No hay ningún problema. El tpp no es un grupo que creó un movimiento, lo que hizo fue someter a juicio a partir de acusaciones al gobierno mexicano en torno a la victimización que están generando en este momento los mecanismos gubernamentales y las víctimas que crea este sistema injusto en el que estamos. El TPP hizo una revisión orgánica de esa injusticia a través de los muchos sectores que escuchó. Lo que estamos haciendo es seguir el legado de la sentencia final, las acusaciones y la descripción del período espantoso que vive México, el país más destruido de la tierra. El tpp es la visión y la identificación de las causas comunes que ahí surgen. Es todo, es una iluminación para que nosotros tengamos un camino a seguir, que no es distinto del camino a seguir que están buscando todas estas personas. O sea, no hay ningún problema, estamos unidos porque tenemos enfrente al mismo enemigo de la vida, de la paz y de la justicia en que se ha convertido en este momento el gobierno mexicano.
–¿Considera realmente que en México existe el capital humano para poder lograr un nuevo Constituyente?
–El capital humano que ya existe ahí está. Lo tenemos que organizar y también nos tenemos que dar tiempo para generar ese capital en donde todavía no existe. Por eso nos estamos proponiendo formar cuadros ahí en las aldeas, los parajes, las rancherías, los barrios. Ese es un camino de crecimiento como ciudadanos críticos que quieren participar en la construcción del país. El empoderamiento viene del pueblo que dice: “Yo dicté esta Constitución, es mía, no me la dieron esos señores.” ¿Qué se piensan? ¿Que les dimos el derecho a hacer leyes de todo tipo, incluyendo la porquería que nos están dando ahora con la Ley Federal del Trabajo, la Ley de Aguas? Es vender y vender, porque a lo que le apuesta el capitalismo neoliberal es a la eliminación de una parte de la humanidad. La razón fundamental es que no quieren en la Tierra más gente que consuma energía, porque no están dispuestos a rebajar su nivel de vida. Si empezamos a compartir la energía que la Tierra produce para todos, vamos a tener que vivir más modestamente, y el uno por ciento de los habitantes de la Tierra quiere seguir en el lujo y en el despilfarro. ¡Esa es la raíz del capitalismo neoliberal! Eliminar a la gente porque no quieren abandonar el lujo en el que siempre han vivido.

Tuesday, April 14, 2015

Eduardo Galeano...

Los invisibles pierden a su cronista
Dignificó a América Latina: Mujica
Dpa
 
Periódico La Jornada
Martes 14 de abril de 2015, p. 3
Montevideo
El ex presidente de Uruguay y actual senador José Mujica elogió a su compatriota Eduardo Galeano por poner la oreja a la gente más increíble y dignificar a América Latina.
Galeano fue un autodidacta que se fue puliendo a sí mismo y masificó una cultura difícil de encontrar en un universitario con todos los títulos, agregó el veterano dirigente uruguayo.
También definió al escritor y periodista, que murió ayer en Montevideo a los 74 años, como un hombre infatigable desde el punto de vista de la inquisición, de averiguar y estar atento a la realidad del continente y del mundo.
Foto
Senador José MujicaFoto Notimex
El ex presidente visitó a Eduardo Geleano en su casa hace unos meses, y comentó luego que fue por esa manía que ha venido con la vejez, de tratar de transmitirle en vida el reconocimiento a cierta gente ilustre, sin ruido y sin pamento (aspaviento).
Galeano apoyó la candidatura de Mujica a la presidencia, y después que accedió al máximo cargo ejecutivo del país el escritor justificó su adhesión con la afirmación de que era el presidente que más se parece a lo que son los uruguayos.

Monday, April 13, 2015

Cuando el cielo se pone pardo


Hermann Bellinghausen

L
a ciudad se pone parda, habrá quien diga fea, en repentinos momentos de la tarde que por lo regular nos agarran desprevenidos. No tanto que uno piense que anochece, ni que destantée a los perros y los pollos como los eclipses de sol o la hora del lobo, y tampoco es aún el comienzo de la oscuridad. Sucede por encima de la contaminación ambiental omnipresente. El cielo repentino pardea la atmósfera, más si cabe, la infiltra, le da una tonalidad, casi una consistencia, de madera. De corteza de árbol. La palabra parda es el nombre más café que recibe el gris; es una palabra blanca, negra y rojiza. Los gatos de la noche en realidad son siluetas negras, nunca grises ni café aunque lo diga el dicho, y diga bien para sus fines.
Estos repentinos advenimientos de pardo profundo tiene un dejo apocalíptico que se refleja en la cara de todos y no necesariamente es de angustia o miedo. Más bien, y no se malinterprete, las gentes ponen cara de alivio. La liberación de un dolor, el alivio de una función disminuida, del cepo que oprime, la venda que ahoga, el zumbido del refrigerador que escuchamos cuando se calla. Un súbito silencio.
Las calles suelen encontrarse inundadas de gentes, vehículos, artefactos, estorbos, desechos. No cabe imaginarlas de otra forma. La aglomeración es condición crónica en todas las horas diurnas y la mitad de las nocturnas. Así que la hora parda sorprende a millones de cristianos (o no tanto) por igual. Como los temblores y los aguaceros, que no distinguen. Pero en este caso los pies nunca se alcanzan a enterar o lo hacen al último. El fenómeno comienza por los ojos, y con frecuencia la señal no llega más allá de la masa cerebral. Tal vez por el olfato. Queda en sensación, idea, un cierto aroma. Algo que aprendemos. No se trata del azote boreal de los nórdicos, la depresión inevitable durante las interminables noches blancas, aún más blancas que las de San Petersburgo, cuyo claroscuro permanente y frío a quién no le daría melancolía como a los personajes de Ingmar Bergman.
No es el caso de la ciudad que digo. Su parda explosión no en balde ocurre en una región que fue la más transparente. Templada por lo regular, se calienta por fuera al furor de las máquinas, y por dentro gracias a la presencia intensiva de humanidades con la sangre caliente, literal y metafóricamente dicho. Son momentos en que el cielo, de acostumbrada vocación azul, se añade a la tierra de abajo, como si lo agrícola empezara encima de las nubes, el aire fuera sólido y el suelo se evaporara.
Hubo una década, o dos, que la ciudad tuvo su Hora Azul, nocturnal, azul marino, y sucedía con música romántica y suspiros. La hora parda de nuestros tiempos no permite distinguir bien entre la música, romántica o no, la voz humana acaso, y los ruidos. No tiene horario y dura poco, a lo más un par de minutos, en ocasiones unos cuántos segundos, los suficientes para la revelación o la confirmación. Cuando la hora parda alcanza los pies y las manos y deja de manifestarse sólo de boca o de cabeza, no importa que ya haya pasado y sea recuerdo, la acción que inspira es responsabilidad y será premio, recuperación, renacimiento en parte. Será otra cosa.
Nadie piensa que cuando el cielo se pone pardo es el fin del mundo, sino que su señal dice que este mundo cruel y desigual puede acabar, tronar, desaparecer, ser demolido, dejando sitio a otro mundo que sea posible, color tierra, una vez que se disipen los pardos repentinos y brutales, que por lo pronto nos recuerdan que estamos vivos y no tenemos por qué merecer este mundo sucio.

Sunday, April 12, 2015

" Algo se está quebrando en todas partes "


Rolando Cordera Campos
L
os expertos hacen cábalas y los dizque políticos buscan maneras de cambiarle al Coneval la forma de ponderar el ingreso para calcular la pobreza económica actual: todo apunta a la recepción de resultados desalentadores que no son fruto de la maquinación de enemigo alguno, sino la advertencia repetida de que algo no funciona en lo fundamental. Si esta constatación siembra o no el desaliento en la sociedad o, peor aún, entre los jóvenes, es algo por discutir y dirimir, pero no es argumento alguno para desacreditar al o los mensajeros, pues todos llegan al mismo punto de arribo, y después de tanto esfuerzo empeñado en darnos claridad sobre lo que nos ocurre y sustento científico sobre los hallazgos numéricos, no nos queda otra que rendirnos a la evidencia, así sea ésta insuficiente para emitir juicio sumario.
El resultado es unívoco: no se ha podido construir una economía capaz de dar lugar a las demandas elementales de la demografía, ni un sistema político, democrático sin duda, capaz de corregir por la vía fiscal y otras políticas llamadas públicas las enormes fallas geológicas heredadas y las que el mercado abierto y libérrimo de los últimos lustros han hecho surgir hasta apoderarse de la escena social y la imaginación política de México.
Fallas de mercado sobran y fallas del Estado no termina uno de enumerar. Están a la vista de todos como el emperador que andaba desnudo por ahí, antes de entregarse a los peores excesos para caer en el autismo. Lo que no aparece como evidencia prima facie es, sin embargo, lo fundamental, es decir, la gana de la sociedad emergida de las crisis económicas y las desilusiones democráticas de mantenerse como tal, como comunidad nacional y, en todo caso, en busca de un Estado.
En está búsqueda no pueden ayudar los ridículos heligarcas, que confunden los costos con los precios y los valores. Estos curiosos personajes no son sino fauna de acompañamiento de una estructura de poder, en los negocios y en la vida del Estado, que se empeña en su conocida insensibilidad respecto de lo que ocurre en el resto de la sociedad que dominan, hasta llegar a un hermetismo sordo que alarma a observadores y chismosos, aspirantes al derecho de picaporte y otros contingentes del chisme palaciego.
Vivimos en y del escándalo, dice algunos, pero la verdad es que ni el chisme ni el azoro dan pan, ni seguridades, ni palancas para asegurar el porvenir. Por esa vía no hay curso, menos aún estación de llegada, salvo la que algunos afortunados logran gracias a su buena ubicación antes y en medio de la crisis. Eso no tiene chiste ni merecerá reconocimiento alguno; al contrario, es una caricatura grotesca de una clase política que no sabe, o no quiere, distinguir entre mérito y privilegio. Lo que manda es la conducta inaudita de los tripulantes y la reiterada ceguera de los habitantes de la cumbre donde reina ya, sin disfraz, el dinero.
Ante esto no queda sino preguntarse: ¿en qué país creen que viven? Pero es inútil, porque sin más viene una corrección corrosiva: ¿En qué país cree uno que ellos viven? ¿No seremos todos víctimas de una odiosa confusión, de una equivocación topológica que nos ha llevado a perder no sólo sentido de la realidad, sino de la más elemental de las geografías?
No es ésta una época de soluciones inmediatas, menos aún milagrosas. Lo arraigado y extendido de esta cultura del cinismo y la corrupción, que es más bien una anticultura, requiere una ardua voluntad, una labor pedagógica constante que evite que la línea del horizonte se pierda con los heligarcas, que no aciertan sino a ofrecer los pesos y los centavos que costó su traslado. Sin percatarse de que su helicóptero carecía de brújula.
Algo se está quebrando en todas partes, le decía Fernando del Paso a José Emilio Pacheco al acudir a recibir el premio con el nombre del poeta. Algo, sí, mi corazón ante todo lo que sucede a nuestro alrededor, y se quiebran mis palabras, ¡Ay, José Emilio yo no sé para qué me meto en estos bretes, si bastaría acudir aquí y aceptar el premio! Pero no puedo quedarme callado ante tantas cosas que se nos han quebrado. ¿Qué se hizo del México post-68? Qué proyecto de país tenemos ahora... ¿Qué proyecto tienen quienes dicen gobernarlo?
No me deja pasar el guardia.
He traspasado el límite de edad.
Provengo de un país que ya no existe.
Mis papeles no están en orden.
Me falta un sello.
Necesito otra firma.
No hablo el idioma.
No tengo cuenta en el banco.
Reprobé el examen de admisión.
Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
Me desemplearon hoy y para siempre.
Carezco por completo de influencias.
Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
Y nuestros amos dicen que ya es hora
de callarme y hundirme en la basura.
José Emilio Pacheco, Indeseable

Thursday, April 09, 2015

El PRD se ha hundido en el pantano, señala López Obrador

‘‘Pintamos nuestra raya a tiempo’’, expresa el tabasqueño

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Acto político de Andrés Manuel López Obrador, fundador de Morena, en la delegación TláhuacFoto Jesús Villaseca
José Antonio Román
 
Periódico La Jornada
Jueves 9 de abril de 2015, p. 4
Andrés Manuel López Obrador aseguró ayer que los dirigentes del Partido de la Revolución Democrática (PRD) han ‘‘perdido el rumbo’’ y han optado por hacer política al viejo estilo, en el que priva la corrupción. ‘‘Hoy ese partido está hundido en el pantano, en el lodo’’, dijo.
Además, señaló que la corrupción y la impunidad son los principales problemas que enfrenta el país. Dijo que sin estos males habría recursos suficientes para garantizar cobertura universal de educación en todos los niveles.
En el tercer día de actos de apoyo a los candidatos a diputados federales de Morena en la capital del país, López Obrador insistió en que ante esa pérdida de rumbo mostrada por los dirigentes perredistas, su salida de ese partido fue una necesidad. “Por eso nos salimos, porque se fueron con (Enrique) Peña; decidieron hacer política en el viejo molde corrupto. Por eso pintamos nuestra raya a tiempo’’, remarcó.
En los tres actos que encabezó –en Milpa Alta, Xochimilco y Tláhuac–, con buena asistencia de simpatizantes y plazas llenas, el fundador de Morena dedicó parte de su discurso a desligarse del PRD, pues ahora sus dirigentes han optado por hacer política ‘‘para sacar provecho personal; es la lucha del poder por el poder, por la ambición al dinero y a los lujos, a la fantochería’’.
Puso de ejemplo el reciente uso de helicópteros por parte de dirigentes perredistas para acudir a un acto político en Michoacán.
López Obrador  insistió en la renuncia de Enrique Peña Nieto y sus secretarios de Hacienda, Luis Videgaray, y del Trabajo, Alfonso Navarrete, así como el director de Conagua, David Korenfeld, por utilizar sus cargos para llevar a cabo actos de ‘‘corrupción, de derroche, de despilfarro’’. Dijo que si renunciaran por eso, el gobierno se quedaría sin altos funcionarios públicos, comentario que fue festejado.
Entrevistado en Milpa Alta, el ex candidato presidencial negó que haya ruptura con el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, ‘‘pues el rompimiento se tiene con la mafia del poder y con los medios de comunicación al servicio de esa mafia’’.
Confió en que el jefe de gobierno capitalino cumpla con su palabra de que no se involucrará en el desarrollo de las campañas políticas, ni en las elecciones del próximo 7 de junio. Dijo que esta ‘‘mafia del poder’’, que prácticamente se ha apoderado del país, lo ha hecho también del resto de los partidos, incluido el PRD, quienes se han convertido en ‘‘paleros’’ del gobierno y de sus reformas. ‘‘Primero utilizaron al PRI, luego al PAN y después nuevamente al PRI; ahora que éste va en picada, quieren inflar al Verde’’, dijo.
Ya en Xochimilco, aseguró que las llamadas reformas estructurales de Peña Nieto y el neoliberalismo que ha imperado en los últimos 30 años en el país son ‘‘una calca’’ de las que se aplicaron durante el porfiriato, ‘‘que no son otra cosa que transferir los bienes del pueblo de México a particulares, sobre todo al extranjero, como fueron las empresas públicas, y lo más reciente el sector energético, y ahora quieren hacer lo mismo con el agua’’.
Por la tarde-noche, Andrés Manuel López Obrador llevó a cabo una conferencia colectiva en Tláhuac. Para mañana estará en las delegaciones Magdalena Contreras, Cuajimalpa y Álvaro Obregón.
Por otra parte, el presidente del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, Martí Batres, anunció que en breve se presentará una denuncia contra el PRD por promover y adjudicarse programas sociales que corresponden exclusivamente a la instancia gubernamental.
Dijo que la queja será presentada ante el Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF) por la violación del artículo 38 de la Ley de Desarrollo Social, que establece que los programas sociales no deben ser patrocinados ni promovidos por partido alguno.
Y es que, como parte de su campaña política, el PRD en la capital ha iniciado la pinta de decenas de bardas en las que se atribuye y promueve la pensión a los adultos mayores, denunció Batres. Señaló que en decenas de bardas en Gustavo A. Madero, Iztapalapa, Coyoacán, Xochimilco y Milpa Alta, se observan leyendas como ‘‘PRD hizo la pensión universal de adultos mayores’’.

Monday, April 06, 2015

Ayotzinapa y el dilema de la soberanía


Arturo Balderas Rodríguez
E
l Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Stanford, en California, organizó una conferencia sobre la perspectiva internacional de lo sucedido en Ayotzinapa. Buena parte de la charla se dedicó a la respuesta que las autoridades mexicanas han dado a las demandas por la violación a los derechos humanos que se han presentado en diversos foros internacionales.
Uno de los más interesantes temas fue el respeto a la soberanía que el gobierno mexicano ha invocado en el juicio de esos eventos. A la pregunta de cuáles debieran ser los límites de la soberanía cuando se trata de crímenes de lesa humanidad en los que un país está involucrado, se respondió que en el caso de México la soberanía es un concepto consagrado en la Constitución.
Aún está profundamente arraigado en la mayoría de los mexicanos debido a las diversas ocasiones en las que se ha violado la integridad de la nación, particularmente cuando ha sido invadido por potencias extranjeras. En todo caso, se dijo, la soberanía no debiera ser un asunto que se invoque para escapar del escrutinio de los tribunales internacionales en asuntos graves en los que, como el de Ayotzinapa, hay responsabilidad de uno o varios actores del gobierno. Sin embargo, quedó la duda de por qué se invoca la soberanía para juzgar acontecimientos como los de Ayotzinapa, pero no cuando se abren nuestras fronteras a intereses extranjeros.
Debido a que entre los asistentes había un buen número de estudiantes y profesores de derecho, los temas de orden jurídico se impusieron, y con ellos su peculiar forma de explicar un complejo asunto que evidentemente desborda el ámbito estrictamente legal. En ese sentido, se cuestionó la idea de que fue un crimen de Estado. Una de las consecuencias de tal caracterización es que se escapa la posibilidad de responsabilizar a los culpables directos de ese abominable crimen y se pone en cuestión al Estado en su conjunto. Sin embargo, prevaleció el sentimiento de que en la cadena de esos hechos violentos tuvieron responsabilidad diversas instancias del propio Estado y, en última instancia, el jefe del Estado es quien debe responder por todas sus instituciones, estén involucradas o no.
Es evidente que el resbaloso concepto de la soberanía debe ser revisado a la luz del proceso de globalización, debido a que las líneas que separan a las naciones son cada vez más tenues. Pero el paulatino acotamiento de la soberanía tampoco debiera dar rienda suelta a la ambición de otras naciones para apoderarse de las riquezas naturales de un país, ante la complaciente mirada de sus gobiernos o, como en el caso de nuestro país, para satisfacer a quienes estarían de plácemes si fuera un estado más de la Unión Americana. La defensa de la soberanía debe hacerse en consideración de las condiciones históricas de cada nación, y por tanto la experiencia mexicana es un argumento suficientemente claro. Por supuesto, esa defensa no debiera ser pretexto para ocultar crímenes como el de Ayotzinapa.