Sunday, October 19, 2014

REALIDAD Y PERCEPCIÓN LITERARIA





Jack Kerouac jugando con una radio. Atrás, notas del manuscrito que se convertiría en la novela The Town and the City,
circa. 1945
Xabier F. Coronado
Escribe para que el mundo vea la exacta imagen que tienes de él
Jack Kerouac
En la historia de la literatura hay tendencia a reunir a los escritores en grupos. Lo usual es identificarlos por su estilo o hacerlo atendiendo a motivos generacionales. Sin duda, esta práctica satisface el afán de clasificar que tiene la mente humana, pero su innegable validez entraña riesgos, sobre todo porque impone una uniformidad que nunca es del todo cierta. Como consecuencia, las individualidades quedan en un segundo plano, mediatizadas por las características grupales que en teoría comparten. Por eso es importante liberar a los escritores de su movimiento literario, incluso en aquellas clasificaciones acertadas, cuando el lazo que los une es evidente.
En el caso de los autores que se enmarcan dentro de la denominada Generación beat, son conocidos los hechos, tanto vitales como literarios, que forjaron el vínculo entre ellos. Desde la década de 1940 se convirtieron en activos cronistas de la realidad que compartían, y en protagonistas de sus propias novelas.
Como en todas las historias, hay un suceso que señala el principio, un evento que determinó la relación humana y literaria de estos escritores. Ocurrió en el verano de 1944, cuando un amigo de Allen Ginsberg, Lucien Carr, apuñaló a su compañero David Krammerer en un parque de Nueva York y arrojó el cuerpo al río Hudson. Jack Kerouac y William Burroughs se vieron involucrados en el crimen por encubrimiento. Posteriormente, todos ellos sintieron la necesidad de relatar aquellos hechos. En 1945, Kerouac y Burroughs escribieron, en un mes, una novela a cuatro manos que tuvo que esperar más de sesenta años para ser publicada (Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques, 2008). Por su parte, Ginsberg relató con detalle lo sucedido en sus diarios y comenzó a escribir una novela que pensaba titular Canción de sangre y que fue boicoteada por la Universidad de Columbia. Aparte de ese fatal suceso, abundan los momentos aciagos e inquietantes en la vida de estos escritores.
A nivel literario sus relaciones fueron estrechas: la novela de Burroughs El almuerzo desnudo (Naked Lunch, 1959), debe su título al ingenio de Kerouac, que en 1957 viajó a Tánger para visitar a su amigo y ayudarle a organizar y mecanografiar ese texto, que no terminaba de cuajar. Burroughs se pasaba el día inmovilizado por la morfina y recuerda: “Yo estaba tan drogado que podía mirarme la punta del zapato durante ocho horas.” Por su parte, Ginsberg también reconoce la influencia de Kerouac en la dedicatoria de su libro Aullido (Howl and other poems, 1956): “A Jack Kerouac, nuevo Buda de la prosa americana […] Di-versas frases y el título Aullido’, han sido tomados de él.”
Caminos de vida
Todavía nos quedaba mucho camino.
Pero no nos importaba: la carretera es la vida

Jack Kerouac
Muchas carreteras convergen en la vida de Jack Kerouac, caminos personales que abarcan cada rasgo de su naturaleza. Recorriéndolos, el autor canalizó sus inquietudes para materializarlas en forma literaria y satisfacer la necesidad que sentía de realizar una práctica intelectual propia.
Los caminos de la vida siempre están determinados por las circunstancias. En este caso, las raíces católicas y francófonas de su familia marcaron la personalidad de “Ti-Jean”, nacido el 12 de marzo de 1922 en Lowell, Massachusetts. Su educación religiosa se vio reforzada por la relación con su hermano Gerard, que murió cuando el pequeño Jean Louis apenas tenía cuatro años. Esa temprana influencia fue muy importante para el camino literario de Kerouac, que en Visiones de Gerard (1963) reconocía: “Me enseñó la reverencia por la vida... Así que yo estoy escribiendo para honrar eso.”
Los escritores de la Generación Beat no compartieron raíces religiosas: Ginsberg era judío y Burroughs se había formado en el culto a sí mismo. En cambio, los tres recorrieron la tortuosa senda de los psicotrópicos, desde el alcohol a la benzedrina, de la morfina al peyote; afecciones confesadas públicamente y por las que fueron estigmatizados. Una travesía compartida por laberintos en los que muchas veces se perdieron: Jack Kerouac quedó envuelto en una niebla de alcohol y narcóticos que no se disipó hasta su muerte, en Florida, a los cuarenta y siete años.
En el camino espiritual de Kerouac, catolicismo y budismo confluyen para formar una visión mística propia, abierta y plural. El orientalismo marca parte de su existencia y deja huella en su obra literaria a través de títulos que aluden a ideas budistas, como Los vagabundos del Dharma (1958) o Satori en París(1966). También sentía devoción por el haikú japonés y dejó escritos más de mil poemas con esa estructura; unos quinientos fueron recopilados en el volumen Book of haikus (2003). “Aleteando al viento de la tarde,/ en una verja blanca,/ una telaraña.” Tánger 1957.
La formación literaria de Kerouac recibió otras variadas influencias, resultado de la lectura de obras de todo género, época e idioma que el autor consumía con la avidez de una adicción: Dostoievsky, Joyce, London, Hemingway, Saroyan, etcétera. Thomas Wolfe marcó el estilo de su primera novela, La ciudad y el campo (1950), y uno de sus mentores reconocidos, Henry Miller, escribió el prólogo de Los subterráneos (1958).
En los caminos literarios de Kerouac se enlazan sendas poéticas y narrativas. El autor define con claridad el tipo de poesía que practicaban él y los escritores de su generación. En un texto titulado “Los orígenes del gozo en poesía” (Poemas dispersos, 1971), escribe: “Es una especie de nueva-vieja poesía lunática zen, escrita tal y como entra en la cabeza según va viniendo; poesía que regresa a su origen, […] en vez de grises palabrerías académicas.” Una poesía de poetas puros, que liberaban a la literatura de “las falsas manos de lo falso”, para convertirla en “una nueva Locura Santa”, directa y sencilla, sin abstracciones ni justificaciones, con el compromiso de señalar lo propio de manera sucinta; en definitiva, “el auténtico canto triste del hombre”.
En Kerouac, la literatura también se alimenta de una ruta sonora, que tiene el ritmo sincopado del jazz y la velocidad del bop, de donde extrae los conceptos de libre asociación e improvisación, componentes fundamentales que dan esencia y estilo a la escritura inmediata y vibrante que practica a lo largo de su obra: “El volcado del lenguaje es un fluido ininterrumpido de la mente en secretas y personales ideas-palabras, soplando (como un músico de jazz) el tema de una imagen.”
Por tierras mexicanas
Era el viaje más fabuloso de todos.
Ya no era de este a oeste, sino al mágico sur

Jack Kerouac
México fue destino habitual de los caminos de Kerouac. Desde la primera visita en 1950 hasta la última en 1962, viajó seis veces a México. Una relación intensa que se refleja en sus libros de diferentes maneras. La primera travesía fue con Neal Cassady y quedó inmortalizada en la cuarta parte de En el camino (On The Road, 1957) cuando “Sal Paradise” (Jack) y “Dean Moriarty” (Neal) alcanzan el final del camino, localizado en Ciudad de México. En Viajero solitario (1960) se narra la fascinación inmediata y profunda que le provocó recorrer México: “Hay la sensación de que se entra en la Tierra Pura, […] este sentimiento campesino de la vida, esta eterna alegría de la gente no preocupada por grandes problemas de cultura y civilización. […] La Tierra es India.”
Ese deslumbramiento de los primeros viajes cambia a medida que se suceden los períodos de estancia en la capital mexicana. Desde su cuarto en la colonia Roma descubrió los rincones de la ciudad, que se convirtieron en lugares de inspiración, gozo y sufrimiento para este inquieto escritor: “Y soy un extraño sin felicidad/ caminando las calles de México…” (“Soledad mexicana”, Buda y otros poemas, 2008).
En las innumerables caras de la urbe poliédrica, Kerouac encontró reflejadas imágenes que tomaron vida en diversos poemas recopilados en Orizaba 210 Blues(1956) y Cerrada de Medellín Blues (1961). En México City Blues (1959), un libro de poesía estructurado en más de doscientos “coros”, dejó una serie de cuadros improvisados que giran en torno a la existencia humana; en ellos, poesía y música funden sus formas en un jazz literario de ritmo chilango y melodía budista.
En la novela Tristessa (1960), Kerouac describe una Ciudad de México sórdida; es una crónica romántica, con enfoque espiritual, de un submundo marginal de drogadicción y sexo en el que a menudo llegaba a involucrarse. Como consecuencia, su visión del país evoluciona desde una impresión llena de misticismo hasta la aceptación de la realidad desamparada y mísera. El resultado es un México más realista, que también es urbano y mestizo, donde depresión y euforia conviven.
Obra y trascendencia
Siempre he considerado que escribir era mi deber en la tierra
Jack Kerouac
El volumen total de la obra de Kerouac es notable: alrededor de una veintena de libros publicados, algunos de ellos póstumos. Hay novela, poesía, relatos de viaje, libros autobiográficos, como Big Sur (1962) o La vanidad de los Duluoz (1968), y otros de difícil clasificación como Book of Dreams (1960) o Doctor Sax (1959), recuerdos de niñez con tintes góticos, redactados en el departamento que compartió con Burroughs en México.
Se puede considerar a Kerouac un cronista fiel de su percepción del mundo, buscador incansable de una fórmula inédita para comunicar la realidad personal a través de la literatura. De esa búsqueda, que implicó investigación y experimento, resultan sus sketches literarios que son apuntes del momento vivido. “Al esbozar, todo se activa delante de ti en profusión sin número, sólo tienes que purificar la mente y dejar que derrame las palabras”, explicaba en una carta a Ginsberg, que concluía así: “Es la única manera de escribir. […] es absoluto, nunca falla, es lo más auténtico.” Los esbozos realizados entre 1952 y 1957 fueron recopilados en un volumen repleto de dilatados flashes de fresca literatura, que sorprenden por dinámicos y exhaustivos:Libro de esbozos (Book of Sketches, 2006)
Esta manera de escribir le llevó a desarrollar el concepto literario de “prosa espontánea” (kickwriting), una técnica que aplicaba en la mayoría de sus textos. Kerouac dejó dos escritos: “Credo y técnica de la prosa moderna” y “Fundamentos de la prosa espontánea”, en los que planteó sus propuestas sobre creación literaria: “Escribe para recuerdo y asombro de ti mismo”; “deshazte de tus inhibiciones literarias, gramaticales y sintácticas”; “escribe lo que creas insondable, desde lo profundo de tu imaginación”. Los antecedentes literarios de la prosa espontánea podríamos encontrarlos en los textos en trance de Yeats, el monólogo interior delUlises, de Joyce, el trascendentalismo de Ralph W. Emerson y el naturalismo descriptivo de Thoreau.
Kerouac es un escritor innovador, empeñado en dinamizar las formas literarias convencionales, hasta prenderlas con una chispa y hacerlas brillar con la luz del instante. Al repasar sus libros nos sorprende el derroche de imaginación y energía que trasmiten. Ante la obra de Kerouac es necesario un estudio integral que deje de lado valoraciones superficiales, como el manido comentario de Truman Capote sobre su literatura (“Eso no es escribir, es teclear”). Más acertado parece este análisis sobre el carácter y la trascendencia de su obra que nos dejó Henry Miller: “Kerouac es un amante apasionado del lenguaje […] que se complace en desafiar las leyes y convenciones de la expresión literaria que ahora está tullida; y rompe las trabas de la comunicación entre el lector y el escritor.”
Kerouac hace de su escritura un acto de culto, resultado de una sensibilidad apasionada por la belleza de la vida, por describir la diversidad del mundo empleando todos los sentidos. Sus textos poseen un ritmo que recuerda el latido del corazón. También muestran la necesidad de trascender actitudes previas, de incumplir acuerdos tácitos, en especial aquellos que favorecen lo convencional.
Los lectores tenemos que agradecer a Jack Kerouac su total entrega a la escritura. En el mapa de su camino literario, cada libro marca un punto de encuentro con este autor fundamental para la literatura contemporánea. Una obra compleja donde podemos degustar todos los sabores de la realidad, desde el ácido y amargo al más dulce y exquisito.

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