Friday, February 22, 2008

Doña Irma

* Me encontré en el reciente número de La Quincena, revista que dirige Luis Lauro Garza, un artículo sobre Irma Salinas Rocha escrito por él. Personaje controvertido, Doña Irma, parte involuntaria de una sociedad ampulosa y retardataria. Antes Abraham Nuncio hizo lo propio en La Jornada.Así, me permito reproducir el trabajo de Luis Lauro, ya que aporta ángulos al perfil de una mujer valerosa, de principios y apreciada por quienes tuvimos el privilegio de tratarla.



Luis Lauro Garza



Irma Salinas Rocha fue una mujer excepcional. Quienes la conocimos podemos atestiguar con suficiencia atributos poco comunes en el temple de amistades y familiares cercanos. Esta percepción se acrecentó aún más en mí el día de su deceso, cuando en el homenaje de cuerpo presente realizado en el hermoso jardín de su casa, una de sus hijas tiró una flecha al cielo que dio en el blanco: “mi mamá nunca se enojaba”. Me percaté, en efecto, que la simpatía que irradiaba por doquier no sólo se circunscribía a su belleza exterior, sino al armonioso equilibrio que guardaba internamente; y eso se reflejaba en el resto de sus menesteres cotidianos, así fuera un asunto económico, político, familiar, religioso, asistencial, de género, amoroso o existencial.

Cualquiera pudiera pensar que su felicidad se nutría en proporción directa a su riqueza. Pero doña Irma era mucho más que eso, cuestión de revisar su libro Mi padre , para darse cuenta de su apego a los valores religiosos que la dotaron de una fortaleza capaz de transitar los laberintos de la opulencia sin caer en la banalidad. Nunca olvidó su infancia y más bien se enorgullecía de ella, como cuando nos contaba que siendo una niña, recorría la calle de Morelos (o de Padre Mier) y veía con fascinación el nacimiento navideño que engalanaba el aparador de la mueblería más exitosa de la ciudad, y ella se quedaba pensando que ni en sueños la fábrica de camas y catres de su papá (asociado a su tío) podría llegar a competir con tamaña tienda. El sueño se hizo realidad en la cadena departamental Salinas y Rocha, que rebasó las expectativas iniciales. Al casarse con el empresario Roberto G. Sada Jr., su vida se tornó aún más bonancible, financieramente hablando, pero no dejaban de incomodarle la propensión de muchas esposas de magnates latinoamericanos con quienes se codeaba, de estar más atentas a las ofertas en Miami o Nueva York, que a lo que ocurría en sus propios países. Con gracia contaba el caso de su amiga, esposa de un potentado regiomontano, cuando se iba de shooping a Laredo: acompañada de su chofer, tomaba cuatro o cinco carritos y los iba llenando uno a uno con la ropa de su mayor aprecio, hasta que se colmaba y, como le molestaba hacer fila para pagar, se salía directo a depositar las prendas en su automóvil, sin pasar por las cajas. “¿Y cómo pagaba, cómo se sabía cuánto había sido su consumo?”, le preguntábamos intrigados a doña Irma. “Muy fácil: el dueño de la tienda ya estaba advertido y él enviaba la cuenta a su antojo a la empresa del esposo en Monterrey.”

Aunque nunca tuvo una participación política abierta, en ocasiones recibió propuestas para tomar partido. Ello no le impidió mantenerse en una postura que podría ser definida entre liberal, progresista y hasta de izquierda. (El texto de su hija, incluido en esta edición, nos aclara que su mamá hubiera votado, si su salud se lo hubiera permitido, por López Obrador.) En la etapa de mayor beligerancia hacia el segmento de potentados regiomontanos que percibía la habían dañado, Salinas Rocha recibió una propuesta que, de haberse aceptado, hubiera escandalizado a tirios y troyanos: incorporarse al recién legalizado Partido Comunista Mexicano. La plana mayor del PCM, encabezada por Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa y Pablo Gómez, se apersonó en su domicilio de la colonia del Valle, para tratar de convencerla. Ella mantuvo la sana distancia y se dedicó a pelear en la trinchera periodística.Q


* Nota del posteador


Un ser vital



Palabras de Cristina Sada Salinas en la

misa que se ofició en memoria de doña

Irma Salinas Rocha en la Iglesia

Nuestra Señora de los Ángeles




De parte de toda la Familia Sada Salinas y de nuestras tías Magdaperla Salinas Rocha y Olinda Salinas Rocha, gracias a todos y cada uno de ustedes por hacer un espacio hoy lunes, por venir a acompañarnos para rendir el último adiós a nuestra madre, en esta Celebración Eucarística.

Ayer, que también la despedíamos en el jardín de nuestro hogar, vivimos todas y todos una experiencia maravillosa. Le dijimos adiós, mientras el pastor de la Vid , a quien ella quería y admiraba tanto, nos guiaba en cantos y reflexiones profundas sobre el amor incondicional que Jesús nos tiene a cada uno de nosotros.

Todo esto en medio de los nogales que ella sembró y cuidó con tanto amor, desde los que colgaban estrellas plateadas que parecían invitarla a subir muy alto, más allá de su amada Sierra Madre, hasta el mismo cielo.

Hoy nuestra celebración es distinta, como distintas fueron las formas de hacerse un espacio dominical, tanto papá como mamá, para reflexionar sobre sus vidas, su rumbo y el propósito trascendente de su existencia terrena.

Ayer mamá nos acompañaba con su cuerpo presente. Hoy su cuerpo está convertido en cenizas.

Ayer su bello semblante nos hacía pensar aún en cierta permanencia de su persona. Ahora la realidad es más cruda y desgarradora para el corazón y mente de quienes la amamos, porque hoy su cuerpo está convertido en cenizas.

Ayer fue bellísimo, en medio de la naturaleza… y hoy, en esta fina iglesia, tenemos una nueva y diferente oportunidad de poner nuestra casa interna en orden, pues al ver más atentamente hacia dónde se van, dónde terminan nuestros afanes mundanos, cómo no nos podemos llevar absolutamente nada a la hora de la muerte, tenemos la oportunidad no sólo de cambiar nuestro rumbo, sino de transformar nuestra vida.

La fuerza cultural atenta contra la reflexión profunda con sus múltiples distracciones. Sólo nuestra fe y voluntad pueden hacer un alto en el camino.

¡Papá y mamá fueron seres vitales, maravillosos ambos, que se comían la vida a borbotones!

Cuando no arriba de un avión, andaban de cacería, en un barco, de pesca, de fiesta, cargando con toda la familia y las amistades. No se perdían uno solo de los Carnavales del Casino Monterrey, disfrazados de los más exóticos personajes.

Ambos vivieron una vida riquísima en experiencias familiares, sociales y de negocios.

Pero a mamá se le concedió la gracia de vivir muchos años más, 33 años más que a papá, y aunque siguió viviendo intensamente, siguió creciendo cada día más en sensibilidad y compromiso social, así como en su entrega al prójimo.

Mamá tuvo el privilegio de atestiguar más claramente el diseño perfecto del plan de Dios, y vivir en la tierra las consecuencias de todos nuestros actos, tanto los amorosos como los excluyentes y condenatorios, y de aprender de sus muchísimos aciertos y sus posibles errores.

La soberbia no fue un rasgo en ella. Mamá era sumamente humilde. Admitía cuando se equivocaba, pedía perdón de todo corazón y, de ser posible, trataba de reparar el daño con creces.

Cuando sus fallas le parecían grandes, encontró consuelo profundo al saberse profundamente amada, comprendida y disculpada por el Señor Jesús. Creyó profundamente en la gracia por la fe.

Mamá tuvo el privilegio de envejecer…y tal vez apenas ahora comienzo a entender porqué está así diseñada la vida humana.

Tía Lindy nos hacía una broma en una ocasión. Mencionó que la vida está ¡al revés!

Que cuando le comienzas a entender de qué se trata… ¡ya eres anciano y te comienzas a morir!

Hoy creo empezar a comprender por qué vamos perdiendo con el paso de los años y a medida que nos acercamos a la vejez a nuestros seres más queridos, pero también otros atributos como son nuestra movilidad, la belleza física, nuestras capacidades, éxitos propios y vanos aplausos.

Porque todo seguramente está perfectamente diseñado para dejar de distraernos con lo externo e irnos acercando más y más hacia la interiorización, ya que en el interior del hombre, nos enseñan, habita la Verdad …

Mamá luchó en su madurez contra las injusticias de todo tipo. Protestó en sus escritos contra la exclusión basada en género, religión, nivel socio-económico, raza, color de piel, preferencia sexual o ideología.

Admiraba a los artistas plásticos, a los músicos, a los promotores del arte, la literatura y la cultura, y se deleitaba apoyándolos en la medida de sus posibilidades. Obtenía gran gozo al ver desarrollarse su potencial y talento.

Admiraba a los hombres y mujeres que se jugaban la crítica social, la cárcel o la vida, por una causa superior a las convenciones acomodaticias de la injusticia social en que vivimos en México Y por lo mismo, se enamoró profundamente también de Carlos Ortiz Gil, su compañero de 23 años, quien tenía una dura pluma para señalar lo impropio de los juegos del poder.

En la elección pasada, el controvertido candidato sí se perdió de un posible voto a su favor emitido por ella, porque mamá con sus 85 años pensaba hacer fila y votar por lo que ella veía (bien o mal concebido), como un posible giro de esperanza para los más pobres de México.

Las fuertes críticas a su candidato por parte de la familia no la detenían de su propósito, sólo la salud que sí le falló ese día, para cumplir con su deber ciudadano.

Mamá apoyó y se identificó con una causa aún poco popular. Con la causa de luchar a favor de los Derechos Humanos en nuestro país, y por lo mismo se relacionó e identificó con Doña Rosario Ibarra de Piedra y con Sor Consuelo Morales de CADHAC.

De haberse enterado, hoy seguramente le hubieran dolido en el alma los acontecimientos alrededor del caso de Lydia Cacho y las decisiones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Su propia contribución social se centró a través del compartirse en sus numerosos libros, artículos periodísticos y cientos de misivas personales, así como su amado Centro Social dedicado a la memoria de nuestro abuelo materno, Benjamín Salinas.

La vida de mamá, tan intensa en experiencias amorosas de la familia, de relaciones de pareja, de crecimiento intelectual, de contribución social fue centrándose, con el pasar de los años, en atender la salud deteriorada de su amado Carlos.

Después de años de dedicación, ante su fallecimiento, mamá comenzó a compartirse más y más con nosotros sus hijos, con sus nietos y bisnietos, sin dejar de querer seguir produciendo sus nuevas obras literarias ya más intimistas, sobre la vida y obra de sus propios padres.

Fue extremadamente positiva ante las adversidades de la vida, muy amorosa con sus parejas, con su familia, con la familia de sus parejas, con sus empleados, con sus amistades, con los artistas, pero su corazón estaba con los más necesitados de consuelo y apoyo.

Ella estaba, ya desde hace varios años, más que lista para responder al llamado de su creador.

No dejó detalle sin contemplar con su increíble capacidad de atender la seguridad se su propia muerte.

Arregló todo lo mundano: repartición de bienes a hijos, nietos, bisnietos, amistades y sus fieles empleados, así como su funeral, de qué color vestirnos; pero sobre todo, arregló todos los temas pendientes de su alma entregándose más y más al canto, a las alabanzas a Dios, enamorándose día con día más y más de Su Señor.

¡Descansa en el Amor, mamacita, que muy bien lo viviste y comprendiste!



Cristina Sada Salinas

1 comment:

Anonymous said...

La mejor mujer tan maravillosa toda una señora que con todo el dinero del mundo por parte de su apellido Salinas y también por Sada, era sencilla. Tenía muchos detalles y siempre hablaba en buen tono, con palabra suave, dabe buenas propinas y fué una persona justa. Tenía muy bien atendidos a sus empleados, todos y todas las que le apoyaban ella siempre se dirigía a ellos con mucho respeto, guardaba distancia pero al mismo tiempo podías acercarte a ella. Toda una dama. Daba salarios justos y fundó el Centro Benjamín Salinas sin fines de lucro para ayudar a el pueblo. Lo mismo que servían de comida para la familia comían los empleados, había abundancia al rededor de ella. Muy buena escritora de libros interesantes y su hija Cristina heredó ese talento tal cual. Inculcaba buenos modales y la fé. Roberto Sada su esposo estaba fascinado con ella, porque ella atendía a sus hijos y a sus hijas y también se daba el tiempo para atender las fiestas de sus nietos y bisnietos.
- Su nieta. Lucía Anelisse de la Cruz Sada.