El 8 de julio fue la última vez que El Isra llamó a su madre:
Voy llegando a Chacahua
Con dos libros en la mochila, salió de su casa rumbo a la playa; está desaparecido
Su padre realiza la búsqueda ante la negligencia de autoridades;
ni siquiera indagan las pistas que les doy
Blanche Petrich
Periódico La Jornada
Veinte años de edad, vacaciones, dos libros en la mochila y
un gran plan: huir a la playa, a soñar con la literatura que empezaba a jalar
su atención, más allá de las materias de geografía, que es la carrera que cursa
en la UNAM.
Antes de partir, Jesús Israel Moreno Pérez se aseguró de
recoger las lechugas y jitomates de su plantío de azotea, se despidió de sus
padres y el 4 de julio salió de su casa, por los rumbos de Los Reyes, Coyoacán.
Solo. Es un poco como yo; disfruta su soledad, dice su padre Carlos Moreno
Zamora, conteniendo su enorme angustia.
Llamas en cuanto llegues, le pidió su mamá. El Isra, como le
dicen sus amigos, le llamó al día siguiente, desde Monte Albán, Oaxaca.
Después, desde Puerto Escondido, donde estuvo el 6 y 7 de julio. Y el 8 de
julio también marcó al teléfono de su madre: Voy llegando a Chacahua.
No volvió a llamar. Desde entonces está desaparecido. Su
padre ha emprendido la búsqueda, rastreando todas las pistas posibles en el
litoral oaxaqueño, en los municipios aledaños, recorriendo palapa por palapa la
comunidad lagunera, caminando veredas, pegando carteles, tocando puertas que no
se abren. Jamás me he sentido tan solo... es horrible sentir a cada momento la
indiferencia de las autoridades. El procurador general de Justicia de Oaxaca,
Manuel López, le llamó por teléfono hace dos meses para decirle: No se
preocupe; el caso de su hijo está en buenas manos. No ha vuelto a tomarle una
llamada.
Han pasado tres meses y los padres de Israel se han
convencido de que las autoridades responsables del caso no están haciendo bien
las cosas.
El plan del joven estudiante era permanecer siete días en
Chacahua y después viajar el 14 a Mazunte, donde se reuniría con su compañero
José Luis Barrera y a otros amigos. Barrera afirma que lo esperaron, pero nunca
llegó.
Moreno Zamora no se separa de un cuaderno lleno de notas,
nombres, teléfonos, recibos y comprobantes. Es la bitácora de su búsqueda.
Recorren casa por casa
El 10 de agosto viajó a Oaxaca. De la procuraduría estatal
lo mandaron a Puerto Escondido; de ahí a Río Grande, municipio de Tututepec.
Ahí se abrió la averiguación previa 176/RG-2011, pero el agente del Ministerio
Público Santos Martínez Barros le dijo que él mismo tenía que llevar el acta a
la cabecera municipal.
En Tututepec lo atendió Casimiro León, comandante de la
policía ministerial, quien ordena la primera investigación en Chacahua.
Fotografía en mano, recorren casa por casa; localizan la palapa donde se
hospedó Israel los primeros días. En el otro extremo de la aldea, un vendedor
de pescado –José Montiel, apodado El Fallo– asegura haber hospedado a Israel
por 30 pesos. Es un sitio inmundo. En un rincón, el padre ve la mochila de
Israel, húmeda, pero con todas sus pertenencias, excepto el celular y el
cargador. El propietario asegura que ahí la dejó, antes de dirigirse a las
lanchas que cruzan la laguna para llevar a los visitantes al cocodrilario del
lugar. Los lancheros aseguran que esa mañana nadie cruzó hacia el criadero.
Al día siguiente, los agentes ministeriales de Río Grande
regresan, y sin orden de presentación se llevan esposado a Montiel. Fue un
error proceder así. El dueño de la choza puso en evidencia que mintió, pero la
indagación no llevó a nada. Los lugareños dejaron de colaborar.
El padre sigue la búsqueda solo. Camina hasta Mazunte,
pegando la fotografía de Israel a lo largo de la ruta; a Zipolite, Puerto
Ángel, Pochutla, hasta San José del Pacífico. En todos lados las autoridades
argumentan que no tienen jurisdicción.
Moreno menciona dos omisiones que considera graves. Insistí
en que pidieran judicialmente a Telcel el rastreo de las llamadas y mensajes
del celular de Israel, que sigue activo porque le sigo abonando crédito. No ha
habido respuesta. En la empresa ni siquiera me recibieron. Por otra parte,
Israel tiene una tarjeta de débito Banorte con su beca de estudiante. Les pedí
desde el 4 de septiembre que soliciten un reporte de los movimientos. No han
hecho nada.
Extraoficialmente, el padre consiguió un rastreo de la línea
telefónica Telcel de su hijo. Fue así como supo que su número sigue activo en
Jamiltepec. Puso esta evidencia a disposición de la subprocuraduría de atención
a víctimas. El primero de septiembre recibió un mensaje desde el número de
Israel: La verdad, mi niña se encontró este chip, pero no lo conocemos, decía
el texto.
De nuevo en Oaxaca, consigue que en Jamiltepec, a dos horas
y media de distancia, rumbo a Guerrero, sea presentada Ricarda Nicolás Reyes,
que está usando el teléfono del joven desaparecido. Afirma haberse encontrado
dos teléfonos y una cámara en una bolsa de plástico en el basurero municipal.
Ricarda, quien llamó desde el chip de Israel, cae en contradicciones. Pero esa
pista se dejó ahí, lamenta Moreno.
Como ocurre en tragedias como esta, los ingresos escasean
porque el jefe de familia ha dejado de trabajar para volcarse a localizar a su
hijo. Por puro instinto, sin saber ni cómo hacerlo, trato de moverme. En
cambio, los policías profesionales, que sí tendrían que saber cómo investigar,
no lo hacen. Yo estoy haciendo su trabajo.
Dicen los que conocen de cerca situaciones como estas que lo
más duro es la soledad de las familias frente a los oídos sordos de la
autoridad.
¿Soledad? No tiene idea de cuánta, dice Carlos.
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