entrevista con Leoluca Orlando, alcalde de Palermo
A sus sesenta y cinco años de edad, Leoluca Orlando es, por tercera ocasión, alcalde de Palermo, capital de Sicilia y su ciudad natal. Conocido internacionalmente como uno de los más férreos opositores al poder que la Mafia despliega en el sur de Italia, en los más recientes comicios Orlando fue elegido con una votación que superó las tres cuartas partes del electorado. Fundador de varios movimientos políticos y populares –como La Red y La Margarita–, su trayectoria como político y funcionario está atravesada tanto por amenazas provenientes de la Mafia como por procesos comiciales bajo sospecha de haber hecho a Orlando víctima de fraude. Pero también, indudablemente, ha estado signada por un respaldo popular y un respeto a una figura política inusitados, no sólo en Italia. En esta entrevista exclusiva para La Jornada Semanal, Orlando habla de su trayectoria y de su excepcional visión de lo que puede y debería ser el papel de un funcionario público.
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Carmen Parra
-Háblanos de tu pasión por esta bellísima ciudad de Palermo y de tu experiencia al haber sido reelegido alcalde después de doce años.
–Existe una relación física entre esta ciudad y yo, que se ha construido a través de los años. Esta ciudad ha vivido tragedias y alegrías que han sido las mismas de mi propia vida. Miedos, esperanzas, amenazas, sueños... Hay una relación muy fuerte que ha condicionado toda mi vida. Mi amor por Palermo es mi gran fuerza. ¿Quién sería si no hubiera sido alcalde de Palermo? Un político normal con una carrera normal. Durante muchos años pensé, creí posible sentirme útil lejos de Palermo, pero estaba equivocado y la confirmación nace del hecho de que los palermitanos, después de veinte años, me han reconfirmado con el mismo porcentaje de votos como alcalde; han votado por mí centenares de personas, miles de personas que nunca habrían votado por mí para ser diputado ni para cualquier otro puesto político, pero me postulé para alcalde e incluso mis adversarios políticos votaron por mí.
–Háblanos de tu partido, de Italia de los Valores.
–Yo soy el líder nacional de Italia de los Valores y Antonio di Pietro es el jefe de Italia de los Valores. ¿Saben qué diferencia hay entre un líder y un jefe? El líder es el que tiene la visión, el jefe es el que manda, pero desde que fui electo alcalde, mi partido se llama Palermo.
Para mí, Italia de los Valores es la elección coherente respecto a mi vida. En los noventa fundé un movimiento por la democracia, La Red, un movimiento transversal para la legalidad, contra la corrupción y la Mafia al norte y contra la Mafia y la corrupción al sur, porque descubrimos en los años noventa que había corrupción en el norte, y rascando, rascando, detrás de la corrupción, descubrimos la Mafia. La hemos denunciado. Hemos denunciado la Mafia al sur, y después rascando, rascando, hemos encontrado que detrás de la Mafia estaba también la corrupción.
Escena cotidiana ene un parque de Palermo. Foto: Frits MeystAdventure4ever |
El movimiento Italia de los Valores se disolvió, para sostener la experiencia de Romano Prodi Presidente del Consejo, confluyendo en el Partido de Romano Prodi, convertido en el presidente del Consejo. Para mí Italia de los Valores es actualmente la Red del Tercer Milenio.
–¿Cuáles son los mecanismos para crear los programas sociales y culturales que permitan disolver el tejido criminal dentro tu ciudad?
–Es necesario apuntar sobre las riquezas de Palermo y la gran riqueza de Palermo es el propio Palermo y son los palermitanos. Digámoslo en otras palabras: nuestro tesoro es nuestra identidad, pero nuestra identidad está expuesta a riesgos, y uno es el riesgo de asfixia, como lo está cualquier identidad, la mexicana, la islámica, la alemana o la colombiana. El riesgo es que, en lugar de recurso, la identidad se convierta en condena, en tragedia.
Un músico austríaco, ciego de nacimiento, había encontrado en la música el modo de expresar su sensibilidad artística, obteniendo un gran éxito. Un día, un periodista lo entrevistó y le preguntó: “Maestro ¿cómo ha logrado superar su discapacidad, cómo ha logrado superar el handicap de la invidencia?” El músico respondió: “Mi padre y mi madre no me han dado el don de la vista, me han dado el don de la vida; mi padre y mi madre no me han dado dos ojos, mi padre y mi madre me han dado dos cosas, dos dones más importantes que los ojos: las raíces y las alas.”
Si viviéramos solamente de raíces, seríamos asfixiados por las raíces. Si vivimos solamente de alas, hacemos el final de la gran águila, sometidos a cualquier ráfaga de viento. Palermo tiene necesidad de vivir con las raíces propias y también tener alas.
Calle de Palermo. Foto: sfPhotocraft James/ Flickr
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Por mucho tiempo y con demasiada frecuencia, en los últimos diez años en particular, los palermitanos han pensado que eran el ombligo del mundo y se han encontrado fuera del mundo. Palermo no es el ombligo del mundo, es una gran ciudad como tantas otras ciudades del mundo, que tiene derecho a usar las alas.
La Mafia vive sólo de raíces. La Mafia transforma el orgullo de ser siciliano en un sistema de poder criminal. A la Mafia le interesa que Palermo esté aislada del resto del mundo, que esté fuera del mundo. En estos últimos diez años Palermo se ha vuelto invisible. También la Mafia se ha vuelto invisible, pero les puedo asegurar que la Mafia aún existe, aunque sea invisible. Yo quiero gritar al mundo que también Palermo es visible y aún existe. Por eso, cada sábado en la mañana realizo una junta que tiene como único objetivo la internacionalización de Palermo, como un modo de recordar que no somos el ombligo del mundo, sino que queremos estar en el mundo. Por esto, también por esto, hemos postulado a Palermo como capital europea de la cultura en 2019. Por esto, también por esto, hemos pedido a la unesco reconocer al arte árabe normando como Patrimonio de la Humanidad.
–Considerando tu experiencia en la comisión en el campo de la salud, ¿cómo incluyes a la cultura como parte de la salud pública?
–Por amor a Palermo, he renunciado al puesto de parlamentario nacional. Por amor a Palermo he dejado el cargo de presidente de la Comisión de Investigación sobre la Salud. Hay una relación estrechísima entre cultura y salud. Es más, la salud es cultura, no una relación con la cultura, porque la cultura es la conciencia de lo que eres, espiritual, cultural, físicamente. Una persona enferma es cultural, física y espiritualmente distinta de una persona sana. Existe una relación estrechísima entre la salud del alma y la salud del cuerpo, entre la salud del espíritu y la del cuerpo. Un alcalde debe ocuparse de manera integral de los ciudadanos y de la ciudad. Es por eso que asumí la responsabilidad de las competencias del municipio en materia de salud, para mandar un mensaje claro, que no es solamente un mensaje de cura de los enfermos, sino sobre todo de prevención de las enfermedades.
–¿Cómo se desarrolla el tema de la seguridad y la legalidad en la lucha contra el crimen organizado en el contexto europeo y mediterráneo?
Marcha de la Comunidad Gay por Palermo
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–El mejor modo para combatir al crimen organizado y a la Mafia es hablar la lengua europea, que no es el alemán, el francés o el inglés, ni tampoco es el siciliano. La lengua europea es la del tiempo y las reglas. En una dimensión europea, la palabra prórroga es una blasfemia y las palabras derogación y condonación también son una blasfemia. Demasiadas veces la Mafia y el crimen organizado se han extendido pidiendo prórrogas (aplazamientos) y derogaciones (revocaciones). En Palermo, en Sicilia, en el sur de Italia, en Italia, nosotros debemos recuperar la ética de la responsabilidad individual. Europa Central conoce la ética de la cultura individual, que algunas veces se vuelve individualismo y egoísmo, y el Mediterráneo conoce la ética de la comunidad, que algunas veces se vuelve clan, sentido de pertenencia, cosca mafiosa. Mi proyecto es poner las dos emes, la M de la Europa media y la m del Mediterráneo. Debemos conservar las raíces de la comunidad, pero volar con las alas de la responsabilidad individual, y queremos que Europa Central conserve las raíces de la individualidad y vuele con las alas de la comunidad.
Mercado de Ballarò, Palermo. Foto: Gabriele Saito
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–¿Cómo podría desarrollarse una cultura democrática de la legalidad en México, país que tú conoces bien, después de las últimas elecciones?
–Creo que es necesario aplicar en México la misma visión que estamos aplicando en Palermo y en Sicilia. Para decirlo en otras palabras, para ser todavía más concreto: estoy tratando de convencer a los palermitanos, a los sicilianos y a los italianos, de que respetar a las personas y las reglas, de que respetar el tiempo es conveniente. No es justo, no es legal, pero es conveniente. Como los sicilianos, los mexicanos viven una condena. Hacen cosas inmorales, hacen cosas ilegales, cosas de mal gusto; pueden hacer cosas inmorales, pueden hacer cosas ilegales, de mal gusto, pero lo dramático, la verdadera condena de los sicilianos y los mexicanos es que hacen cosas inmorales, ilegales y de mal gusto que no son convenientes. Se hacen mal a sí mismos. ¿Qué ganan los mexicanos al aceptar la violencia criminal, el narcotráfico, la violencia contra las mujeres, el sacrificio de vidas humanas? ¿Qué provecho han tenido los palermitanos y los sicilianos al aceptar estas mismas barbaridades? Podríamos ser una isla extraordinaria.
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México, que es un gran país, que tiene grandes riquezas y recursos, que nunca ha sido un país colonizador, es uno de los países en el mundo, pienso que casi el único, que por dimensiones y características podría tener un liderazgo mundial. Bastaría con que no tuviera criminales y corruptos. Y vuelvo a la conveniencia. Si pudiera hacer un llamado, les diría a los mexicanos, como les digo a los palermitanos: “probemos a hacer cosas convenientes”. Cuando un padre tiene cinco hijos desocupados y para encontrar un lugar de trabajo se dirige a algún padrino, quizá logre encontrar un lugar de trabajo a medio tiempo, en negro, para uno de sus cinco hijos, pero se ha quitado el derecho de poder colocar a los otros cuatro. ¿Es conveniente? Sólo es un pequeño ejemplo.
–Háblanos de la red mundial de la economía y de la cultura de los derechos humanos.
Durante un Referéndum, organizado por Italia de los Valores y PD. Foto: Andrea Punzo
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–Viajando por el mundo en estos años, he tratado de contar las cosas que he hecho y en las que creo… y he descubierto que las cosas en las que creo y las cosas que he hecho pueden ser útiles incluso en países lejanos, lejanísimos como México, o como los pueblos islámicos.
¿En qué se funda la cultura (la economía) de los derechos humanos? Esencialmente, en el rechazo a la cultura de la pertenencia, en la cual si a alguien no se le pregunta “¿quién eres, qué sabes hacer?” y en cambio se le pregunta “¿a qué grupo perteneces?”, si tu sentido de pertenencia es débil, aunque seas Einstein te quedarás desocupado, y si tu sentido de pertenencia es fuerte, puedes ser un inútil pero harás carrera. Todo esto, esta cultura de la pertenencia, que después se convierte incluso en Mafia, ignora las necesidades y castiga los méritos.
–¿Qué piensas del servicio civil obligatorio del que se habla ahora? ¿Estás de acuerdo?
–¿Respecto a qué cosa….?
–Hay una propuesta de restablecer el servicio obligatorio para los jóvenes, por haber sido abolido el servicio militar, pero el servicio civil obligatorio, ¿qué tan útil sería?
–El servicio civil obligatorio es ciertamente muy útil, es urgente como proyecto porque el punto de partida es tener un servicio civil voluntario. Imponer un servicio civil es importante sólo para comenzar. ¿Cuál es el punto de llegada? El servicio civil funciona cuando en un cierto punto se descubre que ya no hay necesidad de tener un servicio civil obligatorio. En los bares del “viejo oeste”, sobre el piano estaba escrito: “No disparar al pianista.” En los círculos de los pueblos de la Sicilia profunda estaba escrito “no decir groserías”, “no escupir en la calle”. Ahora los letreros ya no están, y la gente ya no escupe y no dice groserías, y ya no disparan a los pianistas.
Este proyecto de un servicio civil obligatorio llega en el momento indicado para mandar el mensaje positivo de una comunidad. Imponer el servicio civil obligatorio hace posible conocer aquella cultura de la comunidad que construye la otra cara de la responsabilidad individual, y que impide que la responsabilidad individual se convierta en individualismo y egoísmo.
Quisiera hacer una consideración sobre lo que debe ser un alcalde. Un alcalde debe ser un puente entre las raíces y las alas, entre quienes tienen y no tienen, entre los méritos y las necesidades, entre Palermo… y los barrios. Y es evidente que un alcalde, por definición, siempre deja descontenta a una parte de la ciudad. Es la condena de los alcaldes: ser criticado por la necesidad cuando se preocupa por los méritos. Yo estoy viviendo esta experiencia con una extraordinaria serenidad; me siento treinta años más joven. Creo que al volver a ser alcalde por cuarta, en realidad quinta vez –en los años noventa, dejé un mes el puesto por no haber aceptado el compromiso de la vieja Democracia Cristiana, la DC–, tengo la misma sensación de un padre que vuelve a tener un hijo después de muchos años: una gran alegría unida a la conciencia y el descubrimiento de no ser el mismo de entonces, mientras tu hijo es exactamente el mismo que nació hace veinte años.
Traducción de Norma Cervantes
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