Raquel Tibol/I
El 8 de octubre se cumple medio siglo de la muerte de la
pintora Remedios Varo, figura fundamental en la historia de la plástica
mexicana. Para recordar a la artista, la crítica de arte Raquel Tibol, una de
las voces más autorizadas en el tema, comparte con los lectores de La Jornada
un testimonio acerca de la autora de una vasta, compleja y deslumbrante obra.
La segunda parte se publicará el domingo próximo
Remedios Varo pertenece a la generación que vivió de manera
consciente y fue marcada por la primera y la Segunda Guerra Mundial. Llegó a
México en 1942 en compañía de Benjamin Péret, a quien había conocido en 1936 en
España, cuando él decidió ir personalmente a expresar su solidaridad a los
anarquistas concentrados en el frente de Aragón y tratar de unirse a las
Brigadas Internacionales.
Cuando comenzaron a vivir juntos en 1937, ella tenía 29 años
de edad y llevaba cuatro separada de su marido, el pintor Gerardo Lizárraga, condiscípulo
suyo en la Academia de San Fernando de Madrid, con quien se había casado en
1930. Su unión con Péret, hombre de extrema izquierda, demuestra que no
compartía la filiación política de su hermano Luis, menor que ella y su adorado
compañero de juegos infantiles, quien militaba en las filas del franquismo. Su
hermano mayor, Rodrigo, era republicano, fue encarcelado por los falangistas y
debió exiliarse en Venezuela para poder ejercer su profesión de médico.
¿Habrá sido Remedios la gacela perdida en un cine de los
bulevares, la que tenía en la mirada picaflores que huían por los espejos, a
quien Péret declara su amor en el poema ¡Hola!, publicado en Je sublime
justamente en 1936?
En 1937 Remedios y Péret llegan a París pensando tramitar su
pronta salida hacia México, alentados por los planes que desde 1936 venía
elaborando en tal sentido André Breton, quien sí logró partir a fines de 1937.
El 9 de junio de 1938 Péret le escribe angustiado la siguiente carta a Breton:
Mi querido André: Recibí ayer tu tarjeta postal. Desde hace
casi seis semanas estoy esperando los papeles que necesito para partir. Fraysse
me ha prometido arreglar las cosas en el Quai d’Orsay, de conseguir un
pasaporte a Remedios y de obtener después nuestras visas diplomáticas. El Quau
d’Orsay nos ha hecho dar vueltas de semana en semana para finalmente negar toda
posibilidad alegando que yo deseo ir allá por razones políticas y que mi pasado
en este terreno no le permite confiar en mí, etc. Ya puedes imaginarlo. Además
también han negado el pasaporte a Remedios y ahora me encuentro con el dinero
del viaje asegurado y en la imposibilidad de partir a causa de este pasaporte y
por la imposibilidad en que estoy de sacar trescientos dólares para depositar
en la aduana mexicana. Telegrafié a Lupe (a quien escribo al mismo tiempo que a
ti) y quien probablemente te ha hablado de esos telegramas.
Testimonio de aquel difícil tiempo parisino lo encontramos
en la Historia del surrealismo de Maurice Nadeau:
Péret, vigilado a su vuelta de España es, algunos meses
después de la movilización, encarcelado por sus actividades revolucionarias.
Evadido durante el éxodo, fue, antes de partir para México, el único
surrealista de nota que residió en París en los años 1940 y 1941. Siempre el
mismo intransigente y el mismo poeta natural y grande. Varias veces corrió el
rumor de su muerte que nunca quisimos creer. Luego se supo que continuaba su
lucha en México.
El 20 de noviembre de 1941, con la ayuda de varios amigos y
vía Casablanca parten Remedios y Péret hacia el Nuevo Mundo. Por la militancia
política de él no pueden ingresar a Estados Unidos y se acogen al único destino
posible: México, donde ella, se ganará la vida diseñando publicidad para la
industria farmacéutica Bayer, decorando paredes y muebles para restaurantes y
residencias y restaurando cerámica prehispánica. Por su parte Péret hace
traducciones y da clases de francés en la Escuela Nacional de Pintura y
Escultura de la Secretaría de Educación Pública y en otros lugares. En una
nómina de esa escuela, de marzo de 1944, el nombre de Péret figura junto al de
Esteban Francés, el pintor que en 1934 iniciara a Remedios en los movimientos
vanguardistas al invitarla a participar en el grupo Logicófobo que él había
organizado en Barcelona. Figuraban también en la nómina Diego Rivera, Germán
Cueto (primo mexicano de Marie Blanchard), dos artistas que habían despertado
el interés de Antonin Artaud: el escultor Luis Ortiz Monasterio y la pintora
María Izquierdo, y Frida Kahlo, la pintora cuya contribución al arte de nuestra
época había sido señalado por Breton como llamada a tomar, entre las diversas
tendencias pictóricas que se abren camino, un valor de participación muy
particular.