LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO ASUME LA TRANSFORMACIÓN DE LA
HISTORIA HUMANA, DESDE SUS ORÍGENES HASTA SU REALIZACIÓN FINAL
Mensaje de Pascua de Fray Raúl
Vera, O.P.
Saltillo Coahuila, 8 de abril de
2012
Soy yo, el Primero y el Último,
el que vive;
estuve muerto, pero ahora
estoy vivo
por los siglos de los siglos (Ap 1,17b-18)
LA CUARESMA NOS PREPARÓ PARA COMPRENDER LA PASCUA DE JESÚS CON
RELACIÓN A LA NUEVA ALIANZA QUE DIOS REALIZA CON LA HUMANIDAD, POR LA MUERTE Y
RESURRECCIÓN DE SU HIJO
A través del camino de la
Cuaresma, en su liturgia, la Iglesia nos fue preparando para la solemne
celebración anual de la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo, es decir, su paso
de la muerte a la vida. Dicha celebración la tenemos en lo que comúnmente
conocemos como la Semana Santa, especialmente en el Triduo Pascual, es decir,
el Jueves Santo con la celebración de la Institución de la Eucaristía en la
Última Cena, el Viernes Santo, con la celebración de la Pasión y Muerte de
Jesús en la Cruz, y la noche del Sábado Santo al Domingo de Resurrección, con la
Vigilia Pascual, donde conmemoramos la Resurrección de Cristo.
En la liturgia de los Domingos
de Cuaresma, la Iglesia ha puesto su mirada en la historia de la Alianza de
Dios con los Patriarcas y con el Pueblo de Israel, para ayudarnos a entender la
Nueva y definitiva Alianza que Dios hace con la humanidad entera, por medio de
la Pascua de Cristo. Este es el principal motivo por el que la Iglesia
conmemora cada año en la Liturgia, de manera solemne, la Pascua de Jesús, porque
quiere que conozcamos profundamente su significado y los efectos impresionantes
que la muerte y resurrección de Cristo tienen para la humanidad entera, a
través de cada momento de su historia.
En las lecturas tomadas del
Antiguo Testamento para la celebración de las misas de los Domingos de Cuaresma
-que se proclaman como la Primera Lectura de la misa- se nos han presentado sucesivamente
en los dos primeros Domingos de Cuaresma, a Noé y a Abraham, ambos depositarios
de parte de Dios de sendas Alianzas (Cf. Gn 9,8-15; Gn 22,1-2. 9-13. 15-18; Cf.
Gn 15,1-29; 17,1-27); en el tercer Domingo de Cuaresma, se proclamó el texto
que contiene los mandamientos que sirvieron de base a la Alianza pactada por
Dios con el pueblo de Israel, a través de Moisés, en el monte Sinaí (Ex
20,1-17).
En los cuarto y quinto Domingos
se nos presentaron Lecturas del Antiguo Testamento que hacen referencia a las
infidelidades que el pueblo cometió contra la Alianza, pero en ambas hay una
respuesta de parte de Dios para restablecer la relación con su Pueblo. En
el Segundo Libro de las Crónicas, en el
texto que se proclama el Cuarto Domingo, hay un recuento de las infidelidades
de Israel a la Alianza, que lo llevan al destierro de Babilonia; sin embargo
Dios, dando cumplimiento a una profecía de Jeremías, hace surgir a Ciro, rey de
Persia, que los hace retornar a su Patria para que la reconstruyan (2 Cro
36,14-16. 19-23).
En el Quinto Domingo de Cuaresma,
que es el Domingo previo al Domingo de Ramos, se propone un texto del profeta
Jeremías, que ya hace referencia a la Nueva y definitiva Alianza que Dios
realizaría con su pueblo. Con este texto que se proclama en las cercanías de la
Fiesta de la Pascua, la Iglesia quiere ayudarnos a entender el núcleo profundo
de la Nueva Alianza que vino a pactar con la humanidad entera el Hijo de Dios
hecho hombre, Nuestro Señor Jesucristo.
Vale la pena releer el texto
íntegro: Van a llegar días - oráculo del
Señor - en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una
nueva alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de
la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice
estrago en ellos - oráculo del Señor - Sino que ésta será la alianza que yo
pacte con la casa de Israel, después de aquellos días - oráculo del Señor -:
pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su
Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su
prójimo y el otro a su hermano, diciendo: "Conozcan al Señor", pues
todos ellos me conocerán del más chico al más grande - - oráculo del Señor -
cuando perdone su culpa y de su pecado no vuelva a acordarme. (Jer
31,31-34)
LA LITURGIA DE LA VIGILIA PASCUAL NOS AYUDA A ENTENDER EL SIGNIFICADO
DE LA PASCUA DE JESÚS EN RELACIÓN CON LA NUEVA ALIANZA
Los textos del Antiguo
Testamento que se nos proponen para ser proclamados en la Liturgia de la
Vigilia Pascual, nos ayudan a profundizar en el significado de la Alianza que
Dios hace con la humanidad, por medio de la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo.
Hagamos para ello algunas reflexiones en torno a cada uno de estos textos
bíblicos.
La Nueva Alianza de Cristo, por medio de su Pascua, viene a restaurar
y fortalecer el Plan de Dios para la creación entera y el lugar que en ella
ocupa el ser humano
La Alianza redentora de Cristo tiene una relación estrecha con la
creación del hombre y del resto de las criaturas, así como del universo entero.
Por ello la liturgia de la Palabra en la Vigilia Pascual se abre con el relato
de la creación en el libro del Génesis (1,1 - 2,2). La Alianza Nueva de Dios
con los hombres y las mujeres que pueblan la tierra a través de la historia,
está ligada íntimamente al plan originario que Dios dispuso para su creación y
el lugar que como responsables de ella dio a los seres humanos, representados,
en el primer momento de la creación del hombre, por los primeros padres, como
narra el Libro del Génesis (Cf. Gn 1,27-30; 2,8-24). Este plan fue dañado por
el pecado del hombre (Cf. 3,1-22). La Nueva Alianza debemos entenderla como una
restauración del plan originario, llevándolo a su plenitud en Cristo, porque
por su muerte y resurrección se instauran en él todas las cosas, las del cielo
y las de la tierra (Cf. Ef 1,9-10; Col 1,19).
La Nueva Alianza de Jesús por su
Pascua, instaura una relación de confianza entre Dios y la familia humana a
partir del reconocimiento de nuestra propia dignidad de hijas e hijos de Dios
También la Alianza de Cristo nos
abre el camino a una relación de total confianza con Dios, no de una sumisión movida
por un temor servil, sino de creaturas que glorifican a su Creador desde la
conciencia de su dignidad de hijas e hijos suyos. Esta es la actitud de Abraham
y de su propio hijo Isaac, en el pasaje del Génesis (22,1-18) que se proclama
como Segunda Lectura en la Vigilia Pascual. Dios rescata por su intervención en la
historia nuestra dignidad humana, es decir, readquirimos conciencia de la
imagen suya que portamos en nuestro ser. De ella brota la confianza y el
abandono filial que Abraham muestra ante Dios en este pasaje del Libro del
Génesis.
La Nueva Alianza de Jesús por su
Pascua destruye las esclavitudes y abre el camino para constituirnos como una
sola Familia Humana
La Pascua de Jesús es su “paso”
(eso significa la palabra Pascua) de la muerte a la vida, Pascua a la que Él
nos asocia como parte de su ser, de su persona, por medio del bautismo por el
que, como dice San Pablo, somos injertados en su muerte, que es una muerte al
pecado, para vivir con Él una vida nueva (Cf. Rm 6,3-8). Cristo por su Pascua
nos hace entrar en un proceso de liberación de nuestro antiguo modo de ser,
modelado por el pecado, para la justicia y para la verdad. La segunda lectura
tomada del libro del Éxodo(14,15-15,1), que es el paso del Pueblo de Israel por
el mar Rojo, es una prefiguración de nuestro bautismo. El pueblo de Israel que
fue liberado de sus esclavizadores los egipcios, emprendió un camino de
libertad y de autorealización como pueblo, ya no como un apéndice de los
egipcios. La Nueva Alianza en Cristo le da a la humanidad la posibilidad de
constituirse como un gran pueblo de pueblos, como una sola familia.
La Iglesia debe entender así su
misión en el mundo, ser portadora de esta Alianza para toda la familia humana,
como lo expresa el Concilio Vaticano II: Aquel pueblo mesiánico
(la Iglesia), por tanto, aunque de
momento no contenga a todos los hombres, y muchas veces aparezca como una
pequeña grey es, sin embargo, el germen firmísimo de unidad, de esperanza y de
salvación para todo el género humano (Documentos del Concilio Ecuménico
Vaticano II, Lumen Gentium n. 9).
La Nueva Alianza que Jesús
realiza con su Pascua, derrama sobre el mundo y la humanidad entera el amor
misericordioso y restaurador de Dios
También la Nueva Alianza de Dios
con el género humano, por medio de su Hijo, a través de su muerte y
resurrección, significa el despliegue del amor misericordioso de Dios sobre
todos los seres humanos. El primer texto de Isaías que nos ofrece la liturgia
de la Vigilia Pascual (Is 54, 4-14), históricamente se le considera un oráculo
pronunciado por el profeta en los tiempos en que el pueblo judío regresaba del
destierro de Babilonia a reconstruir su patria. La desgracia del destierro tuvo
su origen en sus abusos e injusticias, en el desorden moral, por ello en este
texto se habla del amor compasivo de Dios, lleno de una misericordia que
reconstruye a la persona y eleva la esperanza del pueblo para sacar de las
ruinas su nación.
Cito algunos textos de esa
lectura: Por un breve instante te abandoné,
pero con gran compasión te recogeré. Porque los montes se correrán y las
colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará y mi alianza de paz
no se moverá - dice el Señor- que tiene compasión de ti. Pobre, zarandeada y desconsolada,
haré de rubí tus baluartes, tus puertas de piedras de cuarzo y tus murallas de
piedras preciosas. Yo instruiré a tus reconstructores, será grande la dicha de
tus hijos. En justicia serás consolidada. Lejos de la opresión nada temerás, y el
terror no se acercará a ti. (Is 54, 7.10-14)
La Nueva Alianza que Jesús
realiza por su Pascua abre gratuitamente y sin reservas, espacios inéditos de
realización plena a la familia humana
El segundo texto del Profeta
Isaías, que nos presenta la Liturgia de la Vigilia Pascual (Is 55,1-11), nos
muestra que Dios, por la Nueva Alianza con la humanidad que Dios realiza a
través de la Muerte y Resurrección de Cristo, abre gratuitamente un espacio
inédito para la vida humana, Jesús su Hijo a pagado nuestro pecado con el
precio de su sangre derramada por nuestro rescate. En ese espacio, que es la comunión
con Dios, las tinieblas se vuelven luz, lo inaccesible se vuelve accesible, lo
que no se podía esperar que se realizara, es posible que acontezca, lo
inalcanzable se pone a la mano.
Acerquémonos al texto del Isaías
al que me estoy refiriendo: ¡Oh, todos
los sedientos, vayan por agua, y los que no tienen dinero, vengan, compren y
coman, sin dinero, y sin pagar, vino y leche sin pagar! ¿Por qué gastar dinero
en lo que no es pan, y su salario en lo que no sacia? Háganme caso y coman cosa
buena, y disfrutarán con algo sustancioso. Apliquen el oído y acudan a mí,
oigan y vivirá su alma. Pues voy a firmar con ustedes una alianza eterna.
Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los
de ustedes y mis pensamientos a los de ustedes. Como descienden la lluvia y la
nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan
y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así
será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que
haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié. (Is
55,1-3. 9-11).
La Nueva Alianza, que Cristo
realiza por su Pascua es un principio revitalizador del sentido verdadero de la
vida humana
La Nueva Alianza garantiza la sabiduría para todas y todos quienes la aceptan.
Apartarse de la sabiduría que nos viene de nuestro Creador es perder el sentido
de la vida, personal y comunitaria. El autor de esta Nueva Alianza, Cristo
Jesús Señor Nuestro, es la Sabiduría creadora en persona, es el Hijo de Dios a
través de quien su Padre, establece su Alianza con la entera familia humana. En
la Vigilia Pascual se proclama un texto del Profeta Baruc (3,9-15.32-4,4), a
quien en su actividad histórica correspondió animar al pueblo de Israel durante
su exilio en Babilonia. El texto que se propone para iluminar nuestra
conciencia acerca del significado de la Nueva Alianza, es un reclamo al pueblo
exiliado, que ha caído en desgracia por haber traicionado la Antigua Alianza
pactada por los padres de ese pueblo en el Monte Sinaí, y no haber escuchado
las palabras de los profetas que los invitaban a la fidelidad a esa Alianza. La
Iglesia pone a nuestra consideración la palabra de Baruc, para que valoremos
que la sabiduría contenida en el Evangelio de Jesús, que es el Estatuto de la
Nueva Alianza pactada por Él, nos ilumina el verdadero sentido de la vida, en
el orden personal y social.
La Nueva Alianza que Jesús
realiza por su Muerte y Resurrección, impulsa en el mundo una fuerza
humanizadora de la sociedad
El texto del profeta Ezequiel
(Ez 36,16-28) que se proclama como última lectura de la serie de textos del
Antiguo Testamento que se nos proponen durante la Vigilia Pascual, hace
referencia nuevamente a las infidelidades del pueblo de Israel a la Antigua
Alianza, que fueron causa de su destierro por las naciones pero, no obstante la
dureza de corazón de ese pueblo, por amor a su Nombre que debe ser conocido por
todos los pueblos de la Tierra, para encontrar en Él la vida, Dios anuncia una
intervención suya en la historia del pueblo rebelde, para cambiar su corazón y
mostrar así su santidad ante las naciones por donde estuvieron dispersos. Su
intervención consistiría en darles un corazón nuevo e infundir en ellos un
espíritu nuevo, convertir su corazón de piedra en un corazón de carne; infundir
en ellos su Espíritu para que caminaran según sus preceptos y guardaran sus
leyes (Cf. Ez 36,20-27). En una palabra, Dios anuncia un cambio en los
criterios de las personas para construir la historia personal y comunitaria, y
un cambio de sensibilidad ante Dios y ante sus semejantes, para decidir sus
opciones de vida, sin dañarse a sí mismos y a su prójimo.
En el texto de Ezequiel
proclamado durante la Vigilia Pascual, Dios dice al profeta con respecto a
Israel: Hijo de hombre, los de la casa de
Israel que habitaban en su tierra, la contaminaron con su conducta y sus obras (Ez
36,17); es importante saber a qué conducta y qué obras se refiere Dios, para
entender el cambio de giro en la vida y en la conducta del pueblo de Israel que
Él quiere provocar con su intervención. Veamos pues cual es la conducta del
pueblo que Dios no tolera y quiere cambiar: Ahí
están dentro de ti los príncipes de Israel, cada uno según su poder, sólo
ocupados en derramar sangre. En ti se desprecia al padre y a la madre, en ti se
maltrata al forastero residente, en ti se oprime al huérfano y a la viuda. Uno
comete abominación con la mujer de su prójimo, el otro se contamina de manera
infame con su nuera, otro hace violencia a su hermana, la hija de su propio
padre; en ti se acepta soborno para derramar sangre; tomas a usura e interés,
explotas a tu prójimo con violencia, los príncipes que en ella residen son como
un león rugiente que desgarra su presa. Han devorado a la gente, se han
apoderado de haciendas y joyas, han multiplicado las viudas en medio de ella (Ez
22,6-7.11-12. 25).
Dios, por medio de Ezequiel,
anunciaba de una intervención suya en forma definitiva, para cambiar en todos
los pueblos de la tierra situaciones semejantes a las que se vivían en ese
momento en Israel, a través de la Nueva Alianza. De ello habló también por
medio del profeta Jeremías, contemporáneo de Ezequiel (Cf. Jr 31,31-34).
De este texto de Ezequiel,
nosotros entendemos que la Nueva Alianza que Dios hace por medio de su Hijo, se
humaniza la tierra, los seres humanos que la aceptan empiezan a retirarse de
todo lo abominable que puede haber en su comportamiento.
POR LA NUEVA ALIANZA JESÚS ESTABLECE UN ORDEN NUEVO EN LA SOCIEDAD, EL
REINO DE DIOS
La Nueva Alianza de Dios con la
humanidad, por medio de la muerte y resurrección de Cristo, tiene como
principal objetivo la restauración del proyecto originario querido por Dios
desde la creación del mundo, restauración que tiene su fundamento en su Hijo
Jesucristo, por quien y para quien fueron creadas todas las cosas, en cuya
persona se instaura un orden nuevo, que en palabras del mismo Jesús, recibe el
nombre de Reino de Dios (Cf. Mc 1,15; Mt 12,28; Lc 4,43; 10,9-11; 16,16;
17,21-21; Jn 18,36-37; Hch 1,3). Este acontecimiento la Iglesia lo ha difundido
desde la primera predicación apostólica (Cf. Hch 8,12; 19,8; 20,25; 28,23.31).
Este orden nuevo, el Reino de
Dios, se establece en el mundo a través de la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo;
su muerte obtiene el perdón del pecado del mundo, y la fuerza poderosa de su
Resurrección impulsa el advenimiento de este nuevo orden en la tierra.
Escuchemos a San Pablo en la carta a los Efesios: “Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les
conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; que
ilumine los ojos de su corazón para que conozcan cuál es la esperanza a la que
han sido llamados por Él; cuál la gloriosa riqueza otorgada por él en herencia
a los santos, y cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los
creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa. Dios desplegó esta
fuerza en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra
en los cielos. Sometió todo bajo sus pies, le constituyó Cabeza suprema de la
Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo. (Ef
1, 18-20.22-23).
Al respecto, el Concilio
Ecuménico Vaticano II, dice en la Constitución Lumen Gentium: Ese pueblo
mesiánico (la Iglesia) tiene por Cabeza a Cristo "que fue entregado por
nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación" (Rom., 4,25), y
habiendo conseguido un nombre que está sobre todo nombre, reina ahora
gloriosamente en los cielos. Tienen por condición la dignidad y libertad de los
hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo.
Tiene por ley el nuevo mandato de amar, como el mismo Cristo nos amó (cf. Jn.,
13,34). Tienen… como fin la dilatación del Reino de Dios, incoado por el mismo
Dios en la tierra. (n. 9)
Quienes nos reconocemos
discípulos seguidores de Cristo, miembros de su Iglesia, somos colaboradores y
colaboradoras de la Nueva y Definitiva Alianza que Él ha consumado con su
muerte y resurrección en beneficio de toda la humanidad. Los dones que Dios
despliega para bien del género humano a través de la Pascua de Jesús, le abren
al mundo una esperanza de vida nueva, lo que significa que Cristo resucitado
ofrece una salida a la situación dramática que vive en estos momentos de su
historia la familia humana.
La situación dramática que vive
el mundo, México y Coahuila es un desafío para quienes trabajamos por el
establecimiento del Reino de Dios en la historia
Al hablar de situación dramática
me refiero a países bañados de sangre, como consecuencia de guerras fratricidas
e invasiones extranjeras injustas; desastres climáticos provocados en diversas
regiones de la tierra, que dañan a poblaciones enteras, como consecuencia de la
explotación irracional del planeta, impulsada por una desmesurada ambición de
riqueza; a la irresponsable actuación de muchos gobiernos del mundo, dentro de
los cuales, personas sin escrúpulos han trocado la noble finalidad del quehacer
político, para convertirlo en instrumento de producción de esclavos y esclavas,
pues hacen de los trabajadores y trabajadoras una mercancía, al ponerlas en
manos de las grandes multinacionales y de empresas nacionales con poder, a quienes
facilitan contratos con salarios de hambre, les permiten la desaparición de los
derechos laborales y la anulación de la defensa sindical.
A todo lo anterior se agrega la
cada vez más preocupante trata de personas, de la que de manera especial son
víctimas las mujeres, los niños y los migrantes; se trata de personas que son
obligadas a trabajar en condiciones de esclavitud total, privadas de la
libertad y viviendo en condiciones infrahumanas con trato cruel y degradante.
Todas estas injurias y violaciones a la dignidad de la persona humana se
realizan de manera impune y, como hemos dicho, con la complicidad de los
funcionarios de los Estados.
De manera particular tendemos la
mirada sobre México y nuestro estado de Coahuila, donde contemplamos una
violencia que no se detiene ni disminuye: desapariciones forzadas –en Coahuila
personas muy jóvenes en una cantidad considerable son víctimas de este crimen
en estos momentos- cada día en charlas familiares y de amigos, nos vamos enterando
de que a personas cercanas les han desaparecido familiares; las muertes cada
día por todo el país y en nuestro estad, son noticias en la prensa. Las
balaceras que campean en determinadas zonas de las ciudades siguen siendo parte
de nuestro acontecer diario, y en ellas continúan muriendo personas
directamente implicadas en los encuentros, y transeúntes que inocentemente se
encontraban ahí. La violencia dentro de los centros de reclusión es algo que se
ha convertido en dato ordinario; lo que nombran con el eufemismo de
“auto-gobierno” de los penales, en el lenguaje coloquial de los funcionarios
públicos, no es otra cosa que el control que ejercen las mafias al interior de
los centros de detención, quienes amenazan, extorsionan, golpean y asesinan a
los internos. Violencia parecida también comienza a aparecer en los penales
femeniles.
Los inconsistencias del sistema
político Mexicano analizadas y calificadas por un Organismo de Derechos Humanos
de la ONU
La Comisión Nacional de Derechos
Humanos (CNDH) en su portal, enumera ya por miles las violaciones a los
derechos humanos perpetradas por miembros del Ejército y los cuerpos
policiacos, en esta guerra contra el crimen organizado. El Grupo de Trabajo
sobre Desapariciones Forzadas de la ONU, que realizó una visita a nuestro país
durante el mes de marzo del 2011, presentó el informe de los resultados de
dicha visita el 5 de marzo pasado, ante
la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra. La misma Comisión vino a
México a presentar el Informe. En la ciudad de Saltillo estuvieron el 28 de
marzo de este año. El
informe recomienda a las autoridades “considerar en el corto
plazo el retiro de las fuerzas militares de las operaciones de seguridad
pública”
(n. 90). Y añade: “El Grupo de Trabajo recomienda adoptar
legislación, normas y protocolos para regular el uso de la fuerza por parte del
Ejército y todas las corporaciones policiales” (n. 91)
Las razones que la
Comisión tiene para recomendar esto, se leen en el cuerpo de su informe: “las Fuerzas Armadas no se limitan
a actuar como auxiliares de las autoridades civiles y a aceptar sus órdenes
(como lo establecen la Constitución y los criterios de la SCJN), sino que
realizan tareas que corresponden exclusivamente a las autoridades civiles” (n. 23). Y agrega todavía: “La
lógica y entrenamiento del ejército y la policía son diferentes y por lo tanto
los operativos militares desplegados en el contexto de la seguridad pública
deben ser estrictamente restringidos y adecuadamente supervisados por
autoridades civiles” (n. 25).
Hago estos señalamientos para indicar que, ante el Grupo de Trabajo
sobre Desapariciones Forzadas, que
depende de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, el gobierno mexicano sale
reprobado no solamente en sus métodos para enfrentar al crimen organizado, sino
también en su voluntad de arreglar las cosas, pues en el apartado de
Observaciones de la Comisión se lee: “Las
víctimas de desaparición forzada no confían en el sistema de justicia, en los
ministerios públicos, la policía y las fuerzas armadas. La impunidad es un
patrón crónico y presente en los casos de desapariciones forzadas y no se están
realizando los esfuerzos suficientes para determinar la suerte o el paradero de
las personas desaparecidas, sancionar a los responsables y garantizar el
derecho a la verdad y la reparación. Parecería que México no tiene la voluntad o
es incapaz de realizar investigaciones efectivas en casos de desapariciones
forzadas” (n. 76).
El Informe, fundamentado en las palabras de las víctimas que son
ciudadanos y ciudadanas mexicanas, fue realizado por expertos en justicia y
derecho, con experiencia a nivel internacional para juzgar la consistencia o
inconsistencia de los sistemas políticos, analizados desde la perspectiva de
los derechos humanos. Debido a esto, tal Informe nos muestra que en México y
Coahuila estamos mal, no por casualidad, sino por deficiencias y complicidades
en los organismos de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial en los tres
niveles de gobierno, lo que significa que la restauración del país no es
imposible, que existe un camino por la vía institucional para reordenar las
cosas y para que volvamos a la paz, siempre y cuando exista la voluntad
política y la honestidad suficientes en quienes son responsables del
funcionamiento de las instituciones de dichos poderes, para que regresemos a un
auténtico régimen democrático y a un estado de derecho, en donde desaparezcan
las complicidades criminales, las perversiones en el desempeño de la función
pública y la impunidad.
Una palabra de ánimo
de Su Santidad Benedicto XVI a las y los mexicanos
En su reciente
visita a México, el Papa Benedicto XVI, al tanto de la situación que vivimos
los mexicanos, nos dio su palabra esperanzadora: “(El reinado de
Jesús) no consiste en el poder de sus
ejércitos para someter a los demás por la fuerza o la violencia. Se funda en un
poder más grande que gana los corazones: el amor de Dios que Él ha traído al
mundo con su sacrificio y la verdad de la que ha dado testimonio”. (Misa en el
Parque Bicentenario Marzo 25, 2012). “El discípulo de Jesús no responde al mal
con el mal, sino que es siempre instrumento del bien, heraldo del perdón,
portador de la alegría, servidor de la unidad” (Plaza de la Paz,
Guanajuato, Gto. Marzo 24, 2012).
“Ustedes no están solos en los contratiempos...
Todos estamos unidos en los padecimientos y en la consolación (cf. 2 Co 1,5). Sepan que cuentan con un
lugar destacado en la plegaria de quien recibió de Cristo el encargo de
confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc
22,31), que les anima también en la misión de hacer que nuestro Señor
Jesucristo sea cada vez más conocido, amado y seguido en estas tierras, sin
dejarse amedrentar por las contrariedades… Estén del lado de quienes son
marginados por la fuerza, el poder o una riqueza que ignora a quienes carecen
de casi todo” (Vísperas en la Catedral de León, Marzo 25, 2012).
La
Nueva Alianza establecida por Dios con la humanidad por medio de su Hijo
Jesucristo y el Reino de Dios que de ella surge, son una respuesta
esperanzadora para estos momentos de nuestra historia
Iluminados
por el misterio de la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo, a manera de
conclusión de esta reflexión pascual, ponemos nuestra mirada en el Proyecto del
Reino de Dios, incoado por el mismo Dios en esta tierra, a cuyo dinamismo
salvador y liberador nos introduce con pleno derecho la Cruz redentora de Cristo,
en el transcurso histórico de nuestra vida, y cuya plenitud se alcanzará en la
eternidad.
A la
luz de su Pascua comprendemos que el Reino de Dios está en perfecta consonancia
con la obra creadora de Dios, restaurada ahora en Cristo, el Alfa y la Omega,
que recapitula, asume y lleva a plenitud toda la historia. Las y los miembros
de la familia humana somos llamados a ser colaboradores de Cristo en esta
conducción suya de la historia, para que todos y todas podamos vivir la
plenitud del amor de Dios y de su sabiduría, de la verdad y la justicia que
Jesús, con su victoria sobre la muerte, ofrece a quienes aceptemos su Proyecto
mientras vivimos en el tiempo nuestro proceso histórico. Servimos en ese amor y
esa justicia a las y los demás, y alcanzamos al final de nuestra peregrinación
terrena la estatura del hombre perfecto en Cristo, en el orden personal y
comunitario, y entramos así a vivir en la comunión eterna con Dios y con todas
las y los justos en el cielo.
Por
nuestra colaboración libre con Cristo, para construir en la historia nuestra
propia plenitud y la de la entera familia humana, en el Reino de Dios
recuperamos nuestra dignidad de hijas e hijos de Dios, y vivimos en el amor y la verdad, la unidad y
la solidaridad.
Rescatada nuestra dignidad por
Cristo, vivimos la libertad de las hijas y de los hijos de Dios, construimos el
proyecto del Reino de Dios en la historia, en una relación llena de confianza
con Dios y entre nosotros mismos y entre nosotras mismas en Dios. Desechamos
los intereses mezquinos y egoístas que originan las fracturas dolorosas entre
personas, comunidades y pueblos, y nos hacemos capaces de construir la única
familia humana con la fuerza del amor de Dios.
En el Reino de Dios se vive
comunitariamente la experiencia del amor restaurador y misericordioso de Dios,
que se ha manifestado de manera espléndida en la muerte redentora de su Hijo en
la Cruz, amor que es el principio de unidad de la familia humana rescatada por
Cristo. En Él estamos llamados a construir un mundo sin exclusiones ni
explotación, sin abusos ni fraudes, sin mentira ni odios. En el Reino de Dios
al que están destinados y destinadas todos y todas quienes habitan en este
mundo, se vive un proyecto en el que se realiza el sentido verdadero de la vida
humana, donde la actividad de las personas humaniza el ambiente social, y no
hay lugar para el trato humillante a nadie, ni para la crueldad con persona
alguna y el trato degradante. El Reino de Dios es un Reino de vida, de amor, de
verdad, de perdón, de gracia, de justicia y de paz. En él no existe espacio
para el odio, la injusticia y la muerte, y ningún género de destrucción de la
vida misma y de todo aquello que la alimenta y la sustenta.
A las innumerables víctimas de
la violencia, la corrupción y la impunidad que imperan en México y en Coahuila,
les queremos decir que, así como Jesús nos ofrece su Alianza redentora y liberadora
con un fuerte compromiso con toda la humanidad, nosotras y nosotros, portadoras
y portadores, actoras y actores de la Nueva Alianza, identificadas e
identificados con el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, nos declaramos
plenamente solidarios y solidarias con su causa, sus clamores y dolor, y no
cesaremos de acompañarles de manera muy cercana y comprometida en su lucha por
la justicia, para que sus esfuerzos, que están íntimamente unidos a la Muerte y
Resurrección de Cristo, lleguen a conseguir lo que tanto anhelan, el retorno de
sus seres queridos, en el caso de las desapariciones forzadas, así como la
justicia y la reparación del daño para ustedes mismas, ustedes mismos y sus
seres queridos.
Nos sentimos profundamente cercanas
y cercanos con los familiares de quienes han sido asesinados y asesinadas; con
quienes sufren amenazas, secuestros, robos, extorsiones y cualquier otro tipo de
violencia que se ejerce contra ustedes, de parte de las bandas del crimen
organizado y de las autoridades corruptas con ellos; con quienes padecen
persecución por exigir justicia para sí mismos, para sí mismas o para otros,
caminamos unidas y unidos por la misma causa. Pedimos la paz para quienes están
sufriendo, tanto en sus corazones como en el seno de sus familias, y trabajamos
junto con ustedes, para que en el horizonte de México pronto veamos surgir el
sol de justicia que es Cristo Resucitado y Liberador del mundo, Señor de la
historia. No se cansen de luchar les pedimos, que tarde que temprano
cosecharemos la paz y la justicia tan anheladas.
Con mucho cariño abrazo y
bendigo a todas y todos, a cada una y a cada uno, sin excepción, y con una
profunda esperanza en Cristo Resucitado les saludo también con el mismo gesto
que Él dio a sus discípulos en Jerusalén, aquella tarde del Domingo de su
Resurrección: “¡LA PAZ ESTÉ CON USTEDES!”. Esta Paz sigue pasando por entre los
corazones de los hombres y de las mujeres en la historia de la humanidad.
¡ALELUYA, CRISTO HA RESUCITADO! ¡MUCHAS FELICIDADES POR LAS FIESTAS DE
LA PASCUA DE RESURRECCIÓN!