Thursday, April 12, 2012

Mensaje de Pascua de Fray Raúl Vera, O.P.



LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO ASUME LA TRANSFORMACIÓN DE LA HISTORIA HUMANA, DESDE SUS ORÍGENES HASTA SU REALIZACIÓN FINAL
Mensaje de Pascua de Fray Raúl Vera, O.P.
Saltillo Coahuila, 8 de abril de 2012

Soy yo, el Primero y el Último, el que vive;
estuve muerto, pero ahora estoy vivo
por los siglos de los siglos (Ap 1,17b-18)

LA CUARESMA NOS PREPARÓ PARA COMPRENDER LA PASCUA DE JESÚS CON RELACIÓN A LA NUEVA ALIANZA QUE DIOS REALIZA CON LA HUMANIDAD, POR LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE SU HIJO

A través del camino de la Cuaresma, en su liturgia, la Iglesia nos fue preparando para la solemne celebración anual de la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo, es decir, su paso de la muerte a la vida. Dicha celebración la tenemos en lo que comúnmente conocemos como la Semana Santa, especialmente en el Triduo Pascual, es decir, el Jueves Santo con la celebración de la Institución de la Eucaristía en la Última Cena, el Viernes Santo, con la celebración de la Pasión y Muerte de Jesús en la Cruz, y la noche del Sábado Santo al Domingo de Resurrección, con la Vigilia Pascual, donde conmemoramos la Resurrección de Cristo.

En la liturgia de los Domingos de Cuaresma, la Iglesia ha puesto su mirada en la historia de la Alianza de Dios con los Patriarcas y con el Pueblo de Israel, para ayudarnos a entender la Nueva y definitiva Alianza que Dios hace con la humanidad entera, por medio de la Pascua de Cristo. Este es el principal motivo por el que la Iglesia conmemora cada año en la Liturgia, de manera solemne, la Pascua de Jesús, porque quiere que conozcamos profundamente su significado y los efectos impresionantes que la muerte y resurrección de Cristo tienen para la humanidad entera, a través de cada momento de su historia.

En las lecturas tomadas del Antiguo Testamento para la celebración de las misas de los Domingos de Cuaresma -que se proclaman como la Primera Lectura de la misa- se nos han presentado sucesivamente en los dos primeros Domingos de Cuaresma, a Noé y a Abraham, ambos depositarios de parte de Dios de sendas Alianzas (Cf. Gn 9,8-15; Gn 22,1-2. 9-13. 15-18; Cf. Gn 15,1-29; 17,1-27); en el tercer Domingo de Cuaresma, se proclamó el texto que contiene los mandamientos que sirvieron de base a la Alianza pactada por Dios con el pueblo de Israel, a través de Moisés, en el monte Sinaí (Ex 20,1-17).

En los cuarto y quinto Domingos se nos presentaron Lecturas del Antiguo Testamento que hacen referencia a las infidelidades que el pueblo cometió contra la Alianza, pero en ambas hay una respuesta de parte de Dios para restablecer la relación con su Pueblo. En el  Segundo Libro de las Crónicas, en el texto que se proclama el Cuarto Domingo, hay un recuento de las infidelidades de Israel a la Alianza, que lo llevan al destierro de Babilonia; sin embargo Dios, dando cumplimiento a una profecía de Jeremías, hace surgir a Ciro, rey de Persia, que los hace retornar a su Patria para que la reconstruyan (2 Cro 36,14-16. 19-23).

En el Quinto Domingo de Cuaresma, que es el Domingo previo al Domingo de Ramos, se propone un texto del profeta Jeremías, que ya hace referencia a la Nueva y definitiva Alianza que Dios realizaría con su pueblo. Con este texto que se proclama en las cercanías de la Fiesta de la Pascua, la Iglesia quiere ayudarnos a entender el núcleo profundo de la Nueva Alianza que vino a pactar con la humanidad entera el Hijo de Dios hecho hombre, Nuestro Señor Jesucristo.

Vale la pena releer el texto íntegro: Van a llegar días - oráculo del Señor - en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos - oráculo del Señor - Sino que ésta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días - oráculo del Señor -: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: "Conozcan al Señor", pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande - - oráculo del Señor - cuando perdone su culpa y de su pecado no vuelva a acordarme. (Jer 31,31-34)

LA LITURGIA DE LA VIGILIA PASCUAL NOS AYUDA A ENTENDER EL SIGNIFICADO DE LA PASCUA DE JESÚS EN RELACIÓN CON LA NUEVA ALIANZA

Los textos del Antiguo Testamento que se nos proponen para ser proclamados en la Liturgia de la Vigilia Pascual, nos ayudan a profundizar en el significado de la Alianza que Dios hace con la humanidad, por medio de la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo. Hagamos para ello algunas reflexiones en torno a cada uno de estos textos bíblicos.

La Nueva Alianza de Cristo, por medio de su Pascua, viene a restaurar y fortalecer el Plan de Dios para la creación entera y el lugar que en ella ocupa el ser humano
La Alianza redentora  de Cristo tiene una relación estrecha con la creación del hombre y del resto de las criaturas, así como del universo entero. Por ello la liturgia de la Palabra en la Vigilia Pascual se abre con el relato de la creación en el libro del Génesis (1,1 - 2,2). La Alianza Nueva de Dios con los hombres y las mujeres que pueblan la tierra a través de la historia, está ligada íntimamente al plan originario que Dios dispuso para su creación y el lugar que como responsables de ella dio a los seres humanos, representados, en el primer momento de la creación del hombre, por los primeros padres, como narra el Libro del Génesis (Cf. Gn 1,27-30; 2,8-24). Este plan fue dañado por el pecado del hombre (Cf. 3,1-22). La Nueva Alianza debemos entenderla como una restauración del plan originario, llevándolo a su plenitud en Cristo, porque por su muerte y resurrección se instauran en él todas las cosas, las del cielo y las de la tierra (Cf. Ef 1,9-10; Col 1,19).

La Nueva Alianza de Jesús por su Pascua, instaura una relación de confianza entre Dios y la familia humana a partir del reconocimiento de nuestra propia dignidad de hijas e hijos de Dios
También la Alianza de Cristo nos abre el camino a una relación de total confianza con Dios, no de una sumisión movida por un temor servil, sino de creaturas que glorifican a su Creador desde la conciencia de su dignidad de hijas e hijos suyos. Esta es la actitud de Abraham y de su propio hijo Isaac, en el pasaje del Génesis (22,1-18) que se proclama como Segunda Lectura en la Vigilia Pascual.  Dios rescata por su intervención en la historia nuestra dignidad humana, es decir, readquirimos conciencia de la imagen suya que portamos en nuestro ser. De ella brota la confianza y el abandono filial que Abraham muestra ante Dios en este pasaje del Libro del Génesis.

La Nueva Alianza de Jesús por su Pascua destruye las esclavitudes y abre el camino para constituirnos como una sola Familia Humana
La Pascua de Jesús es su “paso” (eso significa la palabra Pascua) de la muerte a la vida, Pascua a la que Él nos asocia como parte de su ser, de su persona, por medio del bautismo por el que, como dice San Pablo, somos injertados en su muerte, que es una muerte al pecado, para vivir con Él una vida nueva (Cf. Rm 6,3-8). Cristo por su Pascua nos hace entrar en un proceso de liberación de nuestro antiguo modo de ser, modelado por el pecado, para la justicia y para la verdad. La segunda lectura tomada del libro del Éxodo(14,15-15,1), que es el paso del Pueblo de Israel por el mar Rojo, es una prefiguración de nuestro bautismo. El pueblo de Israel que fue liberado de sus esclavizadores los egipcios, emprendió un camino de libertad y de autorealización como pueblo, ya no como un apéndice de los egipcios. La Nueva Alianza en Cristo le da a la humanidad la posibilidad de constituirse como un gran pueblo de pueblos, como una sola familia.

La Iglesia debe entender así su misión en el mundo, ser portadora de esta Alianza para toda la familia humana, como lo expresa el Concilio Vaticano II: Aquel pueblo mesiánico (la Iglesia), por tanto, aunque de momento no contenga a todos los hombres, y muchas veces aparezca como una pequeña grey es, sin embargo, el germen firmísimo de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano (Documentos del Concilio Ecuménico Vaticano II, Lumen Gentium n. 9).

La Nueva Alianza que Jesús realiza con su Pascua, derrama sobre el mundo y la humanidad entera el amor misericordioso y restaurador de Dios
También la Nueva Alianza de Dios con el género humano, por medio de su Hijo, a través de su muerte y resurrección, significa el despliegue del amor misericordioso de Dios sobre todos los seres humanos. El primer texto de Isaías que nos ofrece la liturgia de la Vigilia Pascual (Is 54, 4-14), históricamente se le considera un oráculo pronunciado por el profeta en los tiempos en que el pueblo judío regresaba del destierro de Babilonia a reconstruir su patria. La desgracia del destierro tuvo su origen en sus abusos e injusticias, en el desorden moral, por ello en este texto se habla del amor compasivo de Dios, lleno de una misericordia que reconstruye a la persona y eleva la esperanza del pueblo para sacar de las ruinas su nación.

Cito algunos textos de esa lectura: Por un breve instante te abandoné, pero con gran compasión te recogeré. Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará y mi alianza de paz no se moverá - dice el Señor- que tiene compasión de ti. Pobre, zarandeada y desconsolada, haré de rubí tus baluartes, tus puertas de piedras de cuarzo y tus murallas de piedras preciosas. Yo instruiré a tus reconstructores, será grande la dicha de tus hijos. En justicia serás consolidada. Lejos de la opresión nada temerás, y el terror no se acercará a ti. (Is 54, 7.10-14)

La Nueva Alianza que Jesús realiza por su Pascua abre gratuitamente y sin reservas, espacios inéditos de realización plena a la familia humana
El segundo texto del Profeta Isaías, que nos presenta la Liturgia de la Vigilia Pascual (Is 55,1-11), nos muestra que Dios, por la Nueva Alianza con la humanidad que Dios realiza a través de la Muerte y Resurrección de Cristo, abre gratuitamente un espacio inédito para la vida humana, Jesús su Hijo a pagado nuestro pecado con el precio de su sangre derramada por nuestro rescate. En ese espacio, que es la comunión con Dios, las tinieblas se vuelven luz, lo inaccesible se vuelve accesible, lo que no se podía esperar que se realizara, es posible que acontezca, lo inalcanzable se pone a la mano.

Acerquémonos al texto del Isaías al que me estoy refiriendo: ¡Oh, todos los sedientos, vayan por agua, y los que no tienen dinero, vengan, compren y coman, sin dinero, y sin pagar, vino y leche sin pagar! ¿Por qué gastar dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no sacia? Háganme caso y coman cosa buena, y disfrutarán con algo sustancioso. Apliquen el oído y acudan a mí, oigan y vivirá su alma. Pues voy a firmar con ustedes una alianza eterna. Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a los de ustedes. Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié. (Is 55,1-3. 9-11).

La Nueva Alianza, que Cristo realiza por su Pascua es un principio revitalizador del sentido verdadero de la vida humana
La Nueva Alianza garantiza la sabiduría para todas y todos quienes la aceptan. Apartarse de la sabiduría que nos viene de nuestro Creador es perder el sentido de la vida, personal y comunitaria. El autor de esta Nueva Alianza, Cristo Jesús Señor Nuestro, es la Sabiduría creadora en persona, es el Hijo de Dios a través de quien su Padre, establece su Alianza con la entera familia humana. En la Vigilia Pascual se proclama un texto del Profeta Baruc (3,9-15.32-4,4), a quien en su actividad histórica correspondió animar al pueblo de Israel durante su exilio en Babilonia. El texto que se propone para iluminar nuestra conciencia acerca del significado de la Nueva Alianza, es un reclamo al pueblo exiliado, que ha caído en desgracia por haber traicionado la Antigua Alianza pactada por los padres de ese pueblo en el Monte Sinaí, y no haber escuchado las palabras de los profetas que los invitaban a la fidelidad a esa Alianza. La Iglesia pone a nuestra consideración la palabra de Baruc, para que valoremos que la sabiduría contenida en el Evangelio de Jesús, que es el Estatuto de la Nueva Alianza pactada por Él, nos ilumina el verdadero sentido de la vida, en el orden personal y social.   

La Nueva Alianza que Jesús realiza por su Muerte y Resurrección, impulsa en el mundo una fuerza humanizadora de la sociedad
El texto del profeta Ezequiel (Ez 36,16-28) que se proclama como última lectura de la serie de textos del Antiguo Testamento que se nos proponen durante la Vigilia Pascual, hace referencia nuevamente a las infidelidades del pueblo de Israel a la Antigua Alianza, que fueron causa de su destierro por las naciones pero, no obstante la dureza de corazón de ese pueblo, por amor a su Nombre que debe ser conocido por todos los pueblos de la Tierra, para encontrar en Él la vida, Dios anuncia una intervención suya en la historia del pueblo rebelde, para cambiar su corazón y mostrar así su santidad ante las naciones por donde estuvieron dispersos. Su intervención consistiría en darles un corazón nuevo e infundir en ellos un espíritu nuevo, convertir su corazón de piedra en un corazón de carne; infundir en ellos su Espíritu para que caminaran según sus preceptos y guardaran sus leyes (Cf. Ez 36,20-27). En una palabra, Dios anuncia un cambio en los criterios de las personas para construir la historia personal y comunitaria, y un cambio de sensibilidad ante Dios y ante sus semejantes, para decidir sus opciones de vida, sin dañarse a sí mismos y a su prójimo.

En el texto de Ezequiel proclamado durante la Vigilia Pascual, Dios dice al profeta con respecto a Israel: Hijo de hombre, los de la casa de Israel que habitaban en su tierra, la contaminaron con su conducta y sus obras (Ez 36,17); es importante saber a qué conducta y qué obras se refiere Dios, para entender el cambio de giro en la vida y en la conducta del pueblo de Israel que Él quiere provocar con su intervención. Veamos pues cual es la conducta del pueblo que Dios no tolera y quiere cambiar: Ahí están dentro de ti los príncipes de Israel, cada uno según su poder, sólo ocupados en derramar sangre. En ti se desprecia al padre y a la madre, en ti se maltrata al forastero residente, en ti se oprime al huérfano y a la viuda. Uno comete abominación con la mujer de su prójimo, el otro se contamina de manera infame con su nuera, otro hace violencia a su hermana, la hija de su propio padre; en ti se acepta soborno para derramar sangre; tomas a usura e interés, explotas a tu prójimo con violencia, los príncipes que en ella residen son como un león rugiente que desgarra su presa. Han devorado a la gente, se han apoderado de haciendas y joyas, han multiplicado las viudas en medio de ella (Ez 22,6-7.11-12. 25).

Dios, por medio de Ezequiel, anunciaba de una intervención suya en forma definitiva, para cambiar en todos los pueblos de la tierra situaciones semejantes a las que se vivían en ese momento en Israel, a través de la Nueva Alianza. De ello habló también por medio del profeta Jeremías, contemporáneo de Ezequiel (Cf. Jr 31,31-34).

De este texto de Ezequiel, nosotros entendemos que la Nueva Alianza que Dios hace por medio de su Hijo, se humaniza la tierra, los seres humanos que la aceptan empiezan a retirarse de todo lo abominable que puede haber en su comportamiento.

POR LA NUEVA ALIANZA JESÚS ESTABLECE UN ORDEN NUEVO EN LA SOCIEDAD, EL REINO DE DIOS

La Nueva Alianza de Dios con la humanidad, por medio de la muerte y resurrección de Cristo, tiene como principal objetivo la restauración del proyecto originario querido por Dios desde la creación del mundo, restauración que tiene su fundamento en su Hijo Jesucristo, por quien y para quien fueron creadas todas las cosas, en cuya persona se instaura un orden nuevo, que en palabras del mismo Jesús, recibe el nombre de Reino de Dios (Cf. Mc 1,15; Mt 12,28; Lc 4,43; 10,9-11; 16,16; 17,21-21; Jn 18,36-37; Hch 1,3). Este acontecimiento la Iglesia lo ha difundido desde la primera predicación apostólica (Cf. Hch 8,12; 19,8; 20,25; 28,23.31).

Este orden nuevo, el Reino de Dios, se establece en el mundo a través de la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo; su muerte obtiene el perdón del pecado del mundo, y la fuerza poderosa de su Resurrección impulsa el advenimiento de este nuevo orden en la tierra. Escuchemos a San Pablo en la carta a los Efesios: “Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; que ilumine los ojos de su corazón para que conozcan cuál es la esperanza a la que han sido llamados por Él; cuál la gloriosa riqueza otorgada por él en herencia a los santos, y cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa. Dios desplegó esta fuerza en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos. Sometió todo bajo sus pies, le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo. (Ef 1, 18-20.22-23).
Al respecto, el Concilio Ecuménico Vaticano II, dice en la Constitución Lumen Gentium: Ese pueblo mesiánico (la Iglesia) tiene por Cabeza a Cristo "que fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación" (Rom., 4,25), y habiendo conseguido un nombre que está sobre todo nombre, reina ahora gloriosamente en los cielos. Tienen por condición la dignidad y libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo. Tiene por ley el nuevo mandato de amar, como el mismo Cristo nos amó (cf. Jn., 13,34). Tienen… como fin la dilatación del Reino de Dios, incoado por el mismo Dios en la tierra. (n. 9)
Quienes nos reconocemos discípulos seguidores de Cristo, miembros de su Iglesia, somos colaboradores y colaboradoras de la Nueva y Definitiva Alianza que Él ha consumado con su muerte y resurrección en beneficio de toda la humanidad. Los dones que Dios despliega para bien del género humano a través de la Pascua de Jesús, le abren al mundo una esperanza de vida nueva, lo que significa que Cristo resucitado ofrece una salida a la situación dramática que vive en estos momentos de su historia la familia humana.

La situación dramática que vive el mundo, México y Coahuila es un desafío para quienes trabajamos por el establecimiento del Reino de Dios en la historia
Al hablar de situación dramática me refiero a países bañados de sangre, como consecuencia de guerras fratricidas e invasiones extranjeras injustas; desastres climáticos provocados en diversas regiones de la tierra, que dañan a poblaciones enteras, como consecuencia de la explotación irracional del planeta, impulsada por una desmesurada ambición de riqueza; a la irresponsable actuación de muchos gobiernos del mundo, dentro de los cuales, personas sin escrúpulos han trocado la noble finalidad del quehacer político, para convertirlo en instrumento de producción de esclavos y esclavas, pues hacen de los trabajadores y trabajadoras una mercancía, al ponerlas en manos de las grandes multinacionales y de empresas nacionales con poder, a quienes facilitan contratos con salarios de hambre, les permiten la desaparición de los derechos laborales y la anulación de la defensa sindical.
A todo lo anterior se agrega la cada vez más preocupante trata de personas, de la que de manera especial son víctimas las mujeres, los niños y los migrantes; se trata de personas que son obligadas a trabajar en condiciones de esclavitud total, privadas de la libertad y viviendo en condiciones infrahumanas con trato cruel y degradante. Todas estas injurias y violaciones a la dignidad de la persona humana se realizan de manera impune y, como hemos dicho, con la complicidad de los funcionarios de los Estados.

De manera particular tendemos la mirada sobre México y nuestro estado de Coahuila, donde contemplamos una violencia que no se detiene ni disminuye: desapariciones forzadas –en Coahuila personas muy jóvenes en una cantidad considerable son víctimas de este crimen en estos momentos- cada día en charlas familiares y de amigos, nos vamos enterando de que a personas cercanas les han desaparecido familiares; las muertes cada día por todo el país y en nuestro estad, son noticias en la prensa. Las balaceras que campean en determinadas zonas de las ciudades siguen siendo parte de nuestro acontecer diario, y en ellas continúan muriendo personas directamente implicadas en los encuentros, y transeúntes que inocentemente se encontraban ahí. La violencia dentro de los centros de reclusión es algo que se ha convertido en dato ordinario; lo que nombran con el eufemismo de “auto-gobierno” de los penales, en el lenguaje coloquial de los funcionarios públicos, no es otra cosa que el control que ejercen las mafias al interior de los centros de detención, quienes amenazan, extorsionan, golpean y asesinan a los internos. Violencia parecida también comienza a aparecer en los penales femeniles.

Los inconsistencias del sistema político Mexicano analizadas y calificadas por un Organismo de Derechos Humanos de la  ONU
La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en su portal, enumera ya por miles las violaciones a los derechos humanos perpetradas por miembros del Ejército y los cuerpos policiacos, en esta guerra contra el crimen organizado. El Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas de la ONU, que realizó una visita a nuestro país durante el mes de marzo del 2011, presentó el informe de los resultados de dicha visita el 5 de  marzo pasado, ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra. La misma Comisión vino a México a presentar el Informe. En la ciudad de Saltillo estuvieron el 28 de marzo de este año. El  informe recomienda a las autoridades “considerar en el corto plazo el retiro de las fuerzas militares de las operaciones de seguridad pública” (n. 90). Y añade: “El Grupo de Trabajo recomienda adoptar legislación, normas y protocolos para regular el uso de la fuerza por parte del Ejército y todas las corporaciones policiales” (n. 91)
Las razones que la Comisión tiene para recomendar esto, se leen en el cuerpo de su informe: “las Fuerzas Armadas no se limitan a actuar como auxiliares de las autoridades civiles y a aceptar sus órdenes (como lo establecen la Constitución y los criterios de la SCJN), sino que realizan tareas que corresponden exclusivamente a las autoridades civiles” (n. 23). Y agrega todavía: “La lógica y entrenamiento del ejército y la policía son diferentes y por lo tanto los operativos militares desplegados en el contexto de la seguridad pública deben ser estrictamente restringidos y adecuadamente supervisados por autoridades civiles” (n. 25).

Hago estos señalamientos para indicar que, ante el Grupo de Trabajo sobre  Desapariciones Forzadas, que depende de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, el gobierno mexicano sale reprobado no solamente en sus métodos para enfrentar al crimen organizado, sino también en su voluntad de arreglar las cosas, pues en el apartado de Observaciones de la Comisión se lee: “Las víctimas de desaparición forzada no confían en el sistema de justicia, en los ministerios públicos, la policía y las fuerzas armadas. La impunidad es un patrón crónico y presente en los casos de desapariciones forzadas y no se están realizando los esfuerzos suficientes para determinar la suerte o el paradero de las personas desaparecidas, sancionar a los responsables y garantizar el derecho a la verdad y la reparación. Parecería que México no tiene la voluntad o es incapaz de realizar investigaciones efectivas en casos de desapariciones forzadas(n. 76).

El Informe, fundamentado en las palabras de las víctimas que son ciudadanos y ciudadanas mexicanas, fue realizado por expertos en justicia y derecho, con experiencia a nivel internacional para juzgar la consistencia o inconsistencia de los sistemas políticos, analizados desde la perspectiva de los derechos humanos. Debido a esto, tal Informe nos muestra que en México y Coahuila estamos mal, no por casualidad, sino por deficiencias y complicidades en los organismos de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial en los tres niveles de gobierno, lo que significa que la restauración del país no es imposible, que existe un camino por la vía institucional para reordenar las cosas y para que volvamos a la paz, siempre y cuando exista la voluntad política y la honestidad suficientes en quienes son responsables del funcionamiento de las instituciones de dichos poderes, para que regresemos a un auténtico régimen democrático y a un estado de derecho, en donde desaparezcan las complicidades criminales, las perversiones en el desempeño de la función pública y la impunidad.

Una palabra de ánimo de Su Santidad Benedicto XVI a las y los mexicanos
En su reciente visita a México, el Papa Benedicto XVI, al tanto de la situación que vivimos los mexicanos, nos dio su palabra esperanzadora: “(El reinado de Jesús) no consiste en el poder de sus ejércitos para someter a los demás por la fuerza o la violencia. Se funda en un poder más grande que gana los corazones: el amor de Dios que Él ha traído al mundo con su sacrificio y la verdad de la que ha dado testimonio”. (Misa en el Parque Bicentenario Marzo 25, 2012). “El discípulo de Jesús no responde al mal con el mal, sino que es siempre instrumento del bien, heraldo del perdón, portador de la alegría, servidor de la unidad” (Plaza de la Paz, Guanajuato, Gto. Marzo 24, 2012).

Ustedes no están solos en los contratiempos... Todos estamos unidos en los padecimientos y en la consolación (cf. 2 Co 1,5). Sepan que cuentan con un lugar destacado en la plegaria de quien recibió de Cristo el encargo de confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22,31), que les anima también en la misión de hacer que nuestro Señor Jesucristo sea cada vez más conocido, amado y seguido en estas tierras, sin dejarse amedrentar por las contrariedades… Estén del lado de quienes son marginados por la fuerza, el poder o una riqueza que ignora a quienes carecen de casi todo” (Vísperas en la Catedral de León, Marzo 25, 2012).

La Nueva Alianza establecida por Dios con la humanidad por medio de su Hijo Jesucristo y el Reino de Dios que de ella surge, son una respuesta esperanzadora para estos momentos de nuestra historia

Iluminados por el misterio de la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo, a manera de conclusión de esta reflexión pascual, ponemos nuestra mirada en el Proyecto del Reino de Dios, incoado por el mismo Dios en esta tierra, a cuyo dinamismo salvador y liberador nos introduce con pleno derecho la Cruz redentora de Cristo, en el transcurso histórico de nuestra vida, y cuya plenitud se alcanzará en la eternidad.

A la luz de su Pascua comprendemos que el Reino de Dios está en perfecta consonancia con la obra creadora de Dios, restaurada ahora en Cristo, el Alfa y la Omega, que recapitula, asume y lleva a plenitud toda la historia. Las y los miembros de la familia humana somos llamados a ser colaboradores de Cristo en esta conducción suya de la historia, para que todos y todas podamos vivir la plenitud del amor de Dios y de su sabiduría, de la verdad y la justicia que Jesús, con su victoria sobre la muerte, ofrece a quienes aceptemos su Proyecto mientras vivimos en el tiempo nuestro proceso histórico. Servimos en ese amor y esa justicia a las y los demás, y alcanzamos al final de nuestra peregrinación terrena la estatura del hombre perfecto en Cristo, en el orden personal y comunitario, y entramos así a vivir en la comunión eterna con Dios y con todas las y los justos en el cielo.

Por nuestra colaboración libre con Cristo, para construir en la historia nuestra propia plenitud y la de la entera familia humana, en el Reino de Dios recuperamos nuestra dignidad de hijas e hijos de Dios,  y vivimos en el amor y la verdad, la unidad y la solidaridad.

Rescatada nuestra dignidad por Cristo, vivimos la libertad de las hijas y de los hijos de Dios, construimos el proyecto del Reino de Dios en la historia, en una relación llena de confianza con Dios y entre nosotros mismos y entre nosotras mismas en Dios. Desechamos los intereses mezquinos y egoístas que originan las fracturas dolorosas entre personas, comunidades y pueblos, y nos hacemos capaces de construir la única familia humana con la fuerza del amor de Dios.

En el Reino de Dios se vive comunitariamente la experiencia del amor restaurador y misericordioso de Dios, que se ha manifestado de manera espléndida en la muerte redentora de su Hijo en la Cruz, amor que es el principio de unidad de la familia humana rescatada por Cristo. En Él estamos llamados a construir un mundo sin exclusiones ni explotación, sin abusos ni fraudes, sin mentira ni odios. En el Reino de Dios al que están destinados y destinadas todos y todas quienes habitan en este mundo, se vive un proyecto en el que se realiza el sentido verdadero de la vida humana, donde la actividad de las personas humaniza el ambiente social, y no hay lugar para el trato humillante a nadie, ni para la crueldad con persona alguna y el trato degradante. El Reino de Dios es un Reino de vida, de amor, de verdad, de perdón, de gracia, de justicia y de paz. En él no existe espacio para el odio, la injusticia y la muerte, y ningún género de destrucción de la vida misma y de todo aquello que la alimenta y la sustenta.

A las innumerables víctimas de la violencia, la corrupción y la impunidad que imperan en México y en Coahuila, les queremos decir que, así como Jesús nos ofrece su Alianza redentora y liberadora con un fuerte compromiso con toda la humanidad, nosotras y nosotros, portadoras y portadores, actoras y actores de la Nueva Alianza, identificadas e identificados con el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, nos declaramos plenamente solidarios y solidarias con su causa, sus clamores y dolor, y no cesaremos de acompañarles de manera muy cercana y comprometida en su lucha por la justicia, para que sus esfuerzos, que están íntimamente unidos a la Muerte y Resurrección de Cristo, lleguen a conseguir lo que tanto anhelan, el retorno de sus seres queridos, en el caso de las desapariciones forzadas, así como la justicia y la reparación del daño para ustedes mismas, ustedes mismos y sus seres queridos.

Nos sentimos profundamente cercanas y cercanos con los familiares de quienes han sido asesinados y asesinadas; con quienes sufren amenazas, secuestros, robos, extorsiones y cualquier otro tipo de violencia que se ejerce contra ustedes, de parte de las bandas del crimen organizado y de las autoridades corruptas con ellos; con quienes padecen persecución por exigir justicia para sí mismos, para sí mismas o para otros, caminamos unidas y unidos por la misma causa. Pedimos la paz para quienes están sufriendo, tanto en sus corazones como en el seno de sus familias, y trabajamos junto con ustedes, para que en el horizonte de México pronto veamos surgir el sol de justicia que es Cristo Resucitado y Liberador del mundo, Señor de la historia. No se cansen de luchar les pedimos, que tarde que temprano cosecharemos la paz y la justicia tan anheladas.

Con mucho cariño abrazo y bendigo a todas y todos, a cada una y a cada uno, sin excepción, y con una profunda esperanza en Cristo Resucitado les saludo también con el mismo gesto que Él dio a sus discípulos en Jerusalén, aquella tarde del Domingo de su Resurrección: “¡LA PAZ ESTÉ CON USTEDES!”. Esta Paz sigue pasando por entre los corazones de los hombres y de las mujeres en la historia de la humanidad.

¡ALELUYA, CRISTO HA RESUCITADO! ¡MUCHAS FELICIDADES POR LAS FIESTAS DE LA PASCUA DE RESURRECCIÓN!

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