Guillermo Almeyra
Como la ingenuidad está difundida, hay mucha gente de paladar grueso, y dado que muchos cometen el principal de los errores, que consiste en juzgar a los demás sólo por sus palabras, prefiero pecar de excesivamente suspicaz y, por consiguiente, paso a exponer las impresiones y dudas que me provocan el comunicado de los Misteriosos desaparecedores y todo el accionar de estos señores, más propios de los tiempos en que uno se tragaba Rocambole, Arsenio Lupin, las aventuras de Fantomas y los cuentos sobre otros tantos Robin Hood simpáticos y vengadores que de estos tiempos modernos, sin poesía pero con muchas calculadoras, tecnología y medios al servicio de la dominación.
Parto de que cuando la sociedad exige un cambio social profundo y está grávida del mismo, aparecen siempre los especialistas en abortos… Pero vayamos a lo concreto:
1) El Jefe Diego fue secuestrado y mantenido en un lugar secreto en buenas condiciones. Fue liberado limpio, con barba y pelo lavados con champú, bien vestido y con la buena salud propia de quien recibe una alimentación adecuada, hace algún ejercicio y no ha estado en condiciones antihigiénicas o extremas. ¿Quién dispone del aparato necesario para secuestrar, transportar sin dejar rastros, ocultar durante meses, alimentar sin causar sospechas, brindar condiciones aceptables de alojamiento a su presa, liberar a un personaje buscadísimo sin proporcionar pistas sobre sus secuestradores? 2) Los misteriosos misteriosos escriben en un castellano culto y correcto, sin los delirios y los chistes chafas de los iluminados ni los tics ideológicos de los mal bañados en un marxismo elemental. 3) Se ve que han tenido algún conocimiento del marxismo en una corriente dogmática (ya que hablan de los clásicos sin referirse, evidentemente, a Calderón de la Barca ni al Quijote) pero su concepción de la violencia no es la del marxismo (que justifica la violencia de masas, pero rechaza la individual) sino la que los enemigos del marxismo atribuyen a éste, o la de los anarquistas bakuninianos. 4) Evitan cuidadosamente expresiones que puedan indicar un origen provincial (norteño, sureño, defeño) y redactan su documento con la habilidad de buenos abogados, sin dar mucha precisión sobre los dólares que entregó el clan que pagó el rescate (de modo de dejar a los integrantes del mismo blanquear las sumas que quieran y deducir sus aportes impositivos). 5) Denuncian las fechorías de Fernández de Cevallos, archiconocidas, y las de su clan de amigos (los Salinas, los Beltrones, los televisos y otros especímenes semejantes), también públicas y notorias, pero dejan en la sombra a Peña Nieto y al grupo de Calderón (no de la Barca sino de la curia y el poder mafioso), que reaccionaron con gran lentitud y sin demasiado sorpresa ante la liberación de ese cadáver político pero abogado viviente y actuante. 6) Esa liberación le viene como anillo al dedo a la alianza de hecho entre la gente de El Yunque encerrada en Los Pinos y los que desde el estado mexiquense pisotearon y pisotean la Constitución para pedir una política de mano dura contra la inseguridad (de los ricos, los como uno, faltaría más, doña), línea que, ¡qué casualidad!, representa Enrique Peña Nieto, el masacrador de Atenco, para cuyo éxito electoral parece estar trabajando activamente el grupo de Los Pinos. 7) Los que dicen haber recobrado para el pueblo una suma imprecisa de dólares no dicen en cambio para qué utilizarán ese botín de guerra. 8) Hablan, coincidentemente con Calderón, sobre la necesidad de la unión nacional (o sea, también con los capitalistas delincuenciales o semidelincuenciales que denuncian y con una masa de capitalistas y explotados entreverados y confundidos). 9) En su documento, tan calculadito, prolijito y medidito, no formulan una sola idea política, un solo objetivo, una sola propuesta, no mencionan un solo movimiento social, no dicen cuáles son los problemas de los mexicanos que querrían ayudar a solucionar, no figura Washington. 10) En su prosa, por último, no hay pasión.
Todo eso me lleva a creer que algo huele mal en nuestra tan maloliente Dinamarca criolla y que los escribas misteriosos no son demasiado misteriosos, porque si no son, parecen, y si, a pesar de parecer, no son todos los que parecen, sí están infiltrados hasta los tuétanos por los que son.
Entre otros libros que leí en mi juventud está El hombre que fue Jueves, de G.K. Chesterton. Podría resumirlo a lo bruto diciendo que, ante el desarrollo de una organización terrorista, un sector de las fuerzas de seguridad británicas infiltra en ella un agente. Los dirigentes terroristas llevaban cada uno el nombre de un día y su importancia ascendía a medida que el hombre se acercaba a ser Domingo. Jueves, el personaje del libro, para subir en la jerarquía y porque temía al audaz y sangriento Viernes, organiza gran cantidad de atentados. Hasta que, por último, llegamos a saber que cada uno de los siete terroristas era un infiltrado de un servicio de inteligencia militar diferente, que no sabía nada de lo que hacía el otro, y que el terrorismo despiadado de la organización infiltrada, por lo tanto, era el resultado del secreto de los Servicios Secretos y del hecho de que, para provocar, éstos debían parecer revolucionarios.
Entre los misteriosos Misteriosos, ¿habrá algún Jueves o Viernes? Escriben en español de buenos funcionarios o académicos pero, ¿habrá algún Saturday o Sunday que piense en otro idioma y prefiera excluir la propuesta demasiado texana y grosera del gobernador de Texas de invadir México con los marines escogiendo en cambio la de allanar el camino a los boys criollos?
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