En busca de asilo:
La figura del refugiado nació en el contexto de la Segunda Guerra Mundial con el fin de dar protección a personas desplazadas de sus lugares de origen por el confllicto bélico. A 70 años de distancia, el asilo político sigue siendo un recurso para personas perseguidas por diversos motivos. La orientación sexual se perfila expresamente como uno de ellos apenas en los años recientes.
Rocío Sánchez
Neftalí pisó suelo mexicano por primera vez el 18 de diciembre. No lo sabía, pero era Día Internacional del Migrante. Esa mañana de 2011, cruzó en balsa por el Río Suchiate, sin documentos, con la idea de llegar al municipio de Naucalpan, estado de México, donde vive una de sus primas. El joven salvadoreño dejó atrás a su madre, sus hermanos y su patria, una patria donde su identidad homosexual lo marcó desde que era un niño, haciéndolo objeto de ataques, discriminación, violencia y el rechazo hasta de su propia familia. Hoy vive en Santa Bárbara, Ixtapaluca, estado de México. En medio de los nacientes caseríos del área, el joven de nombre bíblico –su familia es cristiana– recorre con memoria fotográfica sus 25 años de vida en El Salvador. Detalla los nombres de los muchos barrios donde habitó y las numerosas escuelas a las que tuvo que ir conforme vivía ya con su abuela, ya con una tía, ya con su madre. En todos esos lugares encontró lo mismo: voces señalándolo como "maricón", gente que quería "hacerlo hombre" a como diera lugar, pandilleros que lo atemorizaban no sólo a él, sino a la comunidad entera, pero que tenían a Neftalí en la mira, fuera para extorsionarlo, golpearlo o incluso atacarlo sexualmente.
Infancia y destino
Cuando era muy pequeño, Neftalí suspiraba por Soraya, una compañerita de grupo. Sin embargo, poco después se dio cuenta de que sentía más atracción hacia otros niños. Piensa que ellos de alguna manera lo notaban. "En 2º grado de primaria mis compañeros me besaban, pero yo trataba de evadirlos porque algo en mi interior me decía que eso no estaba bien". Luego de ese año, él y su hermana fueron a vivir con su abuela. "Empecé a tener rechazo de parte de las personas de la colonia que me decían: 'eres un maricón, eres una niña'". Hasta su maestra mostraba abierto disgusto por él. "Nos ponía a pelear entre los compañeritos para demostrar hombría y siempre me elegía a mí para pelear con otros niños", recuerda. "'Tienes que ser hombrecito', me decía la maestra, 'mi hijo que es más chico que tú es más hombre', e incluso lo llevaba a la escuela para que peleara conmigo". Mientras estudiaba el 4º grado, Neftalí vio descubierto uno de sus secretos: cuando estaba solo se vestía con ropa femenina. Una vez, tenía puesto el vestido de una prima cuando sus tíos llegaron. "No me podía quitar el vestido porque estaba muy apretado y salí corriendo para mi cuarto, ahí tenía una caja grande de peluches; como no sabía qué hacer, me metí a la caja". Su tía entró preguntando "¿por qué te escondes?", levantó los peluches y lo encontró con el vestido puesto. "¿Por qué te vistes como niña?", increpó. "Tú eres niño", le dijo e hizo que se quitara la ropa para que viera su propio cuerpo. Ese día, ella le había llevado ropa interior nueva, y soltó: "yo te traía esto, pero tú te quieres sentir como niña, ¿quieres que te compre ropa interior de niña?". Para Neftalí fue muy duro, "me puse a llorar y le prometí que no lo iba a volver a hacer". Estando en 6º grado, la maestra que lo ponía a pelear años antes lo sacó del salón. "Yo no quiero maricones en mi clase", le gritó frente a todos. "Fui a hablar con el director y se lo dije a mi mamá también; ella hizo escándalo en la escuela por lo que había pasado, pero ¡ah, la que me esperaba en la casa!: que por qué decía la maestra que yo era maricón, entonces me empezaron a cuestionar y yo tanto que había tratado de ocultarlo".
El primer amor y un amargo despertar "En 9º grado me enamoré por primera vez de un chico", dice Neftalí como si ya no extrañara ese amor del que han pasado diez años. Ismael, que estudiaba en el mismo salón, no era gay, tenía novia, pero siempre le decía a Neftalí que le gustaba. "Cuando salíamos de clases me invitaba a su casa y me solía tomar de la mano; a mí me daba mucha pena, en El Salvador no se ve eso. Si te ven cogido de la mano con otro chavo, te miran y te dicen cosas en la calle. Ya no digas si te ven besándote, ¡no, eso es la muerte de las personas!" El amor fue platónico, nunca hubo ni siquiera un beso. Neftalí no pudo saber qué pasaría después entre ellos porque tuvieron que despedirse en el autobús que los traía de regreso de su excursión de fin de curso. Su mamá, sospechando de la intención del chico de irse a dormir a casa de su amigo, lo esperaba al pie del autobús. Ya siendo adolescente sufrió cada vez más violencia. Uno de sus compañeros, miembro de una pandilla, trató de violarlo en un salón de clases. Otro de ellos lo golpeó por el sólo hecho de ser gay. "En la preparatoria fue cuando empecé a sentir mucho más el rechazo de la gente hacia los homosexuales". Mientras vivía con su mamá en una vecindad, enfrentó un segundo intento de violación por parte de un vecino, quien se metió a su cuarto una noche en que la mamá había salido de fiesta. El chico delgado, de piel muy blanca y dedos alargados, logró evitar la violación, pero la deteriorada relación con su madre provocó que Neftalí no le comentara nada sobre aquel incidente. Pero no hubo una salvación definitiva. A los 17 años, en una fiesta de esas que se hacen en casa de amigos cuyos padres trabajan todo el día, Neftalí fue violado. En el lugar había drogas y alcohol, la música sonaba a todo volumen así que nadie se dio cuenta cuando aquel muchacho lo llevó hasta uno de los cuartos. "Yo le rogué muchísimo que no me hiciera nada, pero él me dijo que las mujeres y los culeros (gays) sólo para eso servían". La dueña de la casa tenía buena relación con pandilleros, así que le ofreció a Neftalí dar la orden de matar a su agresor. "Yo no quería cargar con la muerte de nadie, sólo le pedí que le dijera que no me molestara en la escuela, que no lo comentara con nadie". Neftalí nunca había tenido relaciones sexuales, por lo que este episodio lo llevó a dejar la escuela y abandonarse al consumo de drogas y alcohol. Entró al mundo gay por la puerta de los excesos y el ligue casual.
Buscando una salida La vida gay en El Salvador se resume a la vida nocturna. "Allá la sociedad está en contra de los homosexuales: aquí en México es muy liberal, es la diferencia. Aquí los chavos gays se besan en el metro, andan de la mano, es visto con normalidad. Allá si se ve eso es atacado por la sociedad; creo que toda esa represión que tienen los homosexuales la demuestran entre ellos". Entre la población diversa de su país, dice, existe la rivalidad entre transexuales y homosexuales. "En San Salvador los gays son muy violentos; quizás es lo mismo que la sociedad ha sembrado". Para salir de ese tipo de ambiente, para no vivir en medio de la violencia, para encontrar un trabajo que le permitiera vivir bien y ser independiente de su madre, Neftalí pensó, como tantos salvadoreños –al menos 1.8 millones de ellos viven en Estados Unidos–, que emigrar sería lo mejor. No obstante, a diferencia de la mayoría, no pensó en Estados Unidos, pues una de sus primas vive en México y creyó que era más sencillo establecerse aquí. Su intención no era solicitar asilo, pero al enterarse durante su trayecto por el país de que era posible, decudió acogerse a ese derecho internacional. La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, de las Naciones Unidas es la convención internacional que regula la figura de solicitante de asilo y de las personas refugiadas. "La persona llega al país con necesidad de protección internacional, es decir, está siendo perseguida y su país no le puede dar la protección que merece, por eso la busca en otro país", explica a Letra S Diana Martínez, de la organización civil Sin Fronteras, dedicada a la asesoría y defensa de migrantes que buscan regularizar su situación en México. Al llegar de esta forma, la persona puede solicitar ser reconocida como refugiada. En México, el procedimiento para ser refugiado se hace a través de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiado (COMAR), instancia de la Secretaría de Gobernación, que tiene oficinas solamente en el DF, en Veracruz y en Chiapas, por lo que "es complicado cuando hay personas que lo solicitan en otros estados", dice Martínez. Es un pequeño procedimiento en forma de juicio, ya que la persona solicita el reconocimiento, se le da un documento que hace constar que está sujeta al proceso y por tanto ninguna autoridad la puede deportar. Después se le hace una entrevista y se le pide aportar pruebas, para concluir con una resolución del organismo acerca de si la persona está en necesidad de protección internacional o no.
Nuevo horizonte Neftalí viajó primero hacia Guatemala, a la casa de una de sus tías y de ahí partió con el esposo y el cuñado de ella, y con otro hombre que ya había cruzado numerosas veces la frontera mexicana, pero no había conseguido lo mismo en la frontera estadunidense. Luego de dormir en la calle, soportar el frío decembrino, pasar horas viajando en transportes colectivos, caminar varios kilómetros al día y trepar a La Bestia, el conocido tren que lleva a los migrantes en su ruta hacia el norte, Neftalí llegó a casa de su prima el 31 de diciembre de 2011. Todo fue alegría en esos primeros días, pero luego las diferencias de carácter y el tener que estar escondido pues la dueña de la casa no quería visitas, lo orillaron a no desear estar más con ella. Antes, durante su viaje en La Bestia, supo que existía Sin Fronteras y que en esa organización podían ayudarlo a solicitar asilo por motivo de género, concepto que para las directrices internacionales emitidas por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, engloba "actos de violencia sexual, violencia doméstica y familiar, planificación familiar forzada, mutilación genital femenina, castigo por transgredir los valores y costumbres morales, y discriminación contra los homosexuales". El concepto es reciente en el tema de los refugiados, explica Noemí García, trabajadora social de Sin Fronteras, pero ya existen lineamientos oficiales y recursos de organizaciones civiles que dan una guía sobre cómo atender a un solicitante por motivos de género; por ejemplo, si se trata de un hombre homosexual, se sugiere que la entrevista no la haga otro hombre.
Quemar las naves La condición de refugiado otorga a la persona el acceso a su derecho a la identidad al obtener un documento migratorio expedido por el país al que llega. En México, la Constitución Política establece que toda persona que pise el territorio nacional tendrá los mismos derechos que un ciudadano mexicano, pero en el caso específico de los refugiados también pueden ejercer su derecho a la salud a través de un convenio con el Seguro Popular. De igual forma, se les abre la puerta para acceder a la naturalización como mexicanos, así como el derecho a la educación y a que se homologuen sus estudios. Pero "uno de los derechos más importantes y que es pilar del derecho al asilo es la no devolución", comenta Martínez, es decir "las personas no pueden ser regresadas al país donde su vida corre peligro". El gobierno mexicano carece de un programa de asistencia o de integración para los refugiados, como existe en otros lugares. Son las organizaciones civiles las que cumplen con esta función, como la ayuda económica de tres meses que brinda Sin Fronteras a las personas recién llegadas o los cursos de español que ofrecen para facilitar que consigan empleo. Gracias a este apoyo económico, Neftalí ha podido esperar la respuesta a su solicitud de refugio. Además de eso, hoy trabaja en el horario nocturno de un minisuper, pero tiene en mente opciones mejores. Quizá un call center en cuanto obtenga su FM-2 (documento migratorio que le servirá como identificación), tal vez estudiar estilismo y más adelante abrir su propia estética. "A mí me han dicho que aquí se pueden lograr muchas metas, que las puertas están abiertas para el que quiere trabajar", y pretende comprobarlo. "A veces he pensado en regresar, pero luego digo ¿para qué?, ni siquiera tengo donde vivir allá en El Salvador". Le duele estar lejos de su abuela y de su hermanito, quien apenas va a cumplir tres años. Pero cree que en México puede obtener lo que en su país no consiguió: tranquilidad, aceptación y la posibilidad de vivir sin miedo
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