Poblador de Chablekal en las tierras ocupadas. Foto: Iván Castaneida |
Gloria Muñoz Ramírez
Chablekal, Yucatán. Por estos rumbos de la región maya, la tierra es cada vez menos de quien la trabaja. La especulación voraz y el despojo de tierras y recursos naturales es la cotidianidad desde hace dos décadas. La venta de tierras ejidales, que no funcionó en otros lugares, aquí es un hecho. Los grandes anuncios espectaculares con anuncios de nuevos centros comerciales y lujosos fraccionamientos acompañan todo el camino hacia el pueblo de Chablekal, a unos 20 kilómetros de Mérida, espacio privilegiado para quien desea vivir fuera y cerca de la ciudad.
Pero no todo es venta. En esta pequeña comunidad se conformó un movimiento de pobladores y pobladoras que se organizan para defender la tierra en la que llevan décadas viviendo, aunque no sean ejidatarios. Que paren la venta de las tierras, es la exigencia, y para eso se han organizado en asamblea 250 personas, entre hijos de ejidatarios y no hijos, pero que viven en esta comunidad y por lo tanto son parte de la misma.
“El Yucatán Country Club cuenta con casa Club con campo de golf de 18 hoyos, piscinas, restaurantes, bares, spa, ludoteca, canchas de tenis, padel tenis, lagunas, hermosas áreas verdes y paseos arbolados. Vendo terreno en 415 dólares el metro cuadrado”, se lee en internet. La venta es sobre las tierras por las que les pagaron seis pesos por metro cuadrado a los ejidatarios y sobre las que construyeron el lujoso club. “No más”, señalan dos integrantes de la Unión de Pobladoras y Pobladores del Pueblo de Chablekal por el derecho a la tenencia de la tierra, el territorio y los recursos naturales.
Dentro del rimbombante Country Club se despliegan aproximadamente 50 fraccionamientos. Son 500 hectáreas de lujo cercadas, en las que los antiguos dueños trabajan como jardineros. “Eran tierras cultivables, con fauna que se quedó encerrada ahí”, señala la Unión.
Para terminar con la especulación y venta de tierras, la nueva organización –tiene apenas poco más de un año de haberse conformado– exige que “se reconozca el derecho que tienen todos los pobladores, avecindados, comuneros y posesionarios sobre las tierras y seamos incluidos en la toma de decisiones. Exigimos a la Procuraduría Agraria que deje de solapar todas esas ventas que se han hecho de manera ilegal y tramposa. Le exigimos que sea una autoridad que garantice el derecho de todas y todos”.
Entrevistados en las oficinas del equipo de promoción y defensa de los derechos humanos Indignación, que los acompaña en la parte jurídica, los integrantes de la Unión explican que el movimiento se conformó “porque desde hace 20 años la población en Chablekal se ha visto afectada por la venta indiscriminada de las tierras por parte del ejido a los empresarios para hacer grandes construcciones privadas y zonas residenciales”. Chablekal contaba antes con 40 mil hectáreas y actualmente sólo tiene mil.
Las tierras de la región no son mecanizables pues han sido trabajadasdurante mucho tiempo, pero aún hay partes vírgenes y son precisamente las que están defendiendo. “Si las tocan ya no tendríamos ningún pulmón”, aseguran.
El movimiento de pobladores no pretende ser parte del ejido, sino sólo que “se nos respete el derecho al goce y disfrute de la tierra que queda y que ya no sigan vendiendo”. “Que lo que no sea vendido a los grandes empresarios sea repartido a las personas que no tienen dónde vivir. Se han dividido las familias por culpa de que los papás no le dan tierra a sus hijos, y éstos acaban migrando a Estados Unidos o a otras ciudades”.
Los entrevistados refieren que si logran parar la venta indiscriminada de las tierras, se puede hacer una distribución equitativa de lo que quede, dejar áreas forestales y verdes para la comunidad, y repartir a la gente que no tiene tierras para que las trabaje y las ponga vivas.
Antes tierras de grandes cultivos de henequén, ahora sólo hay milpa y algunos ranchos de ganado. Hoy los pobladores se han amparado ante la negativa de los ejidatarios a reconocerlos. Y acusan a los tribunales agrarios y a la Procuraduría Agraria “de ser cómplices de todo el despojo brutal que se vive no sólo aquí, sino en todas las comunidades del interior del estado”.
Y así es, el modelo del despojo opera igual en todas partes: la Procuraduría avala asambleas ilegales y acepta nombramientos de nuevos empresarios en el padrón ejidal. Hoy hay 16 familias acaudaladas de la ciudad de Mérida que han sido incluidas en el padrón ejidal. “Le dan entrada a estas personas cuando a los pobladores se nos ha negado reiteradamente, por lo que hace un año decidimos hacer efectivo nuestro derecho a la autodeterminación, siendo parte de un pueblo, y al disfrute de la tierra y el territorio, no sólo de un pedazo, sino todo lo que conforma el pueblo”.
Chablekal cuenta con cerca de cuatro mil habitantes. Y estando a 20 minutos de la ciudad de Mérida ha sido cercada por la masa asfáltica, pero sus pobladores no tienen acceso ni a las universidades. “En realidad no tenemos acceso a ningún lugar, somos empleados en nuestras propias tierras”. Lo mismo limpian las casas, o son jardineros, choferes, mozos, cargan los palos para los golfistas y cocinan para quienes pagaron una cantidad irrisoria por sus tierras. Vendieron 500 hectáreas a seis pesos el metro y los empresarios del Country Club construyeron sobre 600.
El movimiento no sólo es de pobladores, pues se han unido ejidatarios que se resisten a la venta y que cuentan con título vigente. Y hay depurados que también están acompañándolos en la causa.
Mientras el tortuoso camino jurídico sigue su curso, la Unión se posicionó de 200 hectáreas de tierras dentro de las cuales hay vestigios arqueológicos, cenotes, flora y fauna. “Delimitamos el lugar, limpiamos, cercamos y brechamos. Fue el 28 de agosto de 2014 cuando iniciamos la posesión simbólica”.
Han acudido a los tribunales federales, pero “no nos han querido contestar, creemos, porque no saben qué hacer o tendrán miedo. No saben darle lectura a lo que les estamos pidiendo porque estamos usando convenios internacionales, la constitución que también nos avala, pero los tribunales agrarios están coludidos con los empresarios”.
La posesión de las tierras continúa como parte de la resistencia, el proceso legal también. Al igual que la especulación de las tierras mayas. Pero Chablekal, insisten sus pobladores, “ya no está en venta”.
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