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Thursday, September 06, 2007
Adrian Belew, futuro permanente del rock, la “nueva música clásica”
Discipline, Beat y Three of a Perfect Pair, perfecta trilogía inicial y carta de presentación
Viene a México haciendo un Power trio con el dueto minimalista de los hermanos Eric y Julie Slick
HERMANN BELLINGHAUSEN
Como pocas ocasiones en su agitada e hiperdocumentada historia, en 1981 el rock experimentó uno de los pocos acontecimientos trascendentes respecto a sus posibilidades musicales, poéticas y tecnológicas. Un resucitado King Crimson (que no grababa como tal desde 1974) produjo Discipline, que marca el encuentro, que dura hasta hoy, del patriarca británico Robert Fripp con el guitarrista prodigio Adrian Belew (además de ser una obra mayor de la “nueva música clásica” como había dicho del rock José Agustín entre nosotros).
Fripp ya venía de regreso de inventar el rock progresivo en 1968, de agudizar el jazz eléctrico, de sus experimentaciones absurdamente libres, de desconstruir como nadie los límites de la guitarra. Ya qué más podía ofrecer. Pero al inicio de los 80 descubrió que la función apenas comenzaba.
Por su parte, Belew venía de todas partes, incluido él mismo, con una trayectoria impecable e impresionante (nunca de alcance masivo). Nacido Robert Steven Belew en Covington, Kentucky (off all places), a pocos días del año nuevo de 1950, se pasaría los años 60 imitando a los Beatles con su banda The Denems.
Metamorfosis
En 1970 ocurren dos cosas: se rebautiza Adrian, y lo descubre Frank Zappa mientras toca en un tugurio de Nashville con el grupo Sweetheart y se lo lleva a Los Ángeles para incluirlo en sus trabajos. Con Zappa participa en un par de discos y sale de gira. Allí conoce a David Bowie, quien lo jala para sus fundamentales Stage y Lodger. De gira con Bowie conoce a los Taking Heads, con quienes graba Remain in Light. De gira con ellos conoce a Robert Fripp, quien lo invita a resucitar King Crimson. Corre 1980.
Belew es uno de esos artistas sencillamente bendecidos por la gracia. Todo lo que toca lo convierte en tesoro. Por eso lo capturaron sucesiva, y hasta compulsivamente, Laurie Anderson, Jean Michel Jarre, Brian Eno, Bela Fleck, Tom Tom Club, Mike Oldfield, Nine Inch Nails, Joe Cocker, Paul Simon, Tori Amos y Primus. En tanto, ha desarrollado una notable producción de solista (él suele ser su propia banda, el sueño de Zappa), cultiva su extraño y constante grupo The Bears, y explora el rock del mundo. En Buenos Aires, Fripp y Belew de plano hallaron querencia. En México se asoció con Caifanes/ Jaguares y Santa Sabina, pues es un músico de estudio (su estudio) y un productor de primera división. Mas por encima de todo, sigue siendo el motor de King Crimson.
Entre las incalculables aportaciones de Belew a la música contemporánea llamada rock está el haber dado voz y garra a neurosis, miedo y desesperación con la trilogía inicial y perfecta de Discipline, Beat y Three of a Perfect Pair, hasta llegar a la espesa lava ardiente de Prozac Blues (2003) más allá del metal, el auténtico blues del siglo XXI.
King Crimson es un espacio sonoro incomparable. De eso se encarga Fripp, virtuoso del sintetizador y la consola, el capitán en el cuarto de máquinas que procesa, aún en vivo, cada sonido del cuarteto desde que incorporó en los 80 a Tony Levin (bajo) y Bill Bruford (tambores). El dream team que Peter Gabriel ha compartido. Su ilimitado cromatismo hace de los Crimson el equivalente en rock a Miles Davis en jazz o Igor Stravinsky en música de concierto. Ideas y más ideas que ponen la música y la voz humana en un horizonte de absoluto.
Power trio
Belew viene a México este fin de semana haciendo un Power trio con el dueto minimalista de los hermanos Eric y Julie Slick (fórmula tipo The White Stripes, The Kills o The Dresden Dolls), jóvenes virtuosos que al parecer sólo piensan en hacer música. Belew los admira, dice que son la mejor compañía de su vida solista. Y eso que como tal ha grabado los experimentales Lone Rhino (1983) y Desire Caught by the Tail (1986), algunos buenos cancioneros sentimentales o en defensa de los animales, y los indispensables Mr Music Head (1989) y Young Lions (con Bowie, 1990), donde marcaba las nuevas rutas al pop como uno de los pocos creadores que desarrolló y vitalizó el legado de Lennon y McCartney juntos.
Es lírico y divertido cuando se lo propone. Dramático o trágico. Contestatario, iracundo y desagarrado. Enamorado como adolescente en Inner Revolution (1992), fue gracias a que Fripp no lo soltó y lo convirtió en alma matrix de Crimson que no se hizo el nuevo McCartney (que hubiera podido perfectamente). Ahora que como solista concluyó otra trilogía, Chapter One, Two y Three (2005-2006), se confirma la sospecha de que él es King Crimson, definido por su guitarra elefantina, sus crónicas callejeras por un camino narrativo distinto al hip hop, y el espejo sonoro que mantine a la banda en transformación continua.
Como Jimmi Hendrix en su tiempo, donde quiera que se ponga Adrian Belew, ahí está el futuro. Hay que escucharlo.
www.adrianbelew.net
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