Falta explorar recovecos de su pensamiento, señala el ex rector de la UNAM
Armando G. Tejeda
Madrid, 12 de agosto. Salvador Allende (1908-1973) fue un hombre de personalidad compleja, al que a 100 años de su natalicio y a 35 de su asesinato no se ha explorado en todos sus recovecos, tanto íntimos como públicos. Fue un “gran presidente”, pero también un revolucionario, un luchador infatigable contra el orden establecido y contra la principal amenaza que afrontaba entonces –y ahora– cualquier gobierno con aspiraciones socia- listas: la guerra sucia del imperio. Ésta fue una de las principales aportaciones del prestigioso sociólogo mexicano Pablo González Casanova al curso El pensamiento vivo de Allende: actualidad y perspectivas, organizado en El Escorial por la Universidad Complutense y La Jornada.
El académico y ex rector de la UNAM, uno de los pocos mexicanos que conocieron y hablaron personalmente con Allende unas semanas antes de su muerte trágica y heroica en La Moneda, expuso: “creo que estamos viviendo en un mundo en el que la crisis del capitalismo se ve acompañada también de la crisis de una alternativa en los movimientos de liberación. Por eso creo que traer a la memoria a un dirigente como Salvador Allende es muy importante, porque nuestros referentes teóricos y prácticos difícilmente pueden ser libros o corrientes filosóficas”.
González Casanova, al celebrar la impartición del curso, ajeno al boato oficial, explicó que “hay una distorsión de la memoria que está muy vinculada a las formas de adaptación de quienes siguen usando corrientes ideológicas y políticas mientras hacen exactamente lo contrario de lo que hicieron sus antecesores. Cuando no se atreven a destruir sus estatuas, mutilan su memoria. Ahí puede haber un ocultamiento deliberado –como el caso de los socialistas, entre comillas, que están gobernando Chile– del proyecto socialista de Allende, y un uso del lenguaje que se presta a distintos tipos de lectura e interpretaciones”.
Explicó que el proyecto de la Unidad Popular de Chile llamó la atención al mundo entero, pues significó un camino pacífico y legal al socialismo. “Allende libró un combate dificilísimo por la democracia y el socialismo. Usó todos los recursos jurídicos y políticos a su alcance. No sólo nacionalizó la minería del cobre, sino la del hierro, la del salitre y la del carbón. Expropió a los grandes latifundistas para entregar las tierras a los campesinos y, al mismo tiempo, logró un notable crecimiento de la actividad económica y social. El desempleo bajó a 3 por ciento y 99 por ciento de los niños pudieron encontrar un lugar en la escuela. Todo ocurrió enmedio de uno de los planes más agresivos en la historia de las oligarquías latinoamericanas y del imperialismo norteamericano”, advirtió el ex rector.
En cuanto al retrato que perfiló González Casanova de Allende, que murmuró con la voz entrecortada por la emoción, sólo un fragmento: “Salvador Allende fue un hombre profundamente humano. Un hombre de honor. Dijo lo que pensaba. Hizo lo que dijo.
“Igualó con sus actos las palabras. En la historia de la cultura latinoamericana acabó con la fraseología. Transfiguró la persuasión y la retórica en figura exacta de la conducta. El presidente Allende –dijo Fidel Castro en el acto póstumo que organizó el pueblo chileno– no le falló a su pueblo chileno. Del mismo modo que el pueblo chileno no le fallará al presidente Allende. Los revolucionarios chilenos no le fallarán al presidente Allende. Y, sobre todo, escucharán sus llamados a la unión más estrecha para llevar adelante la lucha libertadora. Que lo sepan, que lo oigan, que se les grabe profundamente: Chile volverá a vivir tras un largo y doloroso amanecer.”
Movimiento obrero y unidad popular
Antes, el profesor de origen chileno Francisco Zapata hizo un exhaustivo análisis sobre la transformación del movimiento obrero durante el gobierno de Allende, que pasó de ser sujeto pasivo de la historia a convertirse, a ser consciente de que también podía ser protagonista. Ese aprendizaje se quedó “en el disco duro” de la memoria colectiva del pueblo chileno, que hoy en día emerge de nuevo tras un periodo de “hibernación”.
Por último, Pedro Miguel, articulista de este diario, señaló que en el caso de Allende “hay victorias que son derrotas, puesto que su derrota fue su victoria, porque hoy en día él es un símbolo del pensamiento universal, mientras que Pinochet, además de ser un cadáver, es un icono de la infamia”.
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