Amigas y amigos, este día les envío la segunda parte de La Batalla de Chile. El MIR y el 11 de septiembre de 1973. Ojala y les guste, un abrazo.
Esta vez va en serio, repite Miguel.
2. Miguel maneja por las calles desiertas de Santiago. Fuma. Miguel, y maneja. Fuma el último cigarrillo del paquete de Populares. Quiere pensar, quiere entender que pasa esa madrugada fría de septiembre. Esta vez va en serio, piensa Miguel, mientras sube la radio y escucha al locutor confirmar los rumores del movimiento de tropas en Valparaíso, el desplazamiento de unidades en San Felipe, el acerco que se inicia. Un par de kilómetros lo separan aún del encuentro con los compañeros de MIR. Allí lo esperan con las últimas novedades. Allí también, la agitación, los planes, las ordenes, las llamadas telefónicas, van y vienen. Todo es ruido y confusión. Miguel ya lo imagina desde ahora, manejando a toda velocidad por las calles muertas de Santiago. La noche empaña los vidrios del auto. El cigarrillo se consume entre sus labios. La radio confirma viejas certezas. Esta vez va en serio, repite Miguel.
En la casa operativa, lo espera Andrés Pascal, quien lo pone al tanto de su intento por aproximarse a la embajada de Cuba, tal como había ordenado Miguel que debía hacer el “Pituco” en caso de un levantamiento militar. Hasta ese día, la posición de los cubanos era la misma de siempre: solo entregarían armas si recibían una orden directa del presidente Allende. Esa orden jamás llego. En el lugar, un grupo de carabineros termina de armar una barricada con maderas y restos de automóviles ante las puertas de la embajada. Pese al riesgo de quedar cercados por la barrera de los pacos, Pascal detiene la camioneta y baja a intentar negociar el paso. No hay caso. Alguien lo reconoce a la distancia. “¡Es Pascal Allende, son del MIR!”, grita uno. El tiroteo se inicia desde un auto con miristas que escoltaba a la camioneta, lo suficientemente a tiempo como para que puedan escapar del lugar dejando un reguero de carabineros parapetados sobre el asfalto.
Miguel escucha el relato de Andrés, en silencio. No lo interrumpe, a penas levanta los ojos pata mirar el reloj. El tiempo se agota. Miguel llama a La Moneda, pregunta por la Tati, habla con ella.
No muy lejos de allí, algunos pilotos abordan aviones Hawker Hunter. Esperan órdenes para su bautismo de fuego. Será la única acción de “combate” en que participe la fuerza área de Chile en toda su historia. Los chacales avanzan por el laberinto de Santiago, están a un paso de La Moneda.
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