Thursday, September 13, 2012

CUENTOS E HISTORIAS PARA LA TERNURA.




La historia de este día martes 11 de septiembre del 2012.

Estimadas amigas y amigos.

Hoy hace 39 años que los Estados Unidos de Norteamérica, por medio de la CIA (sí, esa que con los acontecimientos en el pueblo de Tres Marías, en el estado de Morelos, México, a inicios de septiembre de este 2012 se supo que tiene 55 bases clandestinas en nuestro país) con el ejercito chileno y los generales fascistas encabezados por Pinochet iniciaron una masacre horrible contra el pueblo chileno. Les envío seis historias, tomadas de Revista SUDESTADA; cultura política y actualidad escritas por Hugo Montero y tituladas La Batalla de Chile. El MIR y el 11 de septiembre de 1973.  Aquí va la primera, espero sus opiniones. Saludos y abrazos. 

Entrega dedicada a mi amiga, hermana y camarada Silvia Sayavedra, por su cumpleaños. 


“OYE TATI, Y DILE A MIGUEL UNA COSA MÁS. ÉL COMPRENDERÁ. DILE A MIGUEL QUE AHORA ES SU TURNO."


1. No esta en su despacho. Tampoco en el pasillo del segundo piso, donde el caos se respira en las sombras fugaces de los que pasan por allí. Unos juntan carpetas con documentos; otros reparten fusiles; algunos trazan planes de resistencia y ordenan emplazarse en diversos sectores. La Moneda, persianas adentro, es un tumulto de corridas, ordenes cruzadas, miedo y decisión. En ese desconcierto, nadie escucha a la Tati; nadie puede precisar donde esta Salvador Allende ene se momento. Pero la Tati sigue buscando, incansable. Conoce la importancia del mensaje, la urgencia de los plazos, la huella gris de las tanquetas de los sublevados asomando la trompa por las calles de Santiago. ¿Dónde Esta Allende? Cada minuto perdido es un puñado de oxigeno menos; cada dilación, un poco de libertad pisoteada por las botas golpistas, que ya vienen.

Por fin, lo encuentran en un recodo oscuro, rodeado de un par de miembros del GAP. Ahí esta, con el pulóver multicolor  debajo del saco, el casco puesto, el fusil automático entre las manos, el rostro demacrado por la tensión acumulada. En un salón contiguo, los esperan sus asesores y otros compañeros de la Unidad Popular, para una reunión final. Después será el tiempo de los ultimátums telefónicos, del discurso al pueblo chileno, del final que se acerca… 


Pero ahora, cuando la Tati lo separa del tumulto por unos segundos, todavía queda tiempo. La Tati le comunica a su padre que Miguel Enríquez ha llamado, que le garantiza el auxilio de una columna del MIR para sacarlo de La Moneda en minutos, que lo invita a continuar la resistencia en las barricadas de alguna población, que no hay tiempo que perder, que nada ha terminado aun, que espera su llamado. Allende apenas escucha las primeras palabras. Apenas presta atención al resto.

Repite, una vez mas, lo que dirá una y mil veces esa mañana del 11 de septiembre de 1973: “Tati, dile a Miguel que yo de aquí no me muevo”. No sirven las palabras que se atoran en la garganta de la Tati, ni sus lágrimas arrebatadas, ni sus argumentos políticos. Allende es requerido para la reunión. La Tati lo ve alejarse por el pasillo y baja la cabeza, sin consuelo. Por entonces, Allende vuelve sobre sus pasos y en su miradas brota, espontánea, una certeza. Levanta su mano, como si hubiese olvidado decir algo: “Oye Tati, y dile a Miguel una cosa mas. Él comprenderá. Dile a Miguel que ahora es su turno…”


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