obligación cívica empeñarse antes de que el lodazal se instale en nuestros corazones
Antes de los ataques, Noruega parecía un paraíso, pero este viernes fue un infierno, dijo la periodista y traductora Pilar del Río, compañera de vida del escritor portugués José Saramago (1922-2010).
Del Río expresó esa preocupación mientras traía a cuento algunas reflexiones sobre el mundo contemporáneo, incluidas en los libros del premio Nobel de Literatura, durante la inauguración este sábado de la exposición itinerante José Saramago, la consistencia de los sueños, que tras montarse en Lanzarote, Lisboa y Sao Paulo ahora se instala en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Saramago hizo literatura, pero no para contar su vida, sino sus obsesiones: el poder, la religión, las leyes que no parecen ser aprobadas para que los derechos no colisionen, sino para tejer enjambres que nos esclavicen, expresó durante una charla en el Anfiteatro Simón Bolívar, en San Ildefonso.
A las leyes religiosas me refiero, a esas que mandan matar o cuidar la pasión o enfriar y castigar el cuerpo; a las leyes que mandan contra el otro, no tu semejante, sino tu enemigo, porque tiene otro estilo de vida u otro color, agregó Del Río, presidenta de la fundación que lleva el nombre del escritor.
Miremos hoy Noruega, que parecía el paraíso y ayer (viernes) en Noruega se desencadenó el infierno por la intransigencia. El sueño de la razón genera monstruos, repetía Saramago con Goya, que para él no era un pintor: era un filósofo.
Saramago advertía –continuó– sobre la contaminación y suciedad del mundo, que era para él algo inaceptable, un dolor, una obligación cívica en la que debía empeñarse antes de que el lodazal se instale definitivamente en nuestros corazones.
Tal vez lo veamos por estos claustros
Para Saramago, los sueños eran consistentes cuando se podían levantar del suelo, como del suelo se levantan las cosechas, las casas, los hombres y las mujeres, comentó Del Río en relación al título de la exposición.
Vamos a hacer un viaje por Saramago, el mejor viaje posible, según el propio José dijo. Se descubrirán documentos y se confirmará que la forma de estar en la vida de este portugués y mexicano, como un día lo definió Carlos Fuentes, es la mejor posible, porque es la de quien utiliza la herramienta del pensar, y junto a la herramienta del pensar, la herramienta del sentir. Saramago era un hombre contenido, pero emocionado.
Y compartió una posibilidad: Paseando por estos claustros de San Ildefonso tal vez veamos a Saramago mirando sorprendido todo esto que se ha montado por él, y diciéndonos que estamos locos. Y tal vez sea verdad que lo estemos, locos de amor y de solidaridad por quien tanto amó y tanto dio de sí mismo.
Esta vez la inauguración de dicha muestra sobre la vida y la obra del autor de El Evangelio según Jesucristo y de Ensayo sobre la ceguera revistió un carácter especial, ya que fue la primera vez que se hizo sin la presencia física del escritor, quien había participado en las otras tres aperturas.
A través de más de mil 600 objetos y el apoyo de videos y otros recursos multimedia e instalaciones, la exposición es un recuento de la creatividad y existencia de 87 años de José de Sousa Saramago, quien nació en 1922, en una aldea de una familia de campesinos sin tierras.
Una persona como cualquiera de nosotros, que fue obrero mecánico, oficinista, periodista, traductor, poeta, dramaturgo, ensayista, novelista, humanista, comunista, zapatista y ganador del Premio Nobel de Literatura en 1998.
La muestra reúne obra inédita, textos literarios originales, manuscritos y mecanografiados, apuntes, diarios, fotografías, cartas, muebles y otros objetos personales, además de la medalla del Nobel, en una reconstrucción de su mundo personal y creativo, y de su pensamiento crítico y humanismo.
Fernando Gómez Aguilera, curador y director de la Fundación César Manrique y amigo muy cercano de Saramago, respondió a la pregunta del moderador Eri Cámara, curador de San Ildefonso, sobre qué verá el visitante de la exposición: Una experiencia de emociones, las palabras hemos querdio convertirlas en emociones. En emociones contenidas, no escandalosas. Los libros son emociones también. El pensamiento riguroso ha de sostenerse sobre emociones vinculadas a la búsqueda de la verdad, del conocimiento, a la compasión, una línea central de la actividad literaria e intelectual de Saramago: compadecerse de los otros, de los compañeros.
Y esa tarea suya de pensar compadeciéndose en los demás, agregó Gómez Aguilera, quien consideró a Saramago una de las pocas conciencias universales en todo el mundo, es la que se buscó en la exposición, y por eso el reto fue pasar las palabras a imágenes también, sin que las palabras se perdieran.
Luego de la charla se realizó la inauguración oficial en el patio central de San Ildefonso, con la participación de funcionarios de culturales del Instituto Nacional de Bellas Artes, la Universidad Nacional Autónoma de México y el Gobierno del Distrito Federal.
Si visitan la exposición y les gusta, dijo ahí Pilar del Río, digan a quien no la ha visto, cuéntenle a los demás que se trata de la vida de una persona como todos nosotros, no de elite, no universitaria, que se hizo a sí mismo y que fue ejemplo de la gente sencilla que, a base de trabajar, nos ennobleció a todos. Y eso le hace falta mucho a México.
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