Sunday, August 14, 2011

Morir entre muchos




Por  Daniel de la Fuente/ Grupo Reforma


Apretujado con otros bajo mesas y entre sillas, con los ojos cerrados, Miguel temblaba al escuchar los balazos durante el ataque al bar Juana's VIP la madrugada del 15 de mayo del 2010.

Angustiado, el joven aterrado sentía caer los cuerpos de quienes, hasta hacía minutos, reían a su lado. Sólo escuchaba los gritos de pánico, los ayes de dolor entre los silbidos de las balas y los secos ta-ta-ta-ta de las armas asesinas.

Alguien, cuenta tiempo después y adolorido aún, más que del cuerpo, del espíritu, gritó en medio del tiroteo: "Mamá".

Miguel, quien advierte que nunca dará su nombre después de lo que vivió en la apertura de aquel bar de Torreón, dice que al entreabrir los ojos simplemente no dio crédito a lo que vio: afuera del pequeño negocio de madera, a través de las ventanas en las que antes hubo vidrios, observó cómo uno de los sicarios, sin capucha siquiera, colocó sobre la camioneta un tripié y, sobre él, una ametralladora que empezó a disparar contra el local.

"No tienes idea de lo que sentí en ese momento... cómo se oía", expresa y revive el terror. "Lo que te diga es poco: nunca lo entenderás".

Lo peor es que, a como va el País, todos alguna vez lo habrán de entender. O de vivir.


Habían pasado casi cuatro meses de la masacre en el bar Ferrie, también en Torreón. El 31 de enero varios vehículos llegaron al muelle artificial del negocio con imagen de barco que anunciaba su cierre y futura reinauguración, y mató a 10 personas, casi todos menores de 25 años, e hirió a una veintena.

Dicen que hubo más víctimas y que los sicarios llegaron a otros negocios como La Catrina, Ay Nanitas y Limbo, donde también hubo muertos y heridos.


Por las mismas horas de ese día 31 de enero, en el Fraccionamiento Villas de Salvárcar, en Ciudad Juárez, otro grupo de asesinos le quitó la vida a 16 jóvenes mientras celebraban un campeonato de futbol. La más chica tenía 13 años.

La mayoría fue literalmente fusilada en los patios, donde inútilmente buscó refugio.

Así pasó el tiempo en la Comarca Lagunera, integrada por las ciudades de Gómez Palacios, Lerdo y Torreón, las cuales no han dejado un solo día de sufrir crímenes, extorsiones, robos y desapariciones. Lo mismo en Chihuahua, Nuevo León y Tamaulipas.

La noche del 14 de mayo del 2010, Miguel, su hermana, una sobrina y unos amigos decidieron "infringir" aquel toque de queda sugerido por el Alcalde de Torreón y, como otros, divertirse un rato, por lo que acudieron al Juana's VIP.

La velada empezó tranquila, recuerda vía telefónica. Había como 200 personas.

"Estábamos a tres mesas de la entrada y me acuerdo que como 50 minutos después de la medianoche llegaron unas edecanes de la Corona para repartir souvenirs.

"El lugar estaba lleno, y cuando la banda Toro Viejo empezó con la segunda canción, se escuchó la primera ráfaga".

Los asistentes gritaron y se tiraron al suelo. Miguel alcanzó a ver entre la confusión que afuera del lugar los cerca de ocho sicarios cortaron cartucho y empezaron a tirar hacia abajo y hacia arriba.

"No iban encapuchados y se veían como drogados. Reían".

Los de seguridad del Juana's fueron los primeros en caer, lo mismo que dos jóvenes que dejaban a sus novias en el auto.

"Fue una masacre horrible, todos llorando, gritando", revive y su voz se entrecorta.

"Muchos lo que hacían era taparse con los mismos cuerpos. Jamás había visto algo así".

Fue cuando vio al sicario montando el tripié en la camioneta, sobre el que colocó el arma.

"Dios mío", pensó y se cubrió con las manos la cabeza. Los ruidos eran ensordecedores.

Los sicarios partieron dejando detrás de sí una escena macabra: cuerpos abiertos por las balas expansivas, mutilados. Al comprobar que sus acompañantes sólo tenían esquirlas incrustadas, Miguel intentó salir pero un muchacho le musitó ayuda: se estaba desangrando de la pierna.

"A como pude le puse un torniquete con su cinturón. Estaba todo amarillo. Le decía '¡¡¡no te duermas, no te duermas!!!'.

Los socorristas ingresaron cuando la policía llegó después de concluido el ataque. Miguel observó decepcionado cómo al revisar al chico que acaba de atender lo subieron a una camilla y cubrieron con una sábana.

La pareja de ese joven, quien por el pánico no se dio cuenta de que su novio había muerto, le suplicó a Miguel que no la dejara sola. Él le dijo que comprendiera, que debía ir con su familia.

"No sé qué habrá sido de ella", dice y su silencio trasluce lo que quizá sea arrepentimiento.

El parte oficial informó que fueron ocho las víctimas mortales y 15 los heridos. Miguel contó 12 muertos, pero elementos del Ejército que llegaron allí dijeron que habían sido 35. Las autoridades estatal y municipal nunca avalaron esto.

Esa misma noche cuatro cuerpos fueron hallados horas después en un auto afuera de un centro comercial de la Comarca. Las cabezas estaban colocadas sobre el coche. Los sobrevivientes creen que los asesinados fueron los verdugos del Juana's.

A la semana, aparecieron más decapitados. Lo mismo: la ciudadanía cree que fueron los asesinos de los asesinos. Y así.

Una habitante de Torreón, Yadira Cháirez García, envió una carta al Presidente que circuló mucho tiempo en la red y en la que invitaba al Mandatario y a su esposa a visitar la Comarca.

"Alzo la voz y grito a los cuatro vientos para hacer de su conocimiento que estoy pasando los peores días de mi vida", grita la misiva. "No doy crédito a lo que mis ojos ven, a lo que mis oídos escuchan, a lo que mi boca pronuncia. No doy crédito a lo que mis manos han dejado de hacer; al odio, resentimiento e impotencia que ha acumulado mi corazón".


La masacre que abriría la racha colectiva mortal en este sexenio ocurrió el 13 de agosto del 2008 en el centro de rehabilitación CIAD No. 8, en Ciudad Juárez. Tras asesinar a dos personas en el CIAD No. 6 el primer día de ese mes, quizá el mismo comando llegó al 8 cuando los internos se preparaban para una jornada de oración.

El etnólogo Carlos Zamudio Angles, investigador del Colectivo por una Política Integral hacia las Drogas y autor de un ensayo que le ha dado vuelta a la red llamado "Muerte en los Anexos", asegura que de agosto del 2006 a septiembre del 2010 habían sido asesinadas 86 personas en este tipo de establecimientos.

"Las ejecuciones no pueden ser consideradas como represalias hacia los centros de atención por supuestas pérdidas millonarias, sino resultado de la impunidad que contextualiza la lucha entre bandas criminales, de la debilidad estatal para brindar seguridad y salud a los consumidores que quieren dejar las drogas, así como incapacidad para diferenciar consumidores que delinquen de quienes no", afirma.

El investigador urgió a regular el registro de los pacientes que llegan a tratamiento, pues así se podría construir una base de datos que permita conocer antecedentes penales de atención e historias clínicas, y separar así a los adictos vinculados a la delincuencia organizada del resto.

Seguirían más: en el 2009 hubo 18 muertos en el centro El Aliviane, y 10 en Anexo a la Vida, ambos en Juárez, en tanto en el 2010 fueron 19 en el centro Fe y Vida, en Chihuahua, y 9 en Fuerza para Vivir, en Ciudad Juárez.

En Tijuana, 13 fueron asesinados en el centro El Camino.

Cuestionado sobre si conocía a alguien que estuviera relacionado con éste u otros ataques a centros de rehabilitación, Zamudio sentenció: "No encontrarás a nadie".

La masacre contra Creel, en la Sierra Tarahumara, fue el primer ataque contra población abierta en México en el sexenio.

Javier Ávila, el presbítero jesuita que estuvo a cargo de poner en orden en la población, tiene muy presente el 16 de agosto del 2008, cuando un comando llegó al centro ejidal Profortarah y abrió fuego contra un grupo de jóvenes que descalzos jugaban carreras, de acuerdo a la costumbre rarámuri.

Esa tarde 13 personas fueron acribilladas, incluido un bebé de 1 año, hijo de una de las víctimas. Los sicarios les dieron a todos el tiro de gracia y les robaron pertenencias mientras reían a carcajadas de la masacre.

Meses después de la matanza, Daniel Parra Urías, padre de una de las víctimas, fue asesinado en la carretera de Creel a Cuauhtémoc. Murió exigiendo justicia.

Ávila recuerda aquella noche que demolió el turismo en Creel, puerta de entrada al país de los tarahumaras, y lamenta que los familiares de las víctimas no obtengan justicia como en otros casos.

"Vamos, la autoridad ni siquiera cumplió con lo prometido: una plaza de la paz en el sitio de la masacre, un área deportiva, un centro cultural", expresa el presbítero, quien encabezará en el tercer aniversario de la tragedia una marcha para colocar una ofrendaen el memorial inconcluso.

-¿Qué le dicen tantas masacres y víctimas?

"Hablan de impunidad, de incapacidad, de corrupción, de nula efectividad, de que no es posible que no aparezcan los culpables de ésta y otras tantas.

"Me dice también que el gobierno le apuesta al olvido, que los muertos de hoy sepultan a los de ayer, porque mientras que en su momento la noticia de Creel fue una explosión nacional, internacional, hoy la autoridad ya ni se acuerda porque luego vinieron los de Salvárcar, los estudiantes del Tec, los inválidos y muertos en retenes a los que tampoco se les ha hecho justicia".

Ávila apuesta por la memoria, por enumerar y darles nombres a las víctimas. En la misma apostura está el Obispo de Saltillo, Raúl Vera, quien alerta sobre lo que a él le parecen estas masacres sin control: exterminio.

"La autoridad se deslinda de dar justicia diciendo que todas las víctimas pertenecen de alguna manera al crimen, lo mismo en las masacres de los centros de rehabilitación o en la de Salvárcar.

"Urge la procuración de justicia: no hay seguimiento de casos, esto es una guerra donde nadie da cuentas de los muertos. Aquí en este país se puede matar a quien sea y las masacres se pueden hacer porque se pueden hacer".

Ya se puede hablar de generaciones perdidas, añade, de gente sin nombre a la que nadie busca entre masacres y fosas.

"Ante esto, diré lo que siempre he dicho: las víctimas deben organizarse, crear redes, exigir la búsqueda de sus familiares, nunca hacerlo solos".

-¿Dejaremos de hablar de esto algún día, padre?

"Claro que sí, si no, no estuviéramos luchando".

-¿Cómo recordaremos estos años?

-"Como una de las épocas más trágicas y tristes del País".           

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