Wednesday, April 04, 2007

De los apreciados Compañeros de La Convención de Sinaloa

La convención y los convenencieros

La Convención
Porfirio Muñoz Ledo



Transcurridos ocho meses del traumático episodio electoral del 2 de julio y en las proximidades de la segunda Convención Nacional Democrática reapareció con argumentos válidos, pero también con insidia, el debate ideológico. ¿Qué es hoy la izquierda en México? ¿Cuáles son su fuerza y su proyecto? ¿Quién representa a la izquierda y qué posibilidades tiene de prevalecer? Las respuestas han transitado de la descalificación sin matices hasta la autocrítica convencional, sazonados por apuntamientos lúcidos y, sobre todo, por hechos contundentes que han avivado a la vez el temor y la esperanza.

Durante las últimas semanas he debido reaccionar ante diversos interrogatorios, periodísticos y académicos, nacionales y extranjeros. Existe obviamente una estrategia derogatoria de la derecha, pero predominan la necesidad social de esclarecimiento y la exigencia intelectual de definiciones. Casi todas las preguntas llevan adosado un adjetivo: se recomienda conformar una izquierda moderada, se inquiere sobre el significado de la izquierda moderna, su carácter necesariamente propositivo y las posibilidades de adoptar el canon socialdemócrata. Parten de un supuesto común: que los extremismos de palabra y obra alejarían a las clases medias y nos vedarían el acceso al poder por la vía pacífica.

Los promotores de la moderación suelen olvidar los enormes desequilibrios de poder establecidos en el país y a escala global. Que nos enfrentamos a una derecha particularmente inmoderada, nutrida por la debilidad del Estado y asentada en la complicidad y la corrupción; en la transnacionalización económica, los monopolios internos, la arrogancia clerical y el imperio de las comunicaciones. Semejante confederación de poderes fácticos sólo puede ser enfrentada por una mayoría social militante, dotada de una visión radical sobre la naturaleza de los problemas y de los medios indispensables para atacarlos.

Dejan de lado, además, las consecuencias objetivas de una transición abortada. La ilegitimidad de origen en el ejercicio del Ejecutivo y el imperativo de reconstruir el andamiaje constitucional del país. Fingen ignorar que el repliegue de 1988 redujo, en sólo tres años, cinco veces nuestro caudal electoral y que tardamos 18 años en reponer nuestra votación histórica. Bueno que se cuestionen las inconsistencias entre el discurso y los hechos, el estridentismo inconsecuente o la doble moral, pero en modo alguno la firmeza en el rechazo de la ilegalidad y la determinación de preservar la autonomía del movimiento sobre la degradación de las instituciones.

La cuestión de la modernidad es más especiosa. Recordemos que moderno es "lo que existe desde hace poco tiempo" y que se reputan como modernos "los que viven en la actualidad". Sólo que esa calidad puede ser encarnada de distintas maneras. Cuando Carlos Salinas pregonaba la "política moderna", estaba anunciando la demolición de un modelo económico mediante procedimientos arcaicos y la inserción subordinada del país en la globalización. Esto es, la adopción de un nuevo estatuto colonial. Nosotros asumimos, en cambio, la crítica rigurosa del pensamiento neoliberal y de sus efectos depredadores; lo que es verdaderamente actual. Como decía Paz, queremos ser contemporáneos de todos los hombres. que se respetan.

La denominación socialdemócrata parecería tranquilizar conciencias, ya que nos colocaría en la sintonía universal de la izquierda posible. La equiparación automática a los partidos europeos es sin embargo equívoca, porque ellos tienen otro camino andado y afrontan realidades incomparables con las nuestras. Ese fue el eje de nuestras coincidencias y divergencias desde que establecimos nuestros primeros vínculos en 1976. Willy Brandt promovió por ello la relación con formaciones más radicales de América Latina y no sé en cuáles estaría pensando ahora. Sin contar con que los regímenes más exitosos del mundo en desarrollo no son miembros de esa familia.

Las definiciones son de gran envergadura, porque suponen la construcción intelectual y política de una alternativa diferente. Novedosa respecto del hoy y del ayer, pero también adecuada a nuestras condiciones específicas, que no son idénticas a las de ningún otro país de la región. No podríamos erigirnos en la Cruz Roja de la derecha: la que consuela a sus damnificados desde las virtudes del pluralismo; ni menos en los herederos de un pensamiento antiguo que se petrifica en la denuncia. Ni cómplices clandestinos ni hedonistas de la oposición.

Nada menos exacto que considerarnos ausentes de proyecto. Planteamientos nos sobran y los hemos desarrollado en el tiempo. Fuimos inclusive precursores de la contrapropuesta a la doctrina neoliberal. Bastaría la relectura de nuestros textos más relevantes para descubrir su congruencia y evolución interna. Me refiero a la Propuesta Democrática de 1987, el Programa de la Revolución Democrática de 1990, los Sentimientos de la Nación hacia el Siglo XXI de 1996, el proyecto de la Nueva República de 2000, la plataforma de la coalición Por el Bien de Todos de 2006 y la reciente agenda por la transformación de México del Frente Amplio Progresista. Amén de la saga concurrente e innumerable de iniciativas de las organizaciones sociales y de la sociedad civil.

Los quehaceres de la convención permitieron corroborar hasta qué punto la gente se ha apropiado de ese patrimonio ideológico y lo recrea desde su propio énfasis y circunstancia. Primero en las mesas preparatorias y luego en las de trabajo que tuvieron lugar los días 22 y 23 de marzo, se presentaron cerca de un millar de ponencias y emergió un número incontable de intervenciones espontáneas. Todas fueron hilvanando un rosario compacto de agravios y propuestas que otorga al movimiento un rostro coherente y comprometido. Fueron asimismo decantadas, debatidas y votadas en la plenaria del día 24, antes de la gran manifestación del zócalo, mal llamada "plaza de las unanimidades", que en realidad lo es de las voluntades.

El gran desafío que nos aguarda es la organización. Tal vez el anuncio de mayor trascendencia es el propósito de constituir un comité convencionista en cada uno de los 2 mil 439 municipios del país. La potencialidad del movimiento radica en las mentes y se expresa en las calles, pero sólo rendirá los frutos deseados mediante la creación de estructuras operativas. También se encuentra en los partidos, los parlamentos y los gobiernos democráticos. Se halla disperso en los sindicatos, las organizaciones campesinas y las no gubernamentales. De su articulación depende el éxito de nuestra empresa.

A la pregunta ¿en dónde está la izquierda? habría que contestar: en todas partes. Sería un error imperdonable confundirla con sus representaciones o sus liderazgos, aunque sean indispensables, menos aún juzgarla sólo por sus errores y sus aciertos. El asunto es histórico y el desenlace también. La derecha se encuentra asimismo en todas partes y por añadidura detenta el poder. Contrarrestarla y vencerla es la faena irrenunciable de nuestro tiempo.

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