El diario español El País dedicó un artículo a la violencia en México y reprodujo unas palabras del presidente Calderón, según las cuales “no existe el enorme caos y la enorme inseguridad que algunos en el exterior creen y que otros se empeñan en proclamar”. Y agregaba el mandatario: “Hablar mal del país para muchos es un esfuerzo cotidiano”.
Calderón no es el primero que afirma que los medios de comunicación, analistas y académicos hacen ver una realidad más negra que la que realmente existe. Zedillo y Fox dijeron también que “el problema se ha magnificado”, aquél acusó de malosos a los críticos y éste hasta llegó a recomendar a los mexicanos que no leyeran el periódico.
Esto viene a cuento porque justamente la semana pasada me pregunté en este espacio si había una realidad independiente de nosotros o si ella solamente dependía de nuestra mirada y de nuestra palabra, como sostienen algunos.
El sicólogo italiano Aloisyus Fenwick y el novelista argentino Hugo Ezequiel Lezama escriben: “El universo material se transfigura con la aparición de la palabra. Antes de que Mendeleiev estableciera la tabla periódica, ya estaban los metales existiendo, y sin embargo, su existencia era innocua por el solo hecho de que el hombre no los había levantado de su falta de nombre, transformando el universo inerte en el universo del discurso”.
Aun si aceptáramos que así son las cosas y que la realidad sólo es tal cuando la palabra la nombra, como gustaba decir Octavio Paz, tendríamos que aceptar también el hecho de que el lenguaje es más que un conjunto de palabras y reglas gramaticales, y que es un sistema que construye su sentido y sus significados a partir de lo que somos.
Dicho de otro modo, que no se habla como se quiere ni se dice lo que se quiere, pues hay coerciones que pesan sobre nuestro lenguaje, que son de orden social e ideológico y que hacen que todo en esta vida esté teñido por nuestra posición y situación: credos —religiosos o profanos— aspiraciones individuales, compromisos profesionales, intereses, gustos, valores. Por lo tanto, como afirma Ivan Illich, cuando hablamos transmitimos no sólo palabras sino significados culturales.
De modo que, cuando el Presidente de la República dice que el país no está tan mal pero muchos ciudadanos decimos que sí está muy mal, ¿cuál es la realidad?
Hans Kelsen distingue entre juicios de realidad (como: “el calor dilata los metales”) y juicios de valor (como: “la delincuencia no es tan grave como la pintan”). Estos últimos son a los que nos venimos refiriendo como determinados por la cultura.
Al Presidente las muertes, secuestros, violaciones y asaltos no le parecen suficientes como para considerar grave la situación, mientras que a otros ciudadanos sí nos lo parecen. Pero resulta que para los que vivimos en México (gobernantes y ciudadanos por igual), es un valor cultural ampliamente reconocido y aceptado que debe existir seguridad: que no nos asalten y roben, que no haya secuestrados ni asesinados. Todos lo creemos, todos lo queremos y todos sabemos que al que le corresponde lograrlo es al gobierno, que esa es su función. También sabemos que no lo ha conseguido, que ha fracasado. Pero el gobierno no quiere reconocer ese fracaso. Entonces miente, usa al discurso para mentir sobre la realidad.
Según el filósofo griego Platón, “el gobierno está autorizado para utilizar aquellas mentiras que considere convenientes por encima de la verdad”. Pero para el jurista austriaco Hans Kelsen, “no hay ningún motivo que nos impida colocar la verdad por encima y rechazar la propaganda del gobierno por estar fundada en la mentira”.
La cuestión entonces resulta muy sencilla: no se trata de discurso sino de realidad, el tema no son las palabras que se dicen, sino la realidad que estamos viviendo y que todos sabemos que estamos viviendo y frente a la cual, por nuestros valores, intereses y objetivos, nos sentimos enojados y exigimos respuesta a quienes hemos colocado socialmente en la posición y obligación de darla. Y esto es así digan lo que digan quienes están en el gobierno.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM
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