Octavio Rodríguez Araujo
Los grupos guerrilleros existen, y el EPR es uno de éstos. En general, con algunas excepciones, han surgido por la falta de voluntad de los gobiernos para atender las muchas y crecientes demandas de trabajadores mexicanos, tanto de la ciudad como del campo. Cuando las instituciones no funcionan a favor de la mayoría de la población o cuando son usadas para reprimir a los movimientos sociales, como es el caso presente del nefasto gobierno de Ulises Ruiz en Oaxaca, los sectores inconformes de la sociedad intentan otros métodos de lucha, obviamente al margen y en contra de las instituciones.
Sin embargo, los grupos guerrilleros, aun los surgidos con justificación plena, como los más conocidos en Guerrero y Morelos en el pasado, no siempre llevaron o llevan a cabo acciones que realmente hayan favorecido o favorezcan a la población que han pretendido representar. No pocos de esos grupos guerrilleros han actuado con frecuencia más por voluntarismo de sus dirigentes que por presión social. La estrategia contestataria armada en México hasta la fecha no ha logrado la ampliación de las bases de apoyo en su favor, con lo que no quiero decir que esos apoyos sean inexistentes. Aun así, muchos de los grupos guerrilleros han quedado aislados y no sólo por la represión gubernamental en su contra, también porque en lugar de sumar suelen restar, a veces por sectarismo y otras veces porque la represión alcanza a la población civil ajena a la estrategia armada.
El caso del EZLN debe verse por separado, por dos razones fundamentales: a) no surgió como un grupo guerrillero típico, sino como un ejército popular localizado en una región de Chiapas, y b) porque atendió el llamado de amplios grupos sociales de no continuar por la vía armada (enero de 1994), aunque no renunciara a sus armas. Las restas que ha sufrido a lo largo de 13 años no han obedecido al rechazo de su lucha, sino a los errores sectarios y soberbios de Marcos. Pero ésta es otra historia.
Aceptando, sin conceder, que los sabotajes a instalaciones de Pemex fueron realizados por el EPR, uno tiene que preguntarse si tales acciones beneficiaron a obreros y campesinos, las principales víctimas de las políticas neoliberales del gobierno y del capitalismo que éste defiende, y si con esos sabotajes han sumado gente a su lucha y a su estrategia supuestamente a favor del socialismo.
En política -y la estrategia armada no por ser armada deja de ser política- siempre se debe saber, por anticipado, quién se beneficia de una acción determinada. Los trabajadores lo han aprendido bien desde hace más de un siglo, razón por la cual se habla de huelgas legítimas y de huelgas locas. Estas últimas han sido siempre las que, por irreflexiva voluntad de sus líderes, han conducido a derrotas de la clase obrera en lugar de beneficiarla. ¿Quién se ha beneficiado de los sabotajes a los ductos de Pemex? ¿Los trabajadores (y sus familias) de las empresas que fueron afectadas por la falta de energéticos derivados del petróleo? Definitivamente no. Al contrario. No pocas empresas han usado los hechos como pretextos para reducir el número de trabajadores, para suspender salarios porque la producción se ha visto afectada, para demandar al gobierno mayor protección policiaca y militar en sus instalaciones, para exigir que el gobierno reprima la inconformidad social en el país, y para tratar de influir en la opinión pública y que ésta acepte la pertinencia de una mayor militarización que "ponga orden" en el país no sólo para combatir el narcotráfico, sino también "el terrorismo" (que estrictamente hablando no es tal, ni cosa parecida).
Los gobernantes, bisoños que son (además de derechistas), no entendieron ni han entendido una ley elemental de la física: que toda acción provoca una reacción. Si encarcelan o desaparecen a sus opositores, armados de rifles o de piedras, le echan gasolina a la hoguera y no resuelven nada con su política. Están equivocando de todas todas su estrategia. Lo que deberían hacer, ya que le robaron la elección a López Obrador, es también robarle su divisa de campaña: "Primero los pobres", y actuar en consecuencia. "El presidente del empleo y de las manos limpias" ya debería entender que existe un México mayoritariamente depauperado, con muy pocas esperanzas de mejorar su situación y que está molesto con su presente. Y un pueblo molesto puede enojarse fácilmente y pasar a acciones de rebeldía y enfrentamiento para las cuales no habrá medidas democráticas que valgan ni instituciones que sirvan. La mano dura, aunque sea con baños de legalidad, lo único que provocará será mayor rencor social y, por lo mismo, mayor rebeldía. Ulises Ruiz, cerrado como es y obviamente de muy pocas luces, es un magnífico ejemplo de lo que no se debe hacer. ¿Calderón quiere emularlo?
La desesperación es mala consejera. Cierto es, como sugería al principio, que muchos grupos guerrilleros han actuado con frecuencia por voluntarismo más que por atención a una demanda social, pero que el gobierno no haga cuentas alegres, porque podría llevarse la sorpresa de que, cada vez más, ciertos sectores populares vean a aquellos como sus héroes "que enfrentan al gobierno" y a éste como un verdadero enemigo que debe combatirse mediante cualquier medio, pues ya se ha llegado al punto en que millones de personas no tienen nada que perder.
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