Wednesday, July 11, 2007

A un año, solamente 8 de los 30 involucrados, enfrentan proceso legal

Esperan mujeres violadas de Castaños, Coah., sentencia contra militares

Grupo Reforma

Castaños, Coah.- Es medianoche y el ambiente aún no empieza en El Pérsico. Será a las dos o tres de la mañana que la mayoría de los clientes arribe a esta nave de concreto con techo de lámina enclavada en un hoyo a las orillas de este municipio, a la que se llega por un kilómetro de terracería. Alrededor es puro desierto.

Doris camina con sus altos tacones hacia una de las bancas en torno a la pista, donde ya esperan meseras y sexoservidoras como ella, muy maquilladas, con minifaldas y olorosas a perfume. Si se solicita, alguna servirá tragos, acompañará en la mesa, bailará o irá con el cliente al cuarto.

Doris permanecerá mirando hacia la pista, de 10 por 10 metros, o a las mesas, acaso 16. Tiene 25 años de sus 46 en este sitio donde no había sucedido algo como lo del 11 de julio del 2006.

Ella, como otras mujeres, ha debido alternar su trabajo por las noches, con visitas a los tribunales en el día para ratificar las denuncias por los abusos sexuales cometidos por soldados a cargo del Sargento Segundo Juan José Gaytán Santiago hace un año.

De entonces a la fecha, han recibido despensas y algunas asesorías psicológicas sin resultados. Como secuelas, han tenido problemas familiares porque algunas ocultaban su oficio y otras han sufrido malos tratos de sus parejas después del ataque.

Y lo peor: tuvieron que seguir en el bar donde fueron vejadas ya que no hay opciones para mantener a su familia. Tal es el caso de Doris, quien debe alimentar a siete entre hijos y nietos.

Así, de 13 mujeres afectadas, ocho, incluida Doris, siguen en El Pérsico y dos más en Las Playas, una cantina aledaña, pese a que se les ofreció trabajo que no aceptaron por el bajo sueldo.

De las tres restantes, dos ya no trabajan allí y se retractaron de sus declaraciones y una más sólo dejó el bar, aunque su proceso sigue. Es Paola. Tiene 26 años y cuatro hijos: uno de un mes, y el resto con problemas físicos.

Paola es alta, de cabello y ojos cafés. Ocho días antes del ataque entró a El Pérsico dejando un trabajo donde ganaba 100 pesos diarios. Acá obtendría 400 entre semana y mil 500 los fines de semana.

La noche del 11 de julio, describe Paola con la cabeza y voz bajas y moviendo el portabebé con su pequeño en su hogar en la azotea de una colonia remota, llegaron ella y su hermana a esperar en las bancas.

Pasada la medianoche llegaron siete hombres de civil, estatura baja, morenos y de pelo corto. Arribaron ebrios. Uno, Joaquín Alvarado Torres, discutió con un cliente y aquel le tiró la bebida.

El afectado pidió que intervinieran los cuatro policías municipales que vigilaban el lugar, quienes tomaron a Joaquín entre protestas de sus compañeros y lo llevaron con el encargado.

Los amigos empezaron a gritar y Ricardo Hernández Hernández marcaba su celular. Paola recuerda eso.

"Nomás marcaba y colgaba. Ahí fue cuando nos dimos cuenta que algo extraño pasaba", cuenta.

Liberaron a Joaquín, pero al salir, sus compañeros dijeron que volverían. Abordaron un taxi y le dieron al conductor una dirección que resultó ser una oficina electoral. Allí el chofer se percató que eran soldados, que habían abandonado su función de resguardar las boletas del 2 de julio y que iban por otros. El taxista huyó.

Según declaraciones, Gaytán Santiago o el subteniente Norberto Carlos Francisco Vargas exigieron que salieran sus compañeros, quienes se armaron y subieron a un camión del ejército.

Serían las 2:00 horas cuando cerca de 30 soldados del 14 Regimiento de Caballería de Múzquiz llegaron a El Pérsico.

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Los soldados golpearon a los cuatro policías afuera del bar, pero éstos huyeron al restaurante anexo. Allí echaron candado y a los agresores ya no les importó, pues iban por las mujeres Algunos entraron a la cantina y uno le asestó un golpe en la cabeza con la culata a un cliente, quien cayó inconsciente. Otro le dio un puñetazo en el suelo. Los demás apuntaban con sus armas a todos.

Las mujeres corrieron a la puerta trasera del restaurante y se encerraron.

"Pensé que era un operativo", afirma Paola, y le da más rápido al portabebé. "Yo era la que más lloraba. Doña Mary (la encargada) decía que nos escondiéramos, pero me dio más miedo cuando vi que allí estaban los policías todos sangrados".

Las mujeres se refugiaron bajo las mesas. Los soldados recorrieron los alrededores dando golpes a puertas, vidrios y techo, a donde subieron.

Uno metió su arma por una ventanilla y la movió a ciegas sobre las cabezas que parpadeaban aterrorizadas y lloraban en lo oscuro. Paola, asmática, no podía respirar porque le taparon la boca para que no hiciera ruido.

"Uno se asomó y dijo que ya había pasado todo, que había llegado ayuda. '¿En serio no nos va a hacer nada?', preguntó doña Mary. '¡Ay, qué bueno. Bendito sea Dios! ¡Ya nos libramos!'".

Cuando abrieron, el pelotón apuntaba a sus rostros y las mujeres fueron conducidas a la pista. La música no se detuvo. Esteban, el encargado, huyó.

Cerca de 20 soldados permanecieron en el lugar, en tanto unos 10 vigilaban. Dos policías que llegaron a brindar ayuda, fueron detenidos, golpeados y encerrados por los militares.

Ya con El Pérsico bajo control, obligaron a algunas mujeres a sentarse con ellos, en tanto otros forzaban a bailar al resto. Así, de las casi 20 mujeres que estaban al principio, 11 se quedaron contra su voluntad en la pista, en torno a ella o en la barra, y dos, las de la cantina vecina, Las Playas, huyeron para allá, pero fueron alcanzadas por soldados que las golpearon y abusaron de ellas.

Otras, como la hermana de Paola, sobrevivieron al infierno al quedarse con otros clientes, obligados a permanecer en el lugar. Otra dijo que tenía sida y no la tocaron. Tres más se encerraron en un cuarto y no salieron en toda la noche.

Algunas fueron obligadas a desnudarse: les hicieron simulacros de fusilamiento e hirieron sus partes íntimas con las armas. Algunos amenazaban que les arrancarían los aretes y tatuajes con la boca.

Once fueron las mujeres violentadas sexualmente en los cuartos, algunas en repetidas ocasiones. Una llegó a seis, con distintos hombres. Doris, en cambio, sufrió la violación de uno.

Los detalles aparecen en declaraciones. El ataque duró casi tres horas.

Paola fue violada tres veces. Uno más no pudo, porque otros del Batallón de Infantería de Múzquiz llegaron a aprehenderlos. Sólo así ingresaron al área policías locales y ministeriales, que tardaron en llegar esas tres horas, pues corrió la versión de que el escándalo era protagonizado por Zetas.

Ante la intensidad del recuerdo, la joven termina sudorosa y bañada en lágrimas. El fin del testimonio coincide con el llanto de su bebé aún sin nombre.

"Yo tengo mucho miedo porque Gaytán amenazó a mi hermana en el juzgado cuando fuimos a reconocerlo", dice mientras arrulla al hijo en brazos. "No sé si vaya a salir o no. También me da miedo porque uno de los que me violaron anda libre".

El que está prófugo es Ricardo, quien grabó y tomó fotos con su celular del abuso contra Paola.

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Castaños es un exceso más de militares en México. El Obispo de Saltillo Raúl Vera afirma que por combatir a los narcos al Ejército se le exculpa de todo.

"Esto es muy delicado, porque es permitir que los mexicanos estemos sujetos al control de una fuerza militar sin límites, lo que hemos visto en regímenes militares de América Latina".

En el juicio, considerado inusual por litigarse en un tribunal civil, de los casi 30 soldados, 12 han sido identificados. Por exigencias del juez, 8 fueron transferidos de Mazatlán y están detenidos: Casimiro Ortega, Rosendo García, Omar Alejandro Rangel, Fernando Adrián Madrid, Norberto González y Ángel Antonio Hernández , además de Juan José y el otro Norberto.

Los prófugos son, además de Ricardo, Raúl Mireles, Luis Humberto Mauricio y Bardomeano Hernández. El ataque provocó que el Comandante de la Sexta Zona Militar, Rubén Venzor, fuera reubicado.

Héctor Méndez fue liberado por falta de pruebas. El Juez Hiradier Huerta, que despacha en Candela entre montañas de expedientes del caso, dice que en breve dictará sentencias.

Huerta, quien por reformas recientes dictó una sentencia de 95 años, la más alta en Coahuila, se negó a dar detalles, aunque dijo que las innovaciones permiten penas de hasta 300 años.

"Se dictará el equivalente a 40 sentencias", dijo. "Este juzgado dicta entre 140 y 150 por año, y en una sola va a quedar el equivalente a un tercio o casi la mitad de lo que se dicta en un año".

Según testimonios, una mujer abortó por el ataque y otra quedó embarazada y dio a luz en abril.

Los apoyos del Gobierno del Estado han sido esporádicos y las víctimas no han respondido porque les cuesta asistir a pláticas o ratificaciones legales. Deben descansar.

"En Pasta de Conchos hubo una calidad humana del Gobierno del Estado, pero en este caso ni el federal ni el estatal ni las direcciones de desarrollo social ni los municipios se acordaron de estas mujeres", afirma Silvia Garza, diputada local por el PAN.

Las mujeres de El Pérsico, subraya, han sido tratadas como ciudadanas de segunda, sin planes para ayudarlas a sanar. Lo atribuye a que la mayoría son prostitutas.

"No le veo otra explicación", dice.

Paola explica que les han dado pocas despensas, han tenido psicólogos sin resultado y un trato insensible.

Pero pese a que la legisladora ha ofrecido conseguirles otras opciones laborales a Paola y Doris, ésta última, como la mayoría de las ofendidas, no descarta permanecer en El Pérsico.

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