Por su relevancia reproducimos una nota de la Redacción de El Universal, así como dos artículos del periodista español César González Calero que incomodaron al régimen cubano.
Romper El Cerco donde quiera que el autoritarismo de estado limite la libertad periodística
Cuba retira acreditación a tres corresponsales
El Centro de Prensa Internacional (CPI), organismo del que dependen los corresponsales extranjeros en la isla, consideró al tomar su decisión que el saldo del trabajo del corresponsal de EL UNIVERSAL “no es positivo” para el gobierno de Cuba
Redacción
El Universal
Viernes 23 de febrero de 2007
Las autoridades de Cuba notificaron al corresponsal de EL UNIVERSAL en la isla, César González-Calero, que no le renovarán su acreditación periodística debido a que su “forma de enfocar la situación cubana no es la que más le conviene al gobierno cubano”.
El Centro de Prensa Internacional (CPI), organismo del que dependen los corresponsales extranjeros en la isla, consideró al tomar su decisión que el saldo del trabajo del corresponsal de EL UNIVERSAL “no es positivo” para el gobierno de Cuba.
“Para nosotros es una expulsión técnica la de nuestro corresponsal”, dijo Roberto Rock, vicepresidente y director general editorial de EL UNIVERSAL. “Es un atentado a la libertad de prensa”, subrayó.
Luego, en declaraciones a la cadena CNN, Rock consideró que la medida pareciera ser una señal para inhibir las coberturas periodísticas en la isla”. Es una señal que se manda a un medio de Estados Unidos, otro en Europa y otro en América Latina, dijo.
EL UNIVERSAL preparó una nota de protesta oficial ante el gobierno cubano, que fue entregada en el curso de este jueves en la Embajada de Cuba en México.
El corresponsal de este diario no fue el único “expulsado”. También el corresponsal del diario estadounidense Chicago Tribune, Gary Marx, recibió la notificación de que su credencial de prensa no sería renovada, debido a que consideraban que “su trabajo era negativo”, de acuerdo con una nota publicada ayer por ese medio.
El corresponsal de la BBC, Stephen Gibbs, fue notificado en el mismo sentido. La retirada de las credenciales de estos tres periodistas es un hecho sin precedentes en la isla en los últimos años.
Según relató González-Calero, corresponsal de EL UNIVERSAL en La Habana desde abril de 2003, “no refutaron ni una sola de mis informaciones sobre Cuba en cuanto a errores de contenido o de datos”. Entre los argumentos esgrimidos por el CPI figuran también los de “informaciones no balanceadas, falta de objetividad y publicación de artículos contra Cuba”.
Las credenciales de los corresponsales extranjeros en Cuba vencieron en abril de 2006 y no fue hasta la semana pasada que el gobierno cubano estimó oportuno iniciar los trámites de reacreditación. Con anterioridad, González-Calero había renovado en dos ocasiones su acreditación, en 2004 y 2005. La retirada de la acreditación al corresponsal de EL UNIVERSAL será efectiva el próximo 28 de febrero. Las autoridades cubanas notificaron a González-Calero que después de esa fecha su categoría migratoria pasa a ser la de “acompañante”, dado que su esposa tiene permiso de trabajo en la isla.
En el caso del corresponsal del Chicago-Tribune, George de Lama, editor de noticias del diario, dijo que “estamos muy decepcionados y preocupados por la noticia de que el gobierno cubano ha decidido no renovar las credenciales de nuestro corresponsal”.
González-Calero, de nacionalidad española, laboró previamente como corresponsal del diario El Mundo en México durante varios años. En su trayectoria profesional ha trabajado para varios medios de comunicación, como la agencia española de noticias Europa Press, y ha publicado reportajes en diarios y revistas de varios países, como Diario 16 y Expansión (de España), y Cambio México y Expansión (de México), entre otros.
Ejército Revolucionario, SA
César González-Calero
El Universal
Viernes 23 de febrero de 2007
LA HABANA.- En las paradisiacas playas de Varadero, turistas de medio mundo se solazan durante todo el año bebiendo daiquirís en hoteles de cinco estrellas, relajándose en sus jacuzzis climatizados y zampándose unas langostas mientras contemplan el atardecer en la península de Hicacos. Pero pocos saben que su paquete vacacional está supervisado por los descendientes de aquellos barbudos irreverentes que se levantaron en armas hace 50 años en la sierra Maestra.
Hoy, abierto el melón sucesorio en Cuba, todas las miradas están puestas en un acrónimo que ha cumplido medio siglo: FAR. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias controlan desde hace años los sectores estratégicos de la economía cubana y su papel en el escenario político que se avecina será, según los expertos, decisivo.
Hal Keplak, historiador militar canadiense, ha publicado recientemente Cuba´s Military 1990-2005, un libro que no circula en la isla y donde analiza a conciencia la evolución de las FAR. Su vaticinio sobre el papel que jugará la cúpula militar en la era poscastrista es categórico: "Aquellos que argumentan que el Ejército va a ser uno de los actores centrales en una transición (en Cuba) aciertan sólo parcialmente. El hecho es que bajo cualquiera de los escenarios contemplados, ellos (las FAR) serán los actores clave".
Para Keplak, sólo los militares cuentan con los medios y la determinación suficientes para liderar un proceso de transición política. Ninguna otra institución del régimen (como el gobernante Partido Comunista de Cuba -PCC-, el poderoso Ministerio del Interior, u organizaciones de masas como los Comités de Defensa de la Revolución) puede erigirse en esa piedra angular de la sucesión en Cuba.
Desde el pasado 31 de julio, Cuba vive inmersa en un inédito escenario político, tras la cesión temporal de poderes efectuada por el presidente Fidel Castro a su hermano Raúl. Una sucesión de la que ya se venía hablando y que se precipitó tras la delicada operación intestinal a que fue sometido el líder de la revolución.
La "Proclama al pueblo de Cuba" en la que quedó perfilado el nuevo gobierno interino desató especulaciones sobre el futuro del país sin Fidel al mando. Hay, sin embargo, unanimidad a la hora de resaltar la gran influencia que tendrá la élite militar en los derroteros políticos, sociales y económicos del país.
El ejército rebelde conformado por Fidel en 1956 contaba, a los pocos días del desastroso desembarco del Granma en las costas cubanas, con una veintena de milicianos y una docena de fusiles. Al triunfo de la revolución y de la mano de Raúl, las columnas de guajiros desharrapados se transformaron en las disciplinadas Fuerzas Armadas Revolucionarias, que con los años protagonizarían relevantes misiones internacionalistas, principalmente en África.
En los años del llamado "periodo especial" que se vivió en Cuba, tras el derrumbe del campo socialista, los generales de Raúl Castro transitaron de los cuarteles a los despachos ministeriales, ocupándose de los principales sectores económicos. Hoy están al frente de más de 300 empresas relacionadas con el turismo, la minería, el azúcar, la pesca, el tabaco, la telefonía y las tiendas en divisas, entre otras.
"A los oficiales de las FAR les unen varios objetivos comunes: preservar los proyectos sociales de la revolución, defender al país de cualquier agresión extranjera, y fortalecer y ampliar las reformas económicas bajo el manto del Sistema de Perfeccionamiento Empresarial", explica en un artículo Frank Mora, del National War College de Washington. Domingo Amuchástegui, experto en asuntos militares cubanos, comparte esa percepción del Ejército como fuerza motriz del aperturismo económico: "Tras veinte años de estar expuestos al perfeccionamiento empresarial, con una dinámica de organización y gestión capitalistas, (los militares) han abierto su mente", asegura.
Mora va aún más lejos en su estudio sobre el futuro de las Fuerzas Armadas, y se cuestiona si la disciplina interna que, a su juicio, predominará en los primeros tiempos, podrá perdurar: "La pregunta clave será si, una vez que la estabilidad y la seguridad estén aseguradas en una Cuba pos-Fidel, el Ejército mantendrá su cohesión".
(Publicada el 20 de agosto de 2006)
Cuba: la generación desconectada
César González-Calero
El Universal
Viernes 23 de febrero de 2007
LA HABANA.- Si Karl Marx levantara estos días la lápida que le atenaza las barbas en las colinas de Highgate, seguramente agarraría el primer vuelo hacia Cuba para observar de primera mano qué está pasando con la última revolución socialista de Occidente. Ante el teatro que lleva su nombre en La Habana se mesaría la alborotada cabellera, y se quedaría petrificado al entrar en la sala Atril, el antro abierto en el mismo edificio del teatro, en el que se dan cita jóvenes con celulares de última generación, vestimenta de Zara y unas irreprimibles ganas de regodeo.
Cualquier visitante que, como el fantasma del pensador alemán, se deje caer un sábado por la noche por la sala Atril, pensará por un instante que se encuentra en una ciudad capitalista, y no en La Habana de la libreta de racionamiento, los Comités de Defensa de la Revolución y las marchas del pueblo combatiente.
Abierto hasta la madrugada, el antro acoge cada fin de semana a decenas de jóvenes que bailan desenfrenadamente las canciones de los Van Van o el último éxito de Shakira. La barra del local no da abasto. Corre el alcohol de una mesa a otra y los billetes de pesos convertibles (la moneda fuerte del país tras la salida de la circulación del dólar en 2004) colman una caja registradora que tiene cuño socialista.
La clientela de la sala Atril representa a una parte de la juventud cubana que imita las pautas de comportamiento capitalistas. Su procedencia social es variopinta. Ahí se dan cita los "hijos del régimen" con posibilidades, los jóvenes profesionales que trabajan en empresas extranjeras y los estraperlistas que dejan en una noche lo que han ganado en una semana en el mercado negro.
En la Cuba del siglo XXI, con dos monedas en circulación (el peso cubano y el CUC, o peso convertible), las desigualdades en el nivel de vida de la población están a la orden del día, como reconocen las propias autoridades. Y muchos jóvenes no tienen otra salida que mirar más allá de la raya del mar. Eso es lo que hace Nelson, 26 años, apostado en el malecón: "Yo soy de Holguín y vine a La Habana porque allá no hay futuro. Pero esto está igual de malo, y peor que se va a poner ahora". Como Nelson, la mayoría de los jóvenes reclama una apertura económica, antes que un cambio político.
No son muchas las voces disconformes que se dejan oír en La Habana. Desconfiados hasta de su sombra, los cubanos recelan de todo aquel que se interesa por su opinión política. En estas últimas dos semanas, desde que Fidel Castro anunció en su "Proclama al pueblo de Cuba" que cedía temporalmente el poder a su hermano Raúl por problemas de salud, en la capital cubana reina, junto a la calma, un silencio abrumador. "Si me preguntas de beisbol, no paro, pero del hombre (Fidel) no voy a hablar. ¡Qué va!", se excusa un joven negro del barrio de Centro Habana, uno de los más conflictivos de la capital cubana.
La Universidad de La Habana alza sus muros neoclásicos en pleno centro de la ciudad. En agosto sus aulas están cerradas. Sólo algún estudiante despistado deambula por allí. En las escalinatas que conducen al rectorado una joven avanza. Al interpelarla por la inédita situación política que vive el país, se le descompone la mirada: "Lo siento, estoy apurada, pregúntele a otro".
Un joven licenciado en Filosofía, que prefiere escudarse en el anonimato, ofrece su versión de la actitud de los jóvenes: "En la esfera universitaria todos los intentos de abrir espacios de crítica se han frustrado, sencillamente porque las autoridades no quieren que haya debate".
Ante ese panorama, algunos jóvenes han optado por construir sus propios canales de expresión. En Alamar, una ciudad dormitorio a las afueras de La Habana, se viene gestando desde hace años un movimiento alternativo que ha generado interesantes propuestas artísticas al margen del sistema. Allí se organizaron los primeros festivales de rap, que con los años se han convertido en estandarte contracultural para las nuevas generaciones.
Los fidelistas
La Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) cuenta con más de medio millón de militantes, según fuentes de la organización. Fundada en 1962, tres años después del triunfo de la revolución, es la hermana menor del gobernante Partido Comunista Cubano (PCC), e incubadora de nuevos cuadros dirigentes. El miércoles pasado, en un acto de "reafirmación patriótica" celebrado en el hospital Miguel Enríquez de La Habana, el médico Yanier González, delegado de la UJC en el centro sanitario, resumía el sentimiento de esa otra parte de la juventud cubana, la que expresa abiertamente su opinión, coincidente con las consignas del régimen: "Siempre defenderemos la más gloriosa de nuestras victorias, nuestra revolución del pueblo y para el pueblo".
Pero a pesar de los intentos de movilización de la UJC, el gobierno cubano es consciente de que la desconexión con la juventud es una realidad. En diciembre pasado el ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, reconoció de forma explícita que uno de los principales retos de la revolución era ganarse la confianza de los dos millones y medio de jóvenes criados en los años del periodo especial, tras el derrumbe del bloque socialista. Años en los que, según Pérez Roque, "se desarrollaron los vicios y las tendencias negativas" que ahora son moneda corriente en la isla.
El reto, sin Fidel al mando del país, se antoja complicado
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