Denise Dresser
Beatriz, ay, Beatriz. Tan moderna en unas cosas y tan dinosáurica en otras. Tan vanguardista ante ciertos temas y tan atávica para los demás. Mezcla emblemáticamente mexicana de talento y ataduras que lo diluyen. Inteligente, preparada, sensible, pero demasiado priista para su propio bien y el de un partido que debe cambiar para permanecer. Mujer acostumbrada a sobrevivir las marejadas sexenales, puesto tras puesto y Presidente tras Presidente. Mujer aferrada al pragmatismo que le ha permitido flotar mientras muchos a su alrededor se hunden. La que siempre ha sabido usar las mejores palabras, pero no siempre ha peleado por las mejores causas. Ahora obligada a hacerlo. A ser compás. A ser una auténtica Beatriz como la concibió Dante en "La Divina Comedia": destructora de todos los vicios, reina de la salvación.
Y vaya que el PRI requiere alguien que lo salve de sí mismo. Gobierno en 17 estados; al frente de múltiples municipios; fiel de la balanza en el Congreso; repleto de cuadros experimentados. Pero aún así, según una encuesta reciente de Ipsos/Bimsa, el partido con pocos apoyos y muchos negativos. El menos asociado con el cumplimiento de la ley y cómo asegurarla, con un mejor futuro y cómo obtenerlo, con la representación ciudadana y cómo profundizarla. Eso sí: el más asociado con la corrupción. El mismo de siempre pero percibido peor. Convertido en un partido de polos regionales sin liderazgos nacionales. Liderado por pequeños señores feudales y los cotos que han logrado preservar. Desacreditado diariamente por la permanencia y longevidad de personajes como Ulises Ruiz, Mario Marín, Jorge Hank Rhon, Emilio Gamboa.
Los mismos nombres y los mismos hombres. Recordatorios cotidianos del autoritarismo aceptable, la corrupción compartida, el abuso avalado, la pederastia permitida, el gangsterismo perenne, la política como negocio personal. Souvenirs del partido que primero creó instituciones para después permitir su manipulación; que primero aseguró la gobernabilidad para después torcerla; que primero creó el sistema presidencial para después -en la era de los gobiernos divididos- obstaculizar su funcionamiento. Y aún no lo comprende; todavía no lo aprende. El PRI todavía piensa que perdió la Presidencia por los candidatos que postuló y no por lo que representa. El PRI todavía cree que su talón de Aquiles fue Roberto Madrazo y no la forma de hacer política que emblematizó.
Todo aquello que Beatriz Paredes tendrá que combatir si quiere cambiar a su partido y no sólo administrarlo. Todo lo que la tlaxcalteca temible tendrá que encarar si desea renovar al PRI y no sólo presenciar su eutanasia. Las redes clientelares y los cacicazgos estatales y los nudos corporativos y las tentaciones autoritarias y los ojos cerrados de tantos priistas ante esos lastres. Porque el PRI tiene dos problemas fundamentales: no sabe cómo actuar y no sabe en qué dirección debe marchar. Un día es el partido que defiende a las instituciones y otro día es el partido que las denosta. Un día es el partido de los gobernadores y otro día es el partido de los coordinadores parlamentarios. Un día es el partido de los que quieren la colaboración con Calderón y otro día es el partido de quienes se oponen a ella. Un día es el partido que apoya las posiciones neoliberales del PAN y otro día es el partido que se vincula con las posiciones neopopulistas del PRD.
Y dado que no sabe actuar como partido unificado, actúa como conciliábulo confrontado. Y dado que no sabe para qué existe, le cuesta cada vez más trabajo hacerlo. No se posiciona para las grandes batallas sino para las pequeñas peleas. No defiende las mejores ideas sino a los peores personajes. Atrapado por la pinza del panismo modernizador y el perredismo justiciero, el PRI no encuentra razón de ser. Acorralado por en PAN en el norte y presionado por el PRD en el sur, el PRI se vende como el partido de la experiencia que muchos votantes preferirían olvidar.
Ahora, entre loas panistas y lisonjas perredistas, Beatriz Paredes ofrece la visión beatífica. "Gentilísima", como diría Dante sobre quien promete ser guía al Paraíso; quien asegura que el PRI va a ser "una oposición firme, creativa y constructiva". "Bendita", como escribiría Dante sobre su musa heroica. Y el PAN aplaude su ascenso porque piensa que eso marca el inicio de una alianza estratégica, de una colaboración asegurada. Pero Beatriz hoy está muy lejos de poder ofrecerla. Llega maniatada por los compromisos que contrajo, las coaliciones que forjó, los personajes indeseables que atajarán su liderazgo. Arriba anunciando que el PRI va a ser un partido de "centro-izquierda", lo cual hará difícil el apoyo a reformas económicas de centro-derecha. Arriba declarando que los priistas van a ser responsables cuando no saben cómo ser demócratas.
Porque para poder colaborar, el PRI necesita cambiar. Para poder contribuir a la gobernabilidad, el PRI necesita dejar de sabotearla. Necesita hacer política de otra manera. El verdadero reto para Beatriz Paredes no es posicionar al PRI ideológicamente, sino obligarlo a comportarse democráticamente. No es definir al PRI como una fuerza política que recupera lo mejor del pasado, sino se reinventa para enfrentar el futuro. No es ensalzar al PRI por su experiencia sino criticar lo fallida que -con frecuencia- fue. No es regresar al PRI a sus raíces sino arrancar una gran parte de ellas y sembrar de nuevo. Con reglas, con procedimientos, con prácticas que subrayen ese compromiso. Con sanciones a y deslindes de aquellos que se rehusen a adoptarlas. Apostándole no a los jóvenes caudillos sino a los nuevos militantes.
Y esa tarea requerirá que Beatriz Paredes deje de ser el corcho que ha sido y se convierta en el compás que podría ser. Requerirá que se reinvente no como superviviente sexenal sino como reformista verdadera. Requerirá que sea una mujer de convicciones fuertes capaz de reformar a un partido de hombres fuertes. Convencida de la necesidad de reconocer viejas mañas y erradicarlas. Con la voluntad suficiente para dejar de esconder bajo su huipil a los malolientes que han encontrado refugio allí. Capaz de renovar su arsenal ideológico y su visión programática. Capaz de unir al PRI en torno a ideas en vez de venganzas. Capaz de disciplinar a un partido dispuesto a actuar como tal: proponiendo y pactando, negociando y aprobando, movilizando y representando, llegando a acuerdos cuando puede y rechazándolos cuando no tiene otra opción. Sólo así podrá ser la Beatriz que -según Dante- erradica el mal y asegura el bien. Sólo así podrá hacer honor a su nombre.
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