Thursday, March 01, 2007

Zapata en Bellas Artes


Raquel Tibol/ ensayo

En 1980 era presidente de la República José López Portillo. Dirigía el Instituto Nacional de Bellas Artes Juan José Bremer, estando Víctor Sandoval a cargo de la desaparecida, muy útil y dinámica Dirección de Promoción Nacional del inba. Bremer y Sandoval me invitaron a montar la exposición conmemorativa del centenario del nacimiento de Emiliano Zapata (1879-1919) en las salas de la planta baja del Palacio de Bellas Artes, entonces de dimensiones bastante mayores que las actuales, pues todavía no se le recortaban los espacios que hoy ocupan la librería y el restorán. Una buena investigación previa realizada por un grupo encabezado por Silvia Pandolfi había permitido reunir 149 obras plásticas (pintura, grabado, dibujo, escultura) de sesenta artistas consagrados o no, sin que faltaran algunos poco conocidos, quienes habían abordado el tema, al igual que los otros, con calidad estética, espíritu analítico y en muchos casos crítico. Se complementaba con una profusa hemerografía de época rica en ilustraciones, documentos originales, fotografías, timbres postales, reproducciones de murales (el mayor número, trece, eran detalles de piezas monumentales de Diego Rivera), de quien también se mostraban los dibujos originales para las memorias de las convenciones de la Liga de Comunidades Agrarias, celebradas en Tamaulipas durante el gobierno de Emilio Portes Gil, y que Marte R. Gómez había coleccionado y encuadernado en tres volúmenes. Había también escritos de valor histórico, mapas, más la notable colección numismática de los primeros años de la Revolución mexicana que resguarda el Banco de México.


Alberto Gironella, Zapata con marca de ganado, 1972
Una vez analizado el material, decidí incorporar a artistas de las nuevas generaciones que habían abordado el asunto con criterios diferentes: Carlos Aguirre, Felipe Ehrenberg, Enrique Estrada, Grupo Suma...

Si bien el público tenía oportunidad de leer valiosos escritos históricos en las vitrinas bien acondicionadas, consideré que para revivir el auténtico empuje rebelde de Zapata y el Ejército Libertador del Sur, había que reproducir en tamaño mayor algunos textos que rescataran las dimensiones verdaderas de un movimiento que los intereses políticos de los gobiernos postrevolucionarios habían ido estereotipando y, por lo mismo, empequeñeciendo con el paso de las décadas. Antes que nada había que rescatar el verdadero lema de los zapatistas, que no fue "Tierra y libertad", sino "Libertad, justicia y ley", el cual fue escrito a gran tamaño en lo alto del muro de entrada de la primera sala.

Dado que la exposición se presentaba en el Palacio de Bellas Artes, resultaba oportuno evocar y resaltar las muy confrontadas relaciones entre Zapata y el Dr. Atl. La actuación política de éste entre los agraristas fue la de un espía al servicio de los sectores opuestos a la liberación del campesinado. Atl había llegado de París en 1914 y se presentó ante Venustiano Carranza recomendado por Juan Sánchez Azcona. Ya como agente de Carranza se inmiscuye en el movimiento obrero y pone gran empeño en apuntalar la victoria del bloque burgués-terrateniente encabezado por Carranza. Se le encomienda viajar al cuartel de Zapata en Morelos y obtener el reconocimiento de Carranza como jefe máximo de la Revolución por parte de los luchadores del sur. A su regreso Atl rindió su informe: "El resultado de mis observaciones corroboró mis temores. El zapatismo es un fenómeno aislado sin relaciones inmediatas con el constitucionalismo", a la vez que reproducía parte de su entrevista con el luchador agrarista:

–Zapata: ¿Qué asunto le trae a usted aquí?

–Atl: Ver en qué forma puede usted llegar a un acuerdo con el ciudadano primer jefe.

–Zapata: Para que haya paz en la nación, es necesario que todos los revolucionarios de la República reconozcan el Plan de Ayala.



Cartel invitando a sumarse a la lucha de Emiliano Zapata, 1913


En su informe, después de calificar a los zapatistas de "fiera gente" sin excepción, incluyendo niños, mujeres y ancianos, quienes creían fanáticamente que sólo Zapata resolvería sus problemas, Atl escribía: "Yo aseguro a usted, ciudadano Primer Jefe, que la intransigencia del ciudadano general Zapata y su gente, no podrá vencerse ni con astucia ni con amenazas." En otro informe especial, Atl revelaba que en los estados de Puebla, Morelos y Guerrero, Zapata contaba con 21 mil hombres armados, e informaba detalladamente cuáles eran los contactos zapatistas y dónde se localizaban. La firme línea de zapata en pro de una solución radical al problema agrario era combatida por Atl de diversas maneras: con artículos en periódicos carrancistas como La Linterna, o en conferencias. En una, pronunciada en el Teatro Ideal el 4 de febrero de 1915, Atl arremetió contra el zapatismo diciendo que "se ha convertido rápidamente en un peligroso elemento de la reacción por la ayuda directa que presta a la División del Norte". Atl invitaba abiertamente a la destrucción del monstruo de Villa y del monstruo Zapata, los Atilas del Norte y del Sur. Este apelativo contra Zapata lo venían utilizando periódicos como El Imparcial o El Mañana desde los tiempos de Madero, quien había mandado al ejército al mando de Victoriano Huerta a reprimir a sangre y fuego a Zapata y su gente desde que habían exigido que los hacendados devolvieran a los campesinos las tierras que les habían quitado. En el camino de México a Cuernavaca quedaron colgados centenares de luchadores. La actividad de Atl no pasó inadvertida por los zapatistas. El Tribunal Revolucionario del Ejército Libertador del Sur lo condenó a muerte por espionaje.

Cuando un presidente de la República ha de asistir a la apertura de una exposición, sobre todo si es histórica, el Estado Mayor Presidencial revisa imágenes y documentos, sobre todo los documentos, pues podrían molestar al gobernante, más aún si aparecen en grandes amplificaciones adheridas a las paredes. El edicto condenando a muerte al Dr. Atl pasó la censura. La que fue vetada sin alegato posible fue la carta de Zapata a Carranza, enviada y hecha pública el 17 de marzo de 1919. El veto no le fue comunicado a la museógrafa sino al director del inba, a cuya oficina fue subido el tablero que contenía la ampliación. Apenado Juan José Bremer, por la situación que comprometía una prometida libertad de expresión, me mandó decir que el espinoso asunto se estaba negociando. El montaje de la exposición se había concluido en las primeras horas de la tarde, y creyendo lo que se me decía sobre una posible aprobación reservé el espacio correspondiente y me quedé esperando horas a que el ex secretario particular el presidente Luis Echeverría apareciera en la sala. Hacia las seis de la tarde se presentó Bremer para decirme que el veto era irrevocable y que me fuera ya a arreglarme pues tenía que guiar la visita inaugural a López Portillo.

¿Qué contenía esa carta, poco divulgada, que merecía censura tan tajante seis décadas después de haber sido redactada? Basta leer algunos párrafos para percatarse de que el enjuiciamiento zapatista era aplicable a los gobernantes que se sucedieron de Carranza a López Portillo y aun hasta el presente, pues no ha variado el repertorio de injusticias que la carta enunciaba:

Voy a decir verdades amargas; pero nada expresaré a usted que no sea cierto, justa y honradamente dicho [...] En materia agraria, las haciendas cedidas o arrendadas a los generales favoritos; los antiguos latifundios de la alta burguesía, reemplazados en no pocos casos por modernos terratenientes que gastan charreteras, kepí y pistola al cinto; los pueblos burlados en sus esperanzas. Ni los ejidos se devuelven a los pueblos, que en su inmensa mayoría continúan despojados; ni las tierras se reparten entre la gente de trabajo, entre los campesinos pobres y verdaderamente necesitados. En materia obrera, con intrigas, con sobornos, con maniobras disolventes y apelando a la corrupción de los líderes, se ha logrado la desorganización y la muerte efectiva de los sindicatos, única defensa, principal baluarte del proletariado en las luchas que tiene que emprender por su mejoramiento [...] Hoy se trata, al parecer, de infundirles vida nueva, pero con miras políticas (como siempre) y bajo la corruptora sombra del poder oficial [...] ¿Existe el libre sufragio? ¡Mentira! En la mayoría, por no decir en la totalidad de los Estados, los gobernadores han sido impuestos por el centro; en el Congreso de la Unión figuran como diputados y senadores criaturas del Ejecutivo, y en las elecciones municipales los escándalos han rebasado los límites de lo intolerable y aun de lo inverosímil [...] usted llamó con toda malicia al movimiento emanado del Plan de Guadalupe, revolución constitucionalista, siendo así que en el propósito y en la conciencia de usted estaba el violar a cada paso y sistemáticamente la Constitución. No puede darse, en efecto, nada más anticonstitucional que el gobierno de usted: en su origen, en su fondo, en sus detalles, en sus tendencias [...] usted usa de facultades discrecionales en Guerra, en Hacienda y en Gobernación [...] Esa soldadesca, en los campos, roba semillas, ganado y animales de labranza; en los poblados pequeños incendia y saquea los hogares de los humildes, y en las grandes poblaciones especula en gran escala con los cereales y semovientes robados, comete asesinatos a la luz del día [...] Por la intransigencia y los errores de usted, se han visto imposibilitados de colaborar en su gobierno hombres progresistas y de buena fe que hubieran podido ser útiles a México.



La carta y la decisión de eliminar a Emiliano Zapata no tuvieron solución de continuidad. El 17 de marzo de 1919 aquella fue publicada y el 10 de abril de 1919 el general Zapata fue asesinado. Como dijera Antonio Díaz Soto y Gama: "Había gran prisa y gran empeño en castigar con la muerte al hombre que se había atrevido a fustigar al engreído Primer Jefe."

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