Esteve Pla Casanoves
entrevista con Miguel Ángel Muñoz
Miguel Ángel Muñoz (Cuernavaca, Morelos, México, 1972), es poeta e historiador. Su dedicación a la creación artística actual es absoluta y compagina su labor de poeta y crítico de arte en diarios como El Financiero , La Jornada Semanal , Reforma , con la de comisario de exposiciones. Ha trabajo personalmente con múltiples artistas, entre ellos Eduardo Chillida, Rafael Canogar, Josep Guinovart, Matta, Antoni Tàpies, Richard Serra, Chema Madoz, Ignacio Iturria, Albert Ràfols-Casamada, Robert Rauschenberg y Luoise Bourgueois. Es autor de los libros de ensayo Yunque de sueños. Doce artistas contemporáneos (Editorial, Praxis,1999), Ricardo Martínez: una poética de la figura (Conaculta, 2001) , Materia y pintura: aproximaciones a la obra de Albert Ràfols-Casamada (Editorial, Praxis, 2002), Canogar (Museo de Arte Contemporáneo Pelaires, Mallorca, España, 2005), El espacio invisible. Una vuelta al arte contemporáneo (Editorial Batarro, España, 2004).
– ¿Qué es lo importante de conjuntar a tanto autor alrededor de un pintor como Ricardo Martínez?
– Creo que el resultado es importante e interesante, pues nos adentra en la obra y vida de Ricardo Martínez, un personaje casi silencioso y poco afecto a los actos públicos. Mi objetivo fue reunir en este libro quizás los mejores ensayos que se han escrito sobre su obra, y lo más importante: textos escritos por escritores y poetas. El primero es de Octavio G. Barreda, de 1944, y el más reciente es el mío. A partir de ahí pude separar una gran cantidad de materiales, mucho más notas periodísticas que críticas –aunque tengo que decir que siempre he creído que la crítica de arte no existe en México. Creo que, al menos en nuestro país, los poetas han sido los más certeros en ver pintura, y principalmente dos: Octavio Paz y Luis Cardoza y Aragón.
– ¿Le interesa la crítica de arte como tal, es decir, la academia más que la creación?
– No. La historia del arte que se encierra en sí misma, que trata el arte como una esfera aislada, está condenada a la asfixia y a la muerte. Sólo puede interesar a los especialistas, que es lo mismo que decir a nadie. Creo en una concepción del arte como reflejo de la historia de las ideas y de la poesía, como vehículo de la creación contemporáneo. Los artistas no hacen formas en abstracto para que no digan nada, en el vacío, pues en ellos están los “humores”, las obsesiones y las ideas propias de su tiempo. Esto lo he aprendido de mis maestros, extraordinarios poetas y amigos Yves Bonnefoy, John Berger, José Hierro, José Ángel Valente y John Ashbery, de quienes he aprendido a mirar la pintura de otra forma. Con ellos he visto grandes exposiciones en Madrid, Londres, París, Portugal o Barcelona. Para mí el lenguaje es, a la vez, un límite y un cauce: lo único que nos aleja del mundo, pero también lo único que nos acerca a él.
– Ha trabajo de cerca con dos generaciones “puente” del arte contemporáneo, como pueden ser Louise Bourgeois y Antoni Tàpies, a Bill Viola o Chema Madoz, ¿cree que vivimos cambios radicales en el arte?
– El fin del siglo XX fue un período interesante, no una revolución, pero creo que indicó que vamos hacia nuevas cosas. Lo intuyo a través de la gran cantidad de artistas jóvenes que vuelven a estar interesados en lo humano, y que me recuerdan la utopía social de Joseph Beuys. Él hablaba siempre de la importancia de lo creativo y de la libertad, de que la suma de creatividades es el capital de la humanidad. Es cierto que para él se trataba de una misión social más amplia que venía condicionada por el muro de Berlín y la división en bloques. Ahora el contexto es diferente, y me parece que las bienales y ferias de arte lo demuestran. Aunque no todo el resultado siempre es satisfactorio, sí hay muchas cosas que vale la pena descubrir.
– En su experiencia, ¿para qué sirven tantas ferias de arte hoy día?
– Para muchas cosas, entre ellas porque son necesarias para que los artistas aporten ideas. El grave problema hoy día es que es tal la cantidad de artistas y ferias, que todo se ha vuelto superficial y generalmente no hay grandes presupuestos para que lo jóvenes hagan obras de gran calidad. Hay mucha chapuza y malas instalaciones. Creo, por otra parte, que ya no hay grandes comisarios de arte, como lo fue mi amigo Harald Szeemann, el gran renovador de conceptos artísticos. Es memorable la edición XlIX de la Bienal de Venecia, donde él fue el comisario principal, pues su apuesta fue por los jóvenes, con un resultado sorprendente en las propuestas estéticas, no sólo europeas, sino también de África y América. Otras bienales interesantes son las de Rotterdam, la de Johannesburgo, la de Estambul, la de Limerick, Irlanda, o la muy joven de Valencia, cada una ha tenido a grandes curadores, como Rosa Martínez, María del Corral, Okwui Enwezor, Francesco Bonami o Robert Buergel. Cada uno tiene su discurso, su historia, y sólo el tiempo nos dirá si de ahí salió alguna cosa interesante. No basta con juntar a diez o treinta artistas y presentarlos en una exposición. Hay que tener una visión y aportar algo más.
– ¿Qué artistas le siguen interesando, o mejor dicho, le interesan hoy día en ese diálogo de generaciones tan dispares?
– Me sigue interesando la pintura pura; es decir, prefiero a Tàpies que el povera, aunque hay que reconocer que marca varias décadas artísticas. Me sigue asombrando la sensibilidad hacia lo natural, hacia el arte del paisaje y el land art. De igual modo, algunos de los artistas que más me siguen gustado son Dieter Roth, Gerhard Richter, Millares, Saura, Canogar, Ràfols-Casamada, Soulages, Rothko, Pollock, Esteban Vicente, Bruce Nauman, Merz, Dan Graham, Vito Acconci, Henri Michaux, Jeff Wall, Mike Kelley, Fontcuberta, Guillermo Kuitca, Ignacio Iturria, Kentridge, o escultores como Oteiza, Lipchitz, Julio González, Calder, Giacometti, Susana Solano, Juan Muñoz, Cristina Iglesias, Chillida, la joven escultura vasca. Mi museo imaginario es enfatizar lo actual y reivindicar el pasado. En fin, la cuestión no es si el arte está o no en una feria o museo, sino qué función tiene la cultura en la sociedad en la que trabajamos.
– ¿Han cambiado los conceptos del arte y de la crítica?
– Ahora estoy descorazonado por el nivel de capacidad crítica y de la falta de riesgo ideológico en el mundo del arte. Ahora parece como si el siglo xx no hubiera existido y sólo se espera de los artistas que decoren espacios de poder, sea económico o político. Durante el siglo pasado el arte quería intervenir en la historia, pero ya ha desistido. Ahí el ejemplo de Picasso, Miró, Matisse, Marcel Duchamp, los dadaístas, la escuela abstracta de Nueva York, los surrealistas, los informalistas españoles, claros ejemplos de involucramiento en su tiempo histórico. Esto es lo que me provoca cierta angustia y asco intelectual, y por lo que decido regresar a escribir sobre los artistas que más interesan, aunque sean los más clásicos.
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