Durante su presentación en el Vive Latino, la banda recordó a Rita Guerrero.
Jorge Caballero
Publicado: 10/04/2011 12:57
Publicado: 10/04/2011 12:57
México, DF. Y después de 16 años el sueño largamente acariciado-anhelado se concretó: los Caifanes Saúl Hernández, Alfonso André, Diego Herrera, Sabo Romo y Alejandro Markovitch volvieron a juntarse para satisfacer a 75 mil personas en la segunda jornada de la decimosegunda edición del Vive Latino y con esto protagonizar el concierto más impresionante en la historia del Foro Sol que se haya visto.
Saúl Hernández tardó en reaccionar, pero al ver colmado el graderío y la interminable marea de gente que se extendía en la plancha dijo: “Raza, Caifanes a tus pies”.
Nadie lo decía abiertamente, todos se lo querían guardar para sus adentros, pero desde el inicio de la jornada del sábado del Vive Latino se sentía la energía de venir a presenciar el concierto histórico y que venían a ver a Caifanes. Otros menos recatados no se lo guardaron y portaban orgullosos sus playeras con el nombre de la seminal banda mexicana con estampados nuevos y añejos. Hubo uno en específico, la de Jaime, quien con el estampado en su playera de “El silencio” llamó la atención, pues lucía blanca-casi-trasparente, tenía 20 años con la prenda, informó el portador quien asistió con su hijo y su esposa: “Nos trajo a fuerzas”, dijo la cónyuge.
Aunque a lo largo de la jornada, como todo mitos, los rumores comenzaron a circular desde los más descabellados: “Habrá una nueva gira”, “Carlos Markovitch hará el documental del Caifanes, está grabando”, “harán un nuevo disco para EMI Music”; “el ambiente en backstageestá enrarecido entre los miembros de la banda”, y “su mánager, Marusa Reyes, no dejó hacer conferencia de prensa porque el aforo se superó por mucho y quería mayor retribución económica”.
Pero la espera terminó, se zanjaron viejos rencores y todo lo que se había dicho desapareció cuando la cámara panorámica reveló el rostro de Diego Herrera en los teclados, posteriormente cada integrante-instrumento fueron apareciendo a lo Ravel en Bolero: Alfonso André en la batería, Saúl Hernández en la voz/guitarra, Sabo Romo en el bajo y la estrella de la noche Alejandro Markovitch con su guitarra omnipresente para tocar “Será por eso”, que no cayó bien al público porque todos esperaban un tema más exitoso, pero la explosión llegó con “Mátenme porque me muero”, ahí sí, el Foro Sol se volvió un impresionante karaoke de 75 mil juegos de cuerdas vocales, Saúl replicado en 75 mil gargantas, las teclas de Diego en 150 mil palmas, el golpeteo de los tambores de Alfonso al compás del ritmo cardiaco, el bajo de Sabo anidado en dermis y epidermis y la guitarra de Alejandro taladrando la corteza cerebral.
Fue en ese momento en que Hernández se dio cuenta del impresionante amor que le profesan a él y a la banda los miles de fanáticos de ayer, de hoy y de siempre y retribuyó: “Raza, Caifanes a tus pies”. El concierto comenzó a despegar y cinco desmayadas comenzaron a ser desalojadas.
Llegó “Viento”, “Antes de que nos olviden” que puso el ánimo en un nivel estratosférico, que no descendió con “Los dioses ocultos” y la festiva/jocosa “Voy detrás de ti”. Alejandro se acercaba a Saúl como para que se dieran cuenta de que las asperezas habían desaparecido y que estaban en un nivel de existencia superior.
Luego Caifanes, dueños de la situación, interpretaron “Nubes y Piedra”. Saúl hizo un pausa y soltó: “Esta es para una persona que echó a andar hacia un camino de luz, para una guerrera Rita Guerrero, quien anduvo en el camino de la resistencia. ¡Estamos contigo Rita!.. ¡Contra los feminicidios en Ciudad Juárez! ¡Paz para los mexicanos!”, provocando la gritería y aprobación de las 75 mil personas que para ese momento ya estaban entregadas totalmente, y cantó “Ayer me dijo un ave”, prolongada con “Aquí no es así” y “Miedo”, triada que vino a reforzar la noche.
Por momentos ante la insistencia de Markovitch del repetido acercamiento con Saúl se vio forzado, aunque los dos se veían gozadores, incluso la guitarra de Markovitch lució como nunca, incluso muchos consideraron que fue un concierto para lucimiento de él.
“Afuera” fue la siguiente canción que provocó palmas a lo alto ad infinitum, con despliegue guitarrístico y sello netamente caifanesco. Sabo tomó el micrófono e interpeló al público: “Hace 24 años Caifanes tocó por primera vez en Rockotitlán”.
Cuando todos pensaban que el concierto no podía tener mejor desarrollo llegó “Nos vamos juntos”, con la cual se despidieron por primera vez. Pero por más que resulte inexplicable la banda, o sea, el público no les gritó otra, pero Caifanes regresaron para cantar “Negro cósmico” y “Amanece” con deconstrucción letrística-musical del singular al plural, con vigencia actual: “Nunca nadie nos podrá parar, solo muertos nos podrán callar”.
Hasta morir, donde Saúl leyó la letra, al igual que en otros tres momentos precisos; “No dejes que” donde Saúl soltó: “Parece que han pasado 15 minutos no 15 años, para ustedes que no quitaron el dedo del renglón”. Después llegó el mega hit “La célula que explota”, con lo que el karaoke volvió a manifestarse impresionante.
Y así, con “La Negra Tomasa”, se despidieron definitivamente de la doceava edición del Vive Latino, dejando una atmósfera de condescendencia profesada por los 75 mil fanáticos, idea que por un momento hizo levitar, y en otros se transformó en una categoría estética, aunque no a un nivel humano, sino sagrado.
Saúl Hernández tardó en reaccionar, pero al ver colmado el graderío y la interminable marea de gente que se extendía en la plancha dijo: “Raza, Caifanes a tus pies”.
Nadie lo decía abiertamente, todos se lo querían guardar para sus adentros, pero desde el inicio de la jornada del sábado del Vive Latino se sentía la energía de venir a presenciar el concierto histórico y que venían a ver a Caifanes. Otros menos recatados no se lo guardaron y portaban orgullosos sus playeras con el nombre de la seminal banda mexicana con estampados nuevos y añejos. Hubo uno en específico, la de Jaime, quien con el estampado en su playera de “El silencio” llamó la atención, pues lucía blanca-casi-trasparente, tenía 20 años con la prenda, informó el portador quien asistió con su hijo y su esposa: “Nos trajo a fuerzas”, dijo la cónyuge.
Aunque a lo largo de la jornada, como todo mitos, los rumores comenzaron a circular desde los más descabellados: “Habrá una nueva gira”, “Carlos Markovitch hará el documental del Caifanes, está grabando”, “harán un nuevo disco para EMI Music”; “el ambiente en backstageestá enrarecido entre los miembros de la banda”, y “su mánager, Marusa Reyes, no dejó hacer conferencia de prensa porque el aforo se superó por mucho y quería mayor retribución económica”.
Pero la espera terminó, se zanjaron viejos rencores y todo lo que se había dicho desapareció cuando la cámara panorámica reveló el rostro de Diego Herrera en los teclados, posteriormente cada integrante-instrumento fueron apareciendo a lo Ravel en Bolero: Alfonso André en la batería, Saúl Hernández en la voz/guitarra, Sabo Romo en el bajo y la estrella de la noche Alejandro Markovitch con su guitarra omnipresente para tocar “Será por eso”, que no cayó bien al público porque todos esperaban un tema más exitoso, pero la explosión llegó con “Mátenme porque me muero”, ahí sí, el Foro Sol se volvió un impresionante karaoke de 75 mil juegos de cuerdas vocales, Saúl replicado en 75 mil gargantas, las teclas de Diego en 150 mil palmas, el golpeteo de los tambores de Alfonso al compás del ritmo cardiaco, el bajo de Sabo anidado en dermis y epidermis y la guitarra de Alejandro taladrando la corteza cerebral.
Fue en ese momento en que Hernández se dio cuenta del impresionante amor que le profesan a él y a la banda los miles de fanáticos de ayer, de hoy y de siempre y retribuyó: “Raza, Caifanes a tus pies”. El concierto comenzó a despegar y cinco desmayadas comenzaron a ser desalojadas.
Llegó “Viento”, “Antes de que nos olviden” que puso el ánimo en un nivel estratosférico, que no descendió con “Los dioses ocultos” y la festiva/jocosa “Voy detrás de ti”. Alejandro se acercaba a Saúl como para que se dieran cuenta de que las asperezas habían desaparecido y que estaban en un nivel de existencia superior.
Luego Caifanes, dueños de la situación, interpretaron “Nubes y Piedra”. Saúl hizo un pausa y soltó: “Esta es para una persona que echó a andar hacia un camino de luz, para una guerrera Rita Guerrero, quien anduvo en el camino de la resistencia. ¡Estamos contigo Rita!.. ¡Contra los feminicidios en Ciudad Juárez! ¡Paz para los mexicanos!”, provocando la gritería y aprobación de las 75 mil personas que para ese momento ya estaban entregadas totalmente, y cantó “Ayer me dijo un ave”, prolongada con “Aquí no es así” y “Miedo”, triada que vino a reforzar la noche.
Por momentos ante la insistencia de Markovitch del repetido acercamiento con Saúl se vio forzado, aunque los dos se veían gozadores, incluso la guitarra de Markovitch lució como nunca, incluso muchos consideraron que fue un concierto para lucimiento de él.
“Afuera” fue la siguiente canción que provocó palmas a lo alto ad infinitum, con despliegue guitarrístico y sello netamente caifanesco. Sabo tomó el micrófono e interpeló al público: “Hace 24 años Caifanes tocó por primera vez en Rockotitlán”.
Cuando todos pensaban que el concierto no podía tener mejor desarrollo llegó “Nos vamos juntos”, con la cual se despidieron por primera vez. Pero por más que resulte inexplicable la banda, o sea, el público no les gritó otra, pero Caifanes regresaron para cantar “Negro cósmico” y “Amanece” con deconstrucción letrística-musical del singular al plural, con vigencia actual: “Nunca nadie nos podrá parar, solo muertos nos podrán callar”.
Hasta morir, donde Saúl leyó la letra, al igual que en otros tres momentos precisos; “No dejes que” donde Saúl soltó: “Parece que han pasado 15 minutos no 15 años, para ustedes que no quitaron el dedo del renglón”. Después llegó el mega hit “La célula que explota”, con lo que el karaoke volvió a manifestarse impresionante.
Y así, con “La Negra Tomasa”, se despidieron definitivamente de la doceava edición del Vive Latino, dejando una atmósfera de condescendencia profesada por los 75 mil fanáticos, idea que por un momento hizo levitar, y en otros se transformó en una categoría estética, aunque no a un nivel humano, sino sagrado.
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