Monday, June 02, 2008

Fracaso en derechos humanos

Irene Khan*


Este año, cuando se cumple el 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los líderes mundiales deberían ofrecer disculpas por el fracaso sobre el respeto a los derechos humanos en estas seis décadas y comprometerse a adoptar medidas concretas que mejoren la situación.

En 1948, mediante una iniciativa extraordinaria, las Naciones Unidas adoptaron la declaración que hoy, para innumerables millones de personas en todo el planeta, no significa más que un papel lleno de promesas.

El Informe 2008 de Amnistía Internacional describe un cuadro sombrío sobre el estado de los derechos humanos en 150 países. En conflictos arraigados, las actividades militares de los gobiernos y de los grupos armados cobran víctimas entre civiles inermes. La violencia contra las mujeres es generalizada en todas las regiones del mundo. Disminuye la observancia de la prohibición absoluta contra la tortura. La disidencia política es reprimida en muchos países y los periodistas y los activistas son atacados y silenciados. Cientos de miles de refugiados, emigrantes y solicitantes de asilo son dejados sin protección. Las grandes empresas en gran medida no reparan en el impacto que causan sobre los derechos humanos.

Agréguese la subsistencia de gravísimos conflictos en Darfur, Zimbabue, Gaza y Birmania. El candente imperativo a intervenir es claro, pero, ¿dónde están el liderazgo y la voluntad política?

El año pasado se caracterizó por la impotencia de los gobiernos occidentales y por la reticencia de las potencias emergentes para hacer frente a violaciones de los derechos humanos.

Los gobiernos occidentales han perdido autoridad moral para presentarse como campeones mundiales de los derechos humanos por no haber respetado los mismos principios que predican a los demás. El gobierno de Estados Unidos ha menoscabado los más fundamentales principios humanitarios en nombre del antiterrorismo. Cientos de prisioneros en Guantánamo y Bagram y miles en Irak continúan detenidos sin juicio. El presidente estadunidense autorizó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) a continuar con las detenciones e interrogatorios secretos, contrarias al derecho internacional. En 2007 se reveló que algunos países de la Unión Europea (UE) actuaron en connivencia con la CIA para secuestrar y transferir ilegalmente prisioneros a países donde fueron sometidos a torturas.

Estos comportamientos no ayudan a la lucha contra el terrorismo y disminuyen la capacidad de Estados Unidos y Europa para inducir a otros países a respetar los derechos humanos. El ejemplo más patente fue el caso de Birmania en 2007. La junta militar reprimió violentamente las demostraciones pacíficas encabezadas por monjes budistas, asaltó monasterios, destruyó propiedades, baleó a manifestantes. Estados Unidos y la UE condenaron esas acciones y reforzaron sus embargos comerciales y de armas, sin obtener algún efecto concreto.

Así como en Birmania, también en Darfur, Sudán, los gobiernos occidentales fracasaron en influir decisivamente en la desesperante situación humanitaria. Una amplia movilización a escala global grabó el nombre de Darfur en la conciencia pública pero sólo logró pequeños cambios en favor del sufriente pueblo de esa región.

Ya sea en relación a Darfur o Birmania, el mundo miraba a China en procura de iniciativa. Como primer socio comercial de Sudán y segundo de Birmania, China tenía el peso político y económico necesario para obtener en ambos casos resultados en materia de derechos humanos. Bajo la presión de la comunidad internacional, China corrigió su posición sobre Darfur en el Consejo de Seguridad de la ONU y ejerció presión sobre la junta militar de Birmania para que abriera el diálogo con la ONU. Pero China desde hace tiempo sostiene que los derechos humanos son asuntos internos de los estados y no una cuestión de política internacional, una posición que sirve a sus propios intereses.

A semejanza de China, Rusia, otro protagonista en la escena mundial, deja mucho que desear en cuanto a derechos humanos. Se reprime a los disidentes políticos, se presiona a los periodistas independientes y se limita el papel de las organizaciones no gubernamentales mediante control legislativo, mientras la impunidad prevalece en Chechenia.

El orden geopolítico mundial está experimentando cambios tectónicos, pero las viejas potencias no son capaces de honrar sus promesas en materia de derechos humanos. ¿Cuáles son, entonces, las perspectivas en relación con los nuevos liderazgos?

Con una bien establecida democracia liberal, una fuerte tradición legalista y un Poder Judicial independiente, India tiene los elementos necesarios para desempeñarse como un modelo. Pero debe operar con más energía para afianzar los derechos humanos en el plano nacional y asumir con mayor decisión la defensa de esos valores en el plano internacional. Países como Brasil y México se muestran fuertes en promover internacionalmente los derechos humanos pero débiles en la observancia interna. La capacidad de Sudáfrica para un liderazgo regional está siendo puesta a prueba por su renuente actitud para enfrentar el caso de Zimbabue. Por su parte, el nuevo gobierno de Australia se muestra ansioso por establecer una nueva agenda de derechos humanos.

El camino hacia delante es inseguro pero también hay razones para ser optimistas. Hay actualmente un movimiento global de ciudadanos que se levanta en defensa de sus derechos y para pedirle cuentas a los gobiernos. Algunas de las más impresionantes imágenes de 2007 fueron las de las protestas de los monjes en Birmania, de los abogados en Pakistán y de las mujeres activistas en Irán. En todo el mundo, la gente afectada por promesas incumplidas está demandando justicia, libertad e igualdad.

Nuevos líderes están llegando al poder en países clave. Nuevas potencias están emergiendo en el escenario mundial. Existen por lo tanto oportunidades sin precedentes para establecer un nuevo liderazgo en materia de derechos humanos.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos es tan válida como programa para los líderes progresistas de hoy como lo fue en 1948.

Londres, mayo de 2008

© IPS

* Irene Khan, secretaria general de Amnistía Internacional (AI)

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¡nunca se raja!

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