Sunday, June 08, 2008

Masculinidad urbana y nuevos valores

Los roles tradicionales de género se reconfiguran, las responsabilidades de familia, la repartición
del trabajo doméstico y las dinámicas laborales se transforman. Los hombres pierden espacios
de poder y se ven desplazados de responsabilidades antes consideradas esenciales. El cambio,
no obstante, puede no ser traumático: los varones que asumen los nuevos tiempos ganan otros
espacios, placeres, aptitudes y libertades.

Por David Carballo*


El hombre nuevo. Así llamo al novedoso perfil masculino que presenta características transformadoras, a partir de sus motivadores emocionales y socioculturales, y de sus dinámicas y prácticas cotidianas. La definición surge de un estudio cualitativo llamado “Hombre Nuevo” que se desarrolló con más de 200
Foto: Don’t think / Gerardo Cedillo. gerardo.cedillob@gmail.com

hombres de entre 20 y 49 años de edad, de diferentes niveles socioeconómicos y culturales, por la unidad de investigación Grado 7 de la compañía de publicidad JWT México.

El 20 por ciento de la población masculina tiene entre 20 y 50 años de edad, justo la etapa de mayor productividad y desarrollo económico, cultural, social y de trasmisión de valores y conocimientos. Entre todos ellos se identificó un pequeño nicho de hombres que están rompiendo con los esquemas y lastres históricamente asignados, y que se han atrevido a experimentar nuevas forma de vida y de expresión. Estos “hombres nuevos” decidieron romper el molde, con todo el dolor que implica una transformación. A partir de la investigación, se identificaron cuatro etapas de este proceso:

a) Resignación. El primer paso de la transformación; en ella los hombres se conforman con el hecho de que sus mujeres trabajen, por la perdida de poder adquisitivo y la falta de oportunidades laborales; por otro lado, también se resignan a colaborar esporádicamente y a regañadientes con las responsabilidades de los hijos. Estos hombres viven una etapa de conflicto interno.

b) Cuestionamiento. Los hombres han colocado en la balanza las funciones y características que definían su rol masculino, cuestionando lo aprendido y dando paso a otras formas de relacionarse. En esta etapa los hombres se encuentran en la fase del “yo te ayudo”, colaborando de manera más activa en las labores domésticas y con la familia. Si bien es un avance, el “yo te ayudo” implica que se cree que la responsabilidad final es de ella, y que únicamente se colabora por solidaridad.

c) Corresponsabilidad. En esta etapa los hombres comienzan a corresponsabilizarse, tanto de las labores domésticas y familiares, como de las necesidades afectivas de su pareja e hijos. Los hombres comienzan a abrirse a una serie de actividades que les brindan nuevas opciones y experiencias, desde seleccionar productos en el supermercado hasta jugar y disfrutar a sus hijos.

“Digamos que ahora yo soy el chacho de la casa, pues cocino y me encanta, además tengo mejor sazón (risas); a lo de lavar la ropa… ya le agarre el gusto, pero lavar el baño eso sí no...”. Anticuario, 30 años, en unión libre, con una hija.

d) Integración del ser. Aquí los hombres han conseguido abrir sus horizontes y posibilidades al explorar nuevas formas de ejercer su papel masculino, y la transformación los ha llevado a nuevas experiencias individuales, familiares, laborales y sociales. El “hombre nuevo” ha aprendido a gozar las nuevas actividades, actitudes y formas de ser. A pesar de lo doloroso del proceso, el resultado es altamente reconfortante. Ellos mismos se perciben como seres más íntegros y más completos, pues han ampliado su gama de posibilidades y aptitudes.

“Me siento mucho más completo, ahora disfruto de cosas que antes ni pensarlo, me siento más hombre actualmente y no un tipo limitado como antes”. Empleado, 36 años, casado, con dos hijos.

El nuevo hombre está aprendiendo a expresar sus necesidades afectivas, es capaz de pedir apoyo, de soltar y compartir “las riendas” con su pareja y familia. Se ocupa de su mundo interior y del de sus seres queridos y hace un mayor uso de su inteligencia emocional. Ha reestablecido la alianza con su parte femenina, sin que esto le genere ningún conflicto.

“Yo ya no me siento más el jefe de familia, ahora soy un miembro más de esta familia”. Odontólogo, 45 años, casado, con dos hijos.

Reconfiguración de valores
La transformación que el hombre ha venido experimentando desde hace algunos años es producto, entre otras cosas, de la incorporación acelerada y certera de la mujer a la vida laboral, con el cambio de roles domésticos y laborales que implica, así como de la evolución social que experimenta la sociedad mexicana, que puede observarse en ejemplos como la ley que despenaliza el aborto y la aprobación de las uniones entre personas del mismo sexo en la ciudad de México y en Coahuila. Las trasformaciones sociales, culturales y legales que está experimentando la sociedad mexicana se suman a los cambios que acontecen al interior de los hogares.
Masculinidad urbana y nuevos valores

Dentro de estas transformaciones, la incorporación y reconfiguración de valores es un punto fundamental, ya que permite mantener los aspectos positivos de los valores tradicionales, e incorporar nuevas dimensiones valorativas que los llevan a ampliar su visión de mundo y la forma de vivirlo.

La tolerancia, la diversidad, la comunicación, la libertad, la independencia, la creatividad, la congruencia y la autenticidad, son algunos de los valores apropiados e incorporados a la vida diaria, que en suma dan al nuevo hombre la posibilidad de verse y sentirse como un individuo con mayores recursos para salir adelante y poder disfrutar de la vida de una forma mas auténtica y completa.

Descubrir la cocina, la mezcla de especias y sabores; tener la destreza de seleccionar productos en el supermercado; saber cómo despercudir la ropa; disfrutar y gozar de sus hijos; descubrir la diversidad en sus practicas sexuales; vivir la amistad de formas distintas; ser responsable socialmente y con el medio ambiente; visualizar un mejor futuro, más justo, incluyente y con proyección tanto para los suyos como para el resto de las personas, son algunos de los aspectos que en suma caracterizan los anhelos y metas de este nuevo hombre del siglo XXI.

“Para mí era muy importante que Andrea fuera una profesionista y que tuviera sus espacios y no que nada más fuera una ama de casa, yo ya no podría estar casado con una ama de casa”. Profesionista, 43 años, casado, con tres hijos.

“La autosuficiencia puede ser una manera de amor hacia el otro. El hacerme cargo de mí mismo es una manera de apoyarnos y por lo tanto una forma de amor”. Fotógrafo, 34 años, unión libre, con un hijo.

El nuevo hombre todavía no es mayoría dentro de la población masculina, aunque se prevé que en un lapso de entre cinco y diez años la tendencia acabará por influenciar de forma decisiva al resto de los hombres, cambiando con ello, la forma de asumir y vivir la masculinidad. Se trata de un cambio de fondo, cuyo conocimiento favorecerá una mejor implementación de políticas sociales, culturales y económicas para todos los mexicanos.

¿Verdad que somos cabrones los hombres? Sí, fíjese, nomás andamos con otras viejas pa’ ver qué gestos hacen. Digo, honestamente nadie parcha como en su casa”. El taxista suelta una carcajada en espera de la complicidad del pasajero que sonríe con la confesión a bocajarro. Así somos, parece pensar. ¿Sí? Hasta hace poco no había dudas sobre la forma en que debía comportarse un varón —impasible, violento, sexualmente dispuesto y acechante, autosuficiente y proveedor—, pero la realidad ya no da cancha para comportarse con la ortodoxia que reza la tradición.

Mujeres que trabajan fuera de casa y que se niegan a obedecer, leyes que penalizan la violencia doméstica, salarios que no dan para ejercer el dominio económico. Transformaciones que parecen atropellar a los hombres y los obligan a ajustar las formas de vivir su masculinidad.

Fabricación en masa
La hombría tiene de biológico los órganos sexuales y la apariencia física —y a veces ni eso, si atendemos los cada vez más visibles casos de varones transexuales. Para Juan Carlos Ramírez, investigador del Programa Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad de Guadalajara, buscarle esencias a la masculinidad resulta arbitrario: “Ser hombre es un proceso inacabado, en cambio permanente”.

Un proceso similar a la fabricación en masa, con un cauce más o menos rígido. Inicia con la familia y la educación diferenciada para hombres y mujeres. La escuela continúa con la formación de género, que acaba de configurarse con la amistad entre los pares. ¿Es posible escapar del esquema? “No. —responde en entrevista con Letra S Carlos Ramírez— Hay una concepción más o menos generalizada de lo que se espera de un varón. Cuando a un niño le dicen en la primaria cualquier insulto homofóbico, la reacción es no dejarse excluir. Es un esquema de sanciones que a veces se mantiene entre adultos”.

El entorno laboral suma presiones, pues lleva implícito otra de las responsabilidades masculinas: ser proveedor. El dinero se vuelve refuerzo de la masculinidad: sólo quien tiene ingresos tiene autonomía y libertad. No es casual que los cambios en la masculinidad estén relacionados con la presencia creciente de las mujeres en el mercado laboral. Mientras en 1970 sólo 17 por ciento de las mujeres tenían un empleo remunerado, para 2004, el porcentaje creció a 38 por ciento.

Esos (arcaicos) machos de Jalisco
La masculinidad esquemática se ha construido a golpe de discursos y representaciones. La antropóloga e historiadora Elsa Muñiz, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, ha estudiado la primera mitad del siglo XX y afirma que el Estado intervino de manera determinante en las formas de ser mujer y de ser hombre. “Las representaciones de lo masculino eran estrechas, impositivas. Se reconocía sólo una forma de ser hombre: macho, fuerte, con bigote, borracho, golpeador. Por supuesto, en la realidad las formas de ser hombre eran mucho más diversas, aunque fuertemente influidas por los discursos nacionalista, por ejemplo, o médico, que sostenía entre otras cosas que ‘el afeminamiento’ era una patología”.

Las formas de ser hombre han cambiado, aunque quizá no lo hacen al ritmo en que las circunstancias lo requieren. ¿Qué hacer para modificar comportamientos que parecen inoculados al nacer? Lo primero es bajarse del pedestal y hablar. “La masculinidad está en constante negociación”, explica Carlos Ramírez. Las mujeres trabajan, planean su vida profesional y reproductiva y trastocan los roles tradicionales al establecer una pareja. “No es un proceso voluntario, los hombres se ven obligados a ajustar sus roles, pues a nadie le gusta perder privilegios”. Los resultados son múltiples, para quienes están dispuestos a ceder autoridad es posible establecer acuerdos equitativos; otros optan por la defensa del rol a toda costa y exigen subordinación, lo que puede terminar con muchas relaciones de pareja e incluso generar violencia.

El cambio indispensable
Alejandro tiene 33 años y participa en uno de los talleres sobre masculinidades y violencia que imparte la organización civil Hombres por la Equidad. Hace tiempo se percató de que la violencia que ejercía en el hogar se debía a sus resistencias para compartir el poder. “Siempre busqué la manera de manipular a mi esposa y cuando no lo lograba era violento”. Ingeniero responsable, controlador y proveedor de su familia, Alejandro exigía ser atendido y que sus errores fueran tolerados. “Como mi salario triplicaba lo que ella ganaba, me sentía con derecho a exigirle que tuviera mi ropa limpia, la casa impecable y a mi hijo bien atendido. Durante algún tiempo me concentré en el trabajo, y luego prefería irme con mis amigos, incluso comencé a andar con otra chica, lo que me generó problemas con mi esposa”. La primera opción para sobrellevar la situación fue la violencia: “gritos, violencia emocional, le negaba dinero, incluso llegamos a los empujones y los jaloneos”.

Luego de intentar pequeños cambios, Alejandro inició una terapia personal y comenzó a participar en el taller de masculinidades. “Ahora sé que la violencia no es una enfermedad, sino una decisión que depende de mí”. La decisión ahora, dice Alejandro, es aprender a comunicarse sin violencia.

Una “nueva” masculinidad —sostiene Carlos Ramírez— implica que los varones sean sensibles a su entorno y a las personas que los rodean. Un discurso que avanza con mejor velocidad que los comportamientos. “La idea de la nueva masculinidad es la idea de los hombres sensibles. Habría que ver si este segmento de hombres que responden a esa característica de verdad se han sensibilizado o sólo están incorporando un discurso y una práctica políticamente correctas”, remata Carlos Ramírez.

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