Miguel Ángel Granados Chapa
PLAZA PÚBLICA/ El Siglo de Torreón
En menos de una semana, el líder de la Confederación de Trabajadores de México Joaquín Gamboa Pascoe, tuvo ocasión de expresar la doble lealtad (que pudiera llegar a ser doblez) de su organización: al presidente de la república, que pertenece al PAN, y al Partido Revolucionario Institucional, Hasta el año 2000 la CTM no tenía dificultad para manifestar esa sujeción, pues el Ejecutivo era al mismo tiempo cabeza del PRI. Pero la dualidad surgida hace casi nueve años no ha significado dificultad alguna para la dirección nacional cetemista, que la resuelve haciendo caravanas dos veces.
Gamboa Pascoe la hizo ante el presidente Calderón el 18 de febrero, cuando asumió la presidencia del Congreso del Trabajo, inane agrupación cupular organizada por el Gobierno priista en los años sesenta para mitigar las querellas entre centrales obreras que le eran adictas, pero mantenían disputas. Amén de que la toma de posesión del comité de dicho Congreso no se realizó en su sede, como correspondería, sino en Los Pinos, para evitar a Calderón la molestia de trasladarse a Nonoalco, el discurso de Gamboa Pascoe estuvo en la mejor tradición de la cortesanía del sindicalismo oficial al presidente de la república, que por segundo sexenio consecutivo no pertenece a su partido. Ciertamente, las palabras de Gamboa Pascoe no llegaron al extremo a que la CTM llegó en octubre de 1951 cuando llamó a Miguel Alemán "Obrero de la patria" y lo declaró secretario general honorario. Pero no se alejó demasiado de ese tono.
La segunda lealtad quedó manifestada anteayer, en la clausura de la asamblea nacional ordinaria número 131 de la CTM, en que su líder fue reelegido sin oposición. Con él, la encabezó Beatriz Paredes, que en su carácter de presidenta nacional del PRI recibió la expresión de una renovada militancia priista de la central obrera, discutida en la agenda de la brevísima reunión de su órgano principal, a pesar de que de ese modo se violenta la disposición constitucional que prohíbe la militancia colectiva, que fue definitoria del corporativismo sindical del régimen priista. La reiteración de la fidelidad cetemista a su partido no evitó que se expresaran reproches sobre la exigua representación política que ahora se confiere a esa central, que perdió las muchas "posiciones" que tenía en el Congreso federal y hoy están reducidas a su mínima expresión.
El que así ocurra se debe, entre otros factores, a la mala fama pública del sindicalismo en general y del cetemista en particular. El PRI tuvo que reducir la cuota obreras en sus bancadas porque los candidatos respectivos eran derrotados en sus distritos desde mucho tiempo antes de que el partido perdiera la mayoría primero en la Cámara de diputados y después en el Senado. El mismísimo Gamboa Pascoe estuvo en ese vergonzoso predicamento (perder cuando el PRI ganaba siempre) al ser derrotado por su adversario panista en la contienda por una diputación en 1973 y después, en 1988 por el candidato del Frente Democrático Nacional a la senaduría del Distrito Federal.
Gamboa Pascoe es apenas el quinto secretario general de la CTM, no obstante que a sus 73 años de vida (nació en febrero de 1936) la central debió ser encabezada por una decena de dirigentes al menos. Impidió que así fuera la prolongada permanencia de Fidel Velázquez en su liderazgo. Después de que su fundador y primer secretario general Vicente Lombardo Toledano cayera en desgracia merced a maniobras de Velázquez, éste se enquistó en el poder, que ejerció de 1941 a 1997, cuando sólo la muerte lo removió del cargo /y salvo el trienio de 1947 a 1950 en que lo sustituyó Fernando Amilpa. Éste, que hubiera podido rivalizar con Velázquez, murió prematuramente en 1952 y por eso se convirtió en emblema cetemista: así se llama uno de sus sindicatos afiliados y el auditorio donde cada febrero se reúne la cúpula cetemista, en el búnker de la calle Vallarta, ubicación que en cierto modo ilustra cómo la CTM da la espalda a la Revolución que la hizo nacer, puesto que su entrada principal ya no queda frente al adefesio de la plaza de la República.
A la muerte de Velázquez lo reemplazó Leonardo Rodríguez Alcaine, a quien otra muerte, la de Francisco Pérez Ríos había convertido en líder de los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad. Muerto a su vez en agosto de 2005, de inmediato lo reemplazó Gamboa Pascoe, que es el primer dirigente cetemista que jamás ha ocupado una plaza, pues su incorporación al sindicalismo se debió a su preparación profesional como abogado. Tal vez por ello no se preocupa por simular una condición proletaria que jamás ha tenido. Por eso luce sus lujos, un reloj que cuesta setenta mil dólares y un automóvil de precio semejante. Y para negar que esa riqueza provenga de las cuotas obreras miente al decir que no recibe un centavo de los trabajadores sino de las organizaciones que los representan, como si éstas no proveen a su subsistencia y a la del comité nacional a partir de las aportaciones que voluntaria o no hacen los asalariados.
Aunque afilia a los sindicatos nacionales de industria más numerosos e importantes (los de petroleros, electricistas federales, de la radio y la televisión, huleros, petroquímicos, textileros, refresqueros, de la construcción y la industria automotriz, etcétera) la CTM se debilita día a día. En lo que va de la incipiente crisis ha perdido 300 mil empleos, según reconoce Gamboa Pascoe, que en 4 años sólo ha visitado 21 federaciones estatales.
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