Adrián LeBarón y Lenzo Widmar
Al ver los arreglos navideños y los arbolitos con sus focos encendidos, nuestros hijos nos dicen:
¡Qué bonita es la Navidad!, y quisiéramos creer que sí. Claro que debe ser hermosa en un país libre, en un país donde la educación, el trabajo y el esfuerzo de los ciudadanos, aunado a la capacidad y responsabilidad de las autoridades, puedan traer paz y prosperidad. En un país donde podamos contemplar el futuro, así como curar nuestras heridas y nuestro dolor del pasado porque sí se hace justicia.
Por el contrario, en la Navidad de 2009 nos encontramos sin protección a los derechos y a las garantías más básicas en Galeana. Nos encontramos con dos viudas y 10 huérfanos, cinco de Luis y cinco de Benjamín; niños que se quedaron sin poder disfrutar las cualidades y los talentos de sus padres, quienes eran un ejemplo de integridad, confianza, responsabilidad, entereza y conocían el sentido de la amistad, entre muchos otros valores. En el esplendor de su existencia nos arrebataron mucho más que sus vidas: nos arrebataron nuestro derecho a la paz, a vivir en un país libre.
Más de 15 cobardes en un comando armado irrumpieron en nuestra vida y la destrozaron. ¿Quiénes son estos cobardes?, que parece ser no tienen padre, al parecer no tienen hijos y por seguro no tienen
Por eso esta Navidad estamos tristes y nos duele el corazón, porque vemos que en Chihuahua, nuestro estado grande de valientes y nobles ancestros, hay muchas familias sufriendo como nosotros; continúan los secuestros y asesinatos de niños, jóvenes, hombres y mujeres, víctimas de un gobierno en el cual prevalece la impunidad y la corrupción, en donde la extorsión ya es aceptada como moneda de cambio por el temor, la incertidumbre y los males más oscuros que la muerte, en todos los círculos económicos, no importa si son empresarios, comerciantes, grandes o pequeños, todos vivimos con miedo, en la incertidumbre, con dolor y coraje.
Un mundo de paz, lo que siempre soñamos ofrecerle a nuestros hijos, se nos desmorona. Y lo más grave es que sabemos que los responsables de procurar la justicia y la seguridad en nuestro estado son irresponsables y permisivos, quieren minimizar el activismo de Benjamín LeBaron, Luis Widmar y de personas de todo el noroeste del estado, asegurando que los mataron por trivialidades. Esto nos causa gran dolor e indignación, y nos preguntamos si los sicarios fueron los únicos culpables, o todos somos responsables por permitir este ambiente de incertidumbre y miedo, donde las autoridades encargadas de procurar justicia, en lugar de hacer su trabajo, se dedican con su actitud a denostarnos.Más de 15 cobardes en un comando armado irrumpieron en nuestra vida y la destrozaron. ¿Quiénes son estos cobardes?, que parece ser no tienen padre, al parecer no tienen hijos y por seguro no tienen
madre, quienes con sus actos oscurecen la luz de nuestra esperanza.
Por eso esta Navidad estamos tristes y nos duele el corazón, porque vemos que en Chihuahua, nuestro estado grande de valientes y nobles ancestros, hay muchas familias sufriendo como nosotros; continúan los secuestros y asesinatos de niños, jóvenes, hombres y mujeres, víctimas de un gobierno en el cual prevalece la impunidad y la corrupción, en donde la extorsión ya es aceptada como moneda de cambio por el temor, la incertidumbre y los males más oscuros que la muerte, en todos los círculos económicos, no importa si son empresarios, comerciantes, grandes o pequeños, todos vivimos con miedo, en la incertidumbre, con dolor y coraje.
Coincidimos con nuestra autoridad que en todas las comunidades hay gente buena y mala, pero esto no es justificación para no castigar a los culpables; cuando el gobierno no ejerce su autoridad, es cómplice de los que nos asesinan, nos secuestran y nos extorsionan.
Todos los crímenes que suceden día a día en Chihuahua nos hacen dudar de nuestras instituciones y nos carcome pensar que nuestros hijos puedan sufrir aun más, nos preguntamos si somos gente bárbara y mercenaria, criminalmente tolerantes y culturalmente muertos.
En esta Navidad sólo queda recargarnos en el año venidero, para no caer ante tan presente gravedad…
¿Quiénes somos, por qué somos y de dónde venimos? Esa es la pregunta que quisiera que nos hagamos todos, y encontrar en la respuesta convicción y dignidad suficientes para que la siguiente Navidad sea una ocasión que inspire la tan sagrada confianza que debemos sentir todos en nuestros hogares, así como el regocijo de sentir una fe plena en nuestro futuro, para poder exclamar con valor:
donde vive la libertad, ahí es mi patria.
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