"Cuentos en sepia", de Raúl Cañete |
sábado, 12 de diciembre de 2009 | |
Se ha presentado recientemente en el Instituto Cultural del BancoEstado el libro Cuentos en sepia, del autor Raúl Cañete Juárez, quien es integrante del taller de narrativa que allí se realiza, dirigido por la escritora Alejandra Basualto, integrante de la Corporación Letras de Chile. Bibliografía Raúl Cañete Juárez, especialista en procesos bancarios, nace el 4 de octubre de 1945. Ha participado en varios grupos literarios y desde el año 1991 es miembro del taller literario que funciona al alero del Instituto cultural del BancoEstado. Confiesa que la pasión de escribir lo persigue desde niño y que solo comenzó a disfrutarla hace casi dos décadas, convencido de que no tenía más tiempo que perder. En 1993 publica por primera vez en la selección “Cinco Narradores en Busca de la Diosa”, bajo la Dirección del escritor Roberto Rivera. El 2001 lo hace en “Balance de Letras” con el profesor de literatura Osvaldo Ulloa (Q.E.P.D). El 2003 participa en “41 Ficciones Súbitas”, y luego el 2004 en “Que Sea la Llave” con la Escritora Pia Barros. El 2006 publica “ Tren de Aterrizaje”, libro realizado gracias a los fondos Concursables aportados por la Ilustre Municipalidad de Santiago, con la conducción de Roberto Rivera. En 2007 se edita “Letras de Cambio” con la dirección de la poeta y narradora Alejandra Basualto, quien dirige el Taller del Instituto Cultural BancoEstado hasta hoy. Reseña La anécdota en la narrativa de Raúl, es el nudo que sostiene el hilo conductor de sus relatos, allí tiempo y causalidad se entrelazan firme para sostener el espesor de una cosmovisión que se sumerge a fondo, en tanto una fina ironía envuelve el texto poniendo la nota de humor, o desengaño, a veces ambos en el destello final. Una emoción compleja y ambivalente, de lo que es y no es a la vez, una distancia narrativa que ilumina y desconcierta, dando al cerrar, un nuevo valor a sus relatos. Cañete, nos hace recordar a ratos a Gombrowicz, esos ambientes cargados de aparente formalidad, en cuyo interior las pasiones y el sinsentido asoman a ratos, en un leve gesto, como una mariposa desprendiéndose del sombrero, los cuerpos y las ropas en «El brillo del amante» en la máxima tensión, la sugerente pierna de la viuda en la micro, el Quijote en la Contraloría, a punto del absurdo y no, sujeto al hilo conductor, ingresando el texto a su solución por donde menos se le esperó, en tanto la imaginería del narrador se desprende ilesa y la imagen del lector queda cautiva en los múltiples y equívocos espejos de la realidad. Una magia especial cruza estos «Cuentos en Sepia» de Raúl Cañete, donde el argumento ideológico, se funde y disuelve en erotismo, en encuentros donde asoma al arquetipo común apropiándose de la situación para volcarla a otro ámbito, el de los afectos, o el del pícaro, por ejemplo, pero que resulta mágico y a la vez, engarza con el hilo a plomo del relato, con un fondo que se devuelve en consistencia y fuerza, en forma de paradoja o de golpe final. «Cuentos en Sepia» es de esos pocos y escasos libros, donde la historia oficial, anécdota de por medio, cruza imperceptible el tabique que la separa de la que se esconde y de la sumergida, la íntima, la intransferible, esa que sólo se registra ojos adentro. «Cuentos en Sepia» es de esos pocos y escasos libros para celebrar. Roberto Rivera Vicencio. Muestra de cuentos: EN LA FRAGUA Miraba ansioso la rutina del herrero. El fuelle producía lenguas de fuego cada vez más refulgentes. Don Apablaza, en su banco de trabajo, moldeaba en el yunque con martillo y lima las herraduras del petiso. Florentino retenía las riendas. El noble bruto recibía el impacto de los clavos en los cascos. El calor que aventaba el hornillo, el brazo ligero del forjador al instalar el herraje, y la chupilca saciadora sobre una mesa con tablones, hacían del momento algo interesante y novedoso para mis once años. -¿Sabís carnear, cabrito? -expresó Florentino, después de soltar las riendas, sacar de su cinto un filoso cuchillo, y acercarse a un rincón, donde amarrado a la pilastra, se encontraba un cordero. -¡No!... -dije titubeante. -¡Entonces, aprende! -agregó-, refrescándose con un sorbo de aquella briosa bebida con harina, mientras don Apablaza reía mordazmente, atizando el fuego con fiereza. Sabía que los platos esperaban ansiosos y dispuestos en la mesa de una cocina colindante, las ensaladas prestas y también el vino, pero yo quería conocer de cerca el oficio de herrar. Al percatarme de la presencia del cordero, hice mía su indefensa soledad, me acerqué e inclinándome, acaricié su cara y la tibia textura de su lanar. Entonces, sentí sobre las brasas, el alegre crepitar de los tizones. El hombre, apartándome, enterró el filo del cuchillo en el cuello del borrego, la sangre empezó a manar a borbotones sobre la ensaladera. Fue en ese preciso instante que observé la infinita orfandad del animal que sacrificaban. Jamás sentí algo parecido, eran ojos inteligentes y sensibles a la vez, que expresaban algo más. -¿Por qué a mí? -¿Qué he hecho? -Era su transmisión poderosa que me traspasaba. -¿Acaso no te doy mi lana? -¡Yo soy tú! ¡Y tú eres yo! -Le oí reflexionar. Fue entonces que me compenetré en él, y él en mí. Su mirada potente empezó a extinguirse, y su balido ya no se sentía. Solo el mensaje silencioso de su última contemplación, me fue directa y concerniente. ¡Mira la cara de cordero degollado! -escuché decir con una estrepitosa carcajada, no sé si por mí o por mi hermano cordero, y mientras brindaban, ya achispados, el fogón resplandecía. -¡Ya pus, weñi!, ¡Lleva el niachi pa‘ la cocina antes que se enfríe!, -dice Florentino pasándome el tiesto con el contenido sanguinolento. Como si fuera una rica jalea de guindas, y a disgusto de mis anfitriones, no acepté el budín de sangre cuajada. Esto me afectaba en extremo. En la noche tuve pesadillas. Ojos gigantes, como los del cordero, se acercaban mirándome con pena, luego reía incomprensiblemente, para alejarse y retornar una y otra vez. De madrugada, a la hora de la ordeña, me dirigí al establo, deseando la protección del viejo pastor y su perro ovejero. Cuando me reuní con el centenar de animales de espesa lana, me rodearon alborozados y como a un hermano. Comprendí entonces, y con alegre berrido, que había llegado para quedarme. MICRO RELATO Mi colega se sintió tocada por el tema literario. Pidió que le explicara lo de la ficción súbita. La invité entonces a mi departamento. Luego de un par de whiskys, le insinué algo al oído. Me aclaró lo exigente e insaciable que era en tales circunstancias. Le dije que estaba como tuna. Pero, algo trascendió de mi affaire en la oficina, pues ahora me dicen el rey del «cuento corto». |
1 comment:
- I read some Raul's tales, and I found them ver interesting and well written, as them show, ...Leí algunos cuentos de Raúl, y me encontré con la grata sorpresa de la diversidad de temas que abarca -se nota persone culta, con solida formacion academica, además de talento...- en lo formal tiene un estilo directo -sin subordinación, sintáctica, al estilo que inaugurará E. Hemingway, por los 30'...es decir oraciones cortas, directas...o un lenguaje directo , que se diera con los avances tecnológicos que nos exigen síntesis, en lo comunicación al...elemento (s) que Raúl trabaja con maestría...lectura obligada para los interesados en la narración breve (cuento)...y temas universales...
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