Para facilitarnos la tarea de salvar al mundo vale recordar otros temores y otras catástrofes. San Juan nos da su visión del Apocalipsis. La descripción de la gran inundación de 1729 viene en un viejo diccionario. Juan N. Adorno anuncia devastadores terremotos y nos recuerda que en vez de echarle la culpa a la naturaleza hay que conocer sus leyes y adaptarse a ellas. Pero es la crónica de Carlos Monsiváis sobre el sacudimiento de 1985 la que nos señala el camino: las sociedades se crecen al castigo y si hace 25 años los chilangos transformamos la tragedia en vislumbre de la utopía solidaria, ahora le toca a la humanidad ponerse guapa.
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