Adolfo Gilly: el relámpago en el instante
L
os festejos oficiales por el centenario de la Revolución y el bicentenario de la Independencia muestran la conversión de la historia en un espectáculo multimedia. En el guión gubernamental al uso, si la historia no puede rescribirse a gusto de la derecha porque una de sus versiones está firmemente implantada en el imaginario popular, entonces, lo que toca para apropiársela es waltdisneysarla, vaciarla de contenido, transformarla en espectáculo para el Canal de las Estrellas.
La disputa por la historia en curso no es sólo una operación para desamortizar los bienes culturales que se mantienen bajo tutela estatal y ofrecerlos en bandeja de plata a la industria del turismo y la recreación. Tampoco es, solamente, una batalla para reivindicar al santoral conservador excluido del calendario cívico. Es, todo eso, pero, además, una operación para quietarle a la historia su fuerza constituyente.
Es en el contexto de esta guerra por el pasado que acaba de publicarseHistorias clandestinas, de Adolfo Gilly. Coeditado por La Jornada e Itaca, el libro del historiador y escritor nacido en Argentina y naturalizado mexicano desde 1982 incursiona en el debate iluminando y recuperando la historia de los oprimidos.
Dice Walter Benjamin –reiteradamente citado a lo largo de la obra: “Articular históricamente el pasado no significa conocerlo comoverdaderamente ha sido. Significa adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro…” Precisamente, lo que Historias clandestinas hace es darle forma y sentido a un pasado que requiere ser reinterpretado, pues corre el riesgo de ser vaciado de sus contenidos transformadores.
Más que la reconstrucción de los hechos de una época, Historias clandestinas es una apasionante travesía que reconstruye aspectos claves del espíritu de nuestra época. Labor compleja. En su autobiografía, el literato Stefan Zweig advierte que
según demuestra la experiencia, es mil veces más fácil reconstruir los hechos de una época que su atmósfera espiritual.
Pero Gilly lo hace. Echando mano de las herramientas de la historia y la buena literatura, de los recursos del nuevo periodismo y de la profundidad del pensamiento crítico, dibuja espléndidamente varios de los contornos esenciales del mapa espiritual de nuestra era. A través de 16 estudios describe y analiza tanto los golpes de los corceles del apocalipsis neoliberal como la forma en la que se le resiste en Bolivia, México y Cuba. Desbroza cómo las nuevas generaciones han vivido el catálogo de casi todas las catástrofes imaginables, y la manera en que los pueblos indios las enfrentan, armados con la fuerza de su identidad reconstruida y sus cuerpos.
Las fronteras de esa época están descritas en La realidad, la utopía y el deseo, el retrato que hace sobre el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez. Un siglo en el que –como él escribe– “la revolución se encarnaba en otra fuerzas, las de las rebeliones y guerras de liberación nacionales, la marea poderosa y oscura de aquellos que el gran Franz Fanon llamaba ‘los condenados de la tierra’”.
Lo suyo no consiste en narrar los grandes relatos del poder sino, por lo contrario, en contar sus rupturas y sus discontinuidades. No se detiene excesivamente en dar cuenta de sus programas (a los que considera necesarios para la organización autónoma de los su-balternos), sino que se vuelca en demostrar
las formas, los lazos y las imaginaciones de esa organización que vienen de atrás.
Los estudios que integran Historias clandestinas son desarrollados utilizando diversos recursos narrativos. Hay en ella reflexiones sobre teoría de la historia, remembranzas personales, entrevistas, crónicas periodísticas, prólogos de libros, retratos, crítica histórico-literaria. Están escritos a horcajadas entre la prosa y la poesía disfrazada de prosa.
Abre la obra
Planeta sin ley, que bien podría tener como subtítulo el de
Manifiesto del partido de la ira. Lo cierra el ensayo
Historia crítica o discurso del poder, que reflexiona sobre el sentido de la historia. Un escrito de enorme actualidad, a pesar de haber sido escrito hace más de 30 años, que es conveniente leer a la luz de este año de celebraciones históricas.
En
Planeta sin leyGilly escribe:
Que no nos vengan con que es tiempo de la esperanza. Es ahora el tiempo de la ira y de la rabia. La esperanza invita a esperar; la ira a organizar. Así empezó la revolución en Bolivia a inicios del siglo XXI. Así pueden despuntar otros porvenires en América Latina.
Es la ira contra la Máquina. La Máquina, según decían los integrantes del grupo Rage Aagainst the Machine,
es la opresión de la gente en cualquier lugar, desde México a China o a Estados Unidos. La Máquina es la política que excluye a las personas del poder, mantiene a los pobres en su lugar y a los ricos en el regazo del lujo. En Historias clandestinas Adolfo Gilly desmonta algunas de las piezas que integran el rompecabezas de la rabia.
El epicentro del libro está en la revolución boliviana. Seis escritos la analizan. Bolivia es, probablemente, el eslabón más avanzado de la transformación social que sacude al continente, y que ha derrumbado presidentes corruptos y elitistas en Perú, Paraguay, Ecuador, Venezuela y Brasil. Una de las expresiones más acabadas de la resistencia posneoliberal
Decía Walter Benjamin que
sólo tiene derecho a encender en el pasado la chispa de la esperanza aquel historiador traspasado por la idea de que ni siquiera los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence.
Rastreador incansable de las resistencias de los de abajo, aunque no sea tiempo de esperanza, Adolfo Gilly ha escrito en Historias clandestinas un texto que enciende la chispa de la esperanza.
No comments:
Post a Comment