Pablo Amílcar Sandoval*
De cara a la renovación de la presidencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD), durante el Consejo Nacional que hoy se reúne, lo que está en juego no solamente es el futuro del principal partido de izquierda del país, sino también su pasado. Junto al suicida intento aliancista, Jesús Ortega también manosea de forma grosera la historia del partido. El saliente presidente ha decidido despedirse con la edición de un costoso volumen conmemorativo de los 20 años del PRD que practica una depuración ideológica digna de los peores líderes estalinistas.
La purga que Ortega y sus aliados anhelan y que no se han atrevido a concretar en los hechos, hoy está nítidamente proyectada en papel y tinta. En la introducción del texto: 20 años, un futuro con historia, el líder partidista afirma que debemos “realizar una revisión crítica del pasado… para allanar el cambio que el PRD necesita”. Para ello, el texto borra de la historia el fraude de 1988 y retoma el argumento salinista de que en 1989 la izquierda era testimonial y se reducía a ser una expresión de inconformidad y oposición.
Así mismo, de un plumazo se elimina la elección presidencial de 2006. En la cronología de la historia del partido incluida en el libro, ese año simplemente no existe. A Ortega le resulta indispensable que olvidemos la elección presidencial en la que el partido tuvo el mejor desempeño de su historia, y que lo llevó a recibir la mayoría de votos en dichos comicios, con objeto de que cobre sentido su pretendida alianza con Felipe Calderón y el PAN rumbo a las elecciones de 2012.
El volumen también borra personajes claves de la historia de la izquierda, como los dos únicos diputados que en representación del PRD presidieron la Cámara de Diputados en la histórica 57 Legislatura (1997-2000), cuando por vez primera el PRI perdió el control del Legislativo: Porfirio Muñoz Ledo y Pablo Sandoval Ramírez, para, eso sí, dejar espacio a las sonrientes imágenes de Diego Fernández de Cevallos, Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo.
Ortega sugiere complementar losprincipios del partido conefectividad política y vocación de gobierno. Sin embargo, este falso pragmatismo disfraza una búsqueda estéril y obsesionada del poder que no se propone transformar su tradicional ejercicio autoritario y antidemocrático sino simplemente usufructuarlo. La actual dirigencia del PRD ha abandonado la defensa de cualquier lucha o reivindicación de los sectores oprimidos de nuestro país a quienes desprecia como marginales. Pero en su ceguera pragmática la autodenominada izquierda modernano se da cuenta de que quienes están condenando al PRD a convertirse en una fuerza política marginal son ellos mismos, al transformarlo en un partido satélite del poder.
La vergonzosa elección de un nuevo dirigente que se realizará hoy, de manera opaca y cupular, al más puro estilo panista no puede tener buenos resultados. Generará un presidente alejado de los movimientos de izquierda, para complacer a los nuevosaliados. Estará plenamente sometido a la dinámica corporativista de las corrientes, que finalmente sólo velarán por los intereses de quienes, diciéndose de izquierda, no pueden caminar las calles entre la gente.
A nadie parece importar que en la sucesión del PRD ya no se debatan ideas, proyectos, ni alternativas para transformar México. Hoy sólo se barajan nombres, y en negociaciones palaciegas se ensayan repartos y componendas como si después del 2012 no existiera más nada. El desdeño y abandono de las banderas históricas de la izquierda por parte de la actual dirigencia es una sombría realidad. A pesar del fraude electoral ya no exigimos respeto al voto; la no utilización de recursos públicos con fines electorales se considera una ingenuidad ineficaz y la lucha contra la corrupción parece un sarcasmo. Se utilizan los puestos de gobierno para ejercer el mismo autoritarismo corporativo que desarrolló el PRI y que ahora utiliza el PAN.
La izquierda no debe gobernar en abstracto. Buscamos la transformación radical del país. Debemos recuperar al PRD como alternativa para los ciudadanos, discutiendo los mecanismos para democratizar el ejercicio del poder público con base en proyectos y no en las cuotas que cada corriente exija.
La alternativa es acudir a las mujeres y hombres de izquierda, militantes o no en el PRD, y con ellos arrebatar el partido a esa lejana clase política para poner el partido al servicio de la gente.
* Ex secretario de Organización del CEN del Partido de la Revolución Democrática
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