Los mexicanos son diariamente afectados en su salud por la producción de carnes y vegetales que son estimulados en su crecimiento, durabilidad y aspecto mediante agentes químicos sabidamente dañinos que son utilizados impune y criminalmente por los grandes comercializadores que suelen ser patrocinadores de campañas políticas de quienes (a título de cualquier partido) están en el poder y donadores
generosos a las cuentas particulares de la patológica clase política multicolor que en estos momentos cruciales padece el país.
Un ejemplo altamente significativo son las Granjas Carroll (GC) instaladas en 1994 en el valle de Perote, Veracruz, mediante una sociedad formada por Agroindustrias de México y la principal firma estadunidense productora de cerdos, Smithfield. Con un pie de cría de 40 mil vientres, GC produce al año alrededor de 800 mil puercos, de tal manera que es una de las tres principales empresas del ramo en México. Los métodos de trabajo de la trasnacional han provocado mútiples protestas debido a la evidente contaminación material que provocan con los residuos y desperdicios de su proceso pero, sobre todo, por los constantes problemas de salud que los ocupantes de las cercanías han estado padeciendo y de cuya responsabilidad se deslinda activamente la citada empresa, a cuyos postulados de inocencia se han abierto procesos judiciales contra ciudadanos que han encabezado movimientos de oposición a la firma cuyo componente estadunidense, Smithfield, recibió en 1985 el castigo por un litigio del ámbito civil más cuantioso de los registros gringos por violaciones al Acta de Agua Limpia: un millón 285 mil dólares; en 1996, un juez sentenció a pagar 12.6 millones de dólares y a cumplir 18 meses de arresto a un gerente de Smithfield y a uno de sus operadores por falsificar y destruir muestras registradas y por la descarga intencional de agua tóxica en el río Pagan.
En México, desde luego, esos inversionistas fueron recibidos con las chequeras particulares abiertas por distintos funcionarios que aun cambiando de nombres, partidos y temporalidad en el poder, les han garantizado impunidad y protección. El gobierno calderónico y el políticamente nigérrimo de Veracruz han protegido a Granjas Carroll y se han desatendido de las múltiples denuncias (difundidas oportunamente por Andrés Timoteo, corresponsal de La Jornada en Veracruz) que llevaron el pasado 2 de abril a que hubiera constancia pública internacional de los riesgos de salud que allí se gestaban y que enfermaron de manera inusual, sospechosa, a unos 400 de los tres mil habitantes del poblado irónicamente llamado La Gloria. El brote extraordinario de gripe y neumonía, y las versiones de autoridades comunales sobre la muerte de menores de edad, no movieron a las autoridades mexicanas (ni modo de llevarse una comisión en asuntos económicante tan menores) a indagar nada, a pesar de que un despacho gringo de biovigilancia, Veratect, advirtió de los hechos a la Organización Mundial de la Salud (otro de esos entes mutantes de la economía y el mercado dominados por las grandes firmas). El caso de las Granjas Carroll ha llevado a Internet diversas interpretaciones que creen encontrar allí el origen de las mutaciones que han causado la crisis sanitaria en curso.
Por otra parte, haiga sido por lo que haiga sido (virus HSxHS), el agravamiento en México de una crisis sanitaria crea las condiciones para que sean usados bajo criterios discrecionales de emergencia los préstamos de blindaje
genérico adquiridos recientemente y el muy específico de 205 millones de dólares. Nadie sabe ¿y nadie sabrá? cómo se están gastando los dineros públicos en el torbellino inducido de miedo social ni quiénes son y serán los beneficiados con las compras y gastos gubernamentales hechos en el marco propicio del pánico decretado.
El mismo virus HSxHS (escatológico, de duración presuntamente sexenal, que puede ser contagiado a través de tapaojos y tapaoídos electrónicos como son la mayoría de los noticieros de radio y televisión) ha afectado severamente al de por sí maltrecho y anémico cuerpo electoral que presuntamente habría de dar a luz el próximo julio una criatura legislativa federal (con variantes en ciertas entidades donde se elegirán gobernadores, presidentes municipales y congresos locales) a la que desde ahora se apresuraban algunos Padrinos a dar por vestida principalmente con telas de tres colores (debidamente contrastadas con abundantes pero no mayoritarios toques de blanco y azul). El golpe epidemiológico ha hecho trastabillar los procesos partidistas de arranque de campañas, ha desinflado al extremo los de por sí lánguidos ánimos de participación electoral, e incluso está llevando a considerar la aparición en el menú del platillo que resulta más apetitoso para la desfondada banda panista: la posibilidad de cancelar o posponer los comicios en porcina puerta que, de cualquier manera, ya han sido contagiados porque la capacitación electoral a cargo del IFE no se ha podido completar y porque la continuidad del proceso ya no se puede garantizar. La dictadura, o cuando menos sus tentaciones sanitarias.
Astillas
Porcinas dudas: ¿Por qué se insiste en que la población asuma fórmulas de sometimiento masivo como el uso de los azules tapabocas si los propios especialistas consultados constantemente en noticieros televisos aseguran que no es la vía aérea la que propicia más riesgos de contagio sino el contacto manual que en todo caso impulsaría a promover el uso de guantes y no de trozos de tela que sólo servirían frente a secreciones hechas a corta distancia por enfermos?.. Y, mientras esta columna ha de cerrarse antes de que dieran nocturna conferencia de prensa los funcionarios federales encabezados por José Ángel Córdova, ¡hasta mañana, con la guerra
contra el narcotráfico en una especie de tregua que da paso, en tanto las mayorías ven para epidémicos lados, a la autorización legislativa para la portación de pequeñas dosis de sustancias estupefacientes!
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