Sunday, April 12, 2009

El Poder de Cristo Resucitado no tiene límites

Mensaje de Pascua de Fr. Raúl Vera López, O.P.

La Creación, un don para la humanidad
En la creación que Dios puso a al servicio del hombre vemos el primer signo de su amor. Desde un principio Él pensó en sus hijos e hijas, a quienes puso al frente de todo lo creado ya que fueron creados a imagen y semejanza suya, dotados de inteligencia y voluntad, con capacidad de discernimiento y con libertad. En estas cualidades del espíritu humano y en las características de la corporeidad de la que dotó al hombre y a la mujer, se fundamenta la confianza con la que Dios decidió asociarles a Él como sus colaboradores y colaboradoras en la conducción de la creación, para llevarla a su plenitud, al desarrollo de todas las potencialidades que en ella existen. Los mismos seres humanos desarrollan sus propias potencialidades en el trabajo que despliegan sobre la tierra para cultivarla y engrandecerla; pero esto no lo han de realizar como individuos aislados, sino como el Creador lo dispuso, en comunidad. (Cf. Gn 2,18.20-24; 4,9).

En base a conceptos sencillos, concordes con la cultura de su tiempo, el texto del libro del Génesis narra la creación del mundo por parte de Dios como un todo que tiene consistencia, articulación ordenada y queda constituido en fundamentos sólidos, de acuerdo con lo que dispuso el Creador, y como lo ordenó con su palabra poderosa (Cf. Gn 1,1-2,25); este mundo portentoso es el que Dios encomendó a sus hijos e hijas. A lo largo de la historia, por medio de las ciencias y con su habilidad, la familia humana ha profundizado en el conocimiento y en el uso de todos los recursos que Él ha puesto en el universo.

El ser humano, del que nos habla las Sagradas Escrituras desde un principio (Cf. Gn 3,1-6), introdujo el desorden en la creación y él mismo comenzó a ser víctima de su pecado, el cual experimenta hasta el día de hoy, ya que vive sus consecuencias que le afectan de manera personal y alteran el orden de la comunidad familiar y social, dañando a quienes forman parte de ella. Dios, sin embargo, al dirigirse a la serpiente, Satanás, ante nuestros padres en el Paraíso, anuncia que de la descendencia de la mujer, a quien él engañó, surgiría uno que le aplastaría la cabeza, mientras ella estaría intentando morder su talón. Y así fue. De la descendencia de Eva nació una mujer, María, quien fue la madre de Jesús, que vino al mundo a destruir el pecado y a derrotar a su autor, el Diablo (Cf. Heb 9,26; Jn 3,8; Lc 10,18; Jn 16,11; Lc 10,18).

La Celebración Litúrgica de la Pascua de Jesús
En estos días, de manera solemne, como lo hacemos cada año, celebramos el Triduo Pascual: el Jueves Santo conmemoramos la Institución de la Eucaristía, recordando aquella Última Cena de Jesús con sus discípulos; también ese día representamos el lavatorio de los pies de parte de Jesús a los doce apóstoles. El Viernes Santo revivimos en la liturgia la Pasión y la Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, con la adoración de la Cruz Gloriosa, donde el Señor se ofreció como víctima y sacerdote para salvación de toda la humanidad. Finalmente, de la noche del sábado a la madrugada del domingo, celebramos en la solemne Vigilia Pascual, la Resurrección del Señor.

La Iglesia dedica los días de lo que comúnmente llamamos la Semana Santa, a recordar y revivir en su liturgia los acontecimientos históricos por los que Jesús devolvió al mundo la paz y el amor, la libertad y la dignidad para todos los hombres y mujeres que lo formamos.

Jesús, con su Muerte y Resurrección, abrió las puertas a la verdad y a la esperanza que nos vienen de Dios. Las lecturas que se proclaman en la Vigilia Pascual anuncian que Dios está a favor de la vida plena para todos (Gn 1,1-2,1; 22,1-18; Is 55,1-11; Ba 3,9-15. 32-4,4), de la libertad y la dignidad para cada una de las personas que vivimos en esta tierra (Ex 14,15-15,1; Is 54,5-14). En la celebración de la Pascua de Jesús, su Paso de la muerte a la vida, comprendemos nuestra propia pascua con Jesús, el cambio definitivo de nuestras vidas personales (Ez 36,16-28; Rm 6,3-11), y el rumbo nuevo que adquiere la historia humana y, con ello, la renovación de la creación entera que realiza Jesús, por medio de su Pasión, Muerte y Resurrección.

La Nueva Alianza de Dios con la humanidad por medio de su Hijo
Jesús, al celebrar la cena pascual judía con sus discípulos, poco antes de ser apresado para ser juzgado y condenado a la muerte que sufriría al día siguiente, sabía que había llegado su “hora de pasar de este mundo al Padre” y “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1), por eso se dispuso a iniciar, a través de los ritos de la Pascua judía, la celebración de una cena distinta, totalmente innovadora del sentido que tenía hasta entonces para los judíos, es decir, el recuerdo de su liberación de Egipto y la conmemoración de la Alianza, el Pacto que Dios había realizado con su pueblo, por medio de Moisés en el monte Sinaí. Jesús dejó en esa cena dejó el memorial del nuevo y definitivo Pacto, de la Nueva Alianza realizada en su propia sangre que sería derramada en la cruz al día siguiente, pacto ya no solamente con un pueblo, el pueblo hebreo, sino con la humanidad entera, con todos los pueblos de la tierra para unirlos en un solo Pueblo, su Iglesia, me refiero a la Eucaristía.

En todo el contexto de la realización de aquella cena se entiende que con las palabras “habiendo amado a los suyos”, el evangelista se refiere no únicamente a aquellos con los que estaba cenando, sino a todos los que, a través de la historia, aceptarían la Nueva Alianza pactada por Jesús. En efecto, en ese mismo evangelio se nos refiere que en la oración que Jesús elevó a su Padre durante aquella cena le pidió: “No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su Palabra, creerán en mí” (Jn 17,20).

Jesús es garante de un nuevo y definitivo pacto que Dios realizó a través de Él, su Hijo, en quien “fueron creadas todas las cosas” (Cf. Col 1,16), quien “es el resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa” (Cf. Heb 1,3) pues “todo se hizo por Él y sin Él nada se hizo de cuanto existe” (Jn 1.3).
Jesús viene a rehacer las relaciones del género humano con Dios, relaciones que se habían roto por medio del pecado; desde la mala inclinación que dejó este misterio en los seres humanos, ellos han intentado recorrer un camino sin tener en cuenta a su Creador y Padre, y empezaron a destruirse a sí mismos y al mundo hermoso que Él les entregó como casa común para que la construyeran juntos, la disfrutaran y vivieran en paz, como verdaderos hermanos y verdaderas hermanas.

La Pascua judía en los elementos que contiene hace referencia al éxodo que los hebreos emprendieron desde Egipto hasta la Tierra Prometida, después de que la celebraron la noche de su liberación. Por eso utilizan en su celebración el atuendo de quien va a empezar a viajar y la acompañan con panes ázimos, es decir, sin levadura, porque no hubo tiempo para que fermentara la masa, pues debían salir de Egipto a toda de prisa. La Pascua de Cristo abre el camino a un nuevo éxodo que ya no es como el de los hebreos, una emigración de un lugar geográfico a otro. El éxodo que se inicia al celebrar la Pascua de Jesús tiene otras características.

El Miércoles de Ceniza marca el inicio de la Cuaresma, que es un tiempo de preparación a la celebración del Triduo Pascual son los días durante los cuales conmemoramos la Pascua de Jesús. Al momento en que el Miércoles de Ceniza se impone la ceniza, sobre quien la recibe se pronuncian las siguientes palabras: “Conviértete y cree en el Evangelio”, o también, “Acuérdate que eres polvo y al polvo has de volver”. Ambas expresiones tienen que ver con el espíritu de conversión con que se ha de vivir la Cuaresma. En esto consiste el éxodo al que Jesús invita en su Pascua, a quienes quieran participar en el nuevo y definitivo pacto que Dios ha hecho con la humanidad, abandonar una manera de pensar y de actuar con criterios contrarios a la paz, al amor, a la justicia, a la verdad, a la dignidad humana y al respeto a los derechos fundamentales de la persona, que son los valores que se viven en el Reino de Dios -Reino que Él vino a iniciar en la tierra por medio de su Muerte y Resurrección- para adquirir un modo de pensar y de actuar dentro del estilo de vida que Jesús asumió y predicó. El invitó a asumir su estilo de vida a quienes quisieran seguirlo (Cf. Mt 11,28-30; 8,34-38; 20,24-28; Lc 22,27; Jn 13,1-17).

Asumir la Nueva y definitiva Alianza que Jesús viene a realizar con la humanidad, es entrar a vivir la propia vida personal y comunitaria en una dinámica totalmente nueva, dinámica que tiene su fundamento en la acción que Cristo realiza en el interior de quien lo acepta a Él, vida nueva que tiene que dar frutos en todas las opciones y actitudes ante los demás y con los demás. Esto es lo que San Pablo dice en el texto que se proclama durante la celebración de la Vigilia Pascual, texto que está tomado de la Carta a los Romanos: “Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte. Fuimos, pues, con Él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva, sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y ya no sirvamos al pecado”. (Rm 6,1-4.6.10).

Cristo, como Ministro de esta Nueva y definitiva Alianza, ha sido constituido con poder para llevarla adelante con aquellos que creamos en Él, actuando desde nuestro interior con el poder de su Espíritu. Lo atestigua el autor de la Carta a los Hebreos cuando dice: “Tenemos un Sumo Sacerdote tal, que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, al servicio del santuario y de la Tienda verdadera. Ha obtenido Él un ministerio tanto mejor cuanto es Mediador de una mejor Alianza. Porque les dice en tono de reproche: ‘He aquí que días vienen, dice el Señor, que concertaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva Alianza, no como la Alianza que hice con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto. Como ellos no permanecieron fieles a mi Alianza, también yo me desentendí de ellos, dice el Señor. Esta es la Alianza que pactaré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Porque me apiadaré de sus iniquidades y de sus pecados no me acordaré ya’”. [Heb 8,1-2.6. 8.10.12]

Cristo Resucitado tiene poder para destruir el mal
Teniendo tal sumo sacerdote, con poder para destruir el pecado del mundo, pongamos la plena confianza en Él para alcanzar la liberación del pecado y de todos los males que trae consigo, males que vemos tan extendidos por la sociedad en estos momentos de nuestra historia en Coahuila y en todo el país.

El Crimen Organizado
Los males que padecemos no son insalvables. Quiero hacer especial referencia a dos que nos aquejan en este momento en México y en nuestro Estado: La violencia generalizada y la inseguridad desatadas por el crimen organizado y la crisis económica. En cuanto a lo primero, existen los instrumentos internacionales para desmontar una de las estructuras del crimen organizado que no están siendo tocadas en la guerra contra el narcotráfico, su poderosa estructura económica. Dado que la actuación de los Cárteles en México ya está en el nivel del terrorismo, la resolución 1373 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aprobada el 28 de septiembre del 2001, ofrece elementos para abatir en una gran medida la fuerza económica que tienen. Hago referencia a dos puntos de esa resolución:

En el número uno, inciso (a) de la Resolución, el Consejo de Seguridad Decide: que todos los Estados (miembros de las Naciones Unidas) Prevengan y repriman la financiación de los actos de terrorismo.
En el número uno inciso (c), el Consejo de Seguridad Decide: que todos los Estados congelen sin dilación los fondos y demás activos financieros o recursos económicos de las personas que cometan, o intenten cometer, actos de terrorismo o participen en ellos o faciliten su comisión; de las entidades de propiedad o bajo el control, directos o indirectos, de esas personas, y de las personas y entidades que actúen en nombre de esas personas y entidades o bajo sus órdenes, inclusive los fondos obtenidos o derivados de los bienes de propiedad o bajo el control, directos o indirectos, de esas personas y de las personas y entidades asociadas con ellos.

La Crisis Económica
La otra estructura que permite actuar con mucho poder y desarrollarse en el alto grado que ha llegado a tener en el país, es el apoyo que recibe desde los círculos políticos. Para desmontar esto no existe otro camino que el trabajo de inteligencia que lleve a detectar a las personas que desde dentro de las estructuras del Estado Mexicano están contribuyendo a la destrucción de México con su apoyo cómplice al Narcotráfico. Se debe proceder a destitución y juzgarlas conforme a los crímenes que han estado cometiendo.

La sociedad en general debe actuar desde todos los niveles para hacer presión sobre las autoridades a todos los niveles, federal, estatal y municipal, para impulsarlos a cumplir con su deber, pues sin esta presión no lo van a realizar muy fácilmente, dado el alto grado de complicidad en que han entrado con el crimen organizado, muchos y muchas de quienes deberían velar por la seguridad de nuestras vidas y de nuestros bienes. No podemos esperar que esto se acabe sólo porque metan a la cárcel a unos cuantos miembros de sus brazos armados y caigan algunas cabezas de los cárteles. Si continúan con todo su dinero y cobijados en el poder de varios políticos, seguirá creciendo su poder hasta que lleguemos a ver a México, en muy corto plazo, en la condición de Estado Fallido, pues el crecimiento de la violencia que provoca el crimen organizado es exponencial.

La crisis planetaria del modelo económico globalizado que ha imperado desde hace varios años en la sociedad mundial, ha comenzado con el desplome de dicho modelo en el país más poderoso del mundo en ese campo, los Estados Unidos. Este derrumbe a puesto en claro su inoperancia y debilidad; ha sacado además a la luz del alto grado de corrupción que ha debido impulsar por todas partes, par poderse sostener. Para quienes tienen un concepto honesto y racional de lo que debe ser un sistema económico, esto no ha sido ninguna novedad, como dice el Evangelio, “por los frutos se conoce el árbol”, este sistema ha estado multiplicado la pobreza, ha destruido y puesto en la ruina grandes sectores de la sociedad mundial; ha colocado a muchos países en un tal desequilibrio socio-económico, que ha derivado en desequilibrios socio-políticos de inestabilidad social e ingobernabilidad.

Escuchemos la calificación que de este sistema económico dan los Obispos Latinoamericanos y Caribeños en el Documento Conclusivo de su V Asamblea General celebrada en Aparecida Brasil, en el mes de mayo de 2007: “Lamentablemente la cara más extendida y exitosa de la globalización es su dimensión económica que se sobrepone y condiciona las otras dimensiones de la vida humana. En la globalización, la dinámica del mercado absolutiza con facilidad la eficacia y la productividad como valores reguladores de todas las relaciones humanas. Este peculiar carácter hace de la globalización un proceso promotor de inequidades e injusticias múltiples. La globalización, tal y como está configurada actualmente, no es capaz de interpretar y reaccionar en función de valores objetivos que se encuentran más allá del mercado y que constituyen lo más importante de la vida humana: la verdad, la justicia, el amor, y muy especialmente, la dignidad y los derechos de todos, aún de aquellos que viven al margen del propio mercado (n. 61).

Quienes profesamos nuestra fe en Cristo y lo vemos resucitado y constituido Rey del Universo y Señor de la historia, no podemos callar ni dejar de trabajar por mejorar las cosas ante un modelo económico cargado de injusticias y promotor de tanta pobreza, desempleo y corrupción en todos los niveles, como lo ha demostrado esta crisis planetaria, debido a las bases falsas de la codicia y la ambición, la injusticia, la mentira y la deshonestidad en la que ha puesto sus bases. No podemos creer ni promover que este modelo se rehaga sin cambiar sus bases injustas; tenemos que pugnar porque la economía mundial vuelva a tener sus fundamentoso verdaderos que son la distribución justa de los bienes de la tierra y la promoción de un desarrollo sustentable, para todas y todos quienes habitamos en esta tierra.

La confianza y esperanza en Dios, fundamento de la vida del Mundo
Esta Nueva Alianza que Dios Padre nos ofrece y que sella con la Resurrección de su Hijo amado, supone que nosotros y nosotras pongamos nuestra esperanza solamente en Dios. La coyuntura actual está definida por la crisis económica que golpea a quienes menos tienen y por la violencia del narcotráfico que parece alcanzarnos a todos y a todas. Vivir la Resurrección de Jesús como un anticipo de nuestra propia resurrección, supone poner nuestra fe y nuestra esperanza sólo en Dios y desde Él actuar en consecuencia, para difundir el bien y los verdaderos valores en la sociedad, confiados en la fuerza que imprime desde nuestro interior Jesucristo resucitado. No podemos confiar en que los banqueros y los hombres del dinero que provocaron esta crisis sean quienes nos ofrezcan una alternativa para salir adelante; no podemos confiar en que los partidos políticos y hombres de la política que están coludidos con el narcotráfico sean quienes nos protejan de su violencia.

Ninguna autoridad económica, ningún Partido, ningún dirigente financiero o político, ninguna política de Estado contra el narcotráfico o para vencer la crisis financiera, podrá deshacer los males que nos aquejan, si quiere hacerlo contra las bases en las que Dios ha fundado su Nueva Alianza con la humanidad por medio de su Hijo: la verdad, el amor, la justicia, la libertad y la paz verdadera. Este es un tiempo de gracia porque es un tiempo que nos permite a quienes somos creyentes volver a los fundamentos de nuestra fe, así firmemente anclados a la verdad del Evangelio de Jesús, trabajemos por la restauración de una sociedad tan dañada por el pecado de la avaricia y el egoísmo, por la mentira y la corrupción.

CON PROFUNDOS SENTIMIENTOS DE PAZ, DE AMOR Y CERCANÍA A LOS DEMÁS, DE MANERA ESPECIAL A QUIENES MÁS SUFREN EN ESTOS MOMENTOS, ENVÍO PARA TODOS Y TODAS, SIN EXCEPCIÓN ALGUNA, MI SALUDO CORDIAL DE PASCUA DE RESURRECCIÓN, QUE MARÍA NUESTRA MADRE DE GUADALUPE, CON SU INTERCESIÓN NOS AYUDE A QUE LA GRACIA REDENTORA DE CRISTO DE FRUTO ABUNDANTE EN ESTAS TIERRAS DE COAHUILA Y EN TODA LA NACIÓN. QUE DIOS LES BENDIGA. LES ABRAZO CON MUCHO AFECTO.

Saltillo, Coahuila, 12 de abril, Solemnidad de la Pascua de Resurrección, de 2009



Fr. Raúl Vera López, O.P.
Obispo de Saltillo

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