Marcos Salgado / Rebelión/ Insurrectas y Punto
La V Cumbre de las Américas que culminó este domingo en Trinidad y Tobago deberá ser analizada en profundidad en los próximos días, y en especial habrá que verificar los pasos venideros de los principales protagonistas del encuentro.
Mientras tanto se pueden anotar algunas señales iniciales. Por un lado, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama parece haber salido airoso a fuerza de mostrarse como un igual ante el resto de los mandatarios del continente, lo más lejos posible de la soberbia de su antecesor, George W. Bush. Aunque sus definiciones posteriores indican que cualquier acercamiento será trabajoso. La misma asincronía entre señales y palabras se verifican en una posible nueva relación entre Estados Unidos y Venezuela. ¿Hay lugar para que la cordialidad de las sonrisas en las fotografías derive en un diálogo constructivo y marque el final de maniobras injerencistas?
Las cosas no estaban simples para el flamante presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, en su primer encuentro con los presidentes del continente. A la presión diplomática compartida con más o menos ímpetu por toda la región por el mantenimiento del bloque contra Cuba y a la anacrónica exclusión de la isla en la OEA se sumaron las críticas al documento final del evento encabezada por los países de la Alternativa Boliviariana para las Américas (ALBA) en su oportuna cita previa.
Para Obama hubiese resultado suicida llegar al evento con la arrogancia de su antecesor, George W. Bush. Consciente de esto, astuto, se presentó como un igual y no esquivó la foto y el encuentro con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, consciente de que ahí jugaba uno de los rounds importantes de una cumbre donde los símbolos, amplificados por los medios de comunicación, tienen más importancia mediática que los hechos.
Fueron tres encuentros. En el primero, Chávez le manifestó la voluntad de dialogar, en el segundo, le regaló el libro “Las venas abiertas de América Latina”, de Eduardo Galeano, en el tercero, ya sobre el cierre del evento, conversaron en privado a pedido de Obama, aunque a la vista de los canales de televisión, durante unos cinco minutos. Ambos ratificaron la voluntad de comenzar una nueva etapa de relaciones, que tendría que traducirse en la designación de nuevos embajadores.
"Obama dijo que iba a cumplir su palabra de no injerencia en los asuntos internos de ningún país. Ambos tenemos diferencias de enfoque, pero estamos dispuestos y tenemos la voluntad muy firme de trabajar juntos. Luego se acercó a despedirse con la mayor naturalidad", comentó Chávez, quien a su regreso a Caracas manifestó que "el gobierno de Estados Unidos, representado por su presidente Barack Obama, se sentó de igual a igual" con los presidentes latinoamericanos, "discutiendo temas, algo impensable con presidente alguno de Estados Unidos. El tema que salió desde el principio y se mantuvo de principio a fin fue el tema de Cuba. ¡Le hemos pedido todos los gobiernos de América Latina que desmonte el bloqueo a Cuba!", remarcó el mandatario bolivariano.
El sábado, durante la primera sesión plenaria, Chávez pidió a Obama construir un nuevo plan para las relaciones entre las naciones americanas basado en el reconocimiento de las diferencias y el respeto a la autodeterminación de los pueblos. Chávez indicó que la Cumbre de las Américas, si va a seguir existiendo, debe tener entonces otro modelo o plan, e invitó al presidente estadounidense y a todos los mandatarios latinoamericanos a construirlo.
“Los Estados Unidos debe romper con esa concepción de vernos como su patio trasero. ¡Norteamérica para los norteamericanos, Suramérica para los suramericanos, Centroamérica para los centroamericanos, el Caribe para los caribeños!", dijo. "Esta cumbre sirve para decir eso es el espíritu de Bolívar, de Martí, de San Martín quienes son los que hoy presiden esta cumbre”, remarcó Chávez.
Posteriormente, en su segunda intervención, el presidente venezolano le dijo a su homólogo estadounidense que “no puede ser que embajadores o funcionarios de embajadas sigan financiando movimientos desestabilizadores para derrocarme, utilizando canales de televisión”.
En suma, hubo acercamientos pero también se marcaron límites. Por su parte, en una conferencia de prensa Obama, calificó de "un buen gesto" por parte de Chávez el obsequio del libro de Eduardo Galeano y advirtió que algunos sectores en Estados Unidos opinan que el mostrarse cortés y con intenciones de dialogar con los gobiernos de Venezuela y Cuba "es una muestra de debilidad", pero que el pueblo estadounidense "no está de acuerdo, y con buena razón".
Pero enseguida dejó claro que cualquier acercamiento concreto está bien verde: criticó lo que denominó “retórica muy incendiaria” de Chávez contra Estados Unidos, y aseguró que Caracas “ha interferido en momentos con algunos de sus países vecinos”, pero aseguró que “Venezuela es un país cuyo presupuesto de defensa es seiscientos veces menor que el de Estados Unidos, por lo que es poco probable que un apretón de manos y una conversación cortés con el Presidente Chávez ponga en peligro los intereses estratégicos de Estados Unidos”.
Por otro lado, Obama se despidió de la cumbre pidiendo de nuevo "señales" de parte del gobierno cubano, tales como la liberación de supuestos "presos políticos" y mayor libertad de expresión o religiosa en la isla como condición para dialogar, aunque remarcó como su secretaria de Estado que la política hacia la Cuba fracasó.
De esta forma, aunque el tema de Cuba estuvo presente y la OEA deberá dar algún tipo de respuesta que tiendan a la inclusión de la isla socialista en la organización, el levantamiento del bloqueo de los Estados Unidos parece todavía muy lejos, y que ese momento llegue dependerá, también, de que la presión de los países del continente sobre Estados Unidos en esta materia no se desinfle.
Las dualidades del personaje más observado de la Cumbre de las Américas indican que el camino de una relación de Estados Unidos con los países del continente acorde con el fin de los alineamientos automáticos apenas estaría comenzando, si es que realmente hay voluntad por parte del debilitado gigante del norte de encararlo.
Será por eso que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva, propuso que una representación de primer nivel del gobierno de Estados Unidos visite Venezuela y Bolivia, como gesto de “buena voluntad” para encaminar en los hechos la retórica del acercamiento que dominó el conclave de Trinidad y Tobago.
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