el kitch está de luto
Como todavía no vivía en Monterrey, por las noches se perdía la señal de las estaciones de radio de aquí, excepto la de la XET y la XEG, que eran de frecuencia libre internacional, por lo que sintonizaba las estaciones de radio del Distrito Federal, pero ya estaba entrando en mi etapa de rockero y empezaba a abandonar Radio Mil para escuchar Radio 590 La Pantera, y si quería sentirme muy nice oía Radio 620 “la música que llegó para quedarse”.
Pero no abandoné el programa de las ocho de la noche de Radio Mil, porque ahí presentaban los nuevos discos y el público votaba para definir cuáles se quedaban en la programación y cuáles descartaban. Fue en ese programa, que si mal no recuerdo tenía como locutor a Mario Iván Martínez (hermano de Gonzalo Martínez, Evangelina Martínez, Socorro Bonilla y Alma Delfina; además de esposo de Margarita Isabel y por tanto papá del Mario Iván Martínez de ahora; y por ende tío de Evangelina Sosa, Roberto Sosa y Sergio Bonilla).
En ese programa, decía, presentaron el disco de alguien a quien llamaron el equivalente de Enrique Guzmán, César Costa y Alberto Vázquez en Argentina. Ese cantante era Sandro y la canción se llamaba “Penas”. Luego anunciaron el disco en las revistas “Notitas musicales” e “Ídolos del Rock”, que hasta hace poco caí en la cuenta que algo tenían que ver con Radio Mil y Radio 590 porque eran las únicas estaciones de radio que se anunciaban en esas revistas; y a la vez, ambas revistas se anunciaban en esas estaciones. Al anunciar el disco “Penas” en las revistas pusieron la fotografía del intérprete, y vi que era el muchacho que salía en “Tacuara y Chamorro”.
La canción sigue siendo mi favorita de Sandro, y creo que es la única de él que ha quedado entre “mis placeres particulares”; todo un himno al masoquismo, así que era lógico que me gustara: “Nadie me daría dos días de vida por la forma en que me encuentro hoy / tengo la mirada de ansiedad vacía ya no hay alegría donde voy / penas y penas y penas hay dentro de mí y ya no se irán porque a mi lado tú no estás te recordaré como algo que fue sólo un sueño hermoso nada más / si me perdonaras, si todo olvidarás, si tu amor volviese junto a mí / qué feliz sería, ya no lloraría, sólo viviría para ti / penas y penas y peeeenas, hay dentro de mí, y ya no se irán porque a mi lado tú no estás / te recordaré, como algo que fue, sólo un sueño hermoso nada más”
Parecía que ya había pasado la euforia por los cantantes argentinos; Leo Dan se había apagado pero intentaba resurgir con una endeble “Por un caminito”; Palito Ortega había cerrado su ciclo de interés luego de la película con Rocío Dúrcal y ya había llegado a la chafísima “que chabocha la chevecha que che chube a la cabecha” que se le oía ridícula, tanto que resultaba más audible la versión de Viruta y Capulina en la película “Qué perra vida”; Nestor Fabián se había casado con Violeta Rivas y en automático perdió su imagen juvenil y ya parecía mayor (sin serlo tanto); Chico Novarro no tuvo más que un éxito, con la canción “Caprichosa”, que a estas alturas uno la recuerda más porque Fernando Luján la canta en la película “Los perversos”, y desde que perdí mi disco de Chico Novarro no he vuelto a escucharlo; de Johnny Tedesco no quedaban ni sus luces, igualmente de Lalo Fransen; Raúl Lavié estaba en México por esos años pero no pasaba de ser el esposo de Pinky; Juan Ramón desapareció rápidamente y surgió aquí un Esteban Ramón que no era más que un imitador de Leonardo Favio que era el único argentino que estaba instalado en el gusto del público de esos años con “O quizá simplemente te regle una rosa”, “Din don las cosas del amor” y “Fuiste mía un verano” (esta sí que me gustaba mucho) y llegaba Piero con “Mi viejo” y “Si vos te vas”.
Ese año, 1969, surgió el Festival de la Canción Latina, antecedente del Festival OTI, y nos dejó varias voces de toda América: José José de México, Lucecita de Puerto Rico; la insoportable Denisse de Kalafe de Brasil, el venezolano José Luis, que luego se llamó José Luis Rodríguez, y un argentino: Sergio Dennis con canciones casi platicadas como “Te llamo para despedirme” y “Yo nunca supe más de ti”, pero esas canciones ya son de entre 1972 y 1973. ¡Ah! Olvidaba a un peruano, que parece ser nativo de Argentina: Yaco Monti, quien sí tuvo varios éxitos como “Siempre te recordaré”, “Lo que te queda” y “Lágrimas para un recuerdo”, que en la voz de Norma Herrera fue usada como tema de la telenovela “La sonrisa del diablo” con Maricruz Olivier.
Creo que ese era el panorama de los argentinos en México, en 1969 y 1970, cuando empezó a oírse a Sandro, quien no pegó mucho con “Penas”, sino con su segunda canción “Rosa rosa tan maravillosa”. Ese sí fue un exitazo, y de ahí p’al real, cuanto se ofrecía de Sandro era un éxito seguro, y se convirtió en figura indispensable en el programa “Operación cupido” de XENL Radio Recuerdo todos los días de nueve a diez de la noche, donde no había semana que no programaran su dramatización de “El maniquí”, con la que se derretían mis compañeros de la Procuraduría, donde trabaja yo esos años; imagínense a Agentes del Ministerio Público, Policías Judiciales, escribientes y demás todos desfallecidos cuando escuchaban “El maniquí”, mientras yo, en cambio, decía haber dejado atrás esas facetas de cursilería porque estaba instalado entre el rock y la canción social; dividido entre Led Zeppelin y Mercedes Sosa, Horacio Guaraní, José de Molina y Judith Reyes.
No había reunión con mis compañeros de Procuraduría que no culminaran con Sandro y todo su repertorio (en el mejor de los casos, porque la otra opción era Roberto Carlos); así que haciendo a un lado mis “prejuicios” ideológicos y musicales tenía que soplarme “Porque yo te amo”, “Quiero llenarme de ti”, “Cómo te diré”, “Mi amigo el Puma”, “Trigal”, “Una muchacha y una guitarra” y toda su discografía; bueno, casi toda, porque mi gran coraje es que nunca se les ocurría poner “Penas”
Nos llegaron pocas películas con Sandro, sólo recuerdo “Quiero llenarme de ti” y “Muchacho”, pero no les fue muy bien en la taquilla (la de “Tacuara y Chamorro” sólo la vi en televisión y nunca la vi anunciada en cine)
Visto a la distancia, entiendo el éxito de Sandro: ofrecía una imagen que se salía del cartabón de los “muchachos buenos” de la época; dejó a un lado el traje formal para aparecer en entalladísima ropa de cuero y dar una imagen de erotismo; las letras de sus canciones se salían también un poco del esquema tradicional y buscaban ser un poco más atrevidas (sólo un poco), pero lo fundamental era que “actuaba” las canciones y ahí estuvo la clave de su éxito, y por eso es que ahora, con su muerte, muchos le lloran.
A mí me llegó en mal momento: como seguidor de rockeros era una ofensa para Led Zeppelin y Jefferson Airplane que escuchara a Sandro; y aunque escuchaba a muchos sudamericanos por esos años, cómo iba a ponerlo al mismo nivel que Mercedes, Guaraní, Zitarrosa; tampoco encontraba punto de comparación entre sus canciones y las canciones amorosas de Pablo Milanés o de Silvio Rodríguez. Ni modo, Sandro apareció en ese breve periodo en el que reprimí toda la cursilería que me caracteriza, así que nunca supe si Sandro me gustaba o no, simplemente no le di oportunidad de ser atendido, pero por suerte (no sé si para él o para mí) si alcancé a disfrutar (y sigo disfrutando) esas “Penas y penas y peeeenas”, que es con lo que me quedo.
Como todavía no vivía en Monterrey, por las noches se perdía la señal de las estaciones de radio de aquí, excepto la de la XET y la XEG, que eran de frecuencia libre internacional, por lo que sintonizaba las estaciones de radio del Distrito Federal, pero ya estaba entrando en mi etapa de rockero y empezaba a abandonar Radio Mil para escuchar Radio 590 La Pantera, y si quería sentirme muy nice oía Radio 620 “la música que llegó para quedarse”.
Pero no abandoné el programa de las ocho de la noche de Radio Mil, porque ahí presentaban los nuevos discos y el público votaba para definir cuáles se quedaban en la programación y cuáles descartaban. Fue en ese programa, que si mal no recuerdo tenía como locutor a Mario Iván Martínez (hermano de Gonzalo Martínez, Evangelina Martínez, Socorro Bonilla y Alma Delfina; además de esposo de Margarita Isabel y por tanto papá del Mario Iván Martínez de ahora; y por ende tío de Evangelina Sosa, Roberto Sosa y Sergio Bonilla).
En ese programa, decía, presentaron el disco de alguien a quien llamaron el equivalente de Enrique Guzmán, César Costa y Alberto Vázquez en Argentina. Ese cantante era Sandro y la canción se llamaba “Penas”. Luego anunciaron el disco en las revistas “Notitas musicales” e “Ídolos del Rock”, que hasta hace poco caí en la cuenta que algo tenían que ver con Radio Mil y Radio 590 porque eran las únicas estaciones de radio que se anunciaban en esas revistas; y a la vez, ambas revistas se anunciaban en esas estaciones. Al anunciar el disco “Penas” en las revistas pusieron la fotografía del intérprete, y vi que era el muchacho que salía en “Tacuara y Chamorro”.
La canción sigue siendo mi favorita de Sandro, y creo que es la única de él que ha quedado entre “mis placeres particulares”; todo un himno al masoquismo, así que era lógico que me gustara: “Nadie me daría dos días de vida por la forma en que me encuentro hoy / tengo la mirada de ansiedad vacía ya no hay alegría donde voy / penas y penas y penas hay dentro de mí y ya no se irán porque a mi lado tú no estás te recordaré como algo que fue sólo un sueño hermoso nada más / si me perdonaras, si todo olvidarás, si tu amor volviese junto a mí / qué feliz sería, ya no lloraría, sólo viviría para ti / penas y penas y peeeenas, hay dentro de mí, y ya no se irán porque a mi lado tú no estás / te recordaré, como algo que fue, sólo un sueño hermoso nada más”
Parecía que ya había pasado la euforia por los cantantes argentinos; Leo Dan se había apagado pero intentaba resurgir con una endeble “Por un caminito”; Palito Ortega había cerrado su ciclo de interés luego de la película con Rocío Dúrcal y ya había llegado a la chafísima “que chabocha la chevecha que che chube a la cabecha” que se le oía ridícula, tanto que resultaba más audible la versión de Viruta y Capulina en la película “Qué perra vida”; Nestor Fabián se había casado con Violeta Rivas y en automático perdió su imagen juvenil y ya parecía mayor (sin serlo tanto); Chico Novarro no tuvo más que un éxito, con la canción “Caprichosa”, que a estas alturas uno la recuerda más porque Fernando Luján la canta en la película “Los perversos”, y desde que perdí mi disco de Chico Novarro no he vuelto a escucharlo; de Johnny Tedesco no quedaban ni sus luces, igualmente de Lalo Fransen; Raúl Lavié estaba en México por esos años pero no pasaba de ser el esposo de Pinky; Juan Ramón desapareció rápidamente y surgió aquí un Esteban Ramón que no era más que un imitador de Leonardo Favio que era el único argentino que estaba instalado en el gusto del público de esos años con “O quizá simplemente te regle una rosa”, “Din don las cosas del amor” y “Fuiste mía un verano” (esta sí que me gustaba mucho) y llegaba Piero con “Mi viejo” y “Si vos te vas”.
Ese año, 1969, surgió el Festival de la Canción Latina, antecedente del Festival OTI, y nos dejó varias voces de toda América: José José de México, Lucecita de Puerto Rico; la insoportable Denisse de Kalafe de Brasil, el venezolano José Luis, que luego se llamó José Luis Rodríguez, y un argentino: Sergio Dennis con canciones casi platicadas como “Te llamo para despedirme” y “Yo nunca supe más de ti”, pero esas canciones ya son de entre 1972 y 1973. ¡Ah! Olvidaba a un peruano, que parece ser nativo de Argentina: Yaco Monti, quien sí tuvo varios éxitos como “Siempre te recordaré”, “Lo que te queda” y “Lágrimas para un recuerdo”, que en la voz de Norma Herrera fue usada como tema de la telenovela “La sonrisa del diablo” con Maricruz Olivier.
Creo que ese era el panorama de los argentinos en México, en 1969 y 1970, cuando empezó a oírse a Sandro, quien no pegó mucho con “Penas”, sino con su segunda canción “Rosa rosa tan maravillosa”. Ese sí fue un exitazo, y de ahí p’al real, cuanto se ofrecía de Sandro era un éxito seguro, y se convirtió en figura indispensable en el programa “Operación cupido” de XENL Radio Recuerdo todos los días de nueve a diez de la noche, donde no había semana que no programaran su dramatización de “El maniquí”, con la que se derretían mis compañeros de la Procuraduría, donde trabaja yo esos años; imagínense a Agentes del Ministerio Público, Policías Judiciales, escribientes y demás todos desfallecidos cuando escuchaban “El maniquí”, mientras yo, en cambio, decía haber dejado atrás esas facetas de cursilería porque estaba instalado entre el rock y la canción social; dividido entre Led Zeppelin y Mercedes Sosa, Horacio Guaraní, José de Molina y Judith Reyes.
No había reunión con mis compañeros de Procuraduría que no culminaran con Sandro y todo su repertorio (en el mejor de los casos, porque la otra opción era Roberto Carlos); así que haciendo a un lado mis “prejuicios” ideológicos y musicales tenía que soplarme “Porque yo te amo”, “Quiero llenarme de ti”, “Cómo te diré”, “Mi amigo el Puma”, “Trigal”, “Una muchacha y una guitarra” y toda su discografía; bueno, casi toda, porque mi gran coraje es que nunca se les ocurría poner “Penas”
Nos llegaron pocas películas con Sandro, sólo recuerdo “Quiero llenarme de ti” y “Muchacho”, pero no les fue muy bien en la taquilla (la de “Tacuara y Chamorro” sólo la vi en televisión y nunca la vi anunciada en cine)
Visto a la distancia, entiendo el éxito de Sandro: ofrecía una imagen que se salía del cartabón de los “muchachos buenos” de la época; dejó a un lado el traje formal para aparecer en entalladísima ropa de cuero y dar una imagen de erotismo; las letras de sus canciones se salían también un poco del esquema tradicional y buscaban ser un poco más atrevidas (sólo un poco), pero lo fundamental era que “actuaba” las canciones y ahí estuvo la clave de su éxito, y por eso es que ahora, con su muerte, muchos le lloran.
A mí me llegó en mal momento: como seguidor de rockeros era una ofensa para Led Zeppelin y Jefferson Airplane que escuchara a Sandro; y aunque escuchaba a muchos sudamericanos por esos años, cómo iba a ponerlo al mismo nivel que Mercedes, Guaraní, Zitarrosa; tampoco encontraba punto de comparación entre sus canciones y las canciones amorosas de Pablo Milanés o de Silvio Rodríguez. Ni modo, Sandro apareció en ese breve periodo en el que reprimí toda la cursilería que me caracteriza, así que nunca supe si Sandro me gustaba o no, simplemente no le di oportunidad de ser atendido, pero por suerte (no sé si para él o para mí) si alcancé a disfrutar (y sigo disfrutando) esas “Penas y penas y peeeenas”, que es con lo que me quedo.
Genaro
No comments:
Post a Comment