Marco Rascón
Nuestro viejo país es el gran enemigo de la integración económica plena, la globalización, la doctrina neoliberal, la modernidad. Grandes intereses internacionales, que compiten entre sí, a toda vela y en todos los mares, quieren a este viejo país sin barreras ni obstáculos.
En un primer tiempo, entre 1988 y la última década del siglo pasado, los comisarios de la bucanería financiera, una vez que tomaron el poder político dieron inicio al proceso de privatización de la riqueza social, bajo la filosofía de que no debería haber un Estado rector. Los beneficiarios de la privatización fueron unas cuantas familias que a precio de remate adquirieron telefonía, radio y televisión, bancos, empresas procesadoras de granos, extracción de minerales, producción de azúcar, puertos, exportadoras e importadoras.
Si bien la economía, propiedad del Estado mexicano, se privatizó, no se abrió, lo cual vino a beneficiar con concesiones a los nuevos propietarios, quienes sintieron que por fin había llegado la justicia a sus reclamos con el desmantelamiento del Estado rector, que así se tornaba en competidor y protector de sus comercios e industrias.
La globalización sin límites se la aventaron de golpe a los pobres. Para convencer de que el libre comercio era bueno, bendijeron el contrabando en las áreas no protegidas para los nuevos ricos, de fiesta por la privatización. El camino de las baratijas, la ropa, los tenis, la electrónica, todo aquello a lo que aspiraban consumir los pobres, entró por las fronteras, los puertos y los barrios degradados. El comercio ambulante de nuestro viejo país con el vendedor de artesanías, de fruta, el pajarero, la marchanta, rápidamente fue sustituido por el que ofrecía fayuca. En cada ciudad, en cada pueblo, se construyó una economía paralela que todos denunciábamos, pero consumíamos.
En estas condiciones, los pequeños, medianos y hasta grandes productores no protegidos por el boom del libre comercio empezaron a quebrar y a desaparecer. Los desempleados fueron convocados a convertirse en "empresarios" de sí mismos; de la conciencia del trabajo, pasamos a la conciencia del fenicio, del filibustero. Pero no a todos les fue mal. A los beneficiarios de la privatización en tiempos de Carlos Salinas se les vendió no sólo a precio de remate, sino en condiciones de monopolio empresas-mercados, cerrados y ultraprotegidos.
Los nombres de 20 familias mexicanas empezaron a aparecer entre las más ricas del mundo y para expandirse empezaron a invertir y a comprar en Centroamérica, Colombia, Argentina, Chile. Lo que se consideraba un lastre económico en manos del Estado, en las de esas familias se hizo riqueza creciente y triunfo ideológico de lo privado sobre lo público.
Hoy, paradójicamente, este sector monopólico y oligárquico entra a la apertura global. Los que se enriquecieron con el proteccionismo desempolvan el disfraz de nacionalistas para "defender a México"... y sus precios, lo cual prefigura un futuro de mucha confusión ante la paradoja oligárquico-monopólica o trasnacionalización.
En tiempo recientes, en medio de la lucha electoral, hay también una ofensiva de desmantelamiento de lo que pudieran ser bases de la resistencia social a esta segunda etapa de la integración económica. La resistencia electoral ha seguido el camino de la automarginación y la desintegración de sus componentes legislativos, de protesta, organización y representación.
En Oaxaca el objetivo no era la caída de Ulises Ruiz, sino quebrar un bastión de la CNTE, la corriente que a lo largo de los años no pudo tragarse los cacicazgos del oficialismo y que hoy deja los segmentos de ese movimiento magisterial en Michoacán y el valle de México, prácticamente aislados y desgastados.
El caso de la tortilla demuestra la gran debilidad de la respuesta política y social en conjunto a lo que fue este movimiento especulativo del sector monopolizador de la harina de maíz. La manifestación de mañana es sólo una respuesta reactiva a una política de hechos consumados y carece de visión para enfrentar las nuevas batallas que se avecinan. En ese sentido, puede anticiparse que en ese proceso de desmantelamiento social viene una ofensiva contra el Sindicato Mexicano de Electricistas, una vez que han sido debilitadas muchas de las fuerzas que podrían haber generado una resistencia amplia. El Sindicato de Telefonistas, bajo control de Francisco Hernández Juárez, líder de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), no será combatido de manera frontal, sino con la apertura de la telefonía y la baja en las tarifas mediante la competencia de empresas extranjeras. En el caso de la UNT, el asunto se va a dirimir no con el sindicato, sino directamente con Carlos Slim.
Frente al callejón sin salida: monopolio oligárquico "nacional" o trasnacionalización global, ¿es posible construir una tercera? ¿Cuál sería el concepto económico, político y social de un camino distinto?
marcorascon@alcubo.com
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