Publicado también en: Detrás del Espejo
CONTENIDO
* Cien Años de Soledad
* Gabo de Aracataca
* Rulfo y García Márquez: Influencias
* Biografía
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Reiniciamos la publicación del Suplemento Tonalamatl, en esta ocación con textos relativos a la obra más leída desde su publicación a la fecha: Cien Años de Soledad. Son ya cuarenta años y los blogs: Detrás del Espejo y A Romper El Cerco Informativo le rinden un modesto homenaje a Gabriel García Márquez.
Antes de vivir en Macondo, José Arcadio y Úrsula habían vivido en una ranchería situada en la sierra con sus respectivas familias, se casaron a pesar de ser primos, un precedente indicaba que de un matrimonio en el cual hubieran vínculos familiares podía surgir un hijo con cola de cerdo, pero eso no ocurrió. José Arcadio mató a Prudencio Aguilar (un vecino del pueblo), en un duelo de honor, pero este se le aparecía después de muerto. Estas circunstancias llevaron a José Arcadio a abandonar la sierra junto con otras familias, se establecieron al lado de un río y formaron un nuevo pueblo, Macondo. El primogénito, José Arcadio empezó a mantener relaciones sexuales con Pilar Ternera, una mujer que se dedicaba a leer las cartas, no tardó en quedarse embarazada. Cuando llegaron los gitanos, el primogénito vio a una joven gitana de la cual se enamoró rápidamente. Al día siguiente este se había fugado con los gitanos y la chica. Úrsula al enterarse fue en su busca, José Arcadio se hizo cargo de Aureliano y de nueva hija, llamada Amaranta. A los cinco meses regresó Úrsula sin su hijo pero con gente de otros pueblos.
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foto: Aracataca
Cien Años de Soledad
Entre las múltiples sorpresas que depara la lectura de Cien años de soledad, una de las más sugerentes es el tratamiento que se le confiere a lo mágico y lo maravilloso. El Renacimiento europeo opuso la razón y el antropocentrismo al mundo medieval . Cervantes, en Don Quijote (I, 47) pronostica que "hanse de casar las fábulas mentirosas con el intendimiento de los que las leyeren, escribiéndose de suerte que facilitando los imposibles... admiren, suspendan, alborocen y entretengan". El mundo mágico pervive en numerosos elementos del folclore popular, sobretodo del mundo rural, que han sido transmitidos y conservados hasta nuestros días. Los embrujos, las hechicerías, los sortilegios forman parte de una cultura popular que hunde sus raíces en el medievo y que es fuertemente combatida, con excaso éxito, por la Inquisición, la Ilustración del dieciocho y finalmente el positivismo científico. Pero la atención hacia el oscuro mundo de la magia aparece aquí y allí, en la tradición literaria hispánica y en la que, entroncada con los mitos indígenas, apareció en la cultura mestiza americana. La nueva novela utiliza un sistema de referencias en las que no se halla ausente el mundo mágico. Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, el propio Jorge Luis Borges, entre otros, lo extraen de sus tradiciones o lecturas. Cortázar muestra también una atención preferente hacia lo mágico desde una conciencia urbana. Pero García Márquez lo refunde y obtiene nuevos y vibrantes resultados. Desde las primeras páginas alude a "los sabios alquimistas de Macedonia" y a la alquimia y sus mitos. A través de ella, por ejemplo, Melquíades recobra la juventud. Esta fáustica operación tiene mucho de burla. Melquíades aparece con una dentadura postiza que se extrae y muestra a sus sorprendidos espectadores: La magia, en ocasiones, no es sino engaño. En este contexto no puede extrañarnos la mención de Nostradamus. Úrsula, figura capital del relato, mujer que manifiesta su vinculación a la realidad, ante las pretendidas y fracasadas invenciones de su marido, parece advertir la opsición entre las actividades alquimistas y la verdadera ciencia que es el soporte del progreso: "Aquí nos hemos de pudrir en vida sin recibir los beneficios de la ciencia", advierte desde el principio. Los muertos aparecen como seres vivos : así, Prudencio Aguilar, que murió de una lanzada de José Arcadio Buendía. No son sus espectros , sino figuras con las que puede dialogarse y que deambulan durante la noche y a plena luz. El matrimonio descubre a Prudencio hasta en su propio cuarto y se ve obligado a tomar la determinación de marcharse del pueblo. Aureliano posee una "rara intuición alquímica". Por ello no parece extraño que los muertos convivan con los vivos y hasta reaparezcan de nuevo, como Melquíades. Cuando los personajes deliran acusan también en el reino del inconsciente los efectos mágicos del ambiente. José Arcadio Buendía habla en latín, con un don de lenguas que sitúa lo maravilloso en un contexto religioso (los apóstoles) y el padre Nicanor muestra su capacidad de levitación. Pero la realidad no es menos mágica. Aureliano Triste descubre que el fantasma que parecía morar en "una casa de nadie" era Rebeca, olvidada ya de todos. El Judío Errante aparece en forma de monstruo y los pergaminos son también mágicos. Es la novela misma que el lector tiene en su manos.
García Márquez defiende en Cien años de soledad que lo maravilloso puede convivir con lo cotidiano y, a través de un lenguaje evocador y preciso, hace revivir lo inverosímil y lo reconvierte en verídico y poético. La posibilidad de hacer compatibles lo cotidiano y lo poético es función de la poesía, cuando ésta brota como creación a través del lenguaje.
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foto: Gabo en Guadalajara, México.
Gabo de Aracataca
Juan Cruz
Escritor español
VIAJE AL LUGAR DONDE NACIÓ “CIEN AÑOS DE SOLEDAD”: Macondo en estado puro; no es una leyenda.
Cien años de soledad cumple 40 años en junio del 2007; su autor, Gabriel García Márquez tendrá 80 el 6 de marzo de ese año. La novela sigue asombrando al mundo. Y su clave está en Aracataca, un pueblo perdido del Caribe colombiano. Allí los niños crecen leyendo ese y otros libros del hijo del telegrafista. Este reportaje es una excursión al lugar donde Gabo y su personaje, Aureliano Buendía, descubrieron el hielo. Macondo en estado puro. No es una leyenda. La novela se ha ido volviendo como un reflejo de Aracataca; allí la leen como si aún se estuviera escribiendo, como si la fascinación del hielo aún fuera un recuerdo reciente. Gabo no regresa, dicen, porque tendría que recoger sus pasos.
Por el Corredor de las Begonias, enfrente de donde estaba la cama en la que nació a las ocho y media de la mañana del 6 de marzo de 1927 Gabriel José García Márquez, circulaba a mediodía del 6 de diciembre del 2006 un fantasma que resultó ser una mujer de carne y hueso.
Estábamos mirando la señal que recordaba donde había nacido el autor de Cien años de soledad cuando esta mujer de ojos grandes y vacíos entró en el pasillo, agarrada del aire. Circuló con una lentitud sobrenatural, siguió reinando en el vacío cuando pasó a nuestro lado, y se escapó del sitio como si se fuera en volandas, hacia el patio en el que Gabo escuchó las historias de las Mil y una noches.
Cuando ya la mujer era una sombra y la inquietud que deja un fantasma, le preguntamos a Rubiela, la morena de filigrana que enseña la casa-museo de García Márquez:
-¿Usted ha visto pasar a una mujer de pelo blanco, como si no estuviera mirando?
-Sí. Es Soledad Noches. Siempre va así.
La mujer iba de un lado al otro de la casa en que nació Gabo I de Aracataca y no era un fantasma.
Los que hayan leído Cien años de soledad habrán visto deambular por el libro mujeres así, desde el mismo momento en que García Márquez convierte la excursión de Aureliano Buendía a mirar el hielo en un ejercicio de surrealismo mágico que luego los críticos, y los lectores, reconocieron con el sobrenombre (literalmente exagerado) de Realismo Mágico.
Ya dentro de Aracataca, todos nos señalaron ese del hielo como el camino que le da la vuelta al pueblo, de su esplendor a su miseria y viceversa. El hielo marca un hito en su historia y Gabo lo recogió como un símbolo del deslumbramiento.
El hielo (el sitio donde estaba el hielo) está a un tiro de piedra de la casa, pero para llegar hasta él, Aureliano Buendía debió cruzar caminos estrujados por el sol, tísicos, pobres y reales, por los que tuvo que atravesar el propio García Márquez de la mano de su abuelo hasta el lugar que entonces significaba el porvenir y ahora es metáfora de la crueldad con que la historia le cierra el porvenir a los pueblos.
Junto al lugar del hielo, que ahora es un garaje desvencijado, lleno de relojes desconchados, automóviles inservibles, muebles viejos, sillones donde ya no se sentarán ni los fantasmas, está aquel río de piedras grandes y de aguas límpidas que había a las afueras de Macondo; es decir, de Aracataca.
Se vació de hielo, y de historia, la fábrica del hielo, en la que tuvo intereses el laboriosísimo abuelo de Gabo, y se llenó de ficción, de fantasmas, muchos de los cuales circulan aún gracias a la escritura del hijo del telegrafista; ahora vemos la vieja fábrica fracasada como si en efecto fuéramos a tocar ahí el material precioso que en Cien años de soledad tiene la categoría del oro y del fuego, y que, en efecto, quema cuando se lo toca; ahora ese detritus en que lo dejaron la United Fruit Company y el tiempo es un símbolo para los que vamos y una pesadilla para los que la viven.
Una mujer con rulos (Esther Aaron, de 58 años) que habita la casa contigua, de madera, pero no de caña brava, muestra los desconchados de su vivienda como consecuencia de las desidias de las autoridades; han dejado que el tren y la polvareda de siglos entren a saco en la casa y hayan hecho de ella la antesala de un cementerio.
Los caminos que fueron de Macondo en los años de esplendor de Aracataca, cuando aquí venía todo el mundo, y las nacionalidades se contaban por docenas, siguen siendo del polvo de la intimidad de la tierra del Caribe, y la gente sigue mirando al horizonte como miraba Aureliano Buendía en la novela más famosa de los siglos recientes.
La leímos como si ocurriera en otro mundo, y aquí la tocamos; existió; sus nombres propios, decía Gabo, son los de la guía de teléfonos; eso varió también.
Una chica que pasó por nuestro lado nos dijo: 'Soy un personaje. Me llamo Amaranta'.
Pero ahora hay más Mileidis que Úrsulas, más K-Cher que Aureliano. La guía de teléfono es un batiburrillo que viene más de las series americanas que de las novelas de Gabo. Como en El Toboso no hay Dulcineas, aquí Remedios la Bella es tan solo un monumento.
Un momento: Luz Marina, una señora que se sentó a nuestro lado, nos dijo que no era gabófila (es decir, fanática de Gabo), pero luego se le iluminaron los ojos: tiene un hijo autista, y le llena de orgullo imaginar que cuando Gabo describe a Remedios la Bella está en realidad cuadrando los rasgos de un autista, familiarizado con una inteligencia que los hombres no saben entender.
Cuando llegó allí el abuelo de Gabito, Aracataca era un predio esplendoroso, atravesado por la riqueza de las grandes plantaciones de bananos, capaz de atraer un comercio universal que fue el inicio de las leyendas que el niño empezó a grabarse.
Siempre venía algo de fuera, y de ahí viene esa mirada extraviada, expectante, de Aureliano, y también esa es la mirada de Soledad Noches, buscando en la nada lo que hubo en el pasado.
Cuando nos íbamos de la casa, el director de este museo, Rafael Darío Jiménez, nos señaló para el frente, y allí había un hombre con camisilla, inhalando el aire como quien fumara un puro, sentado en una mecedora muy trabajada, y mirando también al vacío lechoso de aquel mediodía de calor insufrible. No le preguntamos adónde miraba, pero su mismo nombre, Nelson Noches, el hermano de Soledad, decía su historia. Nos habló de los primeros recuerdos de Gabo, y como ocurre en Cien años de soledad, le dio atrás y adelante a la historia de modo que nosotros creímos simultáneamente que había sido compañero de juegos de Gabito, que le había visto por primera vez cuando Don Premio -así le llaman- vino a Aracataca nimbado por el Nobel, y que en las noches anónimas en que regresa sin que lo sepa nadie juegan a las cartas y toman tragos y oyen música atravesados por un silencio que se parece al de Pedro Páramo.
La leyenda dice que Gabo ha vuelto muchas veces después del Nobel; la leyenda negra dice que no volvió nunca, y la leyenda urbana, de la urbanidad de Aracataca, le reprocha que no haya hecho nada nunca por su sitio. Un día lo desmintió (por si hiciera falta) en una dedicatoria que le hizo precisamente a Jiménez: 'Para Rafael Darío, del paisano que no ha hecho nada por Aracataca salvo este libro y otros más'.
Y lo desmintió nada más ganar el Nobel, con una frase que parece una inscripción y que está clavada con chinchetas en algunos de los rincones: 'Está en mi carácter: nunca, en ninguna circunstancia, he olvidado que en la verdad de mi alma no soy nadie más ni seré nadie más que uno de los dieciséis hijos del telegrafista de Aracataca'.
Darío Arizmendi, que era un periodista muy joven cuando Gabo ganó el Nobel, en octubre de 1982, y que acompañó a la comitiva en la recepción sueca de Estocolmo de diciembre de ese año, también hizo a principios de 1983, en medio del calor, el viaje de regreso de García Márquez a Aracataca. Hubo cinco mil personas aumentando el censo cada vez más escuálido de este pueblo del interior del Caribe, y llevaron en volandas a Gabo por todas las calles y por todas las casas. Excepto por su propia casa, que ya era ajena.
Arizmendi lo vio ser zarandeado, agasajado, besado y demandado: de él querían becas, dinero, viajes, premios, le pedían que troceara la lotería que ya había obtenido. El reciente premio Nobel vivió con el aturdimiento que convoca su timidez.
Cuando Arizmendi, uno de los periodistas más influyentes y famosos de Colombia, terminó de contar ese viaje de regreso, tan distinto al viaje de regreso que Gabo hizo con su madre para vender la casa, dijo:
-Ahí entendí por qué Gabo no ha vuelto a Aracataca.
Otros no lo entienden; pero sí Rubiela, que cuida su casa-museo, o Rafael, que la dirige:
-Una leyenda caribe dice que quien recoge sus pasos muere más pronto, y Gabo es muy supersticioso. No volverá nunca. [...]
Jiménez nos contó una historia que ya es leyenda también, como todo lo que toca aquí García Márquez: el abuelo vino a Aracataca huyendo de su propia historia, pues había matado a un hombre; un día Gabo se encontró, muchos años más tarde, con el nieto de aquel abuelo, se sentó junto a él, supo la historia, se emborrachó con él, y después contó así su primera impresión:
-Me cagué. Los dos descendientes de aquel duelo, allí, frente a frente. Me cagué. [...]
No es leyenda que allí las mariposas, o los temporales, sean espectáculos magníficos y duraderos; están, se ven, se sufren o se disfrutan; casi todo lo que nombra Gabo está cercano, se puede tocar; una guía para encontrarlo está escrita, y sería el resumen de libros que han escrito sobre El Libro Cobo Borda o Conrado Zuloaga, que acaso son los colombianos que más saben de Gabo y de Cien años...
Aura Ballesteros, de Cundinamarca, maestra, recibió un día el encargo de venir a enseñar en Aracataca. '¡Y me leí todos los libros de García Márquez! ¡No me iban a coger en ayunas en un sitio como este!'.
Se los aprendió. Ella es la responsable de Gabolectura, en un instituto que se llama, cómo no, Instituto García Márquez, que recibe el nombre corto, y raro, de Indegama. 'Gabolectura trata de estimular la autoestima de los cataqueros, que sepan que esta literatura es de aquí, que les pertenece, y que ellos pertenecen a esta tierra'.
De todos los testimonios, uno singular. Milena tiene 15 años, acaba de ganar el concurso de los lectores de García Márquez; quiere hacer Comunicación, y ya va adelantada.
Todo lo que hay en Cien años de soledad le parece realista; lo que de manera más brillante se queda en su memoria: la fábula del hielo, los inventos traídos a Macondo (el hielo, el imán), y la imagen de Remedios la Bella subiendo al cielo entre sábanas...
Pero lo que de veras le parece simbólico de su país en la novela que ha leído es la muerte de José Arcadio, 'esa muerte impune como tantas muertes que ha habido en mi país, como la de José Eliécer Gaitán, como la de Jaime Garzón, como la de Luis Carlos Galán...'.
Antes de la fama y de los libros, en medio de la miseria de aquellos tiempos, Gabo volvía a Aracataca a vender enciclopedias en una tierra de gentes empobrecidas... Se quedaba días y días, tomando ron, recorriendo pueblos, mirando al vacío, como el coronel, como Nelson Noches, como Aureliano Buendía...
En uno de esos viajes alrededor de Aracataca fue cuando se encontró con Prudencio Aguilar, el nieto del hombre al que había matado su abuelo... 'Los dos nietos del duelo, sentados en el petril, bebiendo juntos, ¡me cagué, claro que me cagué!'.
A la salida de Macondo, es decir, Aracataca, la fábrica del hielo está ya totalmente derretida; las mariposas amarillas aparecen sobrevolando el río, pero las aguas que las reflejan son del mismo color que sus alas...
Lo invitan siempre a volver. Él no quiere venir a recoger sus propios pasos.
Y casi todos sus pasos están en Aracataca.
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Gabo y Rulfo: INFLUENCIAS
Jaime Avilés
Huellas del jalisciense en Cien años de soledad
Reviven fricciones entre pacistas y rulfistas
LAREDO, NORTE DE España. Frente a estas playas de arenas largas y olas perezosas, por donde el pasado lunes, con puntualidad británica, el otoño entró con un séquito de vientos y lloviznas, el cuerpo se ablanda y se disuelve maldiciendo al inventor de las vacaciones, que terminan tan de golpe cuando apenas cobraban sentido. Con lo que cuesta aflojar las cuerdas del violín y para qué, si en el instante que lo logras comprendes que tienes que volver a estirarlas. Quién sabrá cómo y cuándo regresará la fuerza a estos brazos desmayados sobre las hilachas de una camisa, a estas piernas desprendidas de la cintura, a este cuello paralelo a la tierra que con tanta aflicción se endereza para que alguien, tal vez yo, se mire las puntas de los pies y recuerde que debe cortarse las uñas.
He perdido los anteojos de leer, que en adelante, cuando los reponga, serán los de escribir, y sobre todo los de revisar. Por medio de esta confesión de indisimulada miopía me atrevo a implorar la benevolencia de tantos lectores que, durante la semana, echaron en el buzón de esta página cartas y más cartas para advertirme que me equivoqué, en el Desfiladero precedente, al asentar que Octavio Paz ganó el Premio Nobel de Literatura en 1983, cuando se lo dieron, como bien consta en mis notas, en 1990, en pleno sexenio de Salinas.
Porque en 1983 lo recibió William Golding, y en 1982 Gabriel García Márquez, y en 1981 Elias Canetti, corroboro entornando los párpados ante la pantallita de Internet, que antes de cotejar tales datos me ha deparado otro disgusto. Sí, porque, en acto de penitencia, he releído mi entrega del sábado anterior ("Rulfo, Paz y el ninguneo"), sólo para topar, y darme de topes, con una línea que me avergüenza: "La gran fiesta conmemorativa que ha comenzado con el objeto de conmemorar los primeros 50 años de El llano en llamas...".
¡Por Zeus! ¿Fiesta "conmemorativa" para "conmemorar"? ¿Y por qué no fiesta "festiva" para "festejar"? Sería lo mismo. Hostias fritas, ¿dónde habrán quedado mis lentes? Con lo fácil que habría sido tachar el vocablo "conmemorativa" para que la frase pasara invicta por las lectoras pupilas del público rumbo al olvido absoluto, que es el destino primero y final de los textos periodísticos. La absurda reiteración, al contrario, la inmortaliza. Por fortuna, si algo me alegra, es el otro paquete de cartas, no menos numerosas, que aluden al meollo de aquel artículo. Sus autores se proclaman rulfistas militantes y, lo que más me sorprende, antipacistas furibundos.
Algunos redactaron sus opiniones, casi casi, podría decirse, con una pasión futbolística digna de un América-Guadalajara, pero insólita, y por ello maravillosa, en un país audiovisual como el nuestro; verbigracia, un país sin librerías. Todos comparten un fervor sin límite por la obra y la persona de Juan Rulfo, exaltando su grandeza artística y su modestia personal, en contraposición con la figura de Paz, generadora de envidias y descréditos para bocabajear al creador de El llano en llamas.
Esta página quiere destacar, particularmente, las observaciones de un rulfista del estado y la ciudad de Colima, cuyas notas enriquecen y llevan más lejos el empeño de mi escroto anterior, el cual recordó tanto los chismes que la burocracia literaria enderezó contra Rulfo -al poner en duda que fuese el autor de Pedro Páramo-, como las pruebas que demuestran que esos infundios no eran sino cháchara de lenguaraces. Y es que a los epígonos de Paz, en su momento, les irritaba que artistas y escritores extranjeros llegaran a México y le hicieran al poeta dos preguntas. Una: ¿cómo ve la literatura de su tierra? Y dos, la peor, la más hiriente: ¿cómo ve a Rulfo? Pero la carta que a continuación será transcrita subraya, específicamente, la influencia de nuestro clásico sobre García Márquez.
Muchos años después...
"Señor Avilés: Su artículo de hoy sábado (20/09/03) hace justicia a Rulfo. ¿De dónde salió tanta insidia contra él, ese ninguneo al que usted con tino se refiere? Muchos estamos hartos de escuchar a cualquier intelectualito pedante referirse a la escasa creatividad de Rulfo y al mérito de sus amigos. Y más cuando semejantes aberraciones provienen -como usted refiere- de ese payasito, paradigma de la superficialidad chistosa y la tontería para damas desocupadas.
"Honesto ha sido Gabriel García Márquez al reconocer, en La Jornada también, las lecciones de Rulfo, tan importantes para él como las de Kafka. Y dígame si este párrafo de Pedro Páramo no le recuerda el inicio de Cien años de soledad: 'El padre Rentería se acordaría muchos años después de la noche en que la dureza de su cama lo tuvo despierto y después lo obligó a salir. Fue la noche en que murió Miguel Páramo...'. Pero no sólo eso. El ritmo de la narración, la precisión, el modo de contar de Rulfo aparecen -así creo yo- constantemente en GGM.
"Ahora bien, ¿para qué mitificamos más el Nobel? Si no lo recibieron Rulfo ni Borges, y no lo han recibido Miguel Delibes ni José Emilio Pacheco, algo debe de fallar en él. Supongo que ahora la literatura, como la política, ha de pasar por la aduana de la televisión, no para masificar su lectura, sino para vulgarizarse. (Yo creo que no hay arte popular; creo que la educación debe llevar a muchos a las alturas espirituales del arte. ¿Es mucho pedir cuando mantenemos al Estado?) Y, claro, para negocio editorial.
"Pedro Páramo y El llano en llamas se han leído y se van seguir leyendo y releyendo. En mi familia ya va la tercera generación que lo hace, mis hijos incluidos. Se necesitarán muchos siglos para que Rulfo vaya al olvido. (¿Cuántos le augura a Paz en cuanto la televisión deje de reciclarlo?)
"Quiero decirle que le escribo desde Colima, a ocho kilómetros de Comala, la real, que físicamente no es la de Pedro Páramo, pero sí la que conoció Rulfo con todos sus caminos y puentes. La región rulfiana es esa que alguna vez en Colima, pocos años antes de morir, Juan José Arreola propuso llamarla Xaliscolimán. Son los valles de la región volcánica de Jalisco y Colima, una zona geográfica y cultural (Apulco incluido) que uno reconoce de inmediato en Pedro Páramo y El llano en llamas.
"Si alguna vez viene usted a Colima me gustaría mostrarle Xaliscolimán, incluida la Media Luna. También encontrará en el habla popular muchas historias y expresiones rulfianas (e historias y dichos de Arreola), como dicen que ocurre en Aracataca con las historias de GGM. Ojalá escriba usted más en torno a las babosadas que suelen decir esos pedantones que presumen de erudición sobre Rulfo, para colgarse de él y obtener alguna fama que les permita siquiera pasar por el mundo quejándose como los fantasmas de Pedro Páramo. Saludos desde Colima, Armando Martínez de la Rosa."
Delfines futuros
Tiene toda la razón Martínez de la Rosa. En 1980, al intervenir en el homenaje nacional que Bellas Artes rindió a Rulfo, García Márquez relató que en 1961, el año cuando descubrió Pedro Páramo, había publicado La hojarasca y guardaba en un cajón El coronel no tiene quien le escriba -la cereza del pastel de su obra-, La mala hora y Los funerales de la mamá grande, pero se "sentía metido en un callejón sin salida y estaba buscando por todos lados una brecha para escapar". Fue entonces cuando Alvaro Mutis lo enfrentó a la prodigiosa irrealidad de Pedro Páramo.
A la vista de su autorreconocido asombro por esa novela, cabe preguntarse cuántas veces no habrá leído y releído García Márquez aquella imagen subrayada por Martínez de la Rosa -"El padre Rentería se acordaría muchos años después de la noche en que la dureza de su cama lo tuvo despierto y después lo obligó a salir. Fue la noche en que murió Miguel Páramo"-, antes de dar con la estructura y la rítmica de las palabras que desencadenarían el torrente de Cien años de soledad: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota cuando su padre lo llevó a conocer el hielo".
¿Verdad que los pacistas jamás tuvieron la generosidad de reparar en un "pequeño" detalle como ese? Los libros se alimentan de libros y engendran a su vez otros libros que prolongan la cadena infinita de las literaturas de todas las lenguas. García Márquez bebió en Rulfo las enseñanzas que éste había absorbido en las letras escandinavas -de las cuales, por ejemplo, se nutrió el joven Joyce, que aprendió noruego para leer a Ibsen en su idioma original-, y todo ello y mucho más, tan sólo para que las nuevas generaciones de narradores las digieran a su modo y las entreguen a las que vendrán más tarde, porque, si no me equivoco, fue Borges quien a pesar de su ceguera observó que cada libro es todos los libros, y todos los libros abordan sin remedio el mismo asunto, que es la vida del ser humano y de sus preocupaciones inacabables.
Pero la tragedia que nos amenaza a los mexicanos -y para conjurarla ha emprendido una batalla ejemplar este periódico, ya lo verá usted el próximo 10 de octubre- reside en que, sin percatarnos de las terribles consecuencias que ello puede implicar, estamos transitando hacia un futuro sin libros, sin industria editorial, sin redes de distribución de impresos, sin crítica literaria y a fin de cuentas sin lectores, lo que equivale a decir un futuro sin memoria, sin reflexión, sin espacio para la recreación de la nostalgia, sin veredas para la fantasía.
Los poshegelianos decían que somos diferentes de los animales porque éstos no son capaces de sembrar y cosechar los alimentos que consumen, pero en un futuro sin libros, sin recipientes para guardar nuestra experiencia sobre la Tierra, terminaremos comunicándonos como los delfines: emitiendo soniditos que a juicio de alguna especie superior a la nuestra serán tomados, bajo sospecha, como signos de inteligencia. Una inteligencia que dejó de evolucionar por causas hasta ahora desconocidas: también dirán eso. Tal vez, por qué no. Quién sabe. Uno no debe responsabilizarse de las cosas que se le ocurren con un libro sobre los ojos, de panza al soL.
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foto: Gabriel con su mujer y su hijo.
Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez nació durante 1928 en Aracataca, Colombia. Hijo de un telegrafista, Gabriel Eligio García y de Luisa Santiaga Márquez Iguarán. Desde muy niño fue dejado al cuidado de sus abuelos por parte de madre quienes eran el Coronel Nicolás Márquez Iguarán y Tranquilina Iguarán Cortés. De adolescente, no pudo tratar a su padre con la debida confianza y comentó al respecto, “nunca me sentía seguro frente a él, no sabía cómo complacerlo. El era de una seriedad que yo confundía con la incomprensión”. Al morir su abuela, García Márquez, conocido como “Gabo”, viajó a Barranquilla, Colombia aunque cuatro años mas tarde, en 1940, se trasladó hacia Zipaquirá, lugar donde lo becaron para estudiar el bachillerato. Este autor reflexiona acerca de sus épocas alli y dice lo siguiente, “Allí, como no tenía suficiente dinero para perder ni suficiente billar para ganar, prefería quedarme en el cuarto encerrado, leyendo". Finalmente, en 1946 concluyó sus estudios de bachillerato para así ingresar a la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional colombiana. Estos eran ya tiempos en los cuales nuestro autor se iba ya afianzando en la literatura ya q practicó en diversos diarios y periódicos del país. Fue precisamente en el periódico conocido como “El Heraldo” donde publicó el primer capítulo de “La hojarasca”.
La Familia García Márquez comenzó a dar frutos al correr el años 1958, cuando este contrajo nupcias con Mercedes Barcha teniendo así dos hijos varones de nombres Rodrigo y Gonzalo. Quizás el momento de mayor importancia no fue este sino el once de diciembre de 1982 cuando debido a votación unánime de los dieciocho miembros de la Academia Sueca, se le entregó el Premio Nobel en Literatura entregado anualmente. Luego de este, los premios que “Gabo” recibió fueron diversos como lo fue en 1961 el Premio Esso, 1971 declarado como “Doctor Honoris Causa” por la Universidad de Columbia en Nueva York, asimismo fue nombrado, en 1992, parte del jurado en el Festival de Cine de Cannes. García Márquez, quien sigue vigente y activo en la literatura actual, es considerado por mucha gente con cierta importancia en la literatura como el “escritor vivo más importante del mundo”. Hoy en día, este autor vive tanto en Colombia, su país de origen, como en México. Actualmente, ha recorrido una serie de países muy lejanos para los hispanoamericanos y llevado este tipo de literatura a naciones tales como Alemania, Checoslovaquia, Polonia y Hungría, entre otras. Precisamente, su obra maestra la escribió estando en Barcelona, España durante 1967 y ésta fue “Cien años de soledad”. Finalmente, queda recalcar que “García Márquez se ha convertido en invitado de honor de sucesos intercontinentales, de congresos, de festivales, de posesiones y de eventos, porque su presencia tiene un valor muy especial” por lo que es considerado por muchos entre los mejores escritores hispanohablantes en la historia de la literatura.
Gabriel García Márquez, a lo largo de su carrera, es un autor q cambia el estilo en el cual escribo sus distintas obras. Puede escribir pegado a la realidad como también puede él variar e introducir la mezcla de lo real con lo fantástico conocido como el realismo mágico. Dos ejemplos claros son “El general en su laberinto” donde usa el realismo y “Cien años de soledad” donde se observa el realismo mágico. Estas dos historias podrán ser escritas de distintas manera sin embrago ambas fueron hechas con el inigualable estilo de García Márquez. Debido a esto es que para muchos, el popular Gabo “es quizá el escritor latinoamericano cuya obra literaria ha alcanzado la mayor resonancia en el ámbito internacional” (2).
El general en su laberinto trata acerca de la vida del libertador Simón Bolívar. Como se sabe, Bolívar fue un libertador quien ejerció su labor a lo largo d América latina. El más grande sueño de él era básicamente el unir a toda América liberada por en tan sólo un gran país. La obra narra la época de decadencia en la época del libertador, los momentos en q su vida estaba a en bajada y se sentía más mal que bien. Finalmente, la vida del libertador acaba en cuanto este muere en la quinta de San Pedro Alejandrino, en la costa de Colombia. A lo largo de la historia todo lo q se cuenta es cien por ciento cierto y es básicamente siempre acerca de Bolívar así q la obra vendría a ser una biografía real sobre Simón Bolívar.
Por otro lado, Cien años de soledad es una obra variada en cuanto al estilo en el cual fue escrita. Ésta, la obra maestra de García Márquez, tiene un recurso que quizás influye muchísimo a lo largo de la historia. Este recurso se llama realismo mágico y como ya fue dicho anteriormente consiste en la mezcla de lo fantástico, como lo son las cosas extraordinarias, con lo real. La historia narra la vida de la extensa familia Buendía desde q salen de su pueblo para de esta manera fundar un nuevo pueblo llamado Macondo. Esto es un ejemplo del realismo mágico debido a la ubicación de dicho pueblo que en realidad no existe. A su vez, se encuentran símbolos ya que Úrsula Iguarán y José Arcadio Buendía simbolizan a Eva y Adán, respectivamente. Las generaciones pasan y pasan y la familia se divide en básicamente dos partes, una es en aquellos Buendía que eran más soñadores y aventureros, como lo era el mayor de los Buendía. La otra mitad de los Buendía eran aquellos que se dejaban guiar por el instinto como lo fue el coronel Aureliano, también están las mujeres Buendía quienes eran más como Úrsula, eran realistas y vivían más que los hombres. Al pasar el tiempo, las generaciones se vuelven muy disparejas ya q algunos jóvenes mueren mientras otros mayores siguen en pie y el incesto también toma parte en la obra. Esto, sumado a la confusa reiteración de nombres muy similares, hace que el lector tienda a confundirse entre personaje y personaje por lo que es bueno hacer un diagrama al leer la obra. Finalmente, las generaciones van reproduciéndose en una menor intensidad hasta que algunas escapan de la familia y otros dejan de existir para q así finalmente concluya la obra con la muerte del último Buendía quien descifró los manuscritos donde se revela la completa historia de esta enigmática familia.
El general en su laberinto es la historia de los últimos días del libertador así que se puede decir que es cien por ciento realista. La historia nos presenta a un Simón Bolívar completamente distinto al que todos conocían. Gabriel García Márquez presenta al Bolívar en sus últimos días, a la parte humana de ese hombre militar quien quería unir a toda América en solamente un país. A lo largo de toda su vida excepto en sus últimos momentos, Simón Bolívar fue un hombre muy fuerte e imponía autoridad así como lo dice la siguiente cita:
“Bolívar no era blanco, mas aun de tez curtida al sol del ecuador, moreno, aristocrático, algo como la resultante del mármol y el bronce que figuraban los bustos de los emperadores romanos; rostro bajo cuya epidermis corría ardiente el caudal de su noble sangre. (...) era de pelo negro y ensortijado, semejante al de lord Byron (...) mas que el guerrero tiene cuidado de atusar, como quien sabe que nada de femenil conviene al heroísmo”
(3).
Este Bolívar sufrió mucho durante el final de su vida, ya que las fiebres y depresiones por las que pasaba eran realmente difíciles para cualquier persona. El general estaba muy deprimido y moribundo ya sin las mismas energías de las épocas en que liberaba muchos países latinoamericanos:
“...no podían creer que se hubiera desmigajado tanto en tan poco tiempo. Los huesos eran visibles a través de la piel, y no conseguía fijar la mirada. Debía estar consciente de la fetidez y el calor de su aliento, pues se cuidaba de hablar a distancia y casi de perfil.”
(4).
A lo largo de la obra, el protagonista no es presentada como un militar importante sino como un hombre común el cual lucha contra su causa. La excepción a la regla, por supuesto, son las veces en que alguna persona lo reconoce durante su travesía y lo saluda sabiendo que es el libertador.
Otra faceta la cual mucha gente desconocida por la gente pero la cual existió fue que Bolívar fue un hombre mujeriego. Estaba casado sin embargo tenía una amante la cual quería pero actuaba mal con ella:
"fue un amor de fugas perpetuas...ella se quedo preguntándose que clase de amante era aquel que dejaba la mesa servida en mitad de la cena. Él había prometido servirle todos los días, de todas partes, para jurarle con el corazón en carne viva que la amaba mas que a nadie en este mundo"
(5).
Esta cita muestra la realidad del protagonista durante su vida. Bolívar era un hombre muy cariñoso y romántico con las mujeres aunque más ambicioso que nada en el mundo así que se interesó tanto en liberar América que le falto tiempo con su amante.
Por el contrario, Cien años de soledad es una obra internacionalmente reconocida por el uso de una figura literaria muy interesante. Estamos hablando del realismo mágico ya explicado anteriormente en este mismo escrito. Por el revés de lo acontecido en la anterior obra, en esta el ochenta por ciento o más es inventado. Por ello, esta historia apela a la creatividad de su autor García Márquez ya que poco o nada de lo escrito existe en realidad. El mundo mágico al cual el autor apela tiene mucho del folclore popular lo cual ha sido conservado hasta nuestro tiempo. Esto tiene que ver con los embrujos y las hechicerías que son personificadas en los gitanos que llegan a Macondo. Desde muy en el principio, “los sabios alquimistas de Macedonia” son citados incluyendo sus mitos y ahí es donde el patriarca entre en esto de la alquimia con Melquíades. Un ejemplo de lo fantástico es cuando Melquíades recobra la juventud debido a la alquimia, cosa que no puede ocurrir jamás. A propósito de la magia, no siempre es fantástico ya que hay veces en que los actos de magia que los gitanos hacen son solo engaños.
Otro ejemplo de la fantasía es que los muertos son personificados como que tienen parte de vida. Prudencio Aguilar, quien murió muy al comienzo de la obra, aparece mucho durante el desenlace de la misma. Lo personifican en el mismo estado en el que murió, con el hoyo que la bala hizo y la sangre que causó. También se ve muy seguido a Melquíades aun cuando ya estaba muerto. Él aparece sobretodo en los momentos en que los manuscritos van a ser descifrados ya que Melquíades tiene mucha relación a ellos debido a que él fue quien los escribió y cifró.
Una cosa que nunca pudo existir fue aquella lluvia la cual duró siete años y le llamaron “el diluvio”. Es posible que haya un diluvio, sin embargo, nunca jamás pueda haber una lluvia torrencial que dure siete años sin parar ya que eso significaría el fin del mundo. Así mismo, se sabe que el pueblo de Macondo fue arrasado por la lluvia aunque otros pueblos aledaños no, así que la lluvia duró mucho y cayó exclusivamente sobre Macondo cosa que nunca ocurrirá. Ya que se menciona dicha ciudad, Macondo es una pueblo inexistente ya que no está localizada en ninguna parte del planeta tierra.
La muerte de José Arcadio fue marco un hecho increíble ya que nunca pasará. La sangre que salió de su cuerpo se deslizó por todo Macondo, hasta doblando en las esquinas y demás hasta llegar hasta donde estaba su madre de manera tal que le avisaba donde había muerto su hijo. Otro fenómeno con la muerte de este personaje fue que su cuerpo emanaba un olor muy particular el cual perduraba por siempre. El cuerpo de José Arcadio siempre olía a pólvora aun horas después de su muerte y nunca paró de oler así, cosa imposible en cualquier cuerpo humano ya que éste normalmente se pudre y huele mal.
Muchas veces en el mundo se ven niños que nacen con mutaciones o cosas insólitas ocurren pero que alguien nazco con una cola de puerco es casi imposible que ocurra. Éste era un mito que corría por la familia y se decía que ya había ocurrido pero nadie lo sabía a ciencia cierta. Lo concreto es que debido al incesto que hubo al final de la familia Buendía nació un niño con cola de puerco o cerdo. Este no duro mucho ya que murió al poco tiempo que nació pero de todas formas es algo impensado. Así como estos ejemplos hay muchos más en Cien años de soledad por lo que se diferencia mucho del verdadero realismo en la historia mencionada anteriormente.
Luego del análisis hecho sobre las dos obras de Gabriel García Márquez, uno puede ya sacar sus propias conclusiones acerca de la manera en la que cada una ha sido escrita. Es claro que El general en su laberinto no muestra al “súper Bolívar” que muchos esperaban sino a un héroe totalmente desmerecido y sufriendo que fue lo que realmente pasó al final de su larga y extremadamente beneficiosa vida para el continente americano. Por el otro lado, Cien años de soledad es una obra donde la fantasía, lo irreal e inexistente prima. Muchos, por no decir todos, los hechos más importantes de dicha obra son fantásticos de manera tal que salen de la creatividad del autor para permanecer ahí, en la creatividad e imaginación del lector. Para concluir, uno puede deducir que Gabriel García Márquez o simplemente “Gabo” se merece el ansiado premio Nóbel en literatura y más por una vida dedicada exclusivamente a este rubro y a su vez por tener la capacidad de crear dos obras completamente diferentes desde el punto de vista estético como lo son las dos obras analizadas en este trabajo.
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