Monday, June 11, 2007

Julián Carrillo: la reivindicación de la utopía




Prohibido prohibir: París, mayo de 1968

Natalia Núñez Silvestri/ La Jornada Semanal

En composición y armonía no existen leyes, sólo reglas coyunturales. Donde sí existen leyes es en la acústica, y éstas condicionan la música, por lo tanto, es importante lo que éstas determinan. No obstante, la aplicación de los descubrimientos científicos debe servir para la obtención de mayores recursos que amplíen la libertad para la creación artística.

Foto: archivo La Jornada

Julián Carrillo nació con oído absoluto, capaz de captar y distinguir ciertos sonidos que para el común de la gente son inaudibles. Durante su infancia potosina (Ahualulco 1875), el niño Carrillo jugaba a tensar el cordón de su zapato cerca de la oreja, y percutirlo con el dedo índice por largos espacios de tiempo. Si le preguntaban qué hacía, él contestaba: "ruiditos". Ruiditos que sólo él, entre muchos, podía escuchar. Microtonos, partículas de tono, vibraciones sonoras distintas a las que culturalmente hemos aprendido a percibir y diferenciar.

Este niño poseía también, sin saberlo, razonamiento científico e intuición para reconocer los hechos naturales; todo esto se conjugó en el azar para que, décadas después, creara el procedimiento apropiado para la obtención de nuevos intervalos musicales.

Este pequeño, nacido en el seno de una familia indígena, tuvo recién a los siete años contacto real con la música. Formó parte del coro del templo de Ahualulco, y a raíz de ello, en 1885, fue recomendado por el director para estudiar música en la capital del estado. Las dificultades económicas lo obligaron a abandonar la primaria, pero no dejó sus estudios de violín y aprendió rápidamente. Diez años después llegó a Ciudad de México a estudiar en el Conservatorio Nacional de Música, y allí, en la clase de física, matemáticas y acústica, materias con las que no estaba familiarizado, estudió las leyes de la producción de los armónicos naturales: cuando escuchamos una nota no estamos oyendo un sonido único, sino un conjunto de sonidos más o menos perceptibles para el oído humano según sus condiciones fisiológicas y su entrenamiento. Esa noche, en un brote de vena y genio, Carrillo experimentó con las cuerdas de su violín y no tardó en darse cuenta de que los dedos no eran suficiente herramienta para dividir la octava, por lo tanto suplantó los dedos por el filo de una navaja, para escuchar los armónicos que producía la cuerda en segmentos cada vez más cortos, llegando a producir dieciséis sonidos claramente distinguibles entre el Sol y el La. Era 13 de julio de 1895, y en ese instante de síntesis epistemológica, nacía La teoría del sonido13. Carrillo modificaba la escala cromática de doce sonidos utilizada hasta ese momento, la llamada "escala temperada", una convención cultural físicamente inexacta, pero que sirvió para el gran aporte de la música occidental al mundo: la polifonía.

La división de Carrillo de la octava es mucho más perfecta, de acuerdo con las leyes acústicas, que la que se había utilizado hasta ese momento en la música. De acuerdo con J. R. Martínez y S. Palomares-Sánchez: "En la teoría, la diferencia de frecuencias entre tonos y semitonos es distinta, mientras que en la música que está en práctica, todos los tonos y semitonos son iguales de acuerdo a la escala temperada. Carrillo planteaba que se enseña una teoría que no tiene sistema musical y se practica un sistema musical que no tiene teoría."

Entre la infinidad de premios y reconocimientos que ganó a lo largo de su vida, estuvo nominado al Nobel de física en 1950 por sus experimentos realizados en la Universidad de Nueva York sobre la rectificación de la ley del nodo; el Nobel de ese año lo recibió el inglés Cecil Frank Powell, nada más y nada menos que por el descubrimiento de una partícula subatómica pesada llamada Pión.

Es extraño y paradójico que, al tocarse el tema del Sonido 13, pareciera que se habla de un simpático invento, entonado con cierta condescendencia tristemente fundada en la ignorancia; asumido más como propio de la picardía mexicana que como el esfuerzo y la dedicación de un intelectual que fue descubridor, músico, físico y matemático. La historia podría cómodamente ponerlo a la altura de Pitágoras en lo que a música se refiere. Sin embargo, las palabras Sonido 13 suenan a rumor con aires de grandeza. Aunque presente en el imaginario histórico mexicano, pocos podrían decir qué es realmente, o a qué campo pertenece.

En el siglo xx se derrumba el sistema tonal tradicional y comienza una etapa de desmitificación y ampliación infinita de las posibilidades creativas para los músicos. En este contexto, Carrillo tiene una relevancia fundamental y universal inexplicablemente olvidada en México. Como diría Wyschnegradsky, en una carta a Jean-Etienne Marie, escrita a pocos días de la muerte de Carrillo: "Sólo después de la primera guerra mundial es que aparecen los compositores ultracromáticos, en los que el compositor y el inventor estaban aliados armoniosamente y para los que el nuevo medio sonoro había llegado a ser un medio musical natural y no uno de procedencia especial. Es a esta categoría de compositores que pertenece Alois Hába, y es a ella que pertenezco yo mismo. Tal fue igualmente Carrillo. Pero él fue el primero en ponerse en ruta, y por este hecho, debe ser considerado como el verdadero precursor de todos nosotros."

Julián Carrillo es señalado como el primer innovador de capital importancia que haya producido América en el campo musical, esto según el Diccionario Oxford de la música. Como ejecutante de violín se destacó con grado de excelencia. Interesado por la pedagogía, escribió su Sistema general de escritura musical, derivado del de Sonido 13; convencido de que "urgía una reforma fundamental en la gráfica de la música para modernizarla", le bastó el sentido común: si son sólo doce los sonidos de la música en diferentes alturas, doce deben ser únicamente en las alturas diversas los signos que los representen.

Este sistema simplificaría el estudio de la música en caso de aplicarse. Al ser un código gráficamente mucho más simple, aumenta la facilidad de estudio –muchos claudican ante el pentagrama y sus complicaciones. Carrillo destierra el gatuperio de llaves, notas, pautas, trasposiciones y accidentes de la escritura tradicional, en un afán democratizador de los estudios de música. "Al emplear números como signos gráfico musicales, se incluyó la escritura de la música en la cultura general, pues en vez de emplear signos esotéricos, bastan doce números del cero al once."

Carrillo defendía la idea de hacer música netamente mexicana a partir de, como él la llamaba, su Revolución del Sonido 13. En algunos círculos se le considera uno de los precursores de la corriente nacionalista postrevolucionaria, aunque pertenecía a una vertiente enfrentada al grupo representante del oficialismo, liderado por Carlos Chávez. Este último defendía el indigenismo musical, buscando el carácter "auténticamente mexicano", y el grupo con el que se identificaba a Carrillo, menos politizado, el nacionalismo mestizo con influencia europea en el plano formal y armónico. Finalmente, con el correr de la historia, la tendencia favoreció a esta última línea, al no encontrarse registros irrefutables que echaran alguna luz sobre la estructura formal de la música prehispánica. Se reconoció en la práctica el carácter mestizo intrínseco en la música popular mexicana.

Quizás, si México no fuera un país inhibido en sus políticas culturales, hubiera hecho propio el sistema de Carrillo de notación musical, así como impulsado el estudio e investigación de la música microtónica en todos los conservatorios del territorio nacional, haciendo de México un país de vanguardia, como parte de una realidad musical concreta que responde a un descubrimiento científico. Es importante subrayar que la gran mayoría de los compositores contemporáneos alrededor del mundo utilizan microtonos en sus obras.

Tal vez la falta de fe que propicia el olvido en que se encuentra la obra de Julián Carrillo, responde a un inconsciente discriminatorio incapaz de creer en la trascendencia universal de un indígena que no terminó la primaria, o al simple y llano malinchismo en la valoración de los compositores, artistas y pensadores mexicanos. Su nombre en calles, plazas, o en la Rotonda de los Hombres Ilustres no es suficiente. Lo sería, apenas, el seguimiento de su obra artística y científica por la gran aportación social de la trunca revolución del Sonido 13, potencial pivote de transformaciones profundas.

Hoy día, cuando sufrimos el embate arrollador neoliberal, que borra las diferencias en función del mercado y en perjuicio de las culturas nacionales, Julián Carrillo no puede ni debe dejarse de lado. La continuación de su obra es un desafío y un imperativo para la academia musical mexicana, y una clara defensa de nuestro acervo cultural.

Su obra Preludio a Colón, compuesta con su sistema microtonal en dieciseisavos de tono, está dedicada al descubrimiento de América: en este trabajo, Julián Carrillo propone "recrear las impresiones combinadas de miedo, asombro y gozo que se perciben cuando se descubre el misterio de un nuevo universo". El Sonido 13 es un nuevo universo: inhóspito para algunos, mágico para otros, e inexplorado para la mayoría, pero irreversible para la historia.

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