Friday, November 20, 2009

LA REVOLUCIÓN MEXICANA

PROGRAMA DEL PARTIDO LIBERAL MEXICANO

Los que neguéis vuestro apoyo a la causa de la libertad, merecéis ser esclavos

Desde varios años antes del estallido revolucionario, surgieron voces contra el régimen porfirista. Se organizaron clubes y partidos políticos que promovieron ideas liberales y democráticas, particularmente en el norte y centro del país. La invitación para conformar el Partido Liberal se emitió desde el año 1901, dando lugar a la celebración del Primer Congreso Liberal, el 5 de febrero, en San Luis Potosí.



Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano
Desde ese momento, hasta el lanzamiento del Programa y Manifiesto del Partido Liberal Mexicano, en San Luis Missouri el 1° de Julio de 1906, maduró el programa de los precursores de la Revolución Mexicana.

El PLM contaba entre sus integrantes a Ricardo y Enrique Flores Magón, quienes desempeñaban los cargos de Presidente y Tesorero, respectivamente. También formaban parte de esta agrupación política, Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal, Librado Rivera, Manuel Sarabia y Rosalío Bustamante.

El Manifiesto planteó diversos propósitos políticos y sociales, afirmando que estos servirían como base para la conformación de un gobierno democrático. Entre ellos destacan: la supresión de la reelección para presidentes y gobernadores, fomento a la instrucción pública, establecimiento de la jornada laboral de 8 horas, distribución de tierras en estado de abandono para su labranza, disminución de impuestos, libertad de palabra y prensa, supresión de los tribunales militares, supresión de las escuelas eclesiásticas, y protección al indígena. Estos puntos y otros, se consignaron en el Programa del PLM, en los siguientes rubros: Reformas constitucionales, mejoramiento y fomento de la instrucción, extranjeros, restricciones a los abusos del clero católico, capital y trabajo, tierras, impuestos y puntos generales.

Bajo el lema de “Reforma, Libertad y Justicia", el Partido Liberal Mexicano, agrupó a obreros, campesinos y comerciantes, encabezó levantamientos que representaron las demandas sociales más sensibles del pueblo. Por ello, se le asoció con la incitación a la violencia y las autoridades buscaron por todos los medios su supresión definitiva.

La Revolución social perseguida por el PLM fue vista por muchos como radical, y representó en cierta medida una escisión con respecto a los ideales de otros líderes revolucionarios como Madero, quien fue duramente criticado por sus integrantes, aunque no por ello, dejaron de participar activamente en la lucha armada, que ellos habían promovido incluso antes que el mismo Francisco I. Madero.

No obstante, las diferencias ideológicas entre el PLM y otros grupos políticos, éste fue el movimiento precursor, más importante, de la Revolución Mexicana.


La Revolución es la Revolución

 
 

LUIS CABRERA

Las injusticias más grandes que puedan cometerse en la
historia de los pueblos, llega un momento que no pueden
deshacerse ya por medio de la justicia correspondiente,
sino que es necesario remediarlas en alguna otra forma.


L. C.

En La revolución es la revolución, Luis Cabrera sostiene que el antiguo régimen era una estructura en franca descomposición, por lo que el movimiento revolucionario tendría prácticamente asegurado su triunfo, casi sin necesidad de tomar las armas. Sin embargo, era necesario contar con un programa de reconstrucción que restableciera la paz por medio de transformaciones económicas, las cuales permitirían situar a los elementos sociales en conflicto en condiciones de igualdad.

Cabrera refutó a quienes acusaban al gobierno provisional revolucionario de ser nepotista, autoritario, militarista y arbitrario. Afirmó que algunos de estos vicios eran necesarios en todo proceso de cambio, pues sólo así se podía generar la transformación que la sociedad requería. El cambio de estructuras debía originarse desde el poder, por ello la toma del gobierno era el primer paso. En estas condiciones los medios constitucionales no serían suficientes para contener la resistencia natural de los opositores, por lo que el uso de la fuerza era inevitable.

“Las revoluciones son revoluciones, es decir estados patológicos y críticos de las sociedades y constituyen situaciones anormales […] por consiguiente no se les puede juzgar con el criterio o medirlas con la medida con que se juzgaría un gobierno constituido”.




EL PLAN DE SAN LUIS POTOSÍ

“Los pueblos en su esfuerzo constante porque triunfen los ideales de libertad y justicia, se ven
precisados en determinados momentos históricos a realizar los mayores sacrificios…
Nuestra querida patria ha llegado a uno de esos momentos…”


El Plan de San Luis es el manifiesto que, el 5 de octubre de 1910, Francisco I. Madero dirige a la nación para iniciar la Revolución.


Impreso en San Antonio Texas,
en Octubre de 1910

En junio de 1910, Madero fue aprehendido en la ciudad de Monterrey durante una de sus giras políticas, como candidato presidencial por el Partido Antirreeleccionista, y posteriormente trasladado a la penitenciaría de la ciudad de San Luis Potosí, de donde toma el nombre el Plan. Los cargos por los que se le acusó fueron “protección a un fugitivo” e “incitar a la rebelión”. Al salir de prisión, Madero se exilió en Estados Unidos, país al que llegaron destacados antirreeleccionistas como los licenciados Federico González Garza y Roque Estrada, y el periodista Juan Sánchez Azcona, para colaborar en la redacción del manifiesto.

En el Plan de San Luis, Madero declara ilegales las elecciones recién efectuadas que habían dado como ganador a Porfirio Díaz como presidente, y a Ramón Corral como vicepresidente. Se erige en presidente provisional de la República y convoca a la nación a tomar las armas para derrocar a Díaz.

El gobierno actual, aunque tiene por origen la violencia y el fraude, desde el momento en que ha sido tolerado por el pueblo, puede tener para las naciones extranjeras ciertos títulos de legalidad hasta el 30 del mes entrante que expiran sus poderes; pero como es necesario que el nuevo gobierno dimanado del último fraude no puede recibirse ya en el poder, o por lo menos se encuentre con la mayor parte del pueblo protestando con las armas en la mano, contra esa usurpación he designado el domingo 20 del entrante noviembre, para que de las seis de la tarde en adelante, en todas las poblaciones de la República se levanten en armas.

El Plan contempla 10 puntos, entre los que destacan la restitución de terrenos a sus propietarios cuando hubieran sido despojados arbitrariamente y el principio de “No Reelección”.

El Plan de San Luis fue uno de los detonantes del estallido revolucionario en noviembre de 1910, además sirvió como instrumento que le brindó legitimidad y un carácter legal al movimiento.

Al triunfo de la revolución maderista, las otras facciones revolucionarias demandaron el cumplimiento de lo estipulado en el documento.








Los primeros libros que se escribieron sobre la Revolución son El antiguo régimen y la Revolución, de Antonio Manero y La Revolución y Francisco I. Madero, de Roque Estrada. El primero ilustra lo que se pensaba un año después de iniciada la Revolución, analiza la caída de Porfirio Díaz y especula acerca de lo que debería haber sido el movimiento revolucionario; se trata de un ensayo político y no de un trabajo historiográfico. La obra de Roque Estrada hace la crónica de las campañas maderistas hasta 1911, con un seguimiento cronológico y espacial, incorporando las diversas opiniones sobre el proceso de la Revolución, lo que lo hace un trabajo propiamente historiográfico.

Diego Rivera, Canal de la vida mexicana, 1936


En las primeras décadas del siglo XX surgen otras obras que ponen énfasis en el antiguo régimen y la causa de su caída, alternando la investigación y la interpretación. Dentro de la historiografía de tendencia porfirista se encuentran las obras de Ramón Prida, José López Portillo, Luis Lara Pardo y Francisco Bulnes, que ahondan el inicio de la Revolución, aunque entendiéndola como un movimiento anárquico y de bandidaje.

A la caída de Francisco I. Madero aparece una abundante producción de obras enmarcadas dentro de la revolución constitucionalista y algunas miradas extranjeras, como México insurgente, de John Reed.

Entre las obras de los protagonistas de la revolución constitucionalista se encuentran Ocho mil kilómetros en campaña, de Álvaro Obregón, donde se recopilan los partes de guerra de las campañas del Ejército del Noroeste, engarzados cronológicamente. Luis Cabrera escribió las Obras políticas del Lic. Blas Urrea, donde reúne los artículos que dan cuenta de los sucesos entre 1908 y 1911. Estas dos obras son fuentes de primera mano.


Los autores de las novelas y los trabajos autobiográficos como El águila y la serpiente, de Martín Luis Guzmán y La tormenta, de José Vasconcelos, no se propusieron escribir la historia de la Revolución, sino hacer una obra en la cual dicha historia estuviese incluida. Hay en ellas crónica “en la medida en que los hechos de la Revolución son los hilos conductores, los marcos y escenarios”.*

En los años treinta proliferan las obras de memorias revolucionarias en las cuales cada grupo contendiente encuentra quién lo represente. Entre los autores pertenecientes a este rubro se encuentran Amado Aguirre, Gildardo Magaña y Gabriel Gavira. Como testigos presenciales de los hechos, incluyen documentos probatorios de sus afirmaciones y cada uno da su visión de lo ocurrido. Son crónicas sin elaboración historiográfica ni intentos de explicación sociológica, pero constituyen fuentes fundamentales para hacer la historia de la Revolución.




*Matute, A., “La crónica de la Revolución: militancia e inmediatez”, en Aproximaciones a la historiografía de la Revolución mexicana, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Históricas, serie Teoría e Historia de la Historiografía No. 4, 2005, p. 26.




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