Sunday, November 29, 2009

Patricia Gutiérrez-Otero, poeta



TODO ES TEMPESTAD, TODO GRITO,
no lluvia incesante y lastimera;
todo, potente fuego imperioso
que arde, consume y no quema
y arrebata al alma y la deja inerme.

Todo es pasión de una ausencia encendida
en el centro del ser donde no hay nada,
sólo vacío, hueco, abismo,
oquedad que exige ser llenada
y ansiosa
solamente
espera.

***

De lo exterior a lo interior,
de lo interior a lo superior.
SAN AGUSTÍN DE HIPONA


RASTREO TU PERFUME SOBRE LA PIEL DE LAS cosas,
sobre la hoja del laurel y el canto del ave,
en los estambres diminutos del clavel
y los fastuosos pétalos de la rosa.

Te sigo y te adivino en los minutos que me esculpen.

La noche, confidente, me habla de ti
y el pozo obscuro tras mis ojos cerrados
en el que penetro tras recorrer las pieles,
puertas privilegiadas del jardín y el castillo.

En mí te intuyo,
en mí te escucho,
en mí te pierdo al extender la mano.

El gran viento me cubre y me rapta al borde del llanto,
por tenerte tan cerca, por saberte tan lejos,
porque el océano no cabe en el cuenco de mis manos
ni la noche completa en la luna de mis ojos,
porque mis costuras se desgarran y ni así te contengo.

***

EN UN CRISTAL DE ARENA
donde se adivina la noche
escucho al viento que gira.

El espejo reconoce tu imagen inasible
hecha de verdes y sombras
en esta tarde
detenida

ES OSCURA LA NOCHE;
cómo calla el viento;
los pájaros escuchan,
esperan;
los árboles respiran inaudibles.

Es oscura la noche;
la madrugada demora,
teme rasgar el himen, negro.

CRISÁLIDA

ESCAPAR A TIERRA DE NADIE,
al lugar del cacto, de la arena,
del reptil, de la piedra.

Enterrar la palabra en el centro,
que se nutra de rocas, de mutismo,
del vago rumor del fuego interno;
que calle y escuche y se llene
de vacío rotundo, redondo,
de ausencia;
que adelgace y se vuelva sutil, diáfana,
pulida por los granos de arena, por el viento,
que la absorba la sequía que purifica los corazones más recios.

Que se quede oculta
en un pozo austero
hasta que le broten alas
y dance desnuda frente al Fuego
y se vuelva ígneo silencio.

LOS GRILLOS

Y ahora,
¿qué sucederá sin los bárbaros?
Esos hombres al menos ofrecían una solución
CONSTANTINO CAVAFIS

AGUDOS, RASGAN EL SILENCIO,
aún existe la noche, dicen,
los bárbaros no han fallecido,
viven allende la frontera;
si ellos aúllan, aquí tiembla,
si cantan, el mar se enfurece.

Tras los muros, bombillas tenues,
sordo ronroneo del gato,
los anaqueles y sus latas,
el tapiz recién fumigado,
la radio eterna y encendida;
pilas de libros no leídos,
de cartas nunca redactadas,
de versos jamás terminados
--los mosquitos surcan el aire--;
detrás de los muros, en la casa,
las medias cuelgan de los grifos
y las duchas con agua fría
caen sobre mi cuerpo febril.

El canto monótono agudo
proclama alto que los fieros,
los bárbaros, pueden venir.

***

NADA SE TRANSFIGURA EN ESTE OCASO,
no hay vuelo de aves ni canto de niños ni luz sobre las hojas;
sólo el ruido de un motor.

Hoy es triste la noche.

A lo lejos brillan los sueños que surcaron el océano;
brillan y aún prometen un paraíso que triunfaría del asfalto,
que se elevaría para cubrir las centrales nucleares,
y proteger al hombre, a la mujer, al niño, a la bestia, a la caña, al maíz
de carreteras que atraviesan el desierto y la floresta.
Brillan, cómo brillan, pero no se transfigura, hoy, la oscuridad.

Dios, sentado en su trono y sus ardientes súbditos
observan a Babel y su torre de sueños:
ven las alas de Ícaro, el fuego de Prometeo, el vuelo del tren rápido Roma-París,
los cibernautas y sus juegos, y un Arca que naufraga en un lugar de la Tierra.

Dios, invisible, observa la noche del hombre y ve brillar sus sueños.

***

SOSTÉN EL ÁRBOL DE CRISTAL,
que no caiga, que no se rompa.

Es de noche y hay un abismo
que nada ni nadie sostiene.

Y Dios se ha ido, se ha ocultado;
su nombre, una campana muda,
su presencia, fértil ausencia.

Cae el telón de vidrio oscuro;
ay, es de noche, los murciélagos
rasgan el rostro de la luna.

Tiemblan las hojas de cristal
y ya no bajan las princesas,
ya no suben en las barcazas,
ya no bailan en zapatillas...

Sostén el árbol de diamantes
que aún no caiga, que no se rompa.

***

HABLARÁN DE NOSOTROS,
dirán que nos soñaron.

Seremos una Atlántida,
un Adán y una Eva en su deseo extraviados.

Hablarán de nosotros la nostalgia,
el aroma del pan,
y el vino que bebimos.

Hablarán de nosotros
y nos haremos agua
y un río que no regresa.

***

LÚDICA LIGEREZA QUE ME ASOLAS,
en un aquí y un hoy que no es un antes
mas siempre es el segundo de mi aliento.

Eres danza que nunca desmiente
el fuego que desciende del olvido,
el nombre que es un nombre ya sin nombre,
tan persistente y fino cual llovizna.

Olvido de mí, tú, ligereza,
me atrapas en cualquier rincón oscuro,
en la bañera y en su vaho de perfumes,
en los profundos sótanos aislados,
en la recámara con mi soledad vestida,
en un rayo de luz sobre la alfombra.

Olvido de mí, cruel ligereza,
no te busco y te encuentro,
no te anhelo y me sigues.

Sin elegirte, me haces tuya.

Patricia Gutiérrez-Otero nació en México, D.F. en 1958. A los 23 años, después de terminar la carrera de Ciencias de la comunicación, emigró a Europa, donde estudió en el Instituto de Estudios Teológicos de la Compañía de Jesús en Bélgica. Pasó siete años rodeada de religiosos, hombres y mujeres. De regreso a México se integró en la revista Ixtus, que dirige Javier Sicilia, y desde hace unos años ha sido la subdirectora. También participó en el taller de poesía de Sicilia. Ha publicado poemas en Siempre!, Tragaluz, Mala Vida. Además de escribir en Ixtus, publicó una columna semanal en Siempre! Ha traducido varios libros de ensayo o literatura. Actualmente tiene en puerta la publicación, por Aldus, de la traducción de un poema de Paul Claudel: La cantata a tres voces.

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