Las enfermedades cardiovasculares son un problema serio de salud en México, el cual se agrava debido a los malos hábitos alimenticios y el poco ejercicio en las y los adultos. Como muchos otros padecimientos, las afectaciones del corazón y del sistema respiratorio repercuten en la vida sexual.
Mario Alberto Reyes
En México, las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte entre la población. Se definen como cualquier alteración en el funcionamiento del corazón o de la circulación sanguínea cerebral y periférica en arterias y venas.
De acuerdo con el Programa de Acción: Enfermedades Cardiovasculares e Hipertensión Arterial, elaborado por la Secretaría de Salud, estos padecimientos constituyen un problema de salud pública pues anualmente ocurren cerca de 70 mil defunciones derivadas de enfermedades del corazón.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud, en 1995, definió a las enfermedades cardiovasculares como la causa más frecuente de mortalidad en el orbe, por arriba de malestares infecciosos y parasitarios. Ataques al corazón y accidentes vasculares cerebrales derivan de obstrucciones que impiden el flujo de sangre hacia el corazón o el cerebro.
En entrevista con Letra S, Xavier Escudero, cardiólogo clínico intervencionista, explica que la edad y el sexo masculino son factores de riesgo no modificables que favorecen la aparición de los males cardiovasculares. “Los hombres tienen mayor propensión a padecerlos más tempranamente; aunque comienzan a surgir a partir de los 30 años de edad, ocurren más entre los 60 y 70 años”.
En el caso de las mujeres, durante su vida reproductiva se encuentran protegidas por un efecto hormonal, por lo que es hasta después de la menopausia cuando se incrementa la frecuencia de estas enfermedades.
Sobre los factores de riesgo controlables, el experto destaca a la hipertensión —aumento de la presión sanguínea que provoca el despulimiento al interior de venas y arterias, que facilita su endurecimiento—, así como a la diabetes, el colesterol alto y el tabaquismo porque inflaman y obstruyen las arterias.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2006, un tercio de la población adulta tiene hipertensión, 15 por ciento tiene diabetes, 25 por ciento fuma, otro tercio de los adultos tiene el colesterol elevado, la tercera parte de la población adulta es obesa y hasta 70 por ciento tiene sobrepeso, factores que aumentan el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares.
Repercusiones en la sexualidad
Aunque en México no hay estudios específicos sobre las repercusiones de las enfermedades cardiovasculares en el ejercicio de la sexualidad, estadísticas internacionales señalan que la frecuencia de la disfunción sexual en hombres y mujeres adultos es de entre 2 y 3 por ciento, además de que 90 por ciento puede experimentar alguna falla sexual transitoria.
Aunque en México no hay estudios específicos sobre las repercusiones de las enfermedades cardiovasculares en el ejercicio de la sexualidad, estadísticas internacionales señalan que la frecuencia de la disfunción sexual en hombres y mujeres adultos es de entre 2 y 3 por ciento, además de que 90 por ciento puede experimentar alguna falla sexual transitoria.
Estas enfermedades generan disfunciones como dolor durante la penetración, falta de deseo sexual y de orgasmo en la mujer, así como disfunción eréctil en el hombre.
Al respecto, Xavier Escudero dice que 15 por ciento de los hipertensos, 25 por ciento de mujeres y hombres obesos y 8 por ciento de los fumadores viven disfunciones sexuales, situación que se agrava en los diabéticos, quienes hasta en una tercera parte experimentan problemas en este ámbito.
Estudios elaborados en otras partes del mundo subrayan que entre 30 y 40 por ciento de quienes han tenido algún infarto o han sido operados del corazón tienen disfunciones sexuales. No obstante, pueden retomar la actividad sexual a las tres semanas del suceso, pues un infarto no deja secuelas físicas, sino psicológicas que inhiben el ejercicio sexual.
Sobre los fallecimientos de enfermos cardiorrespiratorios durante el acto sexual, el experto dijo que son raros y poco frecuentes. “Se ha calculado que el consumo energético durante el acto sexual es de siete mets, es decir siete veces nuestra actividad basal al despertarnos y estar acostados, ¿a qué equivalen siete mets? A subir dos tramos de escaleras, de tal manera que una actividad sexual conlleva una circunstancia psicológica más intensa de lo que se piensa en relación con el consumo energético, por lo que la frecuencia de fallecimientos durante el acto sexual, incluso en pacientes con factores de riesgo en general del corazón, es sumamente infrecuente”.
Por último, el cardiólogo mencionó que los diuréticos, los betabloqueadores y los calcioantagonistas, medicamentos usados en el tratamiento de enfermedades cardiorrespiratorias, pueden provocar disfunciones sexuales. En contraste, los inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina, son los menos dañinos.
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