Jaramar, como todos y todas saben, es huesped de este blog desde el principio de los tiempos. A la fecha va la tercera entrega de Los Diarios del Diluvio, así que busquen el I y el II de estupenda manufactura.
Para la querida Jaramar desde este espacio y el MySpace/lacasadelaneta, un abrazo.
Renexio
13 may 2008, 2:00 a.m.
El cuarto de ensayo en casa de Diego Escobar está en la afueras de Guadalajara, en una colonia de amplios espacios, árboles y flores. A él se llega después de atravesar el luminoso cuarto de Diego y cruzar un puente con vista al cerezo japonés del jardín. Si atravesamos el cuarto salimos por el otro lado a una terraza con vista a un mandarino y a una colección de botellas de vino vacías. Es ese cuarto, generalmente oloroso al humo de los cigarros de Diego y el Chino - y al riquísimo café con que nos recibe Diego – donde cada uno de nosotros ha encontrado su espacio y su sonido y donde el Diluvio ha ido agarrando forma y dimensión durante las últimas semanas.
Las canciones estaban encueradas en un principio; solo estaba mi voz, con la letra, la melodía y una intención rítmica al cantarlas, como primera propuesta para empezar a trabajar. Solo eso y una lista original de veintitantas posibles canciones a explorar. Había también una idea sonora en mi cabeza.
Mi percepción sonora es una mezcla entre pictórica y emocional y cuando hablo de como imagino una canción mi descripción es sobre colores y texturas y de las emociones que para mi encierra la letra. Diluvio esta llena de canciones que hablan del mar. Es curioso que al hablar de la muerte y de la ausencia por alguna razón poética el mar aparece constantemente, con su movimiento cíclico y su apabullante fuerza capaz de arrasar con todo. Esa presencia se ha convertido en una imagen constante en esta búsqueda del Diluvio. Como las canciones de enamorada, esas cantigas del siglo 13 que son el reclamo de una mujer al mar que se llevó a su amado.
Pero no todo es denso y profundo, en realidad el trabajo de elaboración de los arreglos para el nuevo disco (porque para los que no lo sepan, Diluvio es un disco) es divertido y emocionante, como suele ser siempre el hacer música con el Chino, Luis y Diego. Yo me divierto mucho viendo como cada uno de nosotros aborda el trabajo, porque además los acercamientos son a veces de lo más inusuales, hasta para ellos. Diego es un baterista increíblemente melódico y perceptivo, que se adentra en la letra y el contenido poético de las canciones y no tiene ningún reparo en agarrar la guitarra o el bajo y sugerir acordes o armonías… o coros y voces – además canta bien. El Chino ha dejado con frecuencia el bajo a un lado y empieza su búsqueda de armonías y riffs con la guitarra, para después pasarse al bajo… o no; a veces proponiendo una completa y sorprendente transformación de la canción original. Luis, con su conocimiento de la música medieval traduce en la guitarra la necesidad de armonías abiertas que tienen algunas canciones y con su cariño y solidaridad me ha ayudado en la búsqueda de un vestido limpio y sencillo para una de mis densas letras… o de un sonido arrabalero, "como de cantina de tercera a las 4 de la mañana" para un valsecito oaxaqueño.
Jaramar
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