■ El petróleo es el sustento fiscal de México, señala el ex rector e investigador de la UNAM
■ “Lo que está haciendo éste... cómo se llama... Calderón, es romper con las historias de nuestras luchas”
■ La entrega de la paraestatal es una gigantesca operación de despojo, sostiene Gilly
Patricia Muñoz Ríos
Adolfo Gilly y Pablo González Casanova, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales Foto: Cristina Rodríguez
El ex rector, catedrático e investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Pablo González Casanova, planteó ayer que si el Estado mexicano se queda sin los recursos petroleros habría graves implicaciones económicas y sociales para el país, ya que Pemex aporta 40.8 por ciento del total de los ingresos fiscales de la nación, y alertó que, además de ello, se cierne el peligro de que el proyecto de Felipe Calderón rompa toda la historia anterior de lucha por la soberanía, en la que se habían logrado victorias muy importantes de expropiación.
El también escritor habló ayer en una mesa sobre Pensamiento latinoamericano y luchas sociales en América Latina, del Coloquio Latinoamericano organizado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPS) de la UNAM, donde además participó el historiador Adolfo Gilly, quien planteó que “la entrega de Pemex” es una gigantesca operación de despojo, la culminación de un proyecto de desmantelamiento de las defensas estructurales que protegían la soberanía del país.
En el foro se habló de las luchas políticas, económicas y sociales de América Latina y la inserción de la batalla por el petróleo en este contexto.
Gónzalez Casanova advirtió que el petróleo es el sustento fiscal de México, ya que las grandes empresas escatiman y no entregan la renta tributaria al Estado. Hizo ver que lo que está haciendo aquí “cómo se llama... éste... Calderón”, es que está “rompiendo con las historias de luchas que habíamos logrado como país”.
Planteó que en defensa de los proyectos del gobierno también se está haciendo una “labor de expropiación de la razón, del derecho y de la palabra”, y el arte de mentir ha adquirido unas proporciones extraordinarias. “Tartufo se queda corto” en la capacidad de engañar e influir con mentiras a la población.
Además, “se califica de terrorista a aquel que se opone a las políticas”, hasta a las universidades se les tacha de “terroristas y nos lo vienen a decir en nuestra propia cara”, y esto porque se quiere criminalizar el disentir, señaló el catedrático emérito, y expuso que ahora está en desuso hasta el derecho, pues lo usan sólo para legitimar lo ilegítimo, cuando “siempre hemos luchado por el derecho en América Latina y esta es una de las características de toda las revoluciones de independencia”.
En el concurrido foro, Adolfo Gilly presentó un escrito titulado Definiciones y preguntas en la defensa de Pemex, en el que plantea que la operación en curso para privatizar la paraestatal “trata de llevar a término el mando indiscutido del capital financiero mexicano sobre el Estado nacional y de integrar ese Estado como vecino y socio menor subordinado”.
El proyecto de entregar el petróleo, según explicó, restructura las relaciones del Estado mexicano con su pueblo y con la potencia vecina y sus planes geoestratégicos; y forma parte del plan de las tres áreas de dominación de Estados Unidos sobre México, que son: Tratado de Libre Comercio, ASPAN e Iniciativa Mérida, “los tres estatutos claves de la subordinación económica, militar y política”.
Tratan de desarmar y terminar de desmantelar las defensas estructurales que protegían la soberanía e independencia de la nación; es una gigantesca operación de despojo en la que Pemex es la culminación de ese proceso. Por ello, se necesita un movimiento más fuerte, más grande que el que encabeza Andrés Manuel López Obrador para enfrentar la batalla por la defensa del petróleo, porque tratan de quitar la pieza central de las finanzas mexicanas desde hace 70 años, que es Pemex, para mandarla “al desván de los recuerdos patrióticos, junto con el ex convento de Churubusco y la carroza de Juárez” , apuntó Gilly.
El catedrático evidenció que el bando neoliberal está unificado por el debilitado poder presidencial, el poder financiero y el eclesiástico, cuyos altavoces son la televisión y la campaña unificada de los medios y sus “cabecitas parlantes”. Preguntó cómo poner en el centro del debate el tema y hacer que esto mueva a la acción y a la convergencia.
Cuando se queden con el petróleo, alertó, van a ir por más; por ejemplo, van a intentar el vuelco a “colombianizar” el Ejército Mexicano para ligarlo con el de Estados Unidos. “Díaz Ordaz usó al Ejército para masacrar, pero no se puso la gorrita y la chaqueta que le queda grande; era gente malvada, pero seria”, remató.
En el foro también participó Horacio Cerrutti, del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM, quien dijo que la reacción de la derecha en toda la región se ha conformado en una acción articulada, e hizo ver cómo en toda la zona se han estigmatizado las acciones gubernamentales populistas. Sobre el caso de Bolivia habló Ricardo Melgar, investigador del Instituto de Antropología e Historia, quien desmenuzó toda la andanada oligárquica que se ha orquestado dentro de ese país y en la región misma contra el gobierno del presidente Evo Morales.
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