PLAZA PÚBLICA / Doña perpetua va por todo
Miguel Ángel Granados Chapa
Aunque no le será fácil consumar la recuperación de la Sección 9 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, al elegir a una de las suyas cabeza de los profesores de enseñanza elemental en la Ciudad de México, Elba Esther Gordillo dio un paso más a la expulsión de la disidencia de los comités seccionales que la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación controla desde 1989.
Anteayer se efectuaron dos congresos seccionales en el Distrito Federal, uno avalado por el comité nacional, en que María Teresa Pérez Ramírez fue elegida secretaria general. El otro, de los opositores a Gordillo, eligió a Francisco Bravo, cuyos seguidores tomaron por la fuerza el domicilio de la sección, en la calle de Belisario Domínguez, en el centro de la Ciudad de México, no lejos de la sede del SNTE, en República de Venezuela, ni de la Secretaría de Educación Pública. Tras entrar con violencia a las oficinas que reclaman como suyas, los partidarios de Bravo desalojaron a representantes de la Sección 36 del propio sindicato, cuya dirección ocupa una parte del edificio. Esta sección agrupa a los profesores del Valle de México, y a ella perteneció, y fue su líder hace 30 años, Gordillo misma.
Se inicia de esta manera un nuevo ciclo de tensiones entre el profesorado de preescolar y primaria del Distrito Federal, que puede derivar en enfrentamientos violentos al menos hoy y mañana, cuando se inicia el periodo vacacional de verano, que será un factor de desmovilización y en función del cual se escogió esta semana para elegir delegados y celebrar el congreso, que se partió en dos ante la decisión del comité nacional de apoderarse por completo del seccional. Gordillo había ya avanzado en esta dirección desde que cooptó abiertamente a la secretaria general saliente, Blanca Luna Becerril. Ella fue elegida inicialmente en 1998 con el apoyo de las corrientes opositoras y pugnó por ser reconocida oficialmente. En vez de lograrlo, fue encarcelada bajo la acusación de causar destrozos en el Senado, a cuya sede ingresaron ella misma y sus colaboradores más inmediatos. Iban en pos de Gordillo, que entonces era miembro de esa Cámara y dirigía realmente el sindicato, aunque su cabeza formal era Tomás Vázquez Vigil.
Libre poco después, la profesora Luna Becerril ejerció un liderazgo moderado, contrastante con el radicalismo de otros comités seccionales, cuyos miembros forman parte de la CNTE. Esa conducta fue motivo o pretexto para que se ahondaran las divisiones en la disidencia capitalina, que fueron hábilmente aprovechadas por Gordillo, urgida desde su nombramiento como presidenta del sindicato de tener consigo a la sección del Distrito Federal. Aunque no sea inminente, no es remota la transferencia del servicio educativo al Gobierno del Distrito Federal y estratégicamente es necesario a los fines de Gordillo que el comité de la sección capitalina más numerosa le fuera adicto. Con ello se complementaría el control gordillista sobre el magisterio y la administración educativa. Como los anteriores responsables del área en la SEP (antes con el rango de subsecretaría), el actual administrador de servicios educativos del Distrito Federal, Luis Ignacio Sánchez Gómez, pertenece al equipo gordillista.
La profesora Luna Becerril terminó aliándose a Gordillo. Se afilió a Nueva Alianza, no en 2004 como dice su ficha oficial, porque entonces no existía el partido, pero sí a tiempo para ser elegida Diputada federal en la planilla del Panal, cuando ya Gordillo se había descarado como su propietaria. En esa ficha oficial se reconoce que la lideresa seccional ocupó ese cargo ocho años, pero ha permanecido en el mismo los dos siguientes, hasta ahora mismo, en que se pretende que la suceda María Teresa Pérez Ramírez. Su larga permanencia en el puesto se debe, entre otros factores, a que el comité nacional no había convocado a elecciones sino hasta hace unos meses.
La recuperación de la Sección 9, lograda con gran despliegue del aparato sindical, con amplitud de recursos y con apoyo de la SEP, es parte de la estrategia gordillista por debilitar a la dividida disidencia y expulsarla de las direcciones seccionales donde sea posible. Intentó hacerlo en la Sección 7, una de las dos de Chiapas, en marzo pasado, pero al percibir que pese a todo los opositores contaban con gran mayoría, impidió la celebración del congreso y nombró un comité provisional. Tal vez sea la ruta que busque seguir en Oaxaca, donde accedió a convocar a elecciones en la Sección 22, pero en términos que no satisficieron del todo a la dirección local, también surcada por fuertes diferencias internas. Éstas ya fueron aprovechadas por Gordillo en el pasado reciente, cuando fue creada la Sección 59 en aquel mismo estado.
En la Sección 9 del Distrito Federal ha venido declinando la tradición de lucha que comenzó hace 50 años con la efusión del Movimiento Revolucionario del Magisterio, encabezado por el legendario Othón Salazar, que procedente de la montaña guerrerense comenzó su liderazgo en la Escuela Normal Superior y lo continuó eficazmente entre los profesores de primaria. El MRM protagonizó vigorosas movilizaciones que amenazaron la unidad corporativa del magisterio, condición necesaria para la pervivencia del sistema político autoritario.
Sabedora de ello, y a diferencia de lo que piensa la disidencia quizá ilusamente, Gordillo ha revitalizado ese corporativismo en beneficio ahora del presidencialismo panista, como se percibió hace dos años, cuando contribuyó a la permanencia del PAN en Los Pinos.
Cajón de Sastre
Manuel Espino escogió un modo estridente, si bien contradictorio, de recordar la fecha en que formalmente fue elegido Presidente de la República Felipe Calderón. Reveló que él directamente concertó con 10 gobernadores priistas su apoyo al triunfo del candidato panista y que seis de ellos cumplieron su palabra. Luego entonces, él mismo, Calderón y el PAN debían estar agradecidos a sus aparentes rivales por ese gesto destinado a impedir el triunfo de Andrés Manuel López Obrador. Pero, ingrato, Espino reprocha a Calderón el que comparta el poder con priistas como Manlio Fabio Beltrones o Elba Esther Gordillo (la considera todavía afín al tricolor), mientras deja en la banca a panistas con experiencia como Francisco Barrio, Carlos Medina Plascencia, Ernesto Ruffo y otros.
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