Tuesday, December 09, 2008

Blogósfera



René Zúñiga

Amarillo no es mi color

Pues pareciera que Jesús Ortega Martínez, Presidente Nacional y líder de la corriente interna del Partido de la Revolución Democrática Nueva Izquierda, se ha multiplicado como los panes de esas historias bíblicas, pero más asombroso es que ha opacado al mismísimo Carlos “ El Monsi “, en eso de estar presente por doquier, lo mismo en TV Azteca, que en Televisa, no se diga con Oscar Mario Beteta comunicador, filósofo y doctor en tochología; con Pedro Ferris de Con, con la Adela y con quién se deje. Pero para los que tienen idea, esta omnipresencia del líder Chucho, obedece a las simpatías que ha despertado su ascensión al trono amarillo y sus patrocinadores lo conducen en un carrusel de la ignominia. Es entrevistado, se le disculpa todo, se le reconoce todo y al despedirse, los más, entronan al nuevo mesías de la izquierda oportunista y pragmática, manifestando que finalmente el perredismo ha madurado, teniendo un dirigente capaz, negociador, de una izquierda moderna, a la altura de las mejores del mundo. Si, es cierto, es más, me quedo corto ante tanto reconocimiento de un sujeto gris, oportunista y que conoce perfectamente las armas del éxito político: traición, deslealtad y doble discurso.
Muchos todavía no entendemos por qué Andrés Manuel López Obrador no se deslinda de un partido que ha perdido orientación política, presencia entre la ciudadanía y que está secuestrado por una burocracia que gusta del poder y de los privilegios. No digamos a su cercano y contendiente por el trono amarillo: Alejandro Encinas que repitió la frase de los perdedores disciplinados, me quedo para limpiar a este instituto político de tanta alimaña rastrera, palabras más, palabras menos; pero la verdad es que los políticos que han probado el poder no se conforman con haberlo perdido y renuncian a sus principios para llegar a negociar lo que no es negociable. Pone por ejemplo que es imposible pensar en dejarle los recursos del partido: edificios, mobiliario, franquicia en general, a esos retardatarios, cuando se debiera impulsar una ley donde edificios y bienes de un partido político, fueran propiedad del pueblo y si el partido en cuestión perdiera el registro o hubiera pruebas concretas de desvíos o malos manejos, que esto se persiguiera de oficio y no se pudiera hacer usufructo de bienes adquiridos con dineros del pueblo mexicano.
Hay que legislar, vemos como ciertos sujetos pasan de cámara en cámara, ungen a sus cercanos y se olvida el objetivo del legislador: defender los intereses del pueblo y de la nación. Están al servicio de las cúpulas e los partidos y esto debe pararse, ya basta de tanta sabandija.


En Nuevo León se cantan bien las rancheras

En Nuevo León, donde se produce esta Blogósfera las cosas son más o menos las mismas. El dirigente estatal del Partido de la Revolución Democrática Eduardo Arguijo, conocido de todos por sus buenos oficios - para la lucha de cuerpo a cuerpo, es fajador, dicen los conocedores -, de mayorías entre las minorías, pero también por llamar a votar por el Partido Acción Nacional, es sin duda, digno representante del Chuchísmo nacional. Hace unos días declaró que el partido que dirige apoyaría la candidatura de Abel Guerra, priísta de abolengo, operador de Nati y ahora disciplinado priísta, ya que el Gober Grisáceo, o sea Nati, apoya a su Secretario General de Gobierno. Más se tardó el pragmático Arguijo en postularlo, que en deslindarse el mentado Abel, Director de proyectos estratégicos de la administración actual y coludido con especuladores de tierra y principal promotor del proyecto que destruiría Valle de Reyes y permitiría la construcción del Arco Vial, para unir la nueva autopista a Saltillo, con la de Reynosa.
Así el perredismo nacional se encuentra en una encrucijada donde se trataría de recuperar prestigio electoral, retomando los principios que le dieron vida o le entregaría el instrumento de lucha al mejor postor, como Chucho Ortega tiene la sartén por el mango, ya sabemos quién se gratificaría por nulificar a la izquierda electoral con mayor peso y altas votaciones en la historia de México.

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